Variaciones en torno a una catástrofe atmosférica y sus consecuencias
(…) de todas las condenaciones y errores del pasado sólo da remedio el porvenir, si se hace que ese porvenir no sea una repetición, reiteración del pasado, si se hace que sea de verdad porvenir.
-María Zambrano
a Yola Izquierdo; a las improvisadas brigadas vecinales
que hicieron lo que las telarañas de la bur(r)ocracia entorpecen siempre
Cuando despertó, había llegado Año Nuevo y aún casi la mitad del país seguía sin electricidad, agua potable, telefonía e internet. Cuando despertó, todavía no pocos hogares continuaban con el espinazo al desnudo y a merced de las inclemencias del tiempo gracias a la pésima distribución de los toldos azules. Cuando despertó, todavía los escombros acumulados por doquier laceraban la mirada (y el alma). Cuando despertó, todavía el revoltijo de cables, postes partidos y transformadores seguía decorando los patios de miles de familias. Cuando despertó, las vías públicas seguían teniendo tantos agujeros como la superficie de la Luna y transitar por ellas todavía resultaba una pesadilla de zigzags. Cuando despertó, el calor, los mosquitos, ratas y cucarachas todavía estaban allí. Cuando despertó, la latente amenaza de leptospirosis, influenza y otras epidemias todavía seguía allí. Cuando despertó, la desquiciante y diaria búsqueda de hielo y combustible, todavía estaba allí. Cuando despertó, el endemoniado bramido de las plantas eléctricas todavía estaba allí. Cuando despertó, el resquebrajamiento de la infraestructura que trae consigo el cierre de negocios, la escasez de víveres, el aumento de precios, de la tasa de desempleo y el número de los que se van del patrio suelo, aún seguía allí. Cuando despertó, la hueca consigna PUERTO RICO SE LEVANTA todavía estaba allí. Cuando despertó, la tonta procesión de monoestrelladas aún seguía allí. Cuando despertó, todavía la Junta de Control Fiscal impuesta por el Congreso estadounidense seguía asfixiando las finanzas y las operaciones del “gobierno territorial”. Cuando despertó, las sabandijas crapulitas que no extrañan gallinero alguno, pues se regocijan lo mismo en la opulencia que en la mediocridad molusca, todavía estaban allí. Cuando despertó, el enigma aureolado de moscas del multimillonario contrato a Whitefish para la restauración del sistema eléctrico del país todavía estaba allí. Cuando despertó, todavía el Gobierno justificaba salarios obscenos y bochornosas escoltas de algunos funcionarios gubernamentales y de la Junta de Control Fiscal. Cuando despertó, los especuladores financieros que no saciaban su golosa avaricia todavía estaban allí. Cuando despertó, las jugosas cuentas bancarias de los inescrupulosos mercaderes del desastre y sus lacayos falderos todavía seguían allí. Cuando despertó, todavía el gobernador Ricardo Rosselló y su pluriestrellado séquito seguían indignados porque el Congreso de EUA no mostraba interés alguno en el resultado de otro plebiscito natimuerto. Cuando despertó, no empece a que una investigación de CNN estimaba 499, todavía el Comisionado de Seguridad seguía empeñado en que la cifra de muertes como consecuencia del huracán era de 55. (Lindo número para jugarlo en el próximo sorteo de la Lotería tradicional: 49955.) Cuando despertó, la insensibilidad del Congreso que pensó y repensó demasiado para brindar su ayuda todavía estaba allí. Cuando despertó, aún la mayoría de los Alcaldes seguía descansando en que FEMA, el Cuerpo de Ingenieros y la milicia asumieran las responsabilidades inherentes al cargo por el cual ellos juramentaron servir. Cuando despertó, todavía no se sabía a ciencia cierta cómo se administran las millonarias donaciones generadas en la diáspora a favor de los damnificados. Cuando despertó, la molestia de la Policía que continuaba sin recibir su paga por horas extras rendidas aún estaba allí. Cuando despertó, el brote del blu flu que hacía estragos en la asistencia de los agentes para cumplir sus deberes todavía seguía allí. Cuando despertó, el criadero de chanchullos que había instaurado el vergonzoso trapicheo de influencias todavía estaba allí. Cuando despertó, todavía la tan invocada transparencia gubernamental continuaba extraviada en una intrincada arboleda de desatinos y mentiras. Cuando despertó, las insólitas facturas por servicios que nunca se recibieron durante la crisis, las multas de tránsito y los kafkianos trámites de reclamación, todavía estaban allí. Cuando despertó, la “súper administradora” del Departamento de Educación (quien gracias a Wikipedia ahora sabe quiénes son Laguerre y Zeno Gandía) continuaba festejando el cierre de otras 300 escuelas públicas. Cuando despertó, el odio –en principio asilvestrado, ahora visceral– que ha venido engordando la ineficacia y los abusos de la Autoridad de Energía Eléctrica aún estaba allí. Cuando despertó, todavía ningún medio noticioso se ocupaba de tocar el peliagudo asuntito de la montaña de cenizas de carbón expuestas en Peñuelas. Cuando despertó, el país rehén de las nimias peleítas mongas entre los dos partidos principales todavía estaba allí. Cuando despertó, los ingenuos desaciertos de la Primera Dama todavía estaban allí. Cuando despertó, el silencio ensordecedor de la izquierda del país todavía estaba allí. Cuando despertó, el cinismo del Presidente que llegó de visita relámpago y arrojó toallas de papel para que enjugáramos las lágrimas de nuestra lastimera mendicidad todavía seguía allí. Cuando despertó, el viacrucis de los deudos a la espera de culminar los debidos procesos funerarios de sus difuntos todavía estaba allí. Cuando despertó, los refugiados que perdieron hogares y pertenencias, como sedimentos que lentamente se depositan y asientan en el fondo de una vasija, todavía estaban allí.
Cuando cierta Oveja Negra despertó, no pudo desentenderse del esqueleto al desnudo de ese dinosaurio que llamamos realidad. Asimiló que el devastador paso del huracán categoría 4 y sus vientos sostenidos de 155 m/hr habían destapado la olla de grillos de la corrupción, el desmadre financiero y administrativo y la negligencia gubernamental durante no pocos cuatrienios. Como los cimientos del templo de la Sagrada Familia, la evidencia de la torpeza e ineptitud del Gobierno para reconstruir el país bajo el desplumado cobijo colonial le resultaba sólida. Pero su incurable optimismo lo llevó a elegir ver el vaso medio lleno.
Entonces, desenfundó la resplandeciente blancura de sus 32 piezas dentales, adornó su rostro con la más regia sonrisa y vislumbró, más que nunca, la cercanía de su más secreta alegría.