Carta abierta de la Sociedad Psicoanalítica de Puerto Rico
Estimados y estimadas compatriotas:
En el contexto de los acontecimientos recientes de Puerto Rico, desde el psicoanálisis nos hemos preguntado: ¿Cómo pensar la realidad social y convulsa que vivimos hoy? ¿Cómo llegamos aquí? Luego de la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló Nevares, y en aras de construir un lazo social renovado, ¿qué nuevas condiciones de existencia le proponemos al país?
Estas son algunas de las preguntas que la Sociedad Psicoanalítica de Puerto Rico (SPPR) se hace hoy y desea compartir con todas y todos. Llevamos más de diez años en medio de una crisis económica, con jóvenes que no consiguen empleo y, si lo consiguen, estos no les permiten vivir dignamente. A esto se añaden los cierres de escuelas y la reducción de la inversión social, los recortes en las pensiones, la precarización del presupuesto de la única universidad pública del país y muchas otras medidas de austeridad que afectan, ante todo, a los más desventajados. En palabras del psicoanalista argentino Jorge Alemán, en sociedades capitalistas como la nuestra se produce esta lógica: hubo una fiesta y hay que pagar y se exige a los sujetos pagar produciendo con ese discurso sujetos endeudados, que se culpan a sí mismos por una deuda que no asumieron y de la que no son responsables.
Entonces llegó la devastación del huracán María. Sufrimos el colapso del sistema de salud y nos vimos obligados a despedirnos prematuramente de la gente que amábamos. Sin duda sufrimos, pero tuvimos que seguir adelante porque teníamos que enfrentar, tal vez sin querer y para poder sobrevivir, un país colapsado. Recordamos muy bien que estuvimos por mucho tiempo sin agua potable, sin energía eléctrica, pero también que en colectivo reconstruimos viviendas mientras nos cobijamos bajo toldos en lo que podíamos apelar las denegaciones de FEMA con la ayuda legal de muchas organizaciones que se solidarizaron con nuestro desamparo.
El malestar que generó ese mal-vivir por la ineficiencia gubernamental, los duelos no resueltos por las pérdidas de seres queridos y la destrucción generalizada, quedaron inscritos en nuestra memoria colectiva. Ante la falta de dignidad y el desprecio de los intercambios develados en las páginas del ya famoso chat entre el gobernador Rosselló Nevares y su manada, ese dolor ha retornado con la furia que se muestra de manera consistente en las manifestaciones combativas de una ciudadanía decidida, valiente, indignada y dispuesta a transformar sus condiciones de vida.
Esa dispersión de demandas sociales que no fueron atendidas se condensaron en la figura de Rosselló Nevares, tal y como pasó hace una década con Vieques y la Marina de Guerra de Estados Unidos. Los malestares, las decepciones y corajes acumulados por años se dirigieron a él, llenaron de contenidos múltiples, como señala el teórico político Ernesto Laclau, ese significante vacío, uniéndonos como pueblo frente a ese «enemigo» en común finalmente localizable.
En este momento de valentía colectiva, tenemos la oportunidad de comenzar a construir los pilares de un nuevo contrato social. Proponemos algunas coordenadas que nos ayuden a encaminar ese esfuerzo como aportación a un diálogo ciudadano que no debe detenerse.
- Repensar la idea de democracia, puesto que ya ésta no se ejerce cada cuatro años en las elecciones, sino con la activa participación ciudadana implicándose en los asuntos que les afectan a todos. La acción ciudadana ha de ser de los ciudadanos y las ciudadanas, no de sus representantes o empleados.
- Descartar esa noción de líderes que nos dirigen. Hemos visto en estas manifestaciones que hay una pluralidad de sectores que quieren participar y buscar soluciones colectivas, por lo que hay que saber coexistir en las diferencias y sostener un esfuerzo continuo de articulación y rearticulación de acuerdos y entendidos compartidos en un escenario en el que las nuevas generaciones, cuya confianza debemos ganarnos, valoran más la horizontalidad que las viejas jerarquías.
- El ejercicio del liderazgo político, si bien no puede sustituir el rol protagónico de la ciudadanía, requiere de figuras capaces de ejercer sus funciones públicas a la altura de los signos de los tiempos. Ello exige comprender la urgente necesidad de una coherencia ética entre la palabra y la acción, entre la palabra pública y la palabra privada. Sin credibilidad no hay espacio para la legitimidad del liderazgo político. Y sin legitimidad, no hay autoridad pública posible ni viable. La impunidad al incumplimiento de las responsabilidades de un líder político no debe permitirse.
- El ejercicio del poder político tiene que honrar los principios éticos y las coordenadas legales que nos organizan como sociedad. Ello exige el fiel cumplimiento del respeto a la vida y a la dignidad humana de todas y todos.
Proponemos que cada quien ejerza y continúe con la reflexión a la que convoca este momento histórico desde el campo de acción que desee. De nuestra parte, continuaremos esta reflexión dedicando el ciclo 5 del seminario mensual “Invitación al Psicoanálisis” –que inicia en agosto- al tema de los malestares políticos, culturales y sociales contemporáneos. Esto a la luz de los escritos de Sigmund Freud y numerosos psicoanalistas inscritos en tradiciones psicoanalíticas comprometidas con el respeto a la dignidad humana y la salud democrática de los pueblos.
En solidaridad.