EEUU: ¿La elección más importante del Siglo 21?
“When the going gets weird, the weird turn pro.”
Hunter S. Thompson
Con la selección del neoconservador Paul Ryan para completar la papeleta Republicana y las convenciones nacionales a la vuelta de la esquina – los Republicanos se congregarán en Tampa, Florida, del 27 al 30 de agosto y los Demócratas en Charlotte, Carolina del Norte, del 3 al 6 de septiembre- los comicios presidenciales norteamericanos entran en la proverbial recta final. Ante el volátil momento histórico que se vive –la crisis en la Eurozona, las luchas por la democratización y unificación económica de Latinoamérica, múltiples conflictos internos en Oriente Medio y África, la entrada de las economías de Brasil, Rusia, India y China al escenario global, un posible conflicto bélico entre Israel e Irán, la dramática polarización política en los propios Estados Unidos y los efectos del calentamiento global, por tan sólo mencionar algunos– quien gane la presidencia de la todavía mayor potencia económica y militar del planeta tiene una importancia sin paralelos desde el fin de la Guerra Fría, quizás desde la Segunda Guerra Mundial.
El incumbente: Presidente Barack Obama
Cuando el joven senador de Illinois juramentó la presidencia en enero del 2009, muchos en todo el planeta anticiparon un “nuevo amanecer” en la política norteamericana tanto a nivel doméstico como internacional. Un valiente e histórico discurso ante los estudiantes de la Universidad del Cairo y un desacertado Premio Nobel de la Paz aumentaron las expectativas que los designios del todavía desconocido para muchos “complejo militar-industrial-congresional” en muy poco tiempo troncharían. El Presidente Obama heredó no tan sólo una economía nacional en crisis y en picada sino dos ocupaciones militares al otro lado del planeta y una “guerra global contra el terrorismo” cuyas implicaciones y verdadera extensión son aún desconocidas. Obama sería el Principal Oficial Ejecutivo (CEO) de la “Gran Corporación”, pero la Junta de Directores estaría y está en manos del Pentágono, Wall Street y un Congreso altamente polarizado que es alimentado por –y a su vez alimenta a– los anteriores dos. A fin de cuentas, y como todos los demás presidentes modernos posiblemente desde Franklin Delano Roosevelt, Barack Hussein Obama no es más que un mero actor de reparto en la política norteamericana.
Como actor de reparto, sin embargo, Barack Obama ha sido uno de los más eficaces y astutos presidentes de las últimas décadas. El hecho de que con toda probabilidad (a menos de que ocurra algo verdaderamente dramático de aquí al 6 de noviembre) se convierta en el segundo presidente Demócrata en ser reelecto desde Roosevelt así lo evidencia. Siguiendo estrategias similares a las del Presidente Clinton –aunque su equipo de trabajo lo niega vehementemente– Obama entregó sus políticas domésticas e internacionales a Wall Street y al Pentágono respectivamente para enfrascarse en una lucha fratricida con el Congreso por un plan de salud universal que todavía no está completamente implementado. Al igual que ocurrió con Clinton, el resultado político fue un desgaste que le costó la Cámara de Representantes en los comicios de medio término del 2010, plataforma que han utilizado los Republicanos para entorpecer prácticamente todas las iniciativas del Presidente. Al igual que ocurrió con Clinton en las elecciones de medio término del 1994, cuando la victoria Republicana (la mal llamada “Revolución de Gingrich”) resultó en una situación similar, el efecto neto en términos políticos fue el de avivar los grupos de base que tradicionalmente apoyan al Partido Demócrata. Obama ha explotado hábilmente los desmanes Republicanos para avivar a grupos que habitualmente apoyan a los Demócratas como lo son los hispanos, los sindicalistas, los afroamericanos, la población GLTG y otros similares camino a noviembre.
El retador: Willard Mitt Romney
Willard Mitt Romney: mormón, hombre de negocios, político y nuevamente candidato a la nominación para la presidencia por el Partido Republicano. Mitt Romney nació para ser presidente, o por lo menos eso cree él, aunque anteriormente perdió la nominación de su partido en el 2008 ante el Senador John McCain. Hijo de George W. Romney, el exgobernador de Michigan y también precandidato a la presidencia en el 1968 (también perdió, pero frente a Richard Nixon), el joven Mitt se dedicó al lucrativo negocio del “private equity investment” con la controvertible firma de Bain Capital antes de entrar al mundo de la política en el 1994, cuando retó y perdió frente al poderoso incumbente senador de Massachusetts, Ted Kennedy. En el 2002 Romney aspiró y se convirtió en el septuagésimo Gobernador de Massachusetts. Durante su único término como Gobernador (no aspiró a la reelección), a Romney se le atribuye eliminar un déficit proyectado de unos $3 billones reduciendo ayudas para educación secundaria y a gobiernos locales, eliminado “loopholes” contributivos para corporaciones y beneficiándose de ayudas federales y aumentos a las ganancias de capital previamente aprobados por la anterior administración. Como Gobernador de Massachusetts, Romney, irónicamente, implantó un sistema de salud universal que muchos dicen sirvió de modelo para el sistema que el Presidente Obama recientemente implantó a nivel nacional y que Romney regularmente critica.
Al igual que el Senador McCain hace cuatro años, Romney está a punto de obtener la nominación de su partido para la presidencia, no por ser el favorito de muchos sino la segunda opción de casi todos. Una brutal y costosa primaria contra adversarios tan coloridos como el flemático Rick Santorum, el introvertido Ron Paul o el bombástico Newt Gingrich –por no mencionar al pomposo Donald Trump, el vaquero tejano Rick Perry, el “Padrino de la Pizza” Herman Cain y la paranoica Michelle Bachmann–- lo llevó a tener que asumir posturas muy poco populares y a comprometer su atractivo récord como el Gobernador “moderado” de Massachusetts. El financiamiento de una campaña eficaz no debe ser problema para Romney. Su fortuna personal (la cual ha utilizado en el pasado para sus aspiraciones políticas) está estimada en, al menos, sobre $250 millones. La infame decisión del Tribunal Supremo Federal en “Citizens United”, otorgándoles a las corporaciones los mismos derechos que a un elector común y corriente y permitiéndoles crear comités de acción política “PACs” sin restricciones, le dan una ventaja sin precedentes sobre Obama.
El campo de batalla: Estados Unidos de América, 2012
La selección del congresista de Wisconsin y presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara, Paul Ryan, para acompañar a Romney en la papeleta presidencial en este ciclo electoral evidencia la polarización política que aflige al Partido Republicano en particular y a la nación norteamericana en términos generales en este particular momento histórico. El católico Ryan, ferviente admirador de Ayn Rand y de sus ideas sobre la “moralidad del capitalismo”, se ha convertido en uno de los “niños símbolos” del “Tea Party Movement” con sus extremadamente controvertibles propuestas para escalonadamente eliminar el programa MEDICARE y convertir los programas de MEDICAID y ASISTENCIA NUTRICIONAL en ayudas en bloque para los estados. La selección de Ryan, quien ha sido descrito por lo bajo por varios comentaristas políticos de ambos lados del pasillo ideológico como “Sarah Palin sin pene”, es una concesión a la reaccionaria y fundamentalista ultraderecha ala del Partido Republicano que complementa sus limitados, pero muy activistas, vocales y organizados electores con multimillonarios “padrinos” y un acceso ilimitado a los medios de comunicación masiva gracias al patrocinio de “formadores de opinión” como Rush Limbaugh, Glenn Beck, Sean Hannity, Bill O’Reilly y muchos otros más.
A la Palin, también por lo bajo, muchos líderes “tradicionales” Republicanos le han pedido que “ni se aparezca por Tampa” durante la última semana de agosto. Pero su ausencia, aún si se logra, en nada altera el nuevo balance de poder que gracias a “Citizens United” un conservador Tribunal Supremo les ha otorgado a los grandes intereses económicos norteamericanos sobre al menos uno de los dos partidos políticos hegemónicos norteamericanos. Entre el “Tea Party Movement” por un lado y el “Occupy Wall Street”/ “We are the 99%” por el otro, el panorama político estadounidense no había estado tan polarizado desde el período de los motines en la Convención Demócrata en Chicago en el ’68 y la reelección de Nixon en el ’72. ¡Y anterior a eso, desde la Guerra Civil o Guerra de Secesión casi un siglo antes! ¡El desasosiego y las incertidumbres –casi todas, desafortunadamente, negativas– que las crisis económicas y sociales provocan en las sociedades, aun en las más “civilizadas”, son cuestión de récord. ¡Los libros de historia están ahí! Cuando ocurren o se desbordan en los poderes imperiales o hegemónicos de su particular época, las consecuencias se multiplican exponencialmente.
Los Estados Unidos de América, aunque muy pocos los contemplan desde ésta muy particular óptica, confrontan un gran dilema: desmantelar el Imperio poco a poco, o como decimos popularmente, lo hacen “de cantazo” ¿implosionar o explotar? Quien sea electo presidente en estos comicios del 2012, a pesar de ser un mero actor de reparto, será un reflejo de lo que los grandes y en ocasiones confrontados intereses tienen en mente. Todo parece indicar que Obama debería revalidar en lo que el Partido Republicano se reajusta a los tiempos o finalmente se divide. Pero en un país donde el magnicidio y los golpes de estado de “baja intensidad” han sido parte integral del proceso político, cualquier cosa pudiera ocurrir.
* Publicado originalmente en el semanario Claridad.