Teología marxista para Viernes Santo
Viernes Santo es un día muy particular en Puerto Rico al igual que en el resto de América Latina. Hay actividades sacras para quienes atiborran los polvorientos bancos de la parte trasera de las iglesias, que suelen estar vacíos en otras épocas del año. Hay actividades familiares, donde los bacalaítos y las frituras de yautía agasajan a los parientes que cumplen con el ritual cuasi-religioso de visitar a madres y a abuelas en esta soñolienta tarde en que los centros comerciales están cerrados. Hay actividades que algunos consideran profanas pues en el poblado de Boquerón hay bebelata, reguetón y vacilón todo el día y toda la noche hasta que llegue la obligatoria hora de cierre por ordenanza municipal. También el Viernes Santo se presta para otro tipo de actividad, o por lo menos así era durante la década del 1970, en que dicho día rompía el récord de ocupación de moteles, junto con el Día de las Secretarias y el Día del Maestro. Esto lo testimoniaba con total solemnidad y sin levantar calumnia alguna una familia dueña de un motel en un municipio del área este del país, que invariablemente observaba el mismo patrón año tras año. Este Viernes Santo —día en que se publica esta columna— estarán choretos en Puerto Rico los Vía Crucis, los cuales en algunas de sus versiones comienzan con “Jesús calumniado por falsos testigos… es condenado a muerte”. Y si de hablar de calumnias se trata, me viene a la mente el nombre de Walmart.
Marx en Walmart
Como siempre que entraba a Walmart lo hacía con prisa a buscar la mercancía que necesitaba y salir lo más pronto posible de ese lugar, nunca me percaté de que en esta tienda había una sección de libros. El día que encontré dicho oasis me detuve a ver sus títulos y encontré El señor Marx no está en casa del venezolano Ibsen Martínez (Grupo Editorial Norma, 2009). ¿El Señor Marx en una megatienda? Para mí fue una innegable sorpresa toparme con él y de momento me pareció un hecho absolutamente inexplicable. Me pareció algo más misterioso que el misterio de la Santísima Trinidad. Pero esa perplejidad duró sólo treinta segundos, lo que hace que ya no califique bajo la categoría de misterios religiosos. Según explicaban las monjas del colegio, un misterio es una verdad tan grande y tan complicada que como no cabe en la mente humana, hay que aceptarla sin cuestionarla. La explicación de qué hacía El Señor Marx en Walmart sucedió casi instantáneamente.
Ya que el libro tenía una envoltura plástica, pasé directamente a leer la contraportada. Su primera oración era la siguiente: “¿Pudo Karl Marx haber sostenido relaciones incestuosas con Eleanor, su adolescente hija menor?” De esto se trata la trama de la peliaguda novela que mezcla la historia personal de Marx y su familia en el siglo 19 con la historia de hoy en día de un venezolano escritor de telenovelas (culebrones, dice el texto), a quien su amante, quien ha trabajado en hogares para mujeres abusadas, le dice que la hija de Marx tiene todos los síntomas que un libro de texto identifica en una víctima de incesto. El misterio de qué hacía un libro de Marx en Walmart se resolvió sin ningún esfuerzo. Si Walmart iba a vender a un Marx, no podía ser otro Marx, tenía que ser este Marx, el peor Marx, no un despreciable filósofo, ni un agitador con pretensiones de teórico político, ni un facineroso economista, sino la propia encarnación de la perversión moral, quien es capaz de abusar sexualmente, sin escrúpulo alguno de su propia hija adolescente.
Varios meses después releí en el Discurso de Engels ante la tumba de Marx aquella oración que dice “Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo”. Recordé que uno de sus biógrafos, el británico Francis Wheen, decía que si Marx hubiese vivido cinco años más, seguramente se le hubiese imputado ser Jack el Destripador. Pero en honor a Marx y al Viernes Santo, y a la sacrosanta verdad, tomaré la columna de hoy para comentar sobre un asunto que podrá dejar perplejos a algunos creyentes, Marx a pesar de ser un confeso ateo, fue un hombre absolutamente espiritual y un teólogo muy particular.
Marx Espiritual
Comúnmente se aduce que el marxismo resulta de la síntesis de la filosofía alemana, de la teoría política francesa y de la economía política inglesa. Pero nos dice Joel Kovel, en su escrito Marxism and Spirituality (incluido en el libro, Marxism in the Postmodern Age, editado por Callari, Cullemberg y Biewener y publicado por Guilford Press en 1994) que aunque lo anterior es correcto, resulta ser una verdad incompleta, pues excluye una fuente indispensable de la síntesis marxista: la espiritualidad radical.
