Caparazones de Yolanda Arroyo Pizarro: sexualidad, ecología y política
La temática de la sexualidad fue tratada como “la peste” e ignorada por décadas en la antropología, como plantea José Antonio Nieto Piñeroba en su libro Sexualidad y deseo. Crítica antropológica de la cultura. Hija de la moral victoriana, se mantendría en silencio por largos años1. Los estudios de crítica literaria, más atrevidos y desenfadados, tratarían el tema amoroso y sexual, pero desde las restricciones de la cultura heteronormativa. No figurarían en ella, por lo general, referencias a los estudios sobre la homosexualidad, el lesbianismo, el bixesualismo y el trasvestismo hasta los años setenta y ochenta cuando tienen su aparición principalmente en los Estados Unidos.
No resulta sorprendente que la crítica de la literatura lésbica en Puerto Rico tenga pocos antecedentes. Alexandra Pagán ha trazado el escaso corpus y coloca en relieve los trabajos de Frances Negrón, Agnes Lugo-Ortiz, Lawrence La Fountain, Luis Aponte Parés, Manolo Guzmán y Juanita Ramos como iniciadores del análisis de las sexualidades no hegemónicas. (“La construcción” 259-260) Lo lésbico había sido trabajado con anterioridad en la poesía de Liliana Ramos Collado y de Nemir Mattos Cintrón, quienes inician su obra literaria en la década del setenta junto a Manuel Ramos Otero. A Mattos Cintrón se le conoce como la primera poeta en textualizar el lesbianismo abiertamente”. (269) Otro antecedente de la crítica a la heteronormatividad es el de Sirena Selena vestida de pena (2000) de Mayra Santos Febre. El importante libro Los otros cuerpos. Antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora, publicado en el 2007, dio impulso al tema de sexualidades no normativas que harían dar un giro a la literatura puertorriqueña que se desarrollaría en los próximos años.
Entre las escritoras contemporáneas del Caribe hispánico que cultivan el tema de la sexualidad antiheteronormativa sobresale Yolanda Arroyo Pizarro, cuya producción discursiva rebasa los quince libros, entre los que destaco Origami de letras (2004), Los documentados (2005), Ojos de luna (2007), Caparazones (2010), Las negras (2012), Saeta (2011), Violeta (2013), Hijas de la libertad (2015), Transmutados (2017) y Yo, Makandal (2017). Ha incursionado tanto en la narrativa como en la poesía, al igual que en el libro juvenil. Sus propuestas de mayor relieve son aquellas en las que trata los temas de la emigración, las sexualidades alternas y la mujer negra como sujeto de la esclavitud.
Arroyo Pizarro incorpora la temática sexual desde una perspectiva desestabilizadora de una visión binarista que se entrelaza con lo social, lo ecológico, lo astronómico, la fotografía, el cine, la meditación filosófica sobre el tiempo, la muerte y la escritura en su pionero texto Caparazones, presentando un mundo global en el que los actantes femeninos desbordan el círculo androcéntrico. Su personaje principal, Nessa, no es un ente pasivo y contemplado desde la falocracia. Su moral es otra; su código sicológico está alejado de inhibiciones. Es una mujer letrada que estudió periodismo en Londres, que puede ser contactada por casi todas las agencias de noticias internacionales, viaja a cualquier parte del planeta y actúa libremente en el plano sexual. Es un sujeto femenino heterodoxo que no tiene reparos en reconocer la promiscuidad de su madre ni su actuación como castradora de hombres: “los eunucos que ella misma castró en sus arrumacos quiméricos” (54), frase con la que se sugiere el elogio a la castración y la parodia de las teorías sicoanalíticas de Freud expuestas en su texto La cabeza de Medusa de 1922.
