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Antropofagia contra civilización

Mara NegrónMara Negrón Publicado: 4 de mayo de 2012



Hay palabras cargadas de historia. Hay palabras que nos transportan y otras que, por devenir cosas, provocar debacles y desgracias, no acarician nuestros oídos y nuestra memoria con indiferencia. Las palabras tienen fuerza y producen dramas, reales o ficcionados. Las palabras nos llegan, nos tocan, nos conmueven y nos transforman. Una palabra, pronunciada el 4 de febrero por un funcionario que sabía lo que decía, provocó durante algunos días en Francia un malestar en la cultura, como diría Freud: CIVILIZACIÓN. Esa palabra fue pronunciada por el Ministro de Interior, de Ultramar y de las colectividades territoriales e inmigración, Claude Guéant, quien tiene a su cargo en el gobierno del saliente presidente actual, Nicolas Sarkozy, la protección de las fronteras del país, y sobre todo de las políticas de inmigración. La palabra fue pronunciada en un coloquio de la organización la UNI, universitarios de derecha del partido Sarkozysta: UMP.

Declara así el ministro del interior, alto funcionario público, en una de las actividades que lo ocupan durante su incumbencia y durante la actual campaña presidencial:

 “No todas las civilizaciones valen igual («toutes les civilisations ne se valent pas»). Las que defienden la humanidad nos parecen más avanzadas que las que la niegan”.

Firma y persiste, el señor Claude Géant.

Los debates se animarán durante algunas semanas, y la indignación de las diversas comunidades culturales que aspiran a formar parte de la República aviva los debates en los medios de comunicación. Nada de lo dicho sin embargo suscitará ni la retractación ni las disculpas de la derecha de la UMP, el partido en el poder. Es más, las palabras parecen, con el pasar de los días, perder su gravedad, su densidad temporal, su historia, su memoria. De forma que el racismo, la xenofobia sigilosamente se acomodan en los oídos y de paso en las mentes de la gente. Casi se empiezan a aceptar como un exabrupto las declaraciones del ministro. “El ministro ha estado un poco incorrecto, es un poco demasiado, pero qué se va a hacer, tampoco es tan grave.”

Hasta que…

El 7 de febrero, en la Asamblea Nacional de Francia, en el Palacio Burbón, en París, se escucha una voz que viene de lejos, como un huracán, un viento que silba con fuerza, la voz de un diputado de un territorio de ultramar. Apelación esta última que designa en la metrópoli las ex colonias que han sido integradas a la República. Toma la palabra Serge Letchimy, diputado de la Martinica. Dicho sea de paso, los territorios de ultramar casi nunca forman parte de la actualidad en Francia. Sólo cuando como en estos momentos la crisis los estrangula, así recientemente la Reunión en huelga, la República parece acordarse de ellos. Pero casi nunca participan del debate en la metrópoli.

Apostrofa de esta guisa Serge Letchimy al Ministro del Interior.

Habla la Martinica y a través de ella su pasado, su poesía y su memoria:

“Señor Guéant, desde el fondo de su abismo usted declara, sin remordimiento ni lamento, que no todas las civilizaciones se valen. Que algunas serían más avanzadas o superiores que otras. No, señor Guéant, eso no tiene sentido, es simplemente una injuria hecha a la humanidad. […]

Usted nos hace volver día tras día a esas ideologías europeas que vieron nacer los campos de concentración. […]

¿Señor Guéant, el régimen nazi, tan preocupado con la purificación era una misión civilizadora? Existe una Francia oscura que cultiva la nostalgia de esa época.”

Ese día el Primer Ministro del presidente Nicolas Sarkozy, François Fillon, acompañado por todos los diputados de su partido, abandonó el hemiciclo declarando que se trataba de “comparaciones que avergüenzan a los que las profesan”. ¿Será por casualidad, comenta un periodista del periódico Le monde, que: “Un éxodo tal, en el Palacio Burbón, no había ocurrido desde el caso de Dreyfus, en 1898”?1

Se acusa al diputado de la Martinica de “amalgama” entre el nazismo y las ideas de Guéant. ¿Cuáles son las ideas de Guéant? ¿Nunca antes vistas? ¿Nunca antes profesadas? ¿No se trata de un derechismo extremo que ya no tiene que velar su xenofobia confesada y su percepción de superioridad con respecto a la diversidad del mundo? ¿No expresa el señor Guéant lo mejor-peor de la derecha que representa Sarkozy, una derecha que no se caracteriza tanto por sus políticas económicas sino que se destaca por su chauvinismo a ultranza? ¿Una Francia “oscura” que desde hace décadas localiza el fracaso de sus políticas y su cifra de desempleo en la presencia de la inmigración en su territorio? ¿Unas civilizaciones más humanistas que otras? ¿Cuáles son? ¿Debe entenderse que la francesa, la del señor Guéant, por supuesto, es civilizada, es más humanista, vale más? ¡Habría que mandar al Ministro del Interior a leer Los caníbales de Montaigne, que nos recuerda que siempre se considera bárbara la cultura del otro! La mejor religión, las mejores costumbres siempre están en el país de uno…, nos advierte el ensayista.