Esto de una espiritualidad en Marx tiene que parecer extraño, pues quien aduce que la religión es el opio de las masas, no parece ser muy espiritual que digamos. Pero esta afirmación debe ser cualificada. En primer lugar, no se debe confundir la espiritualidad con religión. Lo espiritual se refiere a una dimensión que antecede a la religión. Según nos dice Kovel, la religión es una forma organizada de facilitar, dentro de un momento histórico particular, la realización de un espíritu. De esta forma, se hace claro que se puede ser muy espiritual sin ser adepto a ninguna religión.
Más aún, la idea de la religión como el opio de las masas, bien entendida, no debe ser confundida con la visión de Christopher Hitchens, por ejemplo, quien entiende que todas las religiones causan daño y la humanidad estaría mejor sin ellas (God is Not Great: How Religion Poisons Everything, 2007). En su Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel, Marx expresa lo siguiente:
La miseria religiosa es a un tiempo expresión de la miseria real y protesta contra la miseria real. La religión es la queja de la criatura en pena, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo. (p.1)
Estas palabras evidencian que la posición de Marx no es la de un total desprecio por la religión. Por el contrario, aún con el efecto adormecedor que tienen las religiones, que no inspiran a las personas a luchar por el cambio social, al enunciar que ésta es “la queja de la criatura en pena” y el “sentimiento de un mundo sin corazón” Marx adopta una visión algo compasiva de la religión. Aunque la religión ayuda a perpetuar el orden social establecido, lo cual es injustificable, al menos acoge a las víctimas de un mundo deshumanizante y les ofrece algo de alivio en su apesadumbrada vida cotidiana.
Kovel afirma que estas líneas no son unos meros versos aislados, sino que revelan la importancia de la espiritualidad para un auténtico marxismo. Para este autor, todo fenómeno que cambia radicalmente a una persona es inherentemente espiritual, y ya que el marxismo es un programa de cambio radical, entonces el marxismo también es inherentemente espiritual. De este “materialismo histórico del espíritu” se desprenden varios asuntos que muy bien pueden guiar la reflexión para cualquier Viernes Santo.
Si algo se hace patente en el mundo burgués es su falta de espiritualidad por su malsano apego a las posesiones, al prestigio y al poder que impide a cualquier persona a aspirar a algo que le trascienda. En el mundo obrero, dedicarse a realizar tareas monótonas y repetitivas, típicas de megatiendas, de negocios de comida chatarra y de líneas de producción, no contribuyen al desarrollo humano de estos trabajadores, pues en realidad ellos son una simple tuerca reemplazable dentro de una gran maquinaria. Bajo estas condiciones de trabajo alienante, los obreros recurren a algunas posesiones como una forma de demostrar su valor ante sí mismos y ante los demás.
Este Viernes Santo los estacionamientos de las iglesias estarán llenos de guaguas 4 x 4 muy aptas para el desierto de Namibia pero innecesarias para la vida urbana de acceso controlado, de tapones diarios y de estrechos estacionamientos en áreas comerciales. Las iglesias deberían reflexionar sobre el rol de la feligresía ante las luchas sociales, comunitarias y ambientales, sobre la indiferencia ante la creciente separación de clases sociales en nuestro país, sobre la indignación ante el abuso policial contra la ciudadanía (y aún más contra la comunidad dominicana en nuestra isla) y sobre la denuncia de los patrones de explotación de megatiendas y megaempresas. También se debería instar a la reflexión sobre la necesidad de adquirir una megaembrolla para sustentar un mejor estándar de vida material. Para algunos feligreses el uso de tarjetas de créditos representa una buena señal de recuperación económica, algo así como buenas nuevas para el país; para otros, con profundidad espiritual, esto sería una triste señal de fracaso individual y social.
Marx Teólogo
El profesor de Filosofía y Ética en la Universidad Nacional Autónoma de México, Enrique Dussel, en una conferencia en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos en Mayagüez, nos dijo que no se podía entender bien a Karl Marx si se pasaba por alto que por parte de padre él era Marx Levi, y por tanto, proveniente de una larga tradición de rabinos judíos. Tanto su abuelo como su tío paterno fueron rabinos en la ciudad de Tréveris en Alemania, donde él nació. Su padre se convirtió al cristianismo, haciéndose bautizar como luterano para poder ejercer la profesión de abogado, la cual estaba proscrita para los judíos en aquella ciudad. No es de extrañar entonces las varias alusiones a Martín Lutero que hace Marx en sus escritos, así como las constantes alusiones a la tradición judía, las cuales Dussel denomina como metáforas teológicas.
