360: El Círculo Imperfecto del Sexo
Luego del triunfo de sus filmes “Ciudad de Dios” y “The Constant Gardener”, el cineasta Fernando Mireilles y el guionista Peter Morgan emprendieron un proyecto más ambicioso, reuniendo un elenco de estrellas (Jude Law, Rachel Weisz, Anthony Hopkins) y locaciones internacionales (Belgrado, París, Londres, Denver) para filmar “360”, un filme multi-historia inspirado en el clásico “La Ronde”, de Max Ophuls.
Inesperadamente, la respuesta de crítica y público fue generalmente negativa. Se acusó al filme de superficial, desperdicio de estrellas, y frialdad en su manejo de las historias. Los ingresos de taquilla no fueron los esperados, y “360” no estuvo más de un mes en cartelera.
Luego de ver el filme, sorprende bastante esta recepción tan negativa a un proyecto que, si bien peca de exceso de ambición, no merece ser descartado. Pues, bajo el formato de historias de amor, “360” presenta unas meditaciones muy acertadas sobre un fenómeno más elemental de la condición humana: el deseo sexual.
Presentado con la envoltura romántica del amor, la sexualidad es en realidad un instinto animal que reside y opera dentro de los seres humanos de maneras tan diversas como individuos hay en el mundo. Si bien existen normas sociales y morales que determinan la conducta sexual como aceptable, legal, indecorosa o inmoral, la realidad es que los individuos tienen un sentido de la sexualidad que los hace tomar decisiones cuyas consecuencias no se toman en cuenta ante la necesidad de satisfacer el deseo, y luego hay que asumirlas para poder seguir viviendo con la conciencia tranquila, o ignorarlas si uno no tiene conciencia.
Asumiendo la estructura narrativa circular planteada en su título, “360” intercala sus historias de manera ordenada y cronológica, sin la sofisticación de filmes como “Amores perros”, pero con el buen oficio de sorprendernos con el modo fluido de sus desarrollos. Vemos a los personajes expresando la función que para cada uno tiene la sexualidad.
Mirka (Lucia Siporova) ve el sexo como un negocio lucrativo; en la primera secuencia, la vemos desvistiéndose ante el lente del fotógrafo/chulo Rocco (Johannes Krisch), negociando los términos de su contratación como prostituta de lujo, con un excelente sueldo y gastos de viaje pagos. Mientras Mirka es fotografiada, su hermana Anna (Gabriela Marinkova) observa con desaprobación, pues ella tiene una idea más tradicional del amor sexual. Aunque no está de acuerdo con la decisión de su hermana, Anna la acompaña, pues no va a dejar de quererla; será una prostituta, pero sigue siendo su hermana.
El empresario Michael Daly (Jude Law), aunque felizmente casado y con una hija, se cita para un encuentro sexual con Mirka, pero no cumple la cita al encontrarse con un rival de negocios (Moritz Bleibtren), quien intuye las intenciones de Michael y más tarde lo amenaza con chantaje si no lo favorece en una transacción comercial (para enfatizar la amenaza, el rival le informa a Michael que él se acostó con Mirka, alabando su destreza sexual). Para el rival, el deseo sexual sirtve de instrumento de sacar ventaja empresarial a través del chantaje. Para Michael, la rutina matrimonial no ha apagado su amor por su mujer, pero le ha creado indiferencia en la intimidad, por lo que intentó sin éxito satisfacer su deseo.
La frialdad del matrimonio Daly es confirmada al ver a la esposa, Rose (Rachel Weisz) rumbo a un encuentro con su joven amante, el fotógrafo Rui (Juliano Cazzari), quien aprovecha su relación con Rose para derivar ganancia económica al obtener auspicio de su trabajo. Pero Rachel decide terminar con la relación, y abandona a Rui luego de una sesión sexual. Al llegar a su casa, Rui descubre un mensaje en video de su esposa Laura (Maria Flor), que le comunica su descubrimiento de su infidelidad con Rose y su decision de regresar a Brasil. Aquí el deseo sexual se traduce en el adulterio y la infidelidad, siendo Rui el que sufre las consecuencias.
En el avión rumbo a Denver (escala al viaje a Brasil), Laura conoce a John (Anthony Hopkins), quien relata su viaje a una morgue, sospechando que identificará el cadáver de su hija, quien abandonó su hogar al descubrir que su padre engañó a su madre. En el aeropuerto de Denver, Laura conoce a Tyler (Ben Foster), un joven a quien encuentra atractivo, y lo cita a su habitación de un motel, pues impulsivamente quiere tener un encuentro sexual satisfactorio. Pero Tyler es un ofensor sexual recién liberado, quien busca rehabilitarse, y lucha por no ceder a su instinto criminal aún latente.
Estas son sólo algunas de las historias presentadas en “360”. Cada relato presenta una motivación diferente al deseo sexual, los actos de sus protagonistas, y las consecuencias a corto y largo plazo de dichas decisiones. El círculo se rompe en los últimos quince minutos, donde vemos el desenlace de las hermanas de la primera historia resuelto de forma disparatada e ilógica, rompiendo con el estilo sobrio y emotivo de las narrativas anteriores. Pero la última secuencia, en la que vemos a otra mujer desvistiéndose ante el mismo fotógrafo, logra darle al filme el toque final perfecto para cerrar el círculo.
A fin de cuentas, encontramos en “360” una experiencia satisfactoria, muy bien actuada, editada y fotografiada excelentemente, y presentando observaciones sobre el deseo sexual que podemos apreciar, y quizá identificarnos. Pues el sexo, como “360”, es un círculo imperfecto.