Serge Letchimy aparece en esa escena como el bárbaro que se atrevió a llamarle la atención al civilizado, el salvaje que recuerda al otrora colonizador la historia de la civilización y de la barbarie de Occidente. La civilización no es solo ese proceso de progreso sino que fue por siglos el motor de todos los colonialismos. La palabra civilización, que no debe ser simplemente confundida con cultura, remite a la colonización y supone la idea de un proceso de avance en contraposición con el de un mundo, otro mundo, el de la barbarie. Cuando el señor Guéant dice que unas civilizaciones valen más que otras está afirmando que algunas civilizan más que otras. Este incidente dice mucho del racismo hecho en Francia, el mismo que determina en la actualidad la elección del próximo presidente de la República que será elegido el domingo 6 de mayo. En la primera ronda de las elecciones presidenciales, celebrada el domingo 22 de abril, la novedad fue el 18% de votos de la extrema derecha liderada por Marine Le Pen. Una “Francia oscura” que se mueve hacia una derecha dura y racista determinan el contexto de esta discusión.

La etimología y los usos de la palabra «civilización» apuntan a dos sentidos de ese término, por un lado, uno jurídico, – proveniente del latín civilis (civil), civis (ciudadano), civitas (ciudad) – y por otro, el proceso de avance material, técnico y urbanístico de un grupo. El lingüista Emile Benveniste afirma que el primer uso de esa palabra, en su sentido moderno, como un estado de progreso aparece en Adam Ferguson, An Essay on the History of Civil Society (Edimburgo, 1767). El Marqués de Mirabeau la habría usado en francés en 1757 en un tratado titulado L’Ami des hommes ou traité de la population. En 1775 el diccionario de Ast define “civilization” como «the state of being civilized; the act of civilizing». Curiosamente, aparece con frecuencia en una obra de economía del siglo XVIII: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (1776) de Adam Smith. Civilización apuntaría más al progreso material y económico que a la cultura.

Benveniste, por su parte, precisa:

“No era solamente una perspectiva histórica de la sociedad; era también una interpretación optimista y resolublemente no teológica de su evolución que se afirmaba, a veces a expensas de los que la proclamaban, y aun cuando algunos, y en primer lugar Mirabeau, incluían todavía la religión como primer factor de la “civilización”.”2

“No era solamente una perspectiva histórica”, nos advierte el lingüista. Es una cierta idea de lo que se supone es el desarrollo. Es una idea económica, de medida de lo avanzado que transforma este termino en problemático pues supone no ya la apreciación de diferencias de un grupo sino una medida, un valor, una jerarquía entre grupos, entre pueblos. Es pues un término controversial y cuestionable y que pertenece a la modernidad, a la época de la colonización del Nuevo Mundo. Salvaje versus civilizado, naturaleza versus cultura, serán las oposiciones que los pensadores modernos se empeñarán en denunciar. Una cosa es considerar diferencias y otra es establecer un orden de apreciación según lo que se estima superior por tal o más cual pueblo.

El diputado de la Martinica, Serge Letchimy, evoca con sus palabras esa trayectoria de la palabra y de la historia. Pero además establece una relación con el nazismo que, a los oídos de los diputados de derecha, parece inconcebible. ¿Ellos son racistas pero no nazis? ¿Ellos son racistas pero no fascistas? La línea es delicada, la frontera casi imperceptible. Ahora bien, el crimen nazi no es concebible sin esa idea de superioridad civilizatoria, recuerda el diputado que viene del Caribe. Ironía de la historia. ¡Que sea un Caribeño el que le recuerde al Ministro del Interior qué quiere decir “civilización”!

Serge Letchimy tiene otra referencia en mente: el Discurso sobre el colonialismo del poeta y ex alcalde de la Martinica Aimé Césaire. Pronunciar este nombre es nombrar la historia de la isla Caribeña. Es también nombrar la historia de la «négritude» que este encarnó al lado de otro poeta y célebre político, el senegalés, Léopold Senghor. El discurso de Aimé Césaire fue publicado en 1950. En esas páginas Césaire recoge un ilustrativo muestrario de discursos racistas y colonialistas. Césaire, ya en ese entonces, había analizado la relación entre nazismo, racismo y colonización. Podemos citar algunos pasajes que hubiesen podido servir de inspiración al ideólogo de las políticas anti-inmigración del gobierno de Sarkozy, el señor Guéant.

Estamos en 1955, en la época de la promoción de la cultura francesa en el mundo.

