Buika, tres de la tarde
Y así una tarde, media hora después de las tres, Buika se filtraba infiltrada desde el Miami que ahora habita hasta el Puerto Rico que visita este mes, después de experimentar períodos de sacudidas y sopesadas. Pero una cosa es evidente: Buika no está en pedacitos, Buika no sucumbe. Esa mujer no se deja. Es un modelo para amar, y se arma constantemente. Es una búsqueda férrea de alguna frágil paz la que la mantiene en guerra. Quizás porque Concha Buika es un nombre predestinado para el éxito.
Problematizar y analizar el último año de su vida es visitar un pasado que no existe, pero que contuvo pérdidas, iniciaciones de soledades compartidas, y la desprotección de algunos seres que se fueron de su lado. Cambió geografías y deshizo pactos de representación. Pero esto no hizo que sonaran alarmas ni el techo cayera. Hubo descanso y una decisión de hacer algo que para muchos no es una decisión consciente: crecer. Esa es la Buika que entra por el teléfono, incansable, y en pie de canto. Soltando felicidades. Presta a cantar y a cansarse cantando.
«Yo me siento muy bien siempre. Para una artista la acción es buena, lo que no es bueno es la quietud, estar estático en una situación. El descanso no es normal». Y los meses que han precedido su segunda visita a Puerto Rico fueron una coagulación de sensaciones que terminaron afirmando su necesidad de seguir y de arriesgarse. «Somos personas de riesgo, somos artistas. Hay que detenerse y analizar la lista de miedos, de deseos. Entonces se encuentra que en esa lista de deseos no todos son tuyos, son de otros».
Purgar esa lista de deseos le tomó un tiempo – meses – hasta que el papel se quedó con los sueños necesarios. Pero es difícil el proceso de eliminar y tachar sugerencias que estaban en el to do list y que ni siquiera sabía que ahí estaban. Las preguntas siguen. ¿Ahora todos los sueños por los que luchas son suyos? ¿Se deshizo por fin de los sueños que otros habían colocado en ella? «No, no me deshice. [Ellos] se colocaron donde tenían que estar. A veces retenemos cosas que no tenemos que retener. Una serpiente no quiere estar con un canario…»
Alegoriza su resistencia con una simpleza que convence, y le place la trayectoria que tiene que recorrer ahora. Con canarios quiere quedarse, pero es habitual que una carrera que asciende, que no ha conocidos descensos, retenga su porción de serpientes de vez en cuando, para seguir creciendo. «Bueno, yo creo que crecer simplemente es aprender a levantarse, a caminarse, a caerse, dejar de ser alumno para convertirse en maestro, para seguir aprendiendo. Fluir. Yo no le tengo miedo a crecer, a lo que le tengo miedo es al miedo. El crecimiento es eso».
Y entre el riesgo que representa emprender nuevas oportunidades hasta la oportunidad de ser otra siendo la misma, Buika confiesa que es de esa zona oscura y confusa que complica su humanidad que ha sacado la fuerza que ha conquistado: «Yo creo en los riesgos, pero lo que creo es que uno tiene que dejar ver la luz que está dentro, en la oscuridad interna. En todas nuestras oscuridades hay luz».
Lo que es Buika y sus riesgos para sus adoradores, lo que es su luz, es la voz. Su textura verbal, sus giros verbales no permiten que su voz se confunda con otras. Pero tras el último lustro de su cantar, Buika sí sabe que su voz – algo en su voz- ha cambiado. Pensar en su voz no es un tema que se plantea, pero sí, algo de ella le gusta. «De mi voz lo que me gusta es dejarla hablar. Reconozco que el sonido de mi voz cambió por el cante, pero no por cómo cantaba ni por la musculatura. El cante me recordó el camino para ser sincera. Me cuesta trabajo reconocerme». Cuando se reconoce, no siempre le place lo que escucha, pero lo que escucha le place. Y procede a un elogio a la imperfección: «Me gustan más los errores que los aciertos».
Sus fanáticos – hard-core, iniciados en un culto sonoro, prendados de todo lo que ella hace, de lo que presenta y representa, de lo que se pone para cantar, de su imagen íntegra y feroz – piensan que ella está en otra órbita. Pero son las valencias de su canto, el soplo diferente con el que tramita y suelta sus canciones, las que la han convertido en un evento en vivo, en grabaciones, en la esfera digital, donde sus vídeos se consumen y reproducen en páginas facebookianas sin cesar. Esas canciones, las que canta, no siempre son de su elección. Es decir, ella sí las escoge, pero lo que tiene que tener una canción para que ella la cante y corra con ella por el resto de su vida es que la canción misma inicie el proceso de seducción.
«Las canciones que canto son las que me llaman, las que tienen encerrada una verdad que no quieres reconocer. A veces leo una canción , un drama entre tres personas, y soy a la vez protagonista y víctima. Cuando tengo que cantar me apoyo en mi nota, mi nota es libre. Mi verdad no es tan libre. La mitad de mis recuerdos son inventados».
Fabuladora fatal, mentirosa de ocasión, instigadora de impaciencias, indócil confesa, siempre hay un momento en que pone en duda lo que le dicen y hace que se ponga en duda lo que ella dice. Así es, así lo quiere, así lo justifica. Miente a veces. «Como tengo miedo, miento. Reconozco que ese es mi instinto. Tú sabes lo que piensas. A las personas que te impresionan le dices una cosa y sale otra. Así que uno miente con miedo de ofender».
Y de las verdades que ha comprendido después de su extensa gira de 2010-2011 por los lugares que menos esperaba visitar, comprendió, dice, que el futuro que le puede esperar – como cantante, como mujer – sigue siendo un espejismo al que no está dispuesta a someterse. «A mí es que el futuro me parece una mala jugada, un mal truco, un truco malo. Es una idea muy bonita, pero no está bien sonar en ese futuro. Es mejor estar condenado al presente. No me voy a sentar a pensar en el futuro porque no existe».
