El tipo que manda
Una adaptación de una nota en Facebook
Hoy me levanté, y desde el primer paso en el piso, empecé a ver todo tan mal hecho, dentro de un mundo tan mal pensado, que quise volver a dormir. Y no es la aparente improvisación del gobierno, o las decisiones trogloditas de los líderes del país. A mí me dolió algo más profundo que todavía no entiendo. Pero, aún así, me levanto para ver que estamos perdiendo todo y seguimos pensando que es terrible, pero no hacemos nada. Seguimos queriendo un cambio y todos vemos algo que se asoma, pero no pasa nada. Y se conversa hasta el cansancio, y todo se piensa y se dice, y nada.
Así pensando, fui tanteando el malestar «nuestro», y a todas éstas también del mundo. Y por lo general uno padece de esa razón simplista que achaca los males a sólo unos tipos, pero igual sabemos que cada tipo es reflejo de su circunstancia, y esas circunstancias son hechas por otros tipos que llegaron antes. Así que al final no está tan mal como parecería, echarle la culpa a estos tipos que hoy gobiernan, porque serán los culpables de muchas, y quizás peores circunstancias, males y tipos. Respiro.
Seguido me pregunté, qué tendrá que ocurrir, que no acaba y ocurre, para que todo cambie. Suspiré. Noté que son ellos (los que gobiernan), los que están ahí mandando, y no nosotros (los que protestamos). Así que no pude evitar concluir luego, que ellos en efecto, hicieron su lucha para llegar al poder, y lo lograron. Y mi lucha a ningún lado me lleva. Y como imaginando la respuesta me hice la pregunta: ¿qué entonces estará mal en esa trayectoria hacia la administración del mundo, que no consigue dar con gente que se dé en pleno a resolver la desigualdad y la injusticia? ¿Será posible tener un gobierno que sea para el que no tiene riquezas, ni propiedades, ni sólidos árboles genealógicos, o sea, la mayoría? Preguntarse cómo se hace para que gane la mayoría, parecería contradictorio. ¿no?
Así me fui pensando en lo específico, y me dije entonces, ¿cómo es posible que algunos sepan luchar hasta hacerse gobernadores, mientras otros no podamos saber luchar ni para garantizarnos el agua, la comida, y la educación, entre tantas otras cosas? La frontera entre esos dos caminos debe ser muy complicada. Pero sabemos que un gobernador no se hace solo, aunque cualquiera pueda solito hacerse pobre. Parecería que no supiéramos quiénes son ellos, tan bien como saben ellos quiénes somos nosotros. Hay que pagar para ver.
De ahí paso a la pregunta obvia: ¿Cómo llega a ser gobernador un tipo como Luis Fortuño? Eso me atacó primero, pero me contesté rápido, y me dije que la gente lo escogió por ser otro: por ser distinto, como cuando uno prueba un restaurante nuevo por variar. Pero también se escogió tras una buena inversión en campaña. Fue sin duda seleccionado por la mayoría, a partir de cómo se veía, por sus gestos y apariencia, y nada más; bueno, quizás ayudó un poquito la mala reputación del otro, y la obligación de tener que escoger siempre alguno, aunque sea entre dos trapos de limpiar el baño. Aprendimos a votar igual que como aprendimos a comprar: con la televisión.
No obstante, eso quizás puede ser la razón popular: la común y corriente, pero hay una población que tuvo que votar por él en otros términos. Y no hablo del creyente, al que de hecho Fortuño le debe muchísimo (él mismo es uno); más bien, pienso en los grandes ricos del país. Pero lo pensé sólo un momento y aunque creí tenerlo claro, no fue hasta ahora que lo reconocí bien. Esto sería más o menos, el punto de mi historia.
Empezaré diciendo lo que sabemos: Fortuño ganó con el apoyo de los ricos, ellos hicieron que ganara, para poder adelantar sus agendas personales. Eso está claro. Pero está claro desde un principio, y aún así ganó, y por pela con el 52% de los votos. Y mucho de lo que identificamos en él como ineptitud e imbecilidad, es más bien la nuestra por no haberlo evitado. Él lo tenía todo planeado desde pequeño. Por eso hoy tiene el apoyo de esos que hacen el gesto legal de planchar proyectos desde antes de que gane un gobernador, porque los que pagan son los amigos del colegio.
Sin embargo, eso no fue lo que me picó la reflexión. No es tampoco, el que el país ahora se esté cayendo y el tipo se quede ahí, insistiendo en sus estupideces como si no entendiera lo que le está sucediendo. No, no es eso lo que me atribuló desde el momento en que me levanté. Lo que me tiene preocupado es lo siguiente: ¿Cómo es que alguien se levanta un día y se dice, “yo quiero ser gobernador”, y sale por la puerta a intentarlo? Eso, eso es lo que a mí más me extraña y me intriga. Y queriendo entender, me vi obligado a invitarlo a entender a usted conmigo. Y como es posible entender que toda la mierda apesta de sólo oler una pila, pues olámoslo a él para entender nuestra propia peste a mierda. Para los sensibles podría usar una metáfora más digna, podría decir que igual que como se conoce una cava con sólo un sorbo, pero me pareció más apropiado el usar la mierda.
Empecemos diciendo que Luis G. Fortuño Burset nació el 31 de octubre de 1960, en Santurce, Puerto Rico. Y especulemos que de chiquito, sabía que quería vivir para los ricos, así que oró todas las noches por dinero, pues no se puede ser poderoso sin dinero, hasta que un día llegó una hada madrina… Broma, es broma. Pero ahora sí, en serio.
Rompamos con lo harto conocido, digamos que Fortuño se graduó de Georgetown como abogado corporativo. Y detengámonos aquí porque es importante saber que un abogado corporativo es el que defiende corporaciones ¿no? Es quien estudia las leyes aplicables al mercado en acción, y sus representantes.
De un inicio, Fortuño ya sabía quién él era. Y esto es información confidencial y secreta. En su carrera, según me cuentan las malas lenguas, representó muy bien a grandes empresas y se dio a conocer como un muy buen abogado en su rama. Como republicano, pues Fortuño es un puertorriqueño republicano (vaya usted a saber), vio quizás, (y permítanme de nuevo especular) que los negocios más grandes se hacen con el gobierno federal; así que me parece conclusión obvia, que se hizo representante de los pequeños grandes negocios puertorriqueños, en el gran negocio de Washington, con premeditación, alevosía y patrocinio. O sea, se hizo Comisionado Residente en Washington por sus antiguos clientes agradecidos, y nuevos por agradecer. Yo creo que ya con lo de religioso, abogado corporativo, y vendedor en Washington, está claro quién es Fortuño, pero de todas formas muchos insisten en llamarle bobo a él.
Fíjense, todo gran tipo, (así como el gobernador) sabe desde chiquito lo que hará. Y me dice él mismo, que de hecho sabía de pequeño cuáles eran sus metas, y sabía cómo tenía que ser su vida.
Todo gran futuro líder es de esos que componen consejos de estudiantes en la Secundaria, de los que participan de debates, escriben un boletincito, organizan el modelo de las Naciones Unidas, y uno los ve y se dice, coño, el tipo tiene conciencia y futuro. Pero mientras nosotros decimos eso, pensando que lo hace por el deseo de cambiar el mundo (cosa que resulta cierta en muchos otros), el candidato a gobernador, no piensa en cambiar el mundo, sino que él sólo piensa administrarlo. Él sabe que se aprende jugando, porque sus papás se lo enseñaron y todos los días se lo repitieron. A los niños como nosotros, los menos afortunados: los que estamos bajo el nivel de fortuna, sólo nos hablan de lo mal que van las cosas, y de lo infelices que seremos al desear todo lo que enseñe nuestra niñera la tv.
Mientras el futuro gobernador juega a que argumenta, y tiene ya definido un movimiento de los dedos al hablar, y un gesto de prócer; nosotros, tenemos suerte si nos dan un peso un día para merienda, o nos llevan a Kentoqui un sábado.
A un futuro gobernador lo encontramos en una esquina de su colegio católico, desde muy niño, pensando en su resumé para entrar en la universidad americana, mientras acá nosotros tenemos que leer libros tan y tan usados, que no se leen párrafos y páginas completas. El futuro líder practica un deporte porque sabe que su resumé es lo que importa, a nosotros nos mandaban al patio y nos tiraban una bola, y a eso le llamaban educación física. Hay que tener un porfolio, porque no se puede ir a una universidad con sólo los 4 puntos de promedio, uno tiene que tener también amigos, y haber bailado, y saber muy buen inglés, pero también debes de haber tenido un lado creativo, y uno profundo, así como un lado tierno y otro justo. Nosotros, si teníamos un bulto éramos los riquitillos.
El resumé se trabaja desde niño. Así que el futuro gobernador sale de la escuela para ir a tocar el piano, o a jugar al tenis. Y nosotros veníamos a morirnos de hambre hasta las seis, viendo al Tío Nobel y a los Picapiedras.
Por qué describo esto, pues no sé, pero creo que a un personaje de este tipo, a un miembro de tal clase, se debe ir conociendo.
Pues resulta, que el poder es lo que más destaca de todo esto, y lo miro en Fortuño hoy, y veo como se van formando igual que él muchos otros niños, que no serán nuestros niños, sino los mismo niños de ellos; otra vez, como fueron ellos mismos, completando su propio ciclo del poder. Debilitan la futura competencia para que triunfen los intereses de los dueños y los futuros dueños.
Y eso sí, de seguro podrán ir a grandes, lejanas y caras universidades, y estudiar cosas que garanticen su poder en el futuro, en su pequeña parcela de “nuestra” isla del encanto, y eso ellos lo planificaron, cuando hacían su resumé en la escuela superior. Se decían: “viviré en Puerto Rico un tiempo, y aspiraré a gobernador. Cuando gane me retiro con tremendo resumé, así tengo el futuro hecho”, le dice dándole un empujón a su otro amigo en el colegio. Ambos se ríen, y el otro le contesta, “eso es si yo te dejo”.
La universidad todavía la quieren desmantelar, y nos olvidamos. Pero quizás más que cerrar, la quieren imaginar de otra forma. Los “líderes políticos” actuales, la imaginan problemática, como un espacio tóxico para su ideología. Porque es en donde único se ha logrado que los pobres piensen. Sus hijos nunca estudiarían en ella de todos modos, así que qué importa, los que de verdad mandan en Puerto Rico nunca estudian aquí.
De pronto me choco con una pared que tengo que romper, pero es de cemento, y no tengo ninguna otra herramienta para romperla que mis manos. (Esto es una metáfora, sigan el juego) Trato con los puños pero sería tonto insistir viendo como me rompo. Parado frente a la pared “intraspasable”, me viene a la mente Fortuño, y de cómo se tuvo que haber visto un día al espejo, y saber que podía llegar a ser gobernador, porque alguien le puso una idea de poder en la mente. A veces, eso es suficiente. Y sabes que esa idea no sirve para nosotros los que no tendremos pronto universidad ni mundo, así que te das golpes pensando en qué idea de poder tendremos que ponernos en la cabeza para romper esa pared. El gobernador (cualquiera) se decidió a ser gobernador desde pequeño, y su camino lo hicieron sus padres escogiendo por él primero, para luego poder él hacerlo solo. Su trayectoria no es sorpresa.
Pero entonces, ante encontrarnos con que nadie educado de otra forma, queriendo decir de forma distinta, pueda optar por esa trayectoria hasta el poder, ¿cómo encontramos la alternativa al poder, los que no queremos el mundo de esta forma? Muchos dirán que luchando con las masas. Y yo me pregunto con mi cara más honesta, ya ni tan siquiera quiénes o quién, o a dónde o por dónde, sino me pregunto simplemente: ¿Y cómo se mueven las masas? Y seguido salgo por la puerta con ganas.