De puentes e islas: la narrativa archipielágica de Tiphanie Yanique
Pagando una deuda
En marzo del 2007 estuve en la Universidad de Brown presentando mi trabajo comparativo sobre las experiencias coloniales de Puerto Rico y Martinica. Al final de mi charla, se me acercó un estudiante que se identificó como nativo de las Islas Vírgenes estadounidenses y me preguntó con mucho interés sobre las similitudes y diferencias entre la relación política de Puerto Rico y las Islas Vírgenes con Estados Unidos. En aquel momento tuve que confesar que no conocía los detalles sobre cuáles eran las diferencias entre la situación política de ambos países, ni podía explicar los motivos que podrían justificar tales diferencias. Este silencio en mi conocimiento sobre la relación entre estas dos zonas se hizo aún más elocuente una vez comencé a estudiar el tema y me enteré de los vínculos migratorios entre Puerto Rico y las Islas Vírgenes. Este ensayo es mi modo de contestar esa pregunta que evidenció la profunda ignorancia que permea en el Caribe sobre nuestras historias compartidas de migración, colonialismo y diáspora.
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Islas sin puente: Puerto Rico y las Islas Vírgenes
En su sugestivo texto Tratado del Todo-Mundo (1997), Édouard Glissant propone el archipiélago como un modo de pensamiento que puede transformar las maneras en las que se piensa sobre las islas del Caribe:
El pensamiento archipielar encaja bien con la estampa de nuestros mundos. Le toma prestadas la ambigüedad, la fragilidad, la derivación. Admite la práctica del desvío, que no es ni huida ni renuncia. Reconoce el alcance de las imaginerías de la Huella y las ratifica. ¿Acaso no es renunciar a gobernarnos? No, es sintonizar con esa parte del mundo que, precisamente, se ha extendido en archipiélagos, esas a modo de diversidades en la extensión, que, no obstante, aproximan orillas y desposan horizontes. Nos damos cuenta de qué lastre continental y agobiante, y que llevábamos a cuestas, había en esos suntuosos conceptos del sistema que hasta hoy han empuñado las riendas de la Historia de las humanidades y han dejado de ser adecuadas para nuestros desperdigamientos, nuestras historias y nuestros no menos suntuosos derroteros errabundos. La idea del archipiélago, de los archipiélagos, nos franquea esos mares. (33).
Quiero aceptar la invitación de Glissant a concebir el archipiélago más allá de lo geográfico y cartográfico, para asumir el archipiélago como poética, estructura narrativa, modo de pensamiento. Acepto también el desafío de trascender el lastre continental, para pensar la constelación de tierras y mares que se articula en un sistema o desperdigamiento, y que posibilita con ello definir el Caribe más allá de sus límites regionales y culturales.
Para intentar este tipo de reflexión, me gustaría comentar un texto que me parece que explora lo que concibo como poética archipielágica. Me refiero, específicamente, al cuento “The Bridge Story: A Short Collection” publicado por Tiphanie Yanique en su colección de cuentos How to Escape a Lepper Colony (2010).
Yanique es una escritora nacida en las Islas Vírgenes, que encarna en su propia genealogía la noción de lo archipielágico, pues sus lazos familiares la vinculan con Santo Tomás, Tortola, Santa Cruz, Dominica y la experiencia diaspórica caribeña en Nueva York. Su obra literaria incluye tres libros: el que comento en este ensayo, I am the Virgin Islands (2012), un libro escrito a petición de la primera dama de las Islas Vírgenes para los niños de esta zona y que incluye relatos de Yanique y fotos de Moses Djeli; y su primera novela, Land of Love and Drowning (2014), narrativa histórica que acaba de salir publicada este verano en Riverhead Books y que narra las experiencias de tres generaciones de una familia de las Islas Vírgenes.
Antes de pasar a comentar brevemente el relato que me interesa explorar en más detalle, es necesario mencionar unos datos muy escuetos sobre las Islas Vírgenes, “hermanas gemelas” de Puerto Rico en su condición colonial con Estados Unidos, sobre las que ignoramos mucho en nuestro país. Las Islas Vírgenes estadounidenses están compuestas por tres islas principales —conocidas por sus nombres en inglés como St. Croix, St. John y Saint Thomas— además de Water Island y otras 50 islas menores que se consideran parte de este archipiélago.
Originalmente conocidas como las Indias Occidentales danesas, las Islas Vírgenes fueron controladas por los españoles, ingleses, holandeses, franceses y daneses, hasta que pasaron definitivamente al control danés a fines del siglo 17 (Santa Cruz fue comprada a Francia en 1733). Desde 1867 los Estados Unidos comienzan gestiones para adquirir estas islas, primero como parte de un proyecto de expansión “pacífica”, más tarde tratando de asegurar una ruta al futuro canal de Panamá, y a principios del siglo 20 intentando evitar el control de las islas por los alemanes durante la primera guerra mundial. Las gestiones de adquisición de las islas se complicaron y dilataron por varias razones, y la compra final no se llevó a cabo hasta 1917. Aunque el gobierno danés trató de negociar un plebiscito local y la ciudadanía estadounidense para los residentes de las islas, la venta final, por un total de $25 millones de dólares, no incluyó provisiones favorables para la autodeterminación local en el proceso de transferencia de las islas a los Estados Unidos. Como resultado, entre 1917 y 1931 las islas fueron administradas por la Marina de los Estados Unidos y en 1932 pasaron al Departamento del Interior. Inicialmente las personas nacidas en las Islas Vírgenes eran consideradas “U.S. nationals”, pero no eran ciudadanos de los Estados Unidos. En 1927, y por medio de una decisión del congreso, se le extendió la ciudadanía estadounidense a los nacidos y residentes en esta zona a partir de 1917. El Acta Orgánica revisada en 1954 rige a las islas como un territorio organizado, pero no incorporado a los Estados Unidos. Esto quiere decir que la constitución estadounidense no aplica del todo en estas islas, pero el congreso ha establecido el gobierno de esta región por medio de legislación (Fallon). La Oficina de Asuntos Insulares del Departamento del Interior administra estas islas desde la década del 1950, y con ello las Islas Vírgenes pasan a compartir con nuestro país la condición anómala de las asociaciones libres, los “commonwealths” y territorios no incorporados de los Estados Unidos (Fallon).
Los gobernadores de esta zona fueron nombrados por el congreso hasta el 1970, momento en que las Islas Vírgenes eligieron su primer gobernador. En 1993 se llevó a cabo un referéndum sobre el estatus político de estas islas, pero sólo 30% de los habitantes participaron en el mismo, por lo cual el resultado (apoyando el status actual) no se consideró válido (Sekou). En 2009 la quinta convención constitucional propuso una constitución para las islas, que fue rechazada por el congreso de los Estados Unidos en 2010. En el 2011 se radicó una demanda federal en la corte del distrito federal de las Islas Vírgenes exigiendo representación en el congreso de los Estados Unidos y derecho a votar en las elecciones presidenciales continentales, pero el caso fue desestimado en agosto del 2012.
En el presente las islas cuentan con una población aproximada de 106,405 personas (Censo 2010), que se compone de aproximadamente un 70% afrocaribeños, 17.4% hispanos o latinos de cualquier raza (de los cuales10.3% son puertorriqueños y 5.4% dominicanos), 15.6% blancos no hispanos, 1.4% asiáticos, 2.1% interraciales y 4.5% otros. (“United States Virgin Islands”). La lengua oficial es el inglés, aunque se habla un creole inglés que se conoce como “dialecto” y que se utiliza coloquialmente. Como resultado de la inmigración creciente desde las islas vecinas, el español es una lengua importante en la zona. Por ejemplo, el 35% de la población en Santa Cruz habla español. Los grupos religiosos predominantes son los Bautistas, Católicos, y Episcopales. Las religiones afrocaribeñas también tienen un importante arraigo en la zona, como es el caso en el resto del Caribe (“Culture of the United States Virgin Islands).
