La política pictórica, o Entremuro VI de Oscar Mestey
Por su riqueza textural, Entremuro VI sugiere que la imagen ha sido pintada sobre un muro de cemento. Las marcas que aparecen sobre la superficie parecen ser el resultado de una suma de huellas, acumuladas a través de un largo tiempo. Esta insinuación de una anónima e ignorada historia se nos presenta en una imagen sombría, de tonalidades violáceas sobre una superficie torturada, en una evocación de un entorno hostil. La prominente presencia de un blanco para el tiro junto a líneas verticales, con números que implican medidas de distancias, establece un ambiente malsano de práctica de tiro, de lugar de ejecuciones. Los números de la parte inferior que acompañan las líneas verticales siguen un orden exacto, del 12 al 17, y van acompañados por otros con un ordenamiento distinto, 678, 234, 345, que sugiere una contabilidad impersonal. Casi en el centro, el blanco lleva en su interior, en vez de números, dos letras juntas: “U” y “S”.
En Puerto Rico ha sido habitual señalar que la pintura abstracta ignora temas políticos y se dedica únicamente a “juegos de forma y color” para esquivar ese gran tema de nuestra plástica figurativa, la “definición de la identidad nacional”. Esta pintura temprana de Mestey—1979—es prueba inequívoca de que ese señalamiento es un disparate crítico, lamentablemente utilizado para marginar nuestra abstracción tildándola de “enajenada” y “copiada de la Escuela de Nueva York”. Entremuro VI niega tajantemente esa tesis, pues ¿a quién se le ocurriría pensar que solamente “por jugar con las formas” Mestey coloca las siglas “US” en el centro de un blanco? ¿Y cómo no leer esas tachaduras esgrafiadas sobre el “US” como una explícita declaración política?El ambiente apagado de esta pintura parecería ajeno a las necesidades de un arte político, usualmente necesitado de luz para estimular a sus espectadores. No obstante, la oscuridad en una obra de corte político tiene precedentes en Puerto Rico. Aries de Carlos Raquel Rivera es uno de los ejemplos más pertinentes, con su imagen de indescifrables marchas nocturnas con banderas monoestrelladas, ocupando insólitos paisajes. El procedimiento de Mestey es similar al de Rivera, pues nos obliga, como espectadores, a examinar minuciosamente la superficie de la pintura para lograr esclarecer los significados que ésta propone pero no revela. Permitir que los espectadores lleguen a sus propias conclusiones, sin imposiciones del artista, y a partir de sus propios esfuerzos de observación, es la estrategia. Este es un proyecto, por lo tanto, descolonizador.
Pinturas como Entremuro VI y Aries demuestran que no existe tal cosa como “juegos de forma y color” neutrales, objetivos, divorciados de su realidad histórica y social. La pintura de Mestey toda es una muestra apasionada de que cada colectividad le imprime a sus juegos una personalidad, de que las formas del juego expresan las identidades que se manejan en las colectividades, y de que, sí, hay maneras de jugar con la forma y el color que expresan las singularidades de la experiencia puertorriqueña. En el arte puertorriqueño hay unas modalidades de trabajar con la forma y utilizar el color, que no son equivalentes a las de los británicos o los tibetanos, juegos pictóricos que testimonian y reafirman unas formas de vida particulares, de historia y tradición, con identidades reconocibles.
En la esquina inferior derecha de Entremuro VI descubrimos el rostro ubicuo del arlequín mesteyano, representativo de la colectividad puertorriqueña. El arlequín vigila desde la seguridad de un hueco en el muro, en clandestina espera, con la certeza de que eventualmente abandonará su refugio para enfrentar la luz. La posición de este arlequín tiene una honrosa tradición pictórica. Es descendiente directo de las figuras pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina en su serie de los “Antecesores de Cristo”, aquellos que preludian el desenlace del drama de tribulación expresado en el Techo. Protegido por el muro, el arlequín de Mestey igualmente confía en su trascendencia, y su activa espera es la de un ser plenamente confiado en su victoria final, en su inevitable liberación: Todo Arlequín Machetero.
Oscar Mestey Villamil: Contramuro, Obras 1975-2010 se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico hasta el martes 15 de mayo de 2012.
Ballet Concierto de Puerto Rico ofrecerá un programa de coreografías de Mestey Villamil el viernes 11 y sábado 12 de mayo a las 8:00 PM en el MAC.
Créditos: Oscar Mestey Villamil: Entremuro VI, 1979. Esmalte de óleo sobre masonite; 91.4 x 152.5 cm. Colección del artista. Fotografía de Antonio Ramírez Aponte, cortesía del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico. Carlos Raquel Rivera: Aries, 1961-66. Óleo sobre masonite; 91.44 x 122.24 cm. Colección del Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico. Fotografía de J. Emilio Marrero, cortesía del MHAA.