De la sala de arte a la naturaleza, y viceversa
A lo largo de los tres últimos años, diez reconocidos creadores plásticos han sido invitados por la Fundación Fist_Art a desarrollar intervenciones de localización específica en los espacios naturales que rodean sus instalaciones en Dorado. Con la reivindicación del respeto hacia el paisaje y con la defensa de una convivencia justa sin que tercie la amenaza de un más que cuestionable desarrollo, Árboles, del artista conocido como Pseudo Mero, es una denuncia artística de la desvinculación creciente que existe entre el ser humano y la naturaleza. A través del relevo del entorno urbano como soporte de las prácticas del graffiti, en este proyecto se entona un himno poético y visual en honor a la hermandad entre el reino vegetal y el humano, donde ninguno de los dos cercena o devora al otro y en el que el arte, en su definición más extensa, es el eslabón que une aquellos entes que jamás debieron alejarse.
Cuando, por el contrario, triunfa la barbarie, empujada por el aliento de la avaricia y el desdén hacia la vida ajena, intervenciones como la que se efectúa Rafael Trelles en The Forbidden Tree nos advierte sobre los peligros que entraña el ultraje irrefrenable hacia la naturaleza. Recurriendo a mitos como el de la muerte del Árbol del Edén y estableciendo una identificación entre el paraíso bíblico y nuestro planeta, este proyecto se enciende en la oscuridad de la noche con la esperanza de que se asuma el progreso como la recuperación de un pasado de armonía y de respeto hacia una edénica Tierra.
Si otear con añoranza modelos de bienestar pretéritos es la opción que defienden algunos artistas actuales, el enfoque en los sistemas de convivencia que establecieron culturas milenarias es también una apuesta común entre ellos. La recreación de ritos atávicos de connotaciones mágicas o sobrenaturales, como la que plantea Dhara Rivera en Homenaje al Pterocarpus, nace como producto de una investigación artística para el rescate del hermanamiento entre los humanos y la naturaleza. Tomando aquí como ídolo a una especie arbórea, un performance dirigido por la misma artista evoca las prácticas religiosas de culturas extinguidas, en el ánimo de reavivar un equilibro agonizante y de insuflar un aliento de vida a unas especies abocadas a extinguirse si no se atajan los daños que se infligen al medio en el que siempre han vivido.
En la línea de la emulación de ritos ancestrales, la práctica simbólica de una arqueología mítica se plantea también en The Regeneration Circle, de Vimarie Serrano. La meticulosa disposición de ocho espejos que provocan una multiplicación visual de carácter infinito activa una metáfora sobre la eternidad de la vida de los árboles, los cuales eran objeto de culto para la mitología celta en la creencia de que estos eran fuentes de energía inagotables. La reserva natural de Pterocarpus Officinalis sobre la que se desarrolla esta intervención artística se arropa de un halo de respeto y de espiritualidad devota que, junto a la metáfora de lo infinito, invita a una experiencia estética asociada a lo sublime, en la que el ser humano es consciente de sus estrechas limitaciones frente a la inmensidad de las fuerzas de la naturaleza.
Las prácticas sagradas de culturas ya extinguidas son también el corazón conceptual de Sandtrap, de Javier y Jaime Suárez. La invención de un sistema arcaico de caracteres gráficos, acompañado del uso de pigmentos naturales, sirve para establecer un mecanismo de comunicación con el pasado. Las connotaciones mágicas que despierta este proyecto se activan por la improvisación con que se desarrolla el proceso creativo, con el que se tiende un puente espiritual hacia prácticas rituales propias de cultos atávicos. La naturaleza, a su vez, se convierte en un lienzo desnudo sobre el que ejecutar la obra de arte.
Apartando momentáneamente las miradas de tinte nostálgico, el panorama que es posible atisbar desde el presente no resulta prometedor en absoluto. La contaminación ambiental y los residuos de toda índole representan una amenaza alarmante para todas las especies del planeta. En (Re), de Teresa Mulet, es un proyecto de connotaciones ecologistas en el que se activa a la comunidad en una labor artística con el reciclaje como telón de fondo, con el objetivo de concienciar sobre la repercusión que sencillos gestos cotidianos pueden llegar a tener sobre la recuperación del equilibrio vital de la naturaleza.
