The Birth of a Nation: ¿Abolición?
Vivimos en tiempos extraños en los que un presidente norteamericano favorece el prejuicio, detesta a los puertorriqueños, los emigrantes que no son “blancos”, a los árabes, a las mujeres y desprecia a los negros. Además, respalda a los neonazis y a los supremacistas blancos y les llama “good people”, como hizo durante la infame marcha en Charlottesville, en 2017. Basta el asesinato este año de Ahmaud Arbery, de 25 años, en Georgia, que tomó más de dos meses antes de que fueran acusados los asesinos, para volver a ver el prejuicio en toda su bajeza. El filme que nos ocupa triunfa (en las redes) por su tema y, ante el continuo abuso y persecución de la gente de color en los Estados Unidos, hay que verlo. Al hacerlo hay que considerar que la nación más racista del mundo libra una lucha no solo con un virus que no sabe de ideologías, sino con uno peor: el de la intolerancia. Tanto así que uno se pregunta si la decimotercera enmienda (1865) de la constitución de ese país está aún en pie.
Presumo que la mayoría de los amantes del cine sabe que en 1915 el gran D. W. Griffith filmó con el mismo nombre de esta una película que se considera uno de los más importantes filmes de la historia del cinema. Lo he visto por lo menos tres veces que recuerde vívidamente y confieso que, a pesar del arte y de su importancia, la he detestado cada vez. Entiendo y admiro sus logros cinemáticos, pero su glorificación del Klu Klux Klan y sus ideas prejuiciadas me repugnan. Griffith siguió este filme con otro espectacular logro cinemático, “Intolerancia” (1916), en la que el Klan no aparece, pero insistió en que no se estaba excusando por el prejuicio racial mostrado en la cinta anterior, sino demostrando que uno se puede sobreponer a la “intolerancia” que se desató, según él, contra su filme anterior. Pues siento ser intolerante con los que tiene prejuicios, y seguiré detestando el mensaje implícito en el filme de Griffin y teniendo mis dudas sobre él, aunque reconozco que era un gran artista.
Por esos antecedentes me parece que tiene sentido que Nate Parker, director, productor, guionista y estrella del filme de 2016 que nos ocupa haya usado el mismo nombre. Es una especie de protesta por el contenido racista del clásico y una especie de justificación por la sangrienta revolución de Nat Turner (es un hecho histórico) que el nuevo filme presenta. Las injusticias contra la gente de color han disminuido algo, pero no lo suficiente. Según uno ve la película, se percibe el coraje del cineasta mientras nos presenta su argumento. Es interesante que exista la obvia coincidencia del nombre de su creador (Nate) con el del protagonista Nat Turner.
Nat Turner (Parker) crece en una plantación de algodón en Virginia. Elizabeth (Penelope Anne Miller), la mujer del ministro dueño expande el conocimiento de la lectura que el niño Turner aprendió por sí solo (es un hecho). En una escena estupenda, aunque predecible, Nat pequeño entra a la biblioteca y va a coger un libro y el “ama” le dice que ese es “solo es para blancos”, y le da la Biblia. Más adelante le da lecciones sobre lo que lee en “el libro”. Una vez se muere el dueño, Nat crece y se convierte en un predicador explotado por su amo, Samuel Turner (Armie Hammer), con quien jugaba de niño. En su infancia Nat ve a su padre huir por haber robado comida para su familia y matar a un blanco, y presencia el abuso de su madre y su abuela por el cazador de esclavos Raymond Cobb (Jackie Earl Haley). Hacia él desarrolla un odio intenso y especial que sabemos ha de mitigar.
En sus viajes por las plantaciones donde predica la palabra de Dios a los otros esclavos va conociendo más las condiciones deplorables en que viven y los grotescos abusos físicos y emocionales a los que están sometidos. Estas giras religiosas han surgido porque hay rumores de rebelión de los negros y los blancos están atemorizados. Aún tienen miedo de las masacres de la rebelión de Haití de 1791 que serpentean por sus memorias. Nat se da cuenta que en comparación con otros esclavos de la comarca los de Turner no viven tan mal, pero eso pesa sobre su conciencia y profundiza su rencor por la ausencia de humanidad en los blancos que dicen ser cristianos.
Durante la venta de unos esclavos induce a su amo a comprar una esclava de quien se enamora al verla. Es evidente que Cherry (Aja Naomi King) está siendo vendida como un juguete sexual y que ya ha sido abusada, pero con el cuido de la abuela y la mamá de Nat, va mejorando su apariencia y, eventualmente, se casa con él.
La película es poderosa en su mensaje, pero tiene que recurrir a una serie de castigos físicos que hemos visto antes. Por supuesto, ver que a los esclavos le daban latigazos que cuarteaban sus espaldas y los podían matar no es trivial. No se deben olvidar estas cosas, pues su horror es enorme, pero no deben de convertirse en clichés. También deleznables son los ultrajes y las condiciones de vida impuestas a los negros que trataban como bestias. Vemos, por ejemplo, una niña blanca llevando a una negra con una soga por el cuello, como si fuera un perro. Es una escena real y triste que da rabia. Pero a veces estos castigos se trivializan como si fueran mentira, como si estuviéramos viendo una película de un cheche vaquero que el malo tortura, pero está listo para matarlo en el último rollo. Por ejemplo, después de Nat recibir una tunda de latigazos y que su familia le zurza la espalda, aparece fresco como una lechuga al otro día con algunas manchitas de sangre en su camisa.
No entendemos muy bien por qué alguien que necesita bautizo acude a Nat (es lo que ocasiona los latigazos), ni por qué su mujer no está pendiente de cruzar límites impuestos por los esclavistas cuando sabe que eso la ha de poner en peligro. Hay otros baches narrativos que me parecieron descuidos de la continuidad y que le restan coherencia a la cinta; y demasiadas tomas “bonitas” del campo de algodón. Esos campos eran otra de las torturas impuestas en los esclavos. Las espinas de las plantas les destrozaban las manos.
Como actor, Nate Parker da el máximo y sus escenas con King son muy tiernas y románticas, en el mejor sentido de la palabra. Su transformación de alguien que ha aprendido las enseñanzas bíblicas al revolucionario sangriento y vengativo es muy convincente. Es históricamente confiable que un eclipse solar y unos cambios de color del cielo le dieron “el mensaje” para la rebelión, pero en el filme hay que saber la conexión o adivinarla porque no se explica.
Este es un filme competentemente actuado, fotografiado y musicalizado. Se dificulta criticar la reacción violenta de los esclavos a la vez que hay que ponderar la moral de la venganza, porque así fue. Después de todo la ira no se crea sola, sino que la genera el comportamiento de unos hacia otros. La rebelión de Nat Turner, como la de los esclavos haitianos, la única rebelión esclavista que ha sido exitosa, hay que mirarla en su contexto histórico y bajo la luz de sus antecedentes. Emergió de la acumulación del odio y el abuso. Eso lo representa magistralmente este filme promedio que apela a las audiencias. No queda duda de cómo han de reaccionar los que condenan el abuso de todo tipo. A mí me dio rabia ver el maltrato de seres humanos: la venganza me pareció justa.