La historia, narrada homodiegéticamente, expone la relación lésbica de Nessa con Alexia, “marimacha”, fotógrafa y militante ambientalista, según la define la narradora, que cumple dos roles: el de la mujer convencional casada con un hombre con quien procrea un hijo, y el de la mujer que se aparta del androcentrismo que impone la heterosexualidad como canon. Por medio de ella se transgrede la creencia en las identidades fijas concebidas desde postulados esencialistas de lo sexual que han sido impugnados por el postfeminismo. Judith Butler, su más destacada representante, se separa de la idea del binarismo entre los géneros cuando apunta que las discusiones contemporáneas indagan “el problema de la universalidad de la identidad femenina y la dominación de distintas maneras”. (67) En su libro El género en disputa advierte que
…si la sexualidad se construye culturalmente dentro de relaciones de poder existentes, entonces, la pretensión de una sexualidad normativa que esté “antes” o “más” allá del poder es una imposibilidad cultural y un deseo políticamente impracticable, que posterga la tarea concreta y contemporánea de proponer alternativas subversivas de la sexualidad y la identidad dentro de los términos del poder en sí. (94)
Arroyo nos hace propuestas desafiantes, a la vez que críticas de las sexualidades ajenas a la norma o consideradas heterodoxas. Paradógicamente, Nessa, poseedora de un extraordinario dominio propio, periodista, escritora, conocedora de la astronomía y militante ecologista, cumple una función pasiva y convencional al imitar las posturas de mujeres heterosexuales que se someten a relaciones tradicionales y patriarcales con hombres casados de los cuales son objetos sexuales y subalternos. Su relación con su amante Alexia, fanática del Feng Shui, reproduce en parte ese plano de subordinación. Pero la heterodoxia de Nessa, elemento con el que contribuye a conformar el nuevo corpus de personajes femeninos desarrollados con mayor visibilidad por las escritoras puertorriqueñas desde la década del setenta2, la lleva a reconocer que ha sostenido relaciones con “escurridizos bailarines”. La vida sexual de la protagonista es activa y se aleja de toda restricción, pues no se exime de la infidelidad. La representación que hace Arroyo Pizarro no le fija bordes sexuales precisos a este personaje, como tampoco lo hace con Alexia, la amante de Nessa, pues ambas practican la bisexualidad.
La gestualidad de Alexia, tosca y de andar masculino, ejemplifica que las prácticas sexuales no normativas “cuestionan la estabilidad del género como categoría de análisis” (Butler 12) y que la performatividad3 de ser mujer es un acto aprendido: “Ella es el tipo de mujer tosca, de hermosas facciones, hombros grandes y caminar masculino que no deja lugar a sus predilecciones”. (20) Marimacha, le llama al recordarla en sus años infantiles.
La vida de Nessa ha estado marcada por la violencia, elemento que distingue la escritura femenina reciente. De niña fue utilizada sexualmente por los padrastros, mucho más jóvenes que su madre, con los que esta convivía. Todavía el recuerdo de la atropellada vida conyugal de su madre la atemoriza; es un recuerdo fantasmal que la acosa.
El erotismo inicia el texto que comienza con una descripción sexual en la que se violenta la realidad, atribuyendo actividades masculinas como la eyaculación a los dedos de una mujer. Arroyo Pizarro enfrenta a sus lectores con nuevas formas de la sexualidad que no obedecen a los dogmas imperantes: “La boca de Alexia se me viene en la entrepierna. Poco antes, tan sólo unos segundos apenas, han eyaculado sus dedos dentro de mí”. (15) Otras escenas eróticas reproducen de forma poética los modos en que sostienen relaciones sexuales las dos mujeres. La sexualidad en la madurez, tema todavía tabú en la sociedad contemporánea, se expone de manera explícita: “Somos dos mujeres que, próximas al regodeo de la antigüedad, quieren todavía sentir cosquillas en el estómago; dos mujeres que aún en su edad madura quieren permanecer enamoradas, quieren seducir, quieren coquetear y sentirse vivas”. (99)
El cronotopo en que se centra la historia es el Caribe, lugar asediado por los imperios del planeta, y en los que las luchas ambientales han tomado un mayor auge. De esta forma la obra adquiere un carácter identitario que no pretende soslayar lo global, puesto que alude a los movimientos ecológicos globales y al desplazamiento de los personajes a otras partes del mundo, como Costa Rica, en defensa de las tortugas, enfatizando la internacionalización de las luchas contra la depredación del planeta.
La mención de la isla de Vieques, parte del archipiélago de Puerto Rico, y de su batalla por sacar la Marina de los Estados Unidos de su territorio evidencia lo que denomino una “retórica de la diferencia”4 : la forma discursiva de marcar lo literario con una identidad, que puede ser porosa, pero que se articula en torno a una memoria compartida. En este caso, la autora menciona al grupo Amigos del M.A.R., grupo que fundara el primer campamento de desobediencia civil que se suscitara por la muerte “ilícita” del puertorriqueño David Sanes, guardia de seguridad que murió a causa de un explosivo durante las prácticas bélicas de las tropas estadounidenses en la Isla. Este hecho desató una oleada de indignación que se transformó en uno de los reclamos más importantes de los puertorriqueños a comienzos del siglo XXI.
