El “Problema de los Mosquitos” en San Juan (1912) y Mayagüez (1921): Hacia una historia de nuestras relaciones con otros organismos
Para el historiador y militar Timothy C. Winegard (2019) los humanos estamos en guerra con los mosquitos, los que describe como nuestro depredador más letal. El ejército de mosquitos ronda en los cuatrillones de soldados alados con bases en todo el planeta menos Antártica. De acuerdo con el Mosquito Reviews estos insectos, vectores de enfermedades zoonóticas, causan la muerte de unos 2.7 millones de personas cada año. Además, cada año se reportan alrededor de unos 500 millones de casos de enfermedades transferidas por los mosquitos, con el 90% de estos casos ocurriendo en África. Las enfermedades transmitidas por los mosquitos son la malaria, la fiebre amarilla, el dengue, el Virus del Nilo Occidental, Chikunguña y el virus de Zika, entre otras. Para Winegard los mosquitos son la principal causa de muerte en la historia de la mortalidad humana. Según él los mosquitos han sido responsables de la muerte de más de la mitad del total de humanos que han vivido a lo largo de la historia, es decir, unos 52 billones de personas, de un total de 108 billones en 200, 000 años de historia. Aunque no hay estimados podemos suponer que a lo largo de esa misma historia los humanos hemos matados numerosísimos mosquitos. La historia de las relaciones humanas con los mosquitos no ha sido entonces positiva.
Winegard no solo describe a los mosquitos como nuestro depredador más letal sino además como la Muerte misma, utilizando el concepto Grim Reaper, en inglés, para hacerlo. Para este historiador los mosquitos son despiadados destructores de mundos, homicidas chupa sangre matándonos sistemáticamente con sus armas biológicas de destrucción masiva, las enfermedades que portan y transfieren a los humanos. Pero estos son también, afirma este historiador, aludiendo al historiador J.R. McNeil (2010), agentes de cambio histórico. En su libro Mosquito Empires McNeill expone como los mosquitos y las enfermedades que trasmiten influenciaron profundamente la exploración, conquista, colonización, asentamiento y desarrollo de las regiones costeras de Norte, Centro y Sur América y el Caribe—el Gran Caribe—entre 1620 y 1914. Puerto Rico, parte de ese Caribe, no es la excepción. Sin embargo, el mosquito y su participación en el cambio histórico, social y cultural de esta colonia no ha sido estudiado sistemáticamente, probablemente porque las historias ambientales, ecológicas, animales y de la salud siguen siendo marginales entre los historiadores locales. Con el propósito de impulsar y alentar el análisis histórico de nuestras relaciones con otras especies, incluyendo los mosquitos, comento a continuación dos documentos acerca de estos insectos en San Juan y Mayagüez, publicadas en 1912 y 1921, respectivamente. Se trata, por supuesto, de una aproximación inicial, tentativa, a estos documentos.
La Estación Experimental, R.H. Tower y la Construcción Entomológica del Problema de los Mosquitos
La Porto Rico Agriculture Experiment Station publicó en 1912, como la circular número 14, A Study of Mosquitoes in San Juan, Porto Rico. Este fue escrito por el entomólogo W.V. Tower, miembro del personal de la estación. La circular se refiere a los resultados de un estudio sobre los mosquitos solicitado por el entonces alcalde de San Juan, R.H. Todd. Tower también fue el autor de Mosquito Survey of Mayagüez, la circular número 20 de la estación experimental, publicada en 1921. Estos dos textos nos proveen algunas pistas sobre la historia de las relaciones humanas con los mosquitos en Puerto Rico, las ideas científicas acerca de estos y su relación a enfermedades y las prácticas de salud pública para enfrentar estas entre 1911 y 1921.
La imagen negativa de los mosquitos es evidente en ambas circulares de la estación experimental. Tower, en el reporte acerca de los mosquitos en Mayagüez se refirió a los mismos como los peores enemigos de los seres humanos, por portar y transmitir enfermedades peligrosas para estos. Este se refirió a la malaria, la fiebre amarilla y la elefantiasis en la circular acerca de los mosquitos en San Juan e incluyó el dengue en la circular sobre los mosquitos en Mayagüez. Según el experto en insectos los mosquitos eran, por su vínculo a estas enfermedades, un obstáculo al asentamiento efectivo—colonización—de países, al comercio y por ambas cosas al progreso. Su erradicación o control era necesario, una manera de reducir las tasas de mortalidad en esos países, asegurar el buen comercio y promover el progreso (Tower 1921).
La Experiencia en Cuba
El entomólogo encomió las medidas preventivas y del control de enfermedades tomadas en Cuba por las autoridades estadounidenses, a lo que se refirió en ambas circulares. Aunque no lo mencionó directamente se refería muy probablemente a las medidas tomadas por el jefe de las fuerzas sanitarias militares en La Habana, el Dr. William Gorgas, quien implementó un agresivo programa para librar a Cuba, particularmente La Habana, de la fiebre amarilla a través de un programa sistemático y deliberado de saneamiento y exterminio de mosquitos (Winegard 2019). El sistema era una combinación de sondeos y equipos de inspección y sanidad. Estos equipos, tomando en cuenta los patrones de reproducción y el rango de vuelo limitado de los mosquitos, drenaban estanques y pantanos, eliminaban las aguas estancadas y los barriles abiertos, colocaban redes, talaban la vegetación y fumigaban los lugares sospechosos, entre otras cosas.
Como cualquier proyecto colonial, la ocupación y colonización estadounidense de Cuba dependía de la buena salud de los soldados y administradores coloniales. Los mosquitos, por propagar la fiebre amarilla, habían sido un obstáculo para las fuerzas armadas estadounidenses en Cuba. Para Winegard (2019), haciendo eco de J.R. McNeill, los estragos provocados por esta enfermedad entre los soldados estadounidenses fueron tan graves que provocaron la evacuación del ejército estadounidense en Cuba. Desde esa perspectiva, Cuba obtuvo su restringida independencia como un protectorado estadounidense como consecuencia de la fiebre amarilla, gracias a los mosquitos. Sin embargo, para Mariola Espinosa (2009) la salud de las tropas no fue la motivación primordial de los oficiales estadounidenses que impusieron las medidas para erradicar la fiebre amarilla en Cuba. Según ella la experiencia con la fiebre amarilla durante la Guerra Mexicano-estadounidense les había enseñado a los estadounidense a mantener las tropas fuera de las ciudades y en lugares elevados. Es por eso por lo que contrario a las tropas españolas, ubicadas en los pueblos y ciudades, las tropas estadounidenses fueron mucho menos afectadas por la fiebre amarilla. Además, después de la retirada de las tropas de Cuba, consecuencia de la Enmienda Platt en 1901, la protección de la salud de las tropas fue menos importante. Sin embargo, los estadounidenses, aun después de retirar sus tropas, continuaron monitoreando el protectorado por si reaparecía la enfermedad. Los estadounidenses también le exigieron al nuevo gobierno cubano que continuara los esfuerzos para prevenir brotes de la enfermedad. Cuando en 1905 diversas protestas interrumpieron esos esfuerzos provocando la reaparición de la fiebre amarilla el ejército estadounidense regresó para contener las protestas (Espinosa 2009). El ejército retomó entonces los esfuerzos para erradicar los mosquitos y la enfermedad, lo que hizo por tres años. El ejército fue exitoso, pues la fiebre amarilla no volvió a reaparecer en Cuba. Para los estadounidenses, prevenir y controlar los brotes de la fiebre amarilla fue muy importante. En 1878 y en los estados sureños ocurrió el peor brote de fiebre amarilla en ese país. Este y el de 1905 se habían originado en Cuba, en el contexto del comercio entre ambas naciones (Winegard 2019).
Además, las enfermedades atadas a los mosquitos también habían afectado las intervenciones coloniales y militares estadounidenses en Filipinas. La malaria y el dengue cobraron la vida del 75% de los 4,500 estadounidenses que murieron combatiendo las guerrillas filipinas (Winegard 2019). Estas enfermedades también cobraron la vida de muchos de los más de 300,00 filipinos que murieron como consecuencia de aquella guerra. En ese contexto la erradicación de la fiebre amarilla en Cuba representaba para muchos estadounidenses, incluyendo a Tower, un logro significativo, particularmente frente a los europeos, que como los españoles no habían podido vencer la fiebre amarilla (Espinosa 2009). Tower, en la circular 20, refiriéndose específicamente a la fiebre amarilla, y aparte de volver a celebrar las medidas tomadas en Cuba, encomió también los servicios de cuarentena en Puerto Rico por haber logrado contener la enfermedad. En 1921 no había casos de la enfermedad en Puerto Rico (Tower 1921:4).
Estos elogios funcionaron además como apologías que legitimaban la intervención colonialista estadounidense en Cuba y Puerto Rico, puntualizada como progresista y benevolente. La salud pública era parte integral de la “misión civilizadora” que sirvió como pretexto para la mayoría de los proyectos imperialistas y colonialistas, incluidos los estadounidenses. Para Espinosa (2009), si la importancia de contar con una fuerza laboral saludable y proteger a los soldados fue poca y disminuyó con los años, la necesidad de legitimar la dominación estadounidense de Cuba solo aumentó con el tiempo. Los esfuerzos para erradicar los mosquitos y la fiebre amarilla, entre otras enfermedades, sirvieron para justificar la continua supervisión e intrusión estadounidense en los asuntos cubanos. Lo mismo podría decirse de los esfuerzos estadounidenses para erradicar los mosquitos y las enfermedades atadas a estos en Puerto Rico. Pero la motivación más importante para los estadounidenses, el motivo fundamental detrás de las medidas de salud pública contra el mosquito y la fiebre amarilla fue económico, salvaguardar el comercio con Cuba y el resto del Caribe. Los brotes de fiebre amarilla en los Estados Unidos afectaron los negocios y el comercio, y con esto la acumulación de capital y el gasto público. Para Espinosa, las estimaciones contemporáneas de las pérdidas monetarias consecuencia de la enfermedad ascienden hasta los 200 millones de dólares. Por lo tanto, las campañas de salud pública estadounidenses en Cuba y Puerto Rico no fueron dictadas por la benevolencia, sino por los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos. Su intención era proteger el comercio y la acumulación de capital, justificar el dominio colonial, y, al menos inicialmente, garantizar la buena salud de los soldados, administradores y trabajadores nativos.
“The Mosquito Problem”
Es evidente que para el entomólogo de la estación experimental los mosquitos eran un problema de salud que requería de acciones definitivas. En efecto, Tower se refirió al “problema de los mosquitos” en la primera circular. Sin embargo, este problema no era epidemiológico o epidémico, pues como señaló él mismo no había en la colonia brotes de malaria, fiebre amarilla o alguna otra enfermedad transferida por los mosquitos. Como él explicó, las medidas tomadas por las autoridades coloniales contra la fiebre amarilla habían sido efectivas, aunque la malaria continuaba provocando pérdidas y muertes, tanto en el Caribe como en Estados Unidos. El problema era más bien la prevención y contención de posibles brotes, una problematización por supuesto influenciada por las consecuencias funestas de brotes previos en Estados Unidos, la percepción negativa y desprecio de los mosquitos, la necesidad de legitimar el proyecto colonial estadounidense y proteger el comercio.
Tower, a pesar de ser entomólogo y de referirse a las características de los mosquitos y su reproducción, no tuvo nada que decir acerca del rol de los zancudos en el medioambiente, excepto para mencionar que estos eras alimento del pez Poecilia Vivipara, que se había encontrado en Ponce, Fajardo, Arroyo, Guánica y Mayagüez. El entomólogo informó que el pez se comía la larva y los huevos de mosquitos y que era por esto objeto de estudio en la estación experimental. Pero la referencia al pez en ambas circulares, así como las investigaciones en la estación, tenían más que ver con el rol del pez en la erradicación de los mosquitos que con la cadena alimenticia o las relaciones ecológicas entre las dos especies. Para Tower, el pez era solo importante porque su presencia ayudaba a explicar la escasez de mosquitos con malaria en “Porto Rico” y con esto los pocos casos reportados en la colonia de personas con la enfermedad. Los dos informes de Tower se enfocaron entonces en la relación entre los mosquitos y las enfermedades que trasmitían, informado por los hallazgos científicos de la época.
En las últimas tres décadas del siglo 19 se hicieron importantes hallazgos científicos respecto a la relación entre los mosquitos y las enfermedades: el hallazgo de Patrick Manson relacionando los mosquitos a la elefantiasis y los hallazgos respecto al mosquito como agente propagador del parásito de la malaria por Alphonