Paredes
a Malena, no será la última
lo andan gritando siempre que pueden lo andan pintando por las paredes–Joan Manuel Serrat
El miércoles 18 de abril la Facultad de Humanidades amaneció bañada de literatura: decenas de papeles impresos ocupaban sus paredes. No eran los acostumbrados pasquines de consignas políticas ni la propaganda de ninguna actividad. No, eran papeles formato carta, cuya impresión eran meras citas literarias. Sí, citas que de cierta manera aludían a la historia de la literatura occidental. Iban desde Homero hasta Leonardo Padura. Era como si una guerrilla literaria de unos fantasmales estudiantes de John Keating (Death Poets Society) quisieran patentizar su protesta humanística y poética ante la indiferencia de las mentes universitarias, con frases que parecían gritar desde las hasta entonces mudas paredes.
La semana anterior, otras paredes de la Facultad habían sido ocupadas por la pintura de Sofía Maldonado y de los estudiantes Moisés Rivera, Carlos Ortiz y Abigaíl Burgos, como parte de la Jornada Humanidades es Arte, Juventud y Cultura, auspiciada por el Decanato y organizada por su Decana Auxiliar de Estudios Graduados e Investigación, Malena Rodríguez Castro. De esta manera, la propia autoridad que es custodia de la propiedad universitaria proponía revestir la fachada de sus edificios para desprenderla de su monótona pintura por otra que propusiera mirar de otra manera sus paredes. Los viejos edificios se rejuvenecían con las propuestas estéticas de estos artistas, en un juego de luz y sombra que seduce las miradas que antes pasaban desinteresadas por esos espacios.
El mural es una ocupación artística que colinda entre lo provisional y lo duradero: entre lo público y lo privado; entre el arte y la propaganda. Allí, en el espacio público, compite con el comercial: el Billboard que recompone el paisaje urbano. Aquí, en la Universidad, la reviste de color sumándole vitalidad a la institucionalidad de sus edificios. En la Universidad de Puerto Rico, los murales han sido legendariamente arma contestataria de las organizaciones estudiantiles enarbolan contra el silencio al que las autoridades universitarias las quisieran condenar. A veces, con la simple astucia de una consigna alumbran las miradas incitándolas a la acción, antes de ser acalladas por el rolo homogeneizador de la estética uniforme. Otras, su desafío resulta más contundente: ¿cuántos recuerdan la presencia de guardias universitarios, muchas veces con sus cámaras policiales, observando a los estudiantes que brocha y pincel en mano se apropian del espacio público para expresar su opinión? O peor, quién olvida que hace poco más de un año fueron vilmente macaneados y arrestados por pintar en la calle su protesta contra la arbitrariedad autoritaria.
Durante las pasadas huelgas y protestas estudiantiles, los espacios de la Facultad de Humanidades, el Museo y el Teatro han sido escenarios de apropiaciones y reapropiaciones. Quiero notar las tensas semibatallas sobre la pintura en los bancos de cemento de la Plaza Antonia Martínez; plaza cuya propia denominación es también signo de esa incesante lucha sobre a quién pertenecen los espacios universitarios, pues aún asombra que las autoridades se resistan a reconocer el asesinato de la joven Antonia como parte de la historia universitaria. En estas batallas, los estudiantes salían triunfantes, brevemente: por un día y una tarde, los paseantes podían alterar su rutina al mirar cómo esos bancos cobraban vida con color y con citas políticas y literarias antes de que en la oscuridad de la noche, como si fueran los verdaderos usurpadores, los trabajadores bajo la orden de la oficialidad los silenciaron nuevamente con ese chato color caca con que visten casi todos los edificios de la iupi.
Precisamente temprano este semestre tuvimos la grata oportunidad de ver la edición preliminar del documental “Detroit’s Rivera: On the Labors of Public Art”, de Julio Ramos, como parte del cursillo “Cultura, trabajo y desocupación en el cine y la literatura contemporánea”, que el propio Ramos nos obsequió como profesor visitante. En ese corto film, Ramos destaca el contraste entre el artista Diego Rivera y el mundo de capital y trabajo de la Ford Company, cuyo presidente comisionó el mural de Rivera en el Museo de Detroit. Sin audio, eran las imágenes y su edición las que hablaban por sí solas para recordarnos que el arte se crea precisamente en esa tensión entre voluntad artística, riqueza capitalista y explotación laboral: “Puesto que ambos [odio y sacrificio] se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados” (Walter Banjamin).
Sin embargo, los papeles me golpearon la mirada de una forma no experimentada ante los murales. Hay en su gesto un llamado de urgencia y de reflexión. Pegadas con engrudo, sin prestar la atención a la estética visual, incluso a la correcta acentuación del español (en su aplicación a la PC como alguien se molestó en indicar), estas citas deslumbran porque revelan un afán por el dominio del pensamiento: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida” nos dicen, citando a Mario Vargas Llosa. Esta cita quizás encierra la fuerza del mensaje de estos papeles regados, pues son una invitación a la lectura como acto transformador: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura sino utopía”, Miguel de Cervantes.
