The Old Man and the Gun: el adiós de Robert Redford
En este filme muy divertido y, a veces, triste, Redford personifica a Forrest Tucker, un empedernido asaltador de bancos de los años 90 del pasado siglo (el filme es parcialmente verídico), cuya banda de tres capturó la imaginación del público que seguía sus “hazañas”. En ese papel, todo lo que he dicho del actor está a la vista: de cerca, las arrugas y su “charm”, y, de lejos, parte de la guapura que le conocemos.
El modus operandi de su banda ocupa gran parte del filme y nos cautiva porque los oficiales de bancos que asalta, tienen la misma impresión que tenemos nosotros del artista: caballeroso y encantador. Son esas cosas, se sobrentiende, lo que lo ha hecho exitoso en su carrera elegida. Luego de un asalto conoce fortuitamente a Jewel (Sissy Spacek) una viuda con quien ha de desarrollar una amistad amorosa y duradera. Por su nombre, sabemos que es tejana y amante de caballos y amplios espacios. Y así es. Ha heredado tierra y un establo con varios residentes. Le cae tan bien a Forrest que este le va confesando a lo que se dedica.
Mientras tanto, John Hunt (Casey Affleck), un detective asignado al caso, comienza un estudio minucioso sobre las pistas que han de esclarecer quién o quiénes son los asaltadores (lo hace con la ayuda de su hija y su hijo, en escenas magníficamente sutiles de cómo establecer lazos familiares). Como muchos, va cayendo en la red seductora del personaje. Forrest tiene tanto aplomo y confianza en sí mismo, que se le acerca al policía en un restaurante, sabiendo que Hunt sabe quien es. Eso no es todo, le envía cartas y mensajes, retándolo a que lo descubra y trate de apresarlo.
Escrita y dirigida por David Lowery, la película sirve, no solo para contarnos una historia semicómica, fascinante y trivial, sino para rendirle un merecido homenaje a Redford. Construida a base de flashbacks, la cinta nos permite ver al Redford joven en fotos y en secuelas de algunas de sus películas que vienen al caso en relación a esta. La interacción de Forrest y Jewel es verdaderamente emotiva. El amor va aflorando a pesar de que ella, en lo profundo de su ser, no aprecia las pillerías, como lo demuestra en uno de los mejores momentos del filme, que transcurre en un joyería en un centro comercial.
El casting de Sissy Spacek como la responsable de proveerle —aunque sea transitoriamente— un interés por algo que no sea robar bancos, es un gran acierto. No solo la actriz contribuye al efecto global de la cinta como ensalzadora de las habilidades de las personas mayores, sino que le añade ternura a la vida de Forrest que, en el fondo, es muy sórdida.
Sin embargo, aunque la cinta tiene algunas sorpresas, intuimos todo lo que ha de venir. Es por eso que debemos recordar este filme como el último de Redford. Ya lo ha dicho él que se retira. Con esta película Redford se marcha en la cresta de la ola. En 2013, su gran actuación en “All is Lost” fue nominada para la competencia de mejor actor para los Oscar, para toparse con el Lincoln de Daniel Day-Lewis, que se lo ganó. Sí obtuvo por ella el premio de mejor actor del “New York Film Critics Circle”, quienes apreciaron, como lo hice yo (ver en estas páginas mi artículo “Robert Redford en control”, 6 de diciembre en 2013), lo que fue un logro actoral de primerísimo nivel. Esta interpretación, llena de sutilezas, creo que casi llega a los mismos niveles.
Es curioso, ver a Redford entrar a robar un banco, y ser perseguido por una manada de automóviles policiales, inmediatamente nos devuelve a “Butch Cassidy and the Sundance Kid” (1969). Que cuando en una toma “long shot” lo vemos entusiasmado por su más reciente botín en un robo, nos recuerde a su Bob Woodward en “All the President’s Men” (1976). Que cuando sale del banco que acaba de robar busquemos, a ver si está por allí, su más famosa pareja en la pantalla, Paul Newman.
Es difícil, para poder hacerle justicia a quien fuera uno de los más apuestos artistas del último cuarto de siglo, no recordar la expresión de asombro de Barbra Streisand en “The Way We Were” (1973) cuando lo ve sentado en un bar, con su uniforme blanco de oficial de la marina: el tipo resplandece. Si el tiempo ha ajado su rostro, también ha demostrado que Redford era más que una cara bonita. Ha sido un artista consistente, dedicado a su arte y auspiciador de talentos jóvenes y prometedores, a través de su Sundance Film Festival. No dejen de ver este, su último filme, para que lo recuerden bien.