Poesía Eidética con Caja de Luz
Hace ya un tiempo me propuse hacer una pieza de arte que involucrara activamente a mi hijo en el proceso creativo. Después de pensarlo largo y tendido llamé un día a Isaías, cuando tenía tres años, para que se acercara a ver mi colección de fotos. Le expliqué que quería que jugáramos un juego. Lo senté en mi falda frente a la computadora y le pedí que mirara atento la pantalla y señalara las fotos que más le gustaran. Allí se sentó conmigo hasta que escogió 80 imágenes de mi autoría antes de renunciar. Si usted ha conocido a un niño de 3 años ya sabe que sus sesiones de atención son muy breves, así que nos tomamos unas semanas en ese asunto y lo hicimos hasta donde él quiso. Yo quería completar 98 imágenes, así que para escoger el resto de las fotos escribí IMG_1898.jpeg en el buscador de mi computadora y salió una lista de 18 imágenes. Así pasó exactamente, se los juro…
Terminé con una selección de 98 fotos procedentes de diferentes momentos en mi vida agrupadas desde el criterio hasta ese momento inaprehensible de mi hijo de tres años. Sin embargo, el reto de darle coherencia a la pieza era la razón misma del experimento. Aquí no termina la cosa, pero antes de continuar les invito a hacer con alguien que amen, lo mismo que hice yo con mi amado Isaías.
Fui mirando la colección perplejo, en especial las imágenes que escogió mi niño. Trataba de identificar algún patrón, alguna señal de razón tras su juicio. ¿Por qué estas le gustaron más que las otras? Sentado ante las fotos y cargando con esa pregunta, iba recordando y me venían memorias que complementaban las imágenes con textos y sentidos. Descubrí que estuve recordando algunas cosas en otros colores y en otras posiciones. Algunas fotos las consideraba más viejas de lo que eran y otras mucho más recientes de lo que podrían ser.
Lo próximo fue colocarle un título a cada una. Las titulé identificando el contenido de la foto de forma casi literal. Luego las empecé a combinar a partir de lo que prometían los textos como se me antoja imaginar que hacían los antiguos editores de la prensa cuando armaban sus titulares en sus mesas de luz. De esas imágenes en apariencia seleccionadas al azar, me han salido 98 líneas o versos, que agrupé en 9 poemas visuales que estaré exponiendo el 4 de octubre en la Galería Casa Jefferson en Santurce. La poesía es sorprendentemente coherente, y la colección puede resultar sobrecogedora, pero quizás ustedes puedan decirme desde sus perspectivas lo que está detrás de la selección de Isaías cuando la vean. Más abajo les coloqué un enlace a un vídeo con el primero de nueve poemas que hicimos juntos, no se lo pierdan.
Titulé la colección Poesía Eidética por su principio fotográfico y porque siempre me ha parecido maravilloso que existan personas con memoria fotográfica (eidética) y fantaseo a menudo tratando de imaginar cómo cambiaría el ejercicio de construir el pasado si mucha más gente tuviera esa capacidad. ¿Cómo cambiaría la forma en que veo la historia si pudiera tener recuerdos exactos de las cosas? Lo digo y me refuto de inmediato, porque entiendo que aún teniendo memoria eidética, el pasado como experiencia de un sujeto histórico será lo que este vea o haya visto desde una perspectiva muy particular. Desde ese lugar, aún la memoria fotográfica sería incompleta. Una persona con memoria eidética podría estar junto a un accidente en la calle y no servir como testigo por haber tenido el sol en los ojos, o por haber estado de espaldas. El sol puede simbolizar la ideología y estar de espalda podría ser la marginalidad o la ignorancia, o al revés, da igual.
Además de la capacidad de recordar que pueda tener nuestro cuerpo, considero importante reconocer que para entendernos, debemos entender también cómo usamos la tecnología, desde libros hasta súper computadoras, para respaldar nuestra memoria y de qué manera esto nos define. Entiendo fundamental que para hacer historia aprendamos cómo es que nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso administra información, pero también cómo crea métodos y herramientas para extender su capacidad de memoria.
Un teléfono celular consigue hoy convertirse en una especie de “hard drive” externo a nuestra memoria orgánica. Almacenamos información, documentamos o recolectamos datos que refuerzan, construyen y le dan autoridad a nuestra memoria. Documentamos con cámaras la vida a veces tanto, que ya no podemos imaginarla si no es a través de un lente. Pero después de todo qué no funciona como un lente o un filtro. No hay una gran diferencia entre ver el mundo desde una cámara en el contexto de una red social por internet, que verlo desde el filtro de Cristo en la iglesia. Ambas son formas impuestas por el colectivo y que tengan focos diferentes no niega el hecho de que los humanos respondemos (negando o afirmando) al flujo de la masa que nos hace especie.