Los vínculos entre las Islas Vírgenes estadounidenses y Puerto Rico trascienden la situación colonial compartida como territorios no incorporados de los Estados Unidos. Por suerte, además, hoy contamos con el trabajo de Nadjah Ríos Villarini y Mirerza González-Vélez, entre otros, que están estudiando las relaciones históricas entre Puerto Rico y las Islas Vírgenes (2010, 2014). Se han documentado intercambios migratorios entre Puerto Rico y las Islas Vírgenes desde principios del siglo 19. Sin embargo, en 1917, a raíz de la compra de las Islas Vírgenes, y con la imposición de la ciudadanía estadounidense a los nativos y residentes de la isla de Puerto Rico, se facilita la inmigración entre estas islas (Dookhan 1994, Rabin 2009). Por ejemplo, con la adquisición de las Islas Vírgenes, el gobierno militar dejó de favorecer la inmigración de trabajadores que entonces se consideraban extranjeros para estimular la inmigración de ciudadanos estadounidenses. El posterior establecimiento de las bases militares estadounidenses en Vieques y Culebra, junto con el declive de la industria azucarera, promovió la emigración de viequenses a otras islas. En este contexto ocurre la inmigración viequense a Santa Cruz, y ello explica la presencia de una comunidad de puerto-cruceños en esta isla. En 1964 el Acta No. 1075 designó el Día del Descubrimiento (12 de octubre) como el Día de la Amistad de las Islas Vírgenes y Puerto Rico, y este día se sigue celebrando aún en el presente (https://www.youtube.com/watch?v=i2EKDtVqcLg).
Las experiencias de algunas de estas familias de inmigrantes fueron documentadas en un folleto publicado por el Comité para la Amistad entre las Islas Vírgenes y Puerto Rico (2007), que está estudiando la colega Mirerza González-Vélez, de la Universidad de Puerto Rico-Río Piedras. Nadjah Ríos Villarini, por otra parte, estudia los problemas idiomáticos que confrontan los estudiantes puerto-cruceños. (Para más información, ver aquí)
Es en este contexto que me interesa comentar brevemente la narrativa de Tiphanie Yanique, y en particular lo que denomino como su poética archipielágica, utilizando su cuento “The Bridge Stories” como punto de partida.
El archipiélago como poética: “Las historias de los Puentes” de Tiphanie Yanique
Conocí a Tiphanie Yanique en Rutgers en el 2011, cuando asistí a una lectura de sus cuentos. Emocionada al escuchar relatos sobre un grupo de islas vecinas que comparten con Puerto Rico una serie de experiencias únicas que resultan difíciles de comprender para muchos otros caribeños, le pedí a Tiphanie su autógrafo:
La dedicatoria de Tiphanie en mi ejemplar funcionó como una segunda invitación a rebuscar un poco más en la historia compartida de nuestras islas, para entender los relatos que nos propone esta autora. No sería hasta dos años más tarde, cuando ofrecí un curso graduado titulado “Debates en los estudios comparados del Caribe” —y en el que me enfoqué en debates sobre colonialismo, creolización y estudios archipielágicos— que regresé a los relatos de Yanique. En esa ocasión, Enmanuel Martínez, uno de mis estudiantes graduados en el Programa de Literatura Comparada en Rutgers, aceptó con entusiasmo mi invitación a leer el texto de Yanique como ejemplo de una poética archipielágica. En sus presentaciones y en su ensayo titulado “Archipelagic Content & Form in Tiphanie Yanique’s ‘The Bridge Stories: A Short Collection’”, Martínez analiza las poéticas archipielágicas en el cuento “The Bridge Stories”. Su ensayo propone el género del cuento en la antología como un modo de escritura archipielágico. Su análisis se enfoca en el uso de la oralidad y el testimonio, y los propone como modos narrativos alternativos, cercanos a la poética rizomática glissantiana, en los que se realza el tipo de identidades intersubjetivas múltiples producidas por la historia y geografía del archipiélago del Caribe. Mi breve lectura en este caso se enfoca más bien en los modos en que el relato de Yanique se refiere a la constelación o sistema de redes históricas, espaciales y geográficas que caracteriza el archipiélago caribeño y los traduce en un modo particular de narrar que se basa en la imbricación de tramas breves en las que se entrecruzan las experiencias y perspectivas de un grupo de personajes. Este estilo de viñetas en las que se imbrican voces, perspectivas y acciones traduce en estructura narrativa lo que Glissant describió como el modo de pensar archipielágico. En este caso el archipiélago es simultáneamente categoría geográfica, metáfora y motivo estructurador del relato.