Existe, en el presente de Buika, la solidificación de esas inmaterialidades que ha llevado bien adentro. Con el cuerpo y con la boca, sólo lo que le convoca. Como el cine, como escribir. Y utiliza para lograr ese presente aquello que pudo acumular en su pasado.
«Con el cine tengo una relación amor/odio. Odio algunas de las cosas que se están haciendo con él. Ahora viene este año una película, De la soledad al infierno, que la estrenaremos pronto, con mi hermano de director. No soy aficionada a joyas, ni a vicios, así que cuando guardo un dinerito me gusta invertirlo en hacer una producción. Y de ahí, de esas cosas concretas que se hacen, es que puede existir la posibilidad de eso que llaman futuro».
Pero la colaboración cinematográfica es ardua, dilatada y trabajosa. Es entrar en temporalidades que en nada se le parecen a la colaboración musical, y eso la intranquiliza, la fastidia. «Le envío a mi hermano un perfil, la idea de un guión, y le pregunto, ‘¿Cuando rodamos?’… Casi se muere».
El cine es otra voluntad, eso admite que ha aprendido. Y para una persona tan acostumbrada a la fácil unión de voluntades musicales, a que las voces se acoplen con ensayos entre juegos y conversaciones, la colaboración de decenas, cientos de personas para lograr que un proyecto cinematográfico vea la luz la ciega un poco. Seguirá con el cine pero prefiere, se ha dado cuenta, juntarse cantando. «Me dejo llevar. Cantaría con muchos, con todos. Desde 50 Cent hasta mi vecina del cuarto. Cantaría con ellos, cantaría contigo. Me siento tan afortunada con todo aquel que realmente tenga ganas de cantar y contar la verdad. Yo quiero, yo me animo».
Y de sus meses de escritura, también tiene un libro que escribió, que cuida y acaricia y que será publicado cuando ella decida. El título lo dice todo: A los que amaron mujeres difíciles y acabaron por soltarse.
La voz de Buika, cuando no canta, descansa en los límites de una tranquilidad perenne y una excitación sutil. Se ofrece como otro tipo de canto. Es cante y viene de lo hondo. Conversar es ofrecer un recital sin métrica, y decir lo que sea y lo que sienta. Eso tampoco le ha amedrentado. Ha hablado de todo lo que es y quiere ser. «Hablar es paz. La posibilidad de no esconder los secretos compartidos. Tan curioso que es callar. Todos tenemos las mismas bragas. Si hablaran los médicos… ay. Si somos los mismos. Te puedo contar mil historias, y la mitad de ellas te han pasado a ti también. Qué vergüenza nos da el que sepan las cosas. Por qué. Si uno sigue hablando, qué se puede descubrir. Verdades. ¿Que te tiraste a este y yo también? Perfecto».
«Mira, la ofensa está en el ojo que la juzga, no del que habla con inocencia. Mi pareja me ha dicho, ‘Ay, es que dijiste eso’. Pero es que hay que decir. Coño, ¿caben los asesinos y no cabemos nosotros? Yo no creo que las cosas sean tan dramáticas, sabes, más que una palabra o ser de una manera. Hay que estar cómodo con las palabras».
También en su voz se detecta un grado extremo de comodidad con este viaje y este concierto y las cuentas que ya siente que su alma le debe a la Isla. Dice que viene a pagarlas, que viene a tramitar más amor.
«A mí me han pasado cosas muy mágicas en Puerto Rico. Y mira que yo soy muy ligada a la ciencia más que el misticismo. Cuando se es muy ligada a la ciencia te pasan cosas muy místicas, te sientes muy extraño. Tuve experiencias muy bestias en mi pasada vista. Fui a Culebra. Hice el amor en una isla desierta. Vi un flamenco en Culebra. Hay cosas místicas en el aire, en el agua. Y en Puerto Rico no tengo miedo de hablar. Me lanzo a las emociones. Me vuelvo salvaje, lo admito».
La idea de su próximo concierto en Puerto Rico es una planeada salvajada rítmica, una improvisación que «me pide el alma», dice. «Puerto Rico es tierra del espíritu del ritmo. En cualquier esquina hay mucha información en el aire. Así que para el concierto voy sin ensayar. Yo sé qué será. Voy sin lista de repertorio, sin orden de canciones. Voy a complacer, a complacer a la tribu. Comenzaré a cantar y seguiré cantando».
Su gratitud, inmensa, suena en su voz como ruego. «Me asusta que la gente me quiera escuchar todos los días. A mi la tribu me está ayudando mucho a comprender. A través de Facebook. Hace un año me temo que algunos conocidos no querían que siguiera cantando. No conozco a mucha gente, no conozco a muchos famosos. Me asustó mucho, es la verdad. Me recluí en mi casa, escribí guiones, poemas. Entonces me asusté. Pero mis fans, mi querido Álvaro, me dijeron ‘Ni de coña te vas a quitar de cantar’. Ni los managers ni las discográficas tienen la potestad de la carrera de un artista, es la tribu, los fans, quienes la tienen. Como se diría en España, será el Rey quien reina, pero a mi quien me da de comer es el pueblo, quien me cuida es el pueblo».
La cuidan todos, y no la olvidan. Y ahora se reviven los recuerdos ya poseídos de la conversación que ya se tuvo, después que se llamara al número memorizado y ella contestara al tercer timbrazo y le dijera «Concepción». Después de colgar, todavía me le acerco y se me acerca. A veces que digan tu nombre es el único concierto que necesitas.