Si bien es cierto que mucho de lo que nos define como personas está hoy atado al consumo, tenemos suficiente evidencia como para decir que existe una tendencia en los humanos a almacenar información para consulta desde que se inventaron formas de intercambiar información. Lo que hacemos hoy con un celular es solo mover data más eficientemente, pero no es nada nuevo. Cada nudo, cuña, símbolo, cuento, diccionario, chiste, rito, canción, mito, enciclopedia, calendario, rima, dibujo en una cueva, etc., ha sido un intento de reforzar la memoria y todas son técnicas para no olvidar o formas de recordarnos. De esa tendencia humana nace el signo como símbolo, que permite hacer portátil la información, pero también consigue fortalecer en el proceso la idea misma de la mente como memoria y existencia, porque nuestra identidad es la forma en que nos recordamos a nosotros mismos organizando los signos que adquirimos durante los intercambios de información.
Narrar un hecho aún con memoria fotográfica será siempre subjetivo. Eso no convierte a las leyes físicas en meras experiencias subjetivas, tampoco descalifica a la ciencia como método para adquirir conocimiento, ni convierte el pasado en una imposibilidad, pero nos deja claro que el proceso de darle coherencia a una serie de eventos no son otra cosa que expresiones de voluntades o afirmaciones de identidades en competencia por recursos, son por lo tanto una ficción o construcción imaginaria que será verdad según sea capaz de darle poder a quien maneja su data. La memoria en los individuos así como la Historia para el colectivo son valoraciones del pasado hechas desde el interés de los sistemas sociales y desde las condiciones biológicas y naturales. Recordamos lo que entendamos como información valiosa y con eso construimos narraciones explicativas que no necesitan ni tan siquiera ser posibles para dominar la verdad, como lo demuestra claramente la Biblia desde el Génesis.
Es aquí que cierro la digresión y termino afirmando que mirar una serie de fotos viejas y colocarlas a representar la parte de un texto poético y coherente en el presente, como hago con Poesía Eidética me parece una excelente metáfora para ilustrar el ejercicio de historiar. La pieza que hice con la ayuda de mi hijo de tres años, pretende ser un comentario crítico a la forma en que leemos el pasado. Busco ilustrar poéticamente cómo pensar es construimos textos que más que nada nos describen a nosotros mismos, aún cuando estemos usando documentos ajenos. Dicho eso insisto en recordar que de todas maneras somos animales sociales y por lo tanto, nada es exclusivamente nuestro, y es en el intercambio de información que nos hacemos personas. Muchas veces ni siquiera nuestra perspectiva única logra separarnos del resto. Así que cuando contamos nuestra historia, cuando nos describimos a nosotros mismos, no podemos evitar describir a un gran número de personas.
Aquí les adjunto el enlace al primer poema eidético que hicimos Isaías y yo. La voz de mi niño en sí misma me parece poesía. ¿Recuerdas la voz de tus hijos cuando eran pequeños? ¿Recuerdas la voz de tus abuelos? ¿La de tu amor ido?
Poesía Eidética: Mis ojos están llenos de ti (vídeo)
Caja de Luz: Armar y desarmar lo colectivo.
Junto a la Poesía Eidética, estaré presentando el plan para la creación de una pieza colectiva que he llamado Caja de Luz. Aprovecho para decir que me encanta que mi compañera y madre de mi niño se llame Luz, porque me permite hacer poesía con solo nombrarla. La Caja de Luz es una pieza compuesta por 20 o más cajas lumínicas. Hemos construido un prototipo y estaremos mostrándolo y explicando el concepto tras la pieza, en la Galería Casa Jefferson el próximo 4 de octubre en el contexto de las Fiestas de la Calle Loíza. Cada Caja de Luz esta hecha a mano y contendría un dibujo o pintura única y exclusiva que junto a otras formarán una pieza de gran formato en un futuro cercano.
Aquí les dejo un corto vídeo para que conozcan el prototipo de la Caja de Luz, e imaginen las posibilidades de la pieza colectiva.
Caja de Luz: Armar y desarmar lo colectivo (vídeo)