«Revolver» en Galería Guatibirí
A propósito de la exhibición de estas tres jóvenes artistas, en la Galería Guatibirí, a partir del jueves 10 de abril, el autor les cursó esta cartita.
Preludio/Saludo al sol. Revelemos unos ni tan secretos y usemos un lenguaje abstracto, tal y como lo sugiere el título de esta exposición: Revolver, casi como la crónica de una muerte anunciada que por esta vez mata con una bala perdida; casi como un volver a volver, un re-greso y no una única definición de la palabra.
Antes que lo demás vale preguntarnos (por eso de no quedarme hablando solo) de qué estamos hablando, qué se quiere revolver aquí o qué puede morir tan apresuradamente, cuánto este verbo puede transformarse y pensarse en un posible regreso; regreso de qué, de quién o quiénes: digo yo que lo que vuelve y lo que a su vez se mata, si es que se mata algo, lo que se revuelve entonces con ese revolver sin acento, es la idea de hacer una exposición juntas, colectiva, de un material tan diverso como cada una de sus autoras.
Pero Revolver es mucho más que eso. Todavía recuerdo cuando se pensó en hacer esta exposición, exposición que con el tiempo vino a olvidarse, que en ese momento en el que a la vez dudé, vi este 10 de abril del año 2014 que hoy día se cumple como una promesa. Tuvo entonces que pasar casi un año, un poco más, y tuvo que venir entre medio la necesidad, la angustia, el motivo de estar en un lugar y no encontrarle el sentido a las cosas, el darse cuenta que había pasado mucho tiempo y no se estaba haciendo el trabajo que se debió haber hecho.
Tuvo que también venir de por medio un viaje a una finca en San Sebastián de las Vegas del Pepino, el montarnos ocho en un carro donde cabían cinco, ocho con todas sus cosas, horas de camino para llegar allá y de paso darnos un chapuzón en el famoso río. Es decir, tuvo que venir de por medio un viaje carpenteriano, a la semilla, si se quiere. Flashback, déjà vu, anagnorisis, darse cuenta de tantas cosas que acá en la ciudad obviamos.
Vino también el coraje, el cansancio, la crisis existencial del posbachillerato, de la edad, a la que todos le seguimos el juego y siempre le permitimos todo sin cuestionarle nada. Tuvo que venir incluso este momento en el que estoy sentado, yo que no tengo nada que ver, escuchando por vez primera este chorinho tan lleno de sadudade, muy oportuno para tener en cuenta todo este proceso que no ha sido otra cosa que un vendaval de ideas.
Hay algo detrás de todo esto. Taller polilla está detrás de cada una de estas piezas. Este es un taller, digamos, que no existe, pero tanto quiso existir que se armó solo, sin preguntar, sin importar que a alguien pudiera molestarle. En principio pensaba ocupar la terraza de la casa, pero la terraza de la casa solo se usó una noche: hicimos una cena, invitamos algunos amigos, la pasamos tan bien como otras tantas veces. Sin embargo quedó ahí, ya luego se llenó de matitas y flores, de bicicletas y de las colillas de cigarrillos de los vecinos que tienen al menos una ventana que da para nuestro jardín. El Taller polilla pasó a ser la sala, el comedor, la cocina, el pasillo, los cuartos, las paredes, todo el apartamento 204, excepto la terraza, esa no se usó para nada más, tal vez para guardar un poco de material y albergar todo el barullo del 1001, ese edificio tan emblemático que hace esquina justo al lado de la universidad.
Misión cumplida. Estoy seguro que usted ve cada una de estas piezas y si no es porque conocen a sus autoras, no se imaginarían nunca, jamás, que quienes componen este trío y quien ha hecho todo esto es un corrillo de nenas lindas (lo que no quita que puedan hacer un buen trabajo) que se juntó por casualidad, por la cosa en común de ser artistas, por esa fragilidad que tiene el ser humano de enamorarse de la otra gente así como si nada, porque las tres, en su momento, tuvieron un lipstick rojo en sus respectivas carteras.
Conozco muy de cerca la historia de las tres, en principios contada por una de ellas, luego sabida de la boca de cada una, con detalles; entonces puedo decir que las arropa la diferencia y no entiendo cómo han sabido entenderse para lograr esto juntas. Aquí incluyo una sonrisa jocosa, que sabe que las tres juntas o separadas pueden tocar el cielo.
Es muy probable que me hagan quedar mal, pero a las tres, hoy, la noche del 10, me las imagino hermosas, de pelo suelto y sonrientes, con mejillas ruborizadas, y, claro, con el mismo rojo, el rojo compartido, en sus labios: eternas chicas almodóvar. Espero que el gatillo que se jala en este revolver no sea para matar a alguien, ni tampoco para disparar por disparar, sino que sea para florecer y que sirva, además, para que estas piezas, las que vienen, tengan vida en otros espacios.
Las abraza jubiloso, Juanqui.