La parodia nutre a este texto cruzado por alusiones a entidades ecologistas como Greenpeace, Frente de Liberación de los Animales, Frente de Liberación de la Tierra, artistas de la fotografía, autores como Víctor Hugo, Ezra Pound, la escritora norteamericana Susan Sontag, el chileno Alejandro Zambra y la mención de diversos filmes. En su ficcionalización de las luchas ambientales la autora alude al ecoterrorismo, término asignado por el FBI (Fuerza de seguridad de los Estados Unidos) a las entidades que militan a favor del ambiente, y que se oponen a la contaminación atmosférica y el daño climático, resistiendo la deforestación y devastación del planeta. De pronto el mundo se llenó de asfixia por lo ecológico, asevera la narradora, “se perdieron los estribos, se llevaron los límites hasta el paroxismo más crítico” (29). De esta manera articula tanto una representación que elogia los logros de los ambientalistas como la sátira a los grupos ecológicos más extremistas:
Recuerdo un artículo que anunciaba que en 1979, un comando radical del Movimiento Ecológico Alemán, secuestró por durante 24 horas al director del departamento de Lucha Permanente contra las Ratas, sometiéndolo a descargas eléctricas, ahogos en baldes de orina, torniquetes y varias otras torturas. (30)
A la misma vez, presenta las actividades que estos han realizado y que han modificado el trato a los animales en instituciones universitarias, laboratorios de investigación y en los circos.
Los ecoaterradores han bombardeado y amenazado a la comunidad científica, destruido el negocio de exportación de animales vivos y quemado varios mataderos en varios países. En las universidades ya no se realizan experimentos con animales-salvo las que tengan fines médicos-por miedo a los ataques. El circo está desapareciendo por las protestas. Es un terrorismo que se expande. (30)
La propia Alexia es una militante por el ambientalismo que es llevada a la cárcel de Toronto, “confundida como ecoterrorista”, mientras documentaba una actividad de los seguidores de Greenpeace, y es expuesta a terribles condiciones carcelarias. Alejado del antropocentrismo que caracterizó a la modernidad, el relato exhibe la preferencia de la autora implícita por la equidad entre las especies del planeta y la violación de los derechos humanos de sus defensores. (29)
Nessa nos presenta una pasión sorjuanesca por el saber. La astronomía es uno de sus campos favoritos. Este personaje conoce las constelaciones, las Perseidas y las Líridas (lluvia de estrellas), las Nebulosas, los últimos acontecimientos cosmológicos como la aparición de un nuevo planeta. Al igual que la autora de la “Carta Atenagórica”, aprende de astronomía y recurre a instrumentos, los binoculares que le regala Alexia, con los que explora el universo apoyada en un planisferio o cartografía del cosmos, “varios libros de cuerpos celestes, una guía ilustrada de cometas, hoyos negros, supernovas” (69) y una eterna suscripción a Google News con el fin de enterarse de noticias relacionadas con las frases “nuevo planeta” o “estrella descubierta”. (69)
El tema de la escritura y la poesía, característica de buena parte de la literatura latinoamericana de las dos últimas décadas, se integra a estas páginas en las que el lenguaje narrativo se carga en ocasiones de frases metafóricas y de poesía:
adioses sin espumas de olas
la palma de la mano se mueve y gira
no quedan mejillas para mojar
ni anillos para portar
pero sabe tanto a respiro
sabe tanto a locura
a sueños clínicos
a mar de tranquilidad, como la luna (53)
Lo local y lo global se entrelazan en este relato en el que sus personajes se desplazan por el planeta no como entes pasivos sino como integrantes de movimientos sociales, particularmente el ecologista, que es un núcleo central del libro, y el anticapitalista, que es un eje implícito en este relato. Lo premoderno y lo posmoderno convergen en el tiempo del más depredador capitalismo. Nessa recurre tanto a los hechizos y conjuros como al Internet.
La desaparición de Alexia al final del texto nos conduce a la meditación sobre otros de los ejes que entrecruzan este relato: la muerte y el tiempo. “El tiempo hizo que el día en que comenzara la falta de Alexia, yo dejara de faltarme a mí misma”, afirma la narradora.
Coincido en que Caparazones es un texto coyuntural, como ha puntualizado Nelson Vera Santiago, tanto para los que defienden los derechos civiles como para los que combaten el discurso intolerante al atreverse a insertar una temática considerada transgresora: el de la sexualidad sin bordes fijos que ha ganado un espacio mayor en la esfera pública contemporánea y en disciplinas como la antropología. El compromiso de Arroyo Pizarro “se expresa a través de la contemplación de relatos y personajes en los que lo personal y lo político aparecen siempre profundamente imbricados”, como expone Lucía Stecher en relación a la obra de la narradora haitiana Edwidge Dandicat. (Narrativas migrantes 147) Su crítica al patriarcado resulta sobre todo reveladora de la convergencia entre la práctica sexual, la ecológica y la política. El entrelazamiento de las luchas ecológicas y sexuales del siglo XXI con un lenguaje poético hacen de esta novela un texto imprescindible para entender las rupturas literarias y epistemológicas con las creaciones discursivas y las exégesis que privilegian el binarismo sexual y el antropocentrismo que aún moldea el pensamiento posmoderno.
Bibliografía
Arroyo Pizarro, Yolanda. Caparazones. Carolina, Puerto Rico: Publicaciones Boreales, 2010.
_________________ Entrevista Yolanda Arroyo Pizarro.
https://afrofeminas.com/2014/04/01/entrevista-con-la-escritora-yolanda-arroyo-pizarro/
Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós, 2007.
Fornet, Jorge. Salvar el fuego. Notas sobre la nueva narrativa latinoamericana. La Habana: Editorial Casa de las Américas, 2016.
Nieto Piñeroba, José Antonio. Sexualidad y deseo. Crítica antropológica de la cultura. México/España: Siglo Veintiuno editores, 1993.
______________ “Antropología y sexualidad. Sex o no sex: el discurso de la sexualidad en antropología”. http://www2.udec.cl/~erhetz/privada/sexualidad/unidad_01/Antropologa%20y%20sexualidad.pdf
Negrón, Luis. Los otros cuerpos. Antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora. David Caleb Acevedo, Moisés Agosto Rosario, Luis Negrón, compiladores. San Juan, Puerto Rico: Editorial Tiempo Nuevo, 2007.
Rolón Collazo, Lizette y Beatriz Llenín Figueroa. ¿Quién le teme a la teoría? Cabo Rojo, Puerto Rico: Editora Educación Emergente, 2010.
Stecher, Lucía. “No solemos dejar que el dolor nos silencie: escritura y resistencia en Edwidge Sandicat”. Narrativas migrantes del Caribe: Michelle Cliff, Jamaica Kincaid y Edwidge Dandicat. Argentina: Corregidor, 2016.
- Nieto Piñeroba afirma que Bronislaw Malinowski, aunque autor de trabajos sobre la sexualidad, no impulsó las investigaciones sobre el tema, mas no fue el único que propició su invisibilidad dentro de los estudios antropológicos, por lo menos hasta los años ochenta del siglo XX. Para el antropólogo español hubo un “metafórico desierto de la sexualidad que pervivió durante cincuenta años en los escritos etnográficos y teórico antropológicos, una vez desaparecido Malinowski”. El destacado cientista había elaborado en la década del ochenta una crítica a la antropología inglesa y la antropología cultural norteamericana que habían desterrado a la sexualidad del estudio de las “exóticas culturas” que analizaban. [↩]
- Me refiero a personajes como el de Isabel Luberza del cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres” de Rosario Ferré, perteneciente a su libro Papeles de Pandora; a Madame Delestre en la obra Las horas del sur de Magali García Ramis y la patóloga forense Violeta Cruz de Sexto sueño de Marta Aponte Alsina, entre otros. [↩]
- Lizette Rolón y Beatriz Llenín explican que Butler “ha elaborado el concepto de performatividad –el cual se distingue de performance– para explicar cómo toda persona, fuera o dentro de la norma, construye su sexualidad y deseos a partir de acciones, hechos y experiencias cotidianas que, en los casos convencionales, se amoldan a las recetas o normas al uso. Este nuevo concepto supone que ya no sólo son performativas las conductas fuera de la norma, sino también las heterosexuales”. (232) [↩]
- He trabajado este término en mi ensayo “La retórica de la diferencia: identidad nacional y literatura”, publicado en el libro Lengua, identidad nacional y posmodernidad. Ensayos desde el Caribe. Es él propongo que el énfasis en que se es distinto, “aunque no pueda darse una respuesta absoluta de lo que se es, puede apreciarse en numerosas narraciones a lo largo del siglo XX, así como en la literatura producida en los albores del siglo XXI”. Al hablar de identidad nos acogemos a las palabras de Stuart Hall que indica que la deconstrucción de la identidad se ha producido en diversas disciplinas, todas ellas críticas de una visión totalitaria y homogénea del término. [↩]