An Occupied Space, de Quintín Rivera Toro, plantea que la contaminación también existe en el presente en forma de imágenes y de sonidos impuestos a la sociedad en niveles aberrantes. Tras las experimentaciones del artista con la imposición de billboards con la imagen del cielo entre la saturación de anuncios publicitarios, y no al contrario, es en esta ocasión una enorme cartelera de firmamento plástico la que se abre hueco a través de la frondosidad de un bosque cuajado de ramas y de hojas. La exuberancia de la naturaleza y la artificialidad del arte compiten entre ellas por imponer su presencia, a la vez que empujan hasta el límite el concepto tradicional del paisaje.
Naturaleza y artificialidad, realidad frente a ficción, son también los componentes principales del canto científico-poético que se entona en According to Buoyancy, de Manuel Rodríguez. La flotabilidad de un jardín diseñado según las directrices del ingenio humano se convierte en una experiencia visual imbuida de connotaciones mágicas, aunque tampoco exenta de ironía. La gestión del evento artístico, que va desde la fantasía caprichosa en la mente del artista hasta su elaboración con el apoyo de recursos mecánicos y humanos, hacen que su trabajo trascienda desde una dimensión individual hasta alcanzar un talante colectivo.
En otras ocasiones, como sucede en Tree Boat, del coreano Myeongbeom Kim, la experiencia del artista en el proyecto se identifica con la de un individuo creador ajeno a la mirada de los otros, acentuando la importancia del proceso frente a las expectativas plásticas de un resultado concreto. La adopción de la experiencia de la huida propia del exilio y de las mareas migratorias proponen, asimismo, una reflexión más amplia acerca de la propiedad de la tierra y en torno a la artificialidad de las fronteras. La nostalgia hacia el paisaje que se va dejado atrás en el proceso de partida, a veces sin la esperanza de un deseado retorno, viene a ser sustituida por la posesión de un recuerdo de esa tierra, por la carga de un equipaje colmado de terreno, ya sea metafórico o concreto.
La naturaleza, parecen comunicarnos los artistas de estas diez intervenciones, es una fuente inagotable de procesos asombrosos y de seres fascinantes. Uno de los espectáculos a los que en ocasiones nos invita aquélla tiene como protagonista a la vida acuática isleña. La fugacidad del fenómeno artificial de la bioluminiscencia que se lleva a cabo por Miya Ando, en Obon, se vincula con la afirmación de la transitoriedad de la existencia y de la naturaleza. El transcurso de las hojas sobre el agua, cuajado de una sensación de paz y de armonía hacia la vida que nos rodea propone, asimismo, estrechos lazos conceptuales con algunos cultos religiosos conectados con la adoración a los seres pretéritos y con las manifestaciones casi sobrenaturales que se desarrollan sobre la faz de la tierra.
Abierta a partir del jueves 11 de octubre, en la Sala de las Artes de la Universidad de Sagrado Corazón, a las 7.00pm, Archivos de lo efímero es una colección de huellas visuales que confieren permanencia a estos diez proyectos artísticos asociados a la naturaleza, concebidos desde sus inicios para ser perecederos. A través de la fotografía y del video, también de la mano de reconocidos creadores plásticos, se exhibe en este espacio la documentación de unos procesos artísticos que por su fugacidad y por su talante irrepetible no estuvieron al alcance de un público extenso, convirtiéndose a partir de ahora en reliquias visuales, en vestigios impregnados de una aureola de magia que transportan la memoria de una experiencia colectiva al espacio de la galería o del museo. La etiqueta que comúnmente cataloga estas intervenciones como arte en la tierra continúa siendo objeto de una activa revisión, con la preocupación creciente por el estado vital de nuestro planeta como foco de debate artístico y junto al estrechamiento de los lazos entre el ser humano y el espacio primigenio de su hábitat, la naturaleza.