Césaire cita a un investigador, Roger Caillois, cuya indignación se dirige a esos etnógrafos europeos – (entre ellos a Lévi-Strauss y Michel Leris) – que se atreven a cuestionar la superioridad de la cultura de occidente. En las páginas de La Nouvelle revue Française se puede leer lo que sigue. Presten atención al discurso civilista, el del derecho, y al racismo sin supuesto racismo, ¡tan de actualidad! Me refiero a que se pueden hacer expresiones racistas, misógenas, homófobas y pretender que no se es ni racista ni misógeno ni homófobo. Es una marca de nuestros tiempos. ¡Como si las palabras no actuaran sobre nosotros! Las palabras de Roger Caillois, citado por Césaire pretenden ser sutiles, incluso anti-racistas. Suponen no obstante un juicio de valor muy parecido al que reflejan las declaraciones del señor Guéant:

“Igualmente, existen actualmente, – que las causas sean biológicas o históricas -, diferencias de nivel, de poder y de valor entre las diferentes culturas. Ellas conllevan una desigualdad de hecho. Ellas no justifican una desigualdad de derecho a favor de los pueblos llamados superiores, como lo pretende el racista. Ellas les confieren más bien cargos suplementarios y una responsabilidad acrecentada.

[Y se pregunta el poeta]

¿Responsabilidad acrecentada? ¿Cuál, sino es la de dirigir el mundo? (p. 67-68)”3

Caillois no se ve a sí mismo como un racista, como un colonizador. Aunque reclame, con el supuesto buen pretexto de la superioridad de la civilización europea, más responsabilidades para dirigir a esos pueblos menos avanzados. De hecho, reconoce, en derecho, una igualdad aunque niegue un trato de igualdad entre las culturas diferentes. El muestrario del racismo de Aimé Césaire es casi exhaustivo y muy representativo de los años de las posguerra. ¿La pregunta es por qué el Ministro del Interior actual recurre a un discurso de la época de la colonización cuando el colonialismo ha quedado atrás en sus formas clásicas? De esa discursividad se rescata no la operación económica, el colonialismo, sino su ideología para promover en este contexto, la expulsión del bárbaro del suelo nacional. La amenaza ya no está afuera sino adentro. Por ello, la intervención del caribeño en el Palacio Burbón reviste una cierta densidad simbólica y política. El antropófago caribeño posee la memoria del racismo y de la colonización. ¿Quién sino es un colonizado, con toda su memoria histórica, el que sabe muy bien lo que significa “civilización”?

En el año 2005, Nicolas Sarkozy era Ministro del Interior, y durante una visita a la Martinica, Aimé Césaire se negó a recibirlo. Sarkozy era entonces el autor de una ley que obligaba a la Educación nacional a “reconocer el «rol positivo» de la colonización francesa en ultramar” (Le monde, 14.02.2012). Era una “ley vergonzosa” en palabras del poeta y defensor de la inclusión en los currículos de las escuelas de la historia de la esclavitud y de la colonización. ¿Rol positivo de la civilización-colonización? ¿Así piensa en el 2005 el otrora civilizador Sarkozy? Escribe Aimé Césaire con mucha ironía en su Discurso contra el colonialismo para cerrar el capítulo sobre el muy serio, riguroso y estudioso Caillois: «La conclusión se impone: ante los antropófagos, los trituradores […], Europa, el Occidente, encarnan el respeto de la dignidad humana».

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  1. Le monde, P.Jaxel-Truer, 14.02.2012. El caso del judío Dreyfus es un hito de la historia contemporánea francesa. Dreyfus fue un capitán del ejército francés acusado de traición injustamente. En su defensa, en 1898, Emile Zola escribe su famoso J’accuse. [↩]
  2. «Civilisation. Contribution à l’histoire du mot”, en Problèmes de linguistique générale, Editions Gallimard, 1966 [↩]
  3. Aimé Césaire, Discours sur le colonialisme, ed. Présence africaine, Paris: 2011. [↩]


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Aimé CésairecivilizaciónNicolás Sarkozy


Mara Negrón
Autores

Mara Negrón

Desde la creación de la revista 80grados, Mara Negrón se unió al proyecto como columnista fundadora, contribuyendo un total de 17 excelentes textos caracterizados por su palabra intensa y radical. Hoy, entre aturdidos y sublevados aún ante la noticia de su partida, presentamos a continuación todos sus textos. Columnista Se doctoró en la Universidad París-VIII en 1989. Hizo su investigación doctoral bajo la dirección de la conocida escritora y teórica Hélène Cixous. En 1997 se publica su primer libro: "Une genèse au féminin: La pomme dans le noir de Clarice Lispector" (Ed. Rodopi). Desde 1996 es catedrática de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Comparte su tiempo de enseñanza entre los Departamentos de Humanidades y Departamento graduado de Literatura Comparada. Desde 2008, dirige el Programa de estudios de la mujer y género de la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado "Cartago" (novela, Editorial Tal cual, 2005) y recientemente "De la animalidad no hay salida: ensayos sobre animalidad, cuerpo y ciudad". Además ha publicado numerosos artículos en antología y revistas internacionales. Actualmente, forma parte del comité editorial de la Revista Hotel Abismo.

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