¿Cómo un papel sobre una pared puede “transformar el mundo”? El mundo será otra utopía, aquí solo transformaron momentáneamente las paredes de una Facultad; y al cambiarles la monotonía de su pintura estallan sobre las mentes de estudiantes, trabajadores y profesores, provocándoles la reflexión sobre su osadía. Una osadía tímida, pero refrescante que tampoco quisiera idealizar. Habrá quien diga, no sin razón, que estas citas inviten más al Internet, al fragmento, que al libro y la lectura misma. Es cierto, vivimos en la época de las intenciones fantasmales y de la economía del gesto. También, habrá quien juzgue de errada su estética del papel en blanco y negro, la pega y el desorden; que lo pudieron hacer mejor. Sí, así es el arte y así la política: a veces opta más por el impacto del atrevimiento que por lo comedido de sus contornos. Sin embargo, me he quedado a la espera de respuestas más a su nivel: otras citas y otros autores —en vez de la corrección ortográfico-electrónica— o un garabato de un Quijote sobre un rocín. También se puede diferir de las opciones estéticas de Moisés, Carlos, Abigaíl y Sofía: yo, en particular me siento más compelido por las incitantes y voluptuosas de su mural en la Calle 42 de Manhattan —titulado “Women Fighting to Get Ahead”—, pero no por eso me deja de encantar la sensación de subir a un cielo de nubes sangrantes cuando me dirijo al salón o la de llegar al sombrío mundo de cadáveres que me recuerda que no es necesariamente hermoso el que habitamos. Total, si como si la luz y la sombra no pudieran resistir su mutua atracción, el paseante puede apreciar cómo una nube azul de Maldonado invade el “infierno neodantesco” de los estudiantes y un Cerbero amenaza a los pies del cielo: en una hermosa comunicación de las fronteras, los límites y los esquemas que el arte nos invita a cuestionar y traspasar.
Mágicamente, esta comunicación no planificada parece invitarnos a navegar por espacios más abiertos e incitantes que las meras paredes de los salones de clases. Sí, en la Universidad las cosas más interesantes pasan fuera de los salones: las citas de las paredes nos recuerdan a su vez, que no serían posible sin lo que pasa dentro de ellos. Y más mágico aún —como si todo formara parte de una conspiración artística—, nos transportan a otra pared: la del Antiguo Arsenal en el Viejo San Juan, en la que por motivo de la Trienal poligráfica, Nayda Collazo instaló su “revolú*tion”, y transcribo de lo que asumo es la descripción del catálogo:
The work speaks about the condition of being in the midst of turbulent times, and how we try to navigate through it. In the context of Puerto Rico—the found texts is exclusively related to it—this takes on added meaning and urgency. The work points to a site of conflict, where everyday violence and noise coexists with fantasy, code-switching, slang and humor, perhaps as a strategy of resistance. Here, the wall functions as both witness and echo. While referencing the impending doom, as in the idiom “writing on the wall”, it also offers a space of reflection, and a possible escape by tapping into the imagination. The title inserts the Puerto Rican expression revolú (disorder, confusion, rockus, jubilation) within the English word revolution. An asterisk, underlying the multi-referential nature of the work, functions as both separation and joint.1
No obstante, no quisiera cerrar con expresiones revolucionarias del arte, consagradas por las instituciones, pues no es lo característico de las citas pegadas desordenadamente por las paredes de la Facultad. Esta pintura de literatura sobre las paredes de Humanidades de inmediato me hizo pensar en una canción de Joan Manuel Serrat, cuyas últimas líneas uso de epígrafe. “Por las paredes” es la canción con la que figurativamente el cantautor catalán celebra simultáneamente un imaginado milenario de España —“Mil años hace que el sol pasa, reconociendo en cada casa el hijo que acaba de nacer”, es su primera línea— y el fin del franquismo. No por otra cosa 1978 es su primer disco grabado en España en casi un lustro. En un simulado canto épico, Serrat fija su mirada precisamente en la diversidad racial y cultural española y en sus conflictos; pero en vez de invocar campañas épicas como gestas libertadores, la canción destaca que los españoles “empecinados buscan lo sublime en lo cotidiano”2. Y como si fuera un gesto así, sencillo, humilde, de cada día, lo hace destellar: “Lo están gritando siempre que pueden, lo andan pintando por las paredes”.
¡Cuánto quisiera emparentar la historia y que el humilde “grito” de estos guerrilleros de las letras, con su furia creadora, sus virtudes y limitaciones, explote en las mentes universitarias como aquel “soplo” de libertad y como anhelo inquebrantable por el conocimiento!
- Cito de su página de facebook. [↩]
- Sí, para aquellos que recuerdan la canción, estoy consciente de que la frase continúa aludiendo al trabajo y al sufrimiento para cerrar con un indeterminado “y la dictadura…”, para más adelante cerrar: “Patria pequeña y fronteriza, mil leches hay en tus cenizas, pero un soplo de libertad…”. [↩]