Burnt
El drama que es mantener un restaurante superior a niveles “gloriosos” (estrellas Michelin) ha sido un tema reciente en el cine. Hay triunfos como en “The One Hundred Foot Journey” (2014) y fracasos que se convierte en triunfo desde un carro de comida (“Chef”; 2014). Me parece que lo de restaurantes exageradamente caros se debe a que hay quienes están dispuestos a echarse una cena de $200 por persona, más el costo de tragos y vino. Cualquier vendedor de fondos chatarras a quien le dan bonos desmesurados por jugar con el dinero de otros y arruinarlos suelta su tarjeta negra de American Express aunque no sepa la diferencia entre el perejil y el estragón. Otros ven a Anthony Bourdain en TV y quisieran estar como él de trotamundos comiendo cosas exóticas y coleccionando recetas con ingredientes que hay que importar de la selva del Mato Grosso.
Esta comedia a veces nos hace reír y, por lo menos a mí, a veces me hizo arresmillar. El cuento es sobre Adam Jones (Bradley Cooper), un chef que por su comportamiento ha perdido su restaurante en Paris. Tenía dos estrellas Michelin, de modo que sabemos de inmediato que su retorno ha de incluir un mano-a-mano con los críticos culinarios, pero esta vez no en la Ciudad Luz sino en la que fue por mucho la ciudad de peor comida (excepto la de restaurantes chinos o indios) al otro lado del Atlántico: Londres.
Descubrimos que Jones es una verdadera estrella entre los chefs, admirado y odiado por todos excepto un puñado de verdaderos amigos. ¿O lo son? Le debe dinero a unos matones que le han vendido drogas en Francia y está huyendo de ellos; además, personalmente fue causa del cierre de los restaurantes de algunos amigos. Si no fuera Bradley Cooper quien tiene ángel como actor, sería incomprensible que este troglodita pudiera atraer a una serie de colegas a trabajar con él.
La historia es sencilla y predecible, como lo es el diálogo. Hubo varias veces que le decía al oído (había poca gente en mi tanda) a mi acompañante la próxima línea. Los que van al cine con frecuencia no tendrán dificultad de hacer lo propio. Tampoco tardarán en descifrar qué ha de suceder. El problema es el guión que nos lleva de la cocina y el drama entre el chef y sus ayudantes (griterías y platos rotos); la relación entre el chef y Tony (Daniel Brühl) el dueño del restaurante, que ya lo conocía de Paris; el chef contra su contrincante Reece (Matthew Rhys); y el bollo con los narcos.
Las mejores escenas son aquellas que (hablando de Bourdain) Jones va probando las comidas callejeras de carros de comida y en restaurantes de vecindario buscando ingredientes e ideas para sus nuevos platos. Su opinión de porqué la gente va a Burger King y los chefs son unos esnobs es el cenit del guión.
Cooper está muy bien como el chef que es, como parece que tiene que ser si se ha de estar en la lista de Michelin, un dictador y un perfeccionista extremo. Uno acepta que haya sido un mujeriego aparentemente irresistible y, de entrada, nos damos cuenta que hay una razón poderosa: es un fantoche de primer orden. A pesar de eso el actor permite que nos interesemos en el personaje y que le deseemos suerte después de que le den varias bofetadas merecidas. El resto del elenco abunda a que el filme no sea uno que desdeñemos. La decoración de los sets de Tina Jones es una de las mejores cosas de la película.
El filme tiene varias sorpresas que no les diré y dos de ellas hicieron que, como ya dije, me arresmillara. Una tiene que ver con la venganza de uno de los ayudantes del chef que me pareció racista y tendenciosa. Otra tiene que ver con una relación inesperada entre dos de los protagonistas. Esta, de una condescendencia obvia, me pareció cruel e hipócrita de la forma que el guión la desarrolló. Puede que estas cosas no afecten a todos de la misma forma, pero ya me dirán. Algo bueno es Alicia Vikander como Ann Marie, la previa amante de Jones y la deux ex machina más exótica y bella de tous Paris.
No aprecié las tomas repetitivas de la limpieza de la cocina y del adorno de los platos. Creo que con esta el drama culinario tendrá un largo descanso a menos que Babette (“Babette’s Feast” 1978) no resucite.