Sin pagar peaje
Giselle Solís posee una de las voces más melodiosas y dulces que he escuchado. Es una de las personas mas apasionadas que conozco. Presenciar un concierto de Giselle en España fue una experiencia maravillosa. Cada persona que se dio cita aquella noche en La Cueva del Bolero sintió la pasión que enreda la melodiosa voz de Gigi. Giselle creó un ambiente mágico. No es casualidad que los músicos subieran a la tarima a acompañala. Ya lo dijo Silverio Pérez en la presentación oficial de su disco: «Giselle es una cantante que los músicos quieren escuchar». En Madrid se repitió la historia. Ella misma lo narra.
–Loredana Hernández
Hace años, cuando vivía en el Viejo San Juan, el maestro pintor Rafael Tufiño me hizo un regalo, unas palabras sabias de esas que sólo puede dar alguien que ha recorrido la vida de arriba a abajo con tanta fuerza. Me dijo: «para mí la música es una de las expresiones artísticas más sublimes, porque no paga el peaje del intelecto, sino que va directo al corazón». Las veces que me hablaba del tema se refería a lo afortunada que soy pues, de las artes, es la música la que llevo conmigo. A través de mi vida he validado sus palabras muchas veces. He escuchado tantas canciones cuyas letras no entiendo y que han tenido la capacidad de moverme el corazón de sitio, o música instrumental que me ha hecho pensar. En fin, también creo que la música se conecta a uno de muchas maneras y como decía Tefo: «sin pagar el peaje del intelecto». Se te mete por dentro y no hay Dios que te la saque.
Recientemente tuve un momento mágico de esos que te dejan un saborsito rico en el alma, y recordé sus palabras. Fue durante el concierto que tuve en «La Cueva del Bolero» en Madrid. Varios temas los canté acompañándome de la guitarra y en otros la guitarra pasó a manos del maestro Pavel Urkiza, director musical del disco, quien también unió su voz y pasión a las mías.
El club donde me presenté era una cueva llena de memorabilia de música y el «Lamento Borincano» de Rafael Hernández estaba entre esa memorabilia. ¡Así que rapidito me sentí en casa! Había preparado mi repertorio y sabía exactamente lo que iba a hacer. Canté mi primera canción, miré mi lista, pasé a la segunda. Antes de la tercera canción pausé para disfrutar algo que se había apoderado de esa sala: el silencio. Escuchaba hasta mi respiración entre frase y frase, cada nota, y sobre todo sentí a la gente súper conectada a cada canción. ¡Un momento mágico! Sí, magia. Porque el silencio es para un músico el mejor aplauso, es la verdadera conexión con el público, y viceversa.
Así que solté el repertorio previsto. Ya no había papelito para guiarme, sólo la intuición y el corazón. Era mi manera de hacerme eco de ese silencio y de las emociones que estaban transitando aquel lugar.
Aproveché la ocasión y canté música que me ha acompañado toda la vida, y temas de mi disco en versiones a guitarra. Muchas de las canciones grabadas en el disco llevan percusión: barril de bomba, panderos de plena, tabla de la India, al igual que otros instrumentos como setar de Irán, cuatro, guitarra, contrabajo, cello, teclado, piano, batería, entre otros. Me encantaría regresar a Madrid, y formarla en grande con músicos de aquí y de allá, y desde la plena abrazar el bossa nova, o desde el barril de la bomba sacudir el funk o el bembé, en fin, darle a los ritmos del mundo un abrazo desde nuestra sonoridad puertorriqueña y caribeña. Amo cantar en directo y las experiencias que esos momentos pueden generar en la gente que escucha, en los que no y en mí misma.
Esa noche en «La Cueva del Bolero» fue especial porque no se pagó peaje y el silencio rindió tributo a la música. Fue un regalo para el corazón, para el mío por lo menos. Gracias a los madrileños por un encuentro tan especial.