Por ejemplo, en el cuento “The Bridge Story” la voz narrativa se nutre de géneros narrativos de origen medieval, tales como la historia intercalada y la parábola. Cada viñeta se refiere a un personaje que está vinculado a los demás porque todos viven en el archipiélago caribeño en el momento en que un artista ha decidido construir una serie de puentes de cristal que van a comunicar y conectar todas las islas. La historia del artista que construye el puente conectando todo el Caribe en realidad sirve de marco a tres historias entrelazadas que tienen lugar en la isla de Santa Cruz el 3 de julio, día en que se celebra la emancipación de los esclavos en 1848, y la víspera de la celebración del 4 de julio en Estados Unidos. La fecha en que tiene lugar la acción es muy significativa, porque se refiere a las múltiples dimensiones históricas y coloniales que marcan la historia de estas islas: la emancipación remite al pasado danés de las islas y la fiesta de independencia al presente colonial estadounidense. Al mismo tiempo, en el relato se contraponen dos dimensiones del discurso moderno sobre la libertad: el discurso emancipatorio de las sociedades abolicionistas con el discurso nacional independentista. El producto de esa imbricación es la postulación de un pensamiento, estética y estructura archipielágicas. Veamos cómo se articulan las diferentes dimensiones del cuento.
La primera viñeta detalla la historia de un artista que hacía joyería en forma de puentes y un día, estimulado por su familia, emprende un proyecto más amplio:
There was a bridge maker. He made bridges that people put in their earlobes and around their fingers. Tiny little bridges…
His living family insisted that he leave a real legacy. He was famous for small things. They wanted him to be known for big things. So he built a real bridge. Paid for by the Yankees—not to honor his memory, but really for their own convenience. […] Huge and stretching from Guyana—the place in the world most south—to Miami—the place in the world most north. Before allowing the public to walk on the bridge he gathered all his family onto it for a picture. But the bridge was built like his others, the only way he knew how, delicate and pretty but not able to bear weight.
When the picture flashed—a big, beautiful, blinding light—the bridge fell apart. And not only in that spot but in places all over the Caribbean, so the many families who have gathered to take pictures (without express permission) also went into the ocean. ( 15)
Este pasaje incluye muchos detalles interesantes, pero me limitaré a señalar dos. Por una parte, los puentes construidos por el artista vinculan al Caribe insular y continental con un proyecto financiado por los intereses estadounidenses. En este contexto el archipiélago se define como una constelación de territorios insulares y continentales articulada por una mirada imperial. La red de puentes parece referirse simultáneamente al proyecto nacional fallido de la Confederación antillana en el Caribe hispano en el siglo 19 y la Federación de las Indias Occidentales en el Caribe inglés de la década del 1950, y/o a los archipiélagos neocoloniales y transnacionales del siglo 21. Por otra parte, el proyecto mismo de los puentes es simultáneamente ilusorio y efímero. El artista construye puentes de cristal que colapsan justo el día en que se celebra la conjunción contradictoria de la emancipación de la esclavitud y de la asimilación colonial a la república de los Estados Unidos.
