Crónica personal de las tablas en Chicago
Luego de escribirle un mensaje y comunicarle mi falta de experiencia, me concedió una audición para el rol en cuestión. El resto, como quien dice, es historia. Tres años más tarde todavía me arrebata la incredulidad cuando me llaman para esta o aquella audición; esta semana voy al Goodman con tres minutos de monólogos. En dos semanas tengo cita con Teatro Vista para una audición para el rol principal de una obra.
Sin embargo, aunque tal vez todo esto suene un poco impresionante -en particular para alguien que nunca tomó un curso de actuación en su vida- la realidad del caso es que suena mucho mejor de lo que en realidad es. Hasta la fecha, la gran mayoría de las producciones que he hecho han sido por amor al arte, sin el cobro de honorario alguno, y en las dos que sí me han pagado por mi trabajo, han sido cantidades simbólicas más que nada.
Pero más allá de la paga por el trabajo artístico que uno puede hacer o no, lo que más me llama la atención es el hecho de que la razón principal por la cual he podido trabajar como actor en Chicago -la verdadera capital del teatro de los Estados Unidos- es que soy bilingüe. No que hablo español o inglés, sino que hablo los dos. Es esta capacidad de cambiar de un idioma a otro lo que me ha ayudado a asegurar representación con Gray Talent Agency y lo que me ha facilitado conseguir trabajos de voice-overs, anuncios de televisión y, hasta la fecha, un rol secundario en una producción de cine independiente.
Si solo supiera hablar inglés -o español- mis opciones serían casi nulas. Chicago, al parecer, no cuenta con suficiente talento bilingüe. Los que solo pueden manejar el español están limitados a un par de compañías de teatro netamente latinas; Teatro Aguijón es el ejemplo por excelencia, mientras que El Pozo es de fundación reciente. Hay algunas pocas más, pero son muy pocas. Las compañías de teatro bilingües son más abundantes -Teatro Vista, Teatro Luna, Salsation, Urban Theater, entre otras. Pero éstas manejan el español como complemento al inglés.
En mi experiencia personal, es la capacidad de manejar dos idiomas lo que me ha abierto las puertas a las tablas de Chicago. De manejar solo el inglés, dudo que haya tenido las oportunidades que he aprovechado, ya que hay demasiada competencia. Sin embargo, la gran mayoría del talento latino con el cual yo me he topado en los diferentes teatros, no manejan el español con la facilidad que tenemos los que nos criamos en un país de habla hispana. Aun cuando proyectan el físico latino, se les complica el asunto cuando tienen que hablar en español con soltura o prolongadamente. De igual forma, aquellos que solo manejan el español se ven limitados a participar en una de las muy pocas producciones que son totalmente en español.
Todo esto sin entrar en los estereotipos que dominan tanto el cine como el teatro estadounidense, y aunque Chicago cuenta con una población más robusta de latinos que la mayoría de las ciudades del país, los mismos estereotipos predominan.
«You don’t look Porrorican,» es la respuesta más frecuente que recibo cuando hablo de mi procedencia. Por supuesto, cuando contesto con otra pregunta más Well, what is a ‘Porrorican’ supposed to look like? Por supuesto, ante una pregunta así de contenciosa, el silencio es rey. Suelen callar para no arriesgarse -supongo- a delatar prejuicios reprimidos. De todos modos, mi complexión es más clara que morena, lo cual suele chocar con los estereotipos latinos; mientras que en Puerto Rico me tildan de «blanquito», acá en Chicago soy moreno, o más bien brown, sino firmemente ubicado en la sección non-white del papeleo oficial; ya sean solicitudes de trabajo, documentos gubernamentales, matrículas universitarias, etc.
Sospecho que la claridad de mi complexión hace de mi persona una opción «latina» más atractiva, en especial cuando se trata de comerciales de televisión y demás proyectos publicitarios. Pero, como dicen en Puerto Rico, «esos son otros veinte pesos».
En cuanto al teatro en Chicago, no me parece que mi complexión sea el factor que es para la publicidad. De hecho, la situación de los latinos no me parece única tampoco. Algo muy parecido sucede con los asiáticos, los hindúes y demás etnias.
Por ejemplo, hace dos años formé parte de una producción de Iphigenia, de Caridad Svich, para la compañía Halcyon Theater. Halcyon es de las pocas compañías de teatro que incorpora entre sus metas la inclusión en sus producciones de talento de diferentes nacionalidades. Por lo tanto, el papel protagónico de Iphigenia lo interpretó una mujer norteamericana de padres chinos. Si uno hace el ejercicio de contabilizar cuántas producciones de Chicago incorporan talento multicultural en sus roles protagónicos, la realidad es que son escasas en el mejor de los casos y nulas en el peor de los casos.
Pero para Halcyon, esa es una de sus metas y por lo tanto, suelen distanciarse de las convenciones que imperan en la gran mayoría de las compañías de teatro. Debo aclarar que no hablo de compañías de etnia establecida, como lo son Teatro Vista y Aguijón, por ejemplo, sino de proyectos teatrales de la corriente principal que buscan equipar sus producciones con talento multi-étnico. La realidad es que la gran mayoría del teatro que se hace en Chicago lo hacen compañías «blancas», por falta de un mejor término o vocablo.
Algunas intentan alimentar la variedad cultural de sus producciones -por eso tenemos el festival de teatro latino del Goodman- pero en comparación con la cantidad de proyectos que se llevan a cabo en la ciudad, estos esfuerzos son mínimos y muy pocos. Para decir más, los casting directors de estas compañías teatrales son norteamericanos blancos que prácticamente no tienen conocimiento del teatro multicultural que se hace en la ciudad, mucho menos de los actores «de color» que pueblan dichas producciones.
La brecha, o diferencia, de talento que existe entre las producciones norteamericanas «blancas» y las multiculturales (incluyendo las latinas), no es desconocida entre los principales productores y las grandes compañías de teatro. El interés existe de ambos lados, pero todavía no se ha logrado el llamado crossover dream de la mitología personal del artista inmigrante.
Existe un puñado de actores y teatreros que han logrado cruzar el río cultural, por así decirlo, pero son pocos y en ocasiones representan las convenciones teatrales más tradicionales, y no necesariamente las de vanguardia. Nuevamente, todo esto es una reflexión basada en mis experiencias personales. No pretendo, ni intento, presentar un análisis del ámbito latino del teatro en Chicago.
Dicho esto, la realidad es que dentro de todas las limitaciones que pueden presentar los mismos prejuicios de siempre, el teatro en Chicago es tan diverso y atrevido, que un escritor como yo, sin experiencia alguna, puede llegar a las tablas y encontrar otra manera más de canalizar inquietudes artísticas. Para parafrasear a William S. Burroughs y aplicarlo al teatro latino en Chicago: ‘Todo está permitido».