En su libro, Las Metáforas Teológicas de Marx, Dussel argumenta que “Marx fue objetiva, fragmentaria, implícitamente, un «teólogo»; es decir, no fue formalmente un teólogo, ni por su conciencia ni actividad, pero abrió un nuevo lugar teológico, lo recorrió coherentemente sólo con metáforas… (p. 153, itálicas en el original). Quien lea El Capital se dará cuenta de cuán cargado está de alusiones teológicas y bíblicas, de referencias clásicas y de citas literarias. Pero esas alusiones teológicas y bíblicas no son mero relleno para mostrar erudición, sino que constituyen en sí mismas, un tratado teológico fragmentado a través de sus diversos escritos. De acuerdo a Dussel, esta teología es consistente con el cristianismo, tanto protestante como católico, pero no hace a Marx un creyente.
Si recordamos el primero de los Diez Mandamientos del pueblo judío, heredado luego por el cristianismo, se observa la centralidad de rechazar a los falsos dioses. Según expresado en La Biblia:
[1] Moisés convocó a todo Israel y le dijo: «Escucha, Israel, las normas y los mandamientos que te enseño en este día; ustedes los aprenderán y cuidarán de ponerlos en práctica… [6] Yo soy Yavé, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. [7] No tendrás otro dios delante de mí. [8] No te harás ídolos, no te harás figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo o aquí debajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. [9] Ante ellas no te hincarás ni les rendirás culto; porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian. [10] Pero mantengo mi favor por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos. (Deuteronomio 5, 1, 6-10).
Resulta interesante que un concepto fundamental de Marx en El Capital, el fetichismo de la mercancía, hace una clara alusión a la violación del primer mandamiento. Marx llama fetichismo de la mercancía a la práctica común en las sociedades capitalistas de adorar las mercancías y su valor monetario, como si fuese un dios, por encima de otras cosas. Y en la tierra boricua, la que cada cuatrienio parece alejarse más de la Tierra Prometida, la capacidad adquisitiva de las múltiples tarjetas de crédito, que acumulan embrollas sobre embrollas para facilitar el consumo de mercancías, resulta ser uno de nuestros más adorados fetiches, que de acuerdo a Marx, han desplazado nuestra creencia en Dios. Quienes se han dejado seducir por el dios de las mercancías y tienen sus tarjetas de créditos trepadas innecesariamente, como castigo divino han estado creando y ahora viven su propio infierno. Quienes dicen que las deudas económicas se han conviertan en la única razón para no separarse o divorciarse, ofrecen testimonio de primera mano sobre las consecuencias de adorar el fetiche de las mercancías.
Para otros, el máximo fetiche es el crecimiento económico del país y el mejoramiento de la economía es el supremo dios. Este dios constantemente exige sacrificios humanos y sus exigencias se aplacan al desproteger a los obreros de aceptables condiciones de trabajo, al negarle salarios justos, al sentenciarlos a empleos a tiempo parcial y al expropiarlos de sus empleos por virtud de la Ley 7. Marx diría que los sindicatos fueron demasiado religiosos y se adormecieron con algún tipo de opio, pues no evidenciaron vigor al proteger a los suyos.
Pero el fetichismo de la mercancía tiene otra connotación, que se refiere a cómo el lujo de una mercancía, su belleza y su seducción, tienden a enmascarar las condiciones de explotación que hacen posible la producción de dicha mercancía. Un ejemplo de esto son los casinos en Puerto Rico, donde el lujo de la experiencia de pertenecer artificialmente por varias horas a la clase que dispone de dinero suficiente para apostar, se vende como una mercancía que termina desposeyendo a viejitos y viejitas de sus tristes pensiones. El glamur de los casinos, su lujo y opulencia y su excelso trato con los viejitos, disimula que en las mesas de juego y en las máquinas tragamonedas se les arrebata buena parte de su cheque de seguro social, con la bendición de la ley, con las facilidades que las exenciones contributivas ofrecen y con suntuosos préstamos del Banco Gubernamental de Fomento.
Viernes Santo en la 100
En este Viernes Santo, comeré pescado, visitaré a amistades y barreré mi casa como de costumbre. Seguramente pasaré frente a un enorme adefesio a la orilla de la Carretera 100 en Cabo Rojo, color azafrán como dice una amiga. Siguiendo la teología marxista, pensaré que fue del agrado de Dios la sonada quiebra de la compañía que construía en aquel lugar un complejo hotelero con casino, que de paso, dejó medio embrollado a un banco comercial y al Banco Gubernamental de Fomento. Siendo fiel a una espiritualidad marxista pensaré que la crisis económica que hoy nos estrangula, nos hará cambiar como país, para poder poco a poco ir identificando y abandonando nuestros más atesorados fetiches, comenzando por la idea de que la abundancia y la prosperidad económica son sinónimos de bienaventuranza.