El resto de las viñetas del cuento son, literalmente, las historias de las otras personas que están en alguno de los puentes cuando el sistema completo de redes colapsa. Cada una de esas viñetas invoca al mismo tiempo otra dimensión de la múltiple otredad caribeña que surge a partir de las diásporas coloniales continuadas que caracterizan esta región del planeta. La segunda viñeta es la historia de Margo, una mujer nacida en Dominica, originalmente de una familia pentecostal, que se convierte en musulmana para casarse con Rashaad, con quien luego se muda a Santa Cruz. El matrimonio de Margo y Rashaad se encuentra en crisis, y Margo ha estado viviendo en Dominica, lejos de su casa y su marido por 8 años. La crisis se representa en la dispersión religiosa de la familia:
Her family had moved on. Her son was Rasta and had exactly three wives—two of them were Ethiopian Orthodox and the other was a teenage devotee of an Egyptian faith long dead in Egypt. Her daughter had converted to Christianity. Her husband had become more devoted to Islam as his children swept away. But now Margo was returning. She’d heard about the brigde. Who hadn’t? All of the Caribbean was talking about it. (16-17)
En esta viñeta el tema religioso funciona como hilo no-conductor de la trama. Margo regresa, sin embargo, ante la promesa de los puentes como un posible modo de rearticular la unidad familiar perdida. Al llegar a su casa, el marido no está y Margo decide caminar en uno de los puentes mientras lo espera. Desde el puente, Margo avista una embarcación en la que cree distinguir a su marido con otra mujer, y salta del puente justo antes de que éste colapse.
La próxima viñeta es la historia de Salli y Toni, cuya relación fracasa justo en el momento en que su hijo Pete está a punto de irse a los Estados Unidos a estudiar en una escuela católica. Toni es un pescador, que enfrenta la crisis de su profesión como resultado del proyecto de construcción de los puentes. Salli decide abandonar a Toni para irse a vivir con Mr. Kenny, porque no quiere seguir viviendo con los escasos recursos de su marido. Salli le confiesa a Pete que Toni no es su verdadero padre, y tras recibir esta noticia padre e hijo intentan encontrar un modo de mantener una relación familiar durante los últimos días de estancia de Pete en la isla. El 3 de julio, Día de la Emancipación, padre e hijo deciden salir a pescar juntos. Ese mismo día, Margo (el personaje de la historia anterior) ve a la pareja en una embarcación cuando camina por uno de los puentes. Margo salta al vacío en el mismo momento en que colapsa el sistema entero de puentes y Pete trata de salvarla. En este caso, la crisis económica de la región vulnera la unidad familiar, así como la estabilidad política y económica de la zona. Los puentes parecen ser una frágil alternativa que termina agudizando la crisis sistémica de la economía regional.
La tercera historia es la de una joven puertorriqueña que decide competir por el título de Miss Emancipación en Santa Cruz para ganarse el afecto de su novio, a quien cree perdido porque ha encontrado una nota de amor de otra chica que su novio ha recibido tres años antes de conocerla. Guadeloupe es novia de Juan Diego, en una referencia a la historia que le da origen a la versión nacionalizada del culto a la Virgen de la Guadalupe en México. El vínculo con México es interesante en el contexto caribeño, puesto que la llegada a la Nueva España marca el inicio de la colonización de la tierra firme que desplazó al Caribe insular del centro del proyecto imperial español. El archipiélago caribeño no puede competir con la riqueza de recursos y de infraestructura que caracteriza el desarrollo virreinal promovido por la metrópolis en la Nueva España. Es en ese momento en que el Caribe se convierte en la colonia de la colonia. En ese contexto también, el discurso criollista reinventa una inflexión local a la identidad española virreinal, por medio de la celebración y culto a la Virgen de la Guadalupe, como la patrona de los indígenas mexicanos. La culminación de este discurso es, como sabemos, el discurso de consolidación nacional mexicano. En este relato histórico el Caribe se convierte en el “archipiélago de México” y el virreinato de la Nueva España se convierte en el centro del imperio español que más tarde constituye la república de México.
Por eso no nos sorprende que en esta viñeta la protagonista puerto-cruceña compita con varios relatos de carencia. Por una parte, no puede aspirar a ser el primer amor de Juan Diego. Por otra, aunque logra obtener el premio de Miss Emancipación por mérito propio, no logra encarnar la realidad histórica que su título celebra, por su ascendencia puertorriqueña, su condición de puerto-cruceña, y su fenotipo racial que la identifica más como hispanocaribeña que como afrocaribeña de las “West Indies”. Incómoda ante lo que parece una serie de ansiedades irresolubles, Guadeloupe corre hasta el puente. Allí avista a Margo, a Toni y a Pete:
There was a black sack figure crossing the bridge too. There were two figures in a boat just below. It was late, dark. The moon was high and crescented. She wanted to be on top of that moon. She wanted it at her feet—like a boat to get her across anything. She was such a frigging drama queen. She couldn’t know what she had in common with these three figures. But she felt she had to choose one set or the other. (29)
Éste es el momento justo antes del colapso de toda la red de puentes. Guadeloupe descubre en ese momento su capacidad para fungir como puente humano y trascender todas sus carencias. Pero al mismo tiempo, la voz narrativa nos revela que nuestra protagonista no tiene la capacidad de reconocer ni articular un discurso que nos permita acceder a una narrativa mayor. Y entonces todos los puentes colapsan y el relato termina.
El archipiélago aparece aquí en varios niveles. Literalmente, es el lugar donde ocurre la acción, pues los personajes de todas las viñetas coinciden en Santa Cruz, pero conectan la isla con Dominica, países en África y Asia, los Estados Unidos, Puerto Rico, y muchos otros puntos del Caribe. Pero al mismo tiempo, el archipiélago es un referente al modo en que cada personaje se vincula con una red de significados y equívocos provocados por la yuxtaposición de sus historias. Margo avista a Toni y a Pete pero los confunde con su marido y otra mujer; Pete ve a la mujer saltar del puente y pierde su vida intentando salvarla; Guadeloupe ve pasar a Margo y siente su aura maternal pero no puede comunicarse con ella. La estructura misma del relato se divide en ínsulas narrativas que no funcionan a pesar de que se conectan entre sí. Las conexiones son frágiles, temporeras, a veces hasta ilusorias. Guadeloupe siente al final que puede darle un sentido a la constelación de islas y personajes, pero el relato acaba antes de ese momento de culminación total.
A un nivel macroestructural, o político, si se quiere, el archipiélago es también la metáfora que se articula en la red de puentes que se caen de repente. Quizá se trate de una alusión a la fragilidad histórica de la Confederación caribeña… pero muy probablemente el archipiélago se refiera a las delicadas redes transnacionales y globales que caracterizan los espacios coloniales y postcoloniales del Caribe en el presente. Al final el relato propone una serie de significados que arman tramas localizadas, pero que no logran (o quizá ni siquiera aspiran) a consolidar un significado completo, o una narrativa coherente y consistente para todas las viñetas. Las voces y perspectivas del gran relato coexisten sin proponer un significado único o claro, de manera que en el cuento el archipiélago es simultáneamente fuerza centrípeta y centrífuga, sentido y sinsentido, transparencia y opacidad. Y quizá es en ese gesto doble en donde “The Bridge Stories” logra consolidar su teorización del archipiélago como un modo de pensar, una poética y una narrativa para el Caribe en la que se sospecha que lo que conecta todos los puntos de ese espacio son precisamente las diferencias inmensas en que coexisten en fascinante desperdigamiento.
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