Captain Phillips: los nuevos piratas
Los recuerdos de los piratas en las épicas de Robert Louis Stevenson, Emilio Salgari y Rafael Sabatini están aún frescos en mi mente a pesar de los años que han pasado desde que los leía y los veía en el cine. Esas sagas románticas y excitantes han dado paso a la amarga realidad mortal de la piratería que ha emergido en las costas de Somalia después del final de la guerra civil que culminó con la desintegración de la marina de ese país. Un complicado esquema de corrupción en el gobierno de Somalia, la pobreza de los pescadores somalíes causada por la contaminación de sus aguas por “naciones foráneas”, y las ganancias abultadas de la industria de los seguros han enredado la situación y estimulado la actividad pirata que alcanzó su cenit en 2008. Ese año hubo 111 ataques a barcos que cruzaban el golfo de Adén y navegaban los océanos Índigo y Arábigos. Los piratas fueron exitosos en secuestrar 42 de estos barcos. La película que nos ocupa es la historia de la captura, el 8 de abril de 2009, por cuatro piratas somalíes de la nave Maersk Alabama.
Es un filme excitante, basado en hechos reales, cuyo ritmo está bien llevado durante casi la totalidad de su duración (dos horas y catorce minutos), en que relucen las actuaciones de sus dos personajes principales: el capitán del barco norteamericano Richard Phillips (Tom Hanks) y el líder de los piratas Abduwali Muse (Barkhad Abdi). Además, tiene un guión buenísimo escrito por Billy May, un guionista escritor que cuenta en su filmografía, entre otras cosas, con la brillante “Shattered Glass” (2003) que todo conocedor del cine debería ver. Con esa base, la dirección de Paul Greengrass enfatiza las escenas de acción que tan bien sabe manejar y que ha perfeccionado dirigiendo dos de las películas de Jason Bourne (“The Bourne Supremacy» y “The Bourne Ultimatum”) y la estupenda “Green Zone”, todas con Matt Damon.
Si es cierto que la acción es parte esencial de la tensión dramática de la cinta y crucial para su clímax come-uñas, Greengrass obtiene ese premio que añora todo director: la completa concentración de sus dos artistas principales en desarrollar entre sí la tensión dramática que eleva la película más allá de ser solo una aventura que hace fluir la adrenalina y los jugos estomacales. Lo curioso del filme es precisamente que lo que podría resultar rutinario se convierte en un mano a mano de ocurrencias ingeniosas entre dos hombres que luchan por el poder. Es gracias a la virtud del guión que podemos apreciar cómo el pirata y sus acólitos tienen sueños irreales de lo que pueden conseguir a pesar de que se deben a “jefes” ocultos, protegidos por la distancia que se han puesto entre sus personas y los vastos mares en los que perpetran sus fechorías sus “soldados”. Al mismo tiempo vemos como el capitán del barco cede algunas de sus prerrogativas de mando y poder tratando de salvar a su tripulación. Hay un juego entre el malvado que quiere llegar al poder y de la víctima que está dispuesto a negociar bajo circunstancias desventajosas con ese alguien que ha reducido su “honor” propio a conseguir dinero para su jefe, preservando así su “honor de soldado”.
Luego de las películas basadas en libros de Dan Brown (“The Da Vinci Code”, “Angels and Demons”; y por ahí viene “Inferno”) es un hiato refrescante ver a Hanks en algo que le permite adentrarse en un papel serio en vez de estar persiguiendo las quimeras que le producen oro al escritor norteamericano. La ascendencia dramática del personaje Phillips es un logro de actuación. Hanks pasa de ser un hombre de familia tranquilo y sensato a uno que casi se desmorona ante nuestros ojos por las circunstancias adversas y complejas a las que se confronta ante una invasión de su ámbito personal por un hombre a quien no entiende del todo y que no lo entiende a él. No es solo la barrera del lenguaje y de actitudes sino un verdadero sentir que nos transmite Hanks de asombro ante el arrojo de alguien que aparenta ser su inferior física e intelectualmente. Es la determinación férrea del contrario lo que más atemoriza al capitán norteamericano. Hanks no flaquea en dejarnos ver todo lo que cruza por la mente de su personaje y que nos hace el receptáculo de su miseria física y emocional. Y de su miedo.
Siguiendo a Hanks paso a paso, emoción por emoción, manipulación por manipulación, está el actor nacido en Somalia, ciudadano norteamericano naturalizado, Barkhad Abdi. De ancha frente y rostro en el que resaltan altos pómulos y hondonadas en los carrillos, Abdi es siniestro y mercurial de momento a momento, y sus órdenes son como puñales que se clavan en los oídos del espectador y nos concientizan de la sed de poder que quema la garganta y el corazón del personaje y deja una estela de añoranza en su mente que no entiende la situación en la que ha navegado. Como el explorador que salió en el siglo XVI buscando riquezas de las Indias para encontrarse muchas veces con la adversidad, Muse ha alcanzado un “país” que jamás consideró que existiera. Un país del que quería dinero y le brinda mucho más que eso. Abdi va de ser el nuevo capitán de una nave que no puede controlar a tener un rehén que es su única salvación. Su desespero lo va alejando de su confrontación con el verdadero capitán para convertirlo en diana de la retribución del país más poderoso en la faz de la tierra.
A pesar de la efectividad de las actuaciones y de la acción, me pareció que los últimos 15-20 minutos de la película pudieron ser acortados y clarificados ya que el estilo de edición enmaraña la acción. Pero esa mácula es solo venial y las últimas escenas de Hanks son maravillosas.
En la última parte del filme también se aprecia el rigor del contenido ético con que se quiso filmar esta cinta. La resolución del conflicto reside en mentiras y engaños. Ese toque me pareció justo y moralmente balanceado. No se pierdan esta aventura que resulta en actuaciones verdaderamente conmovedoras y en entretenimiento de primera. Un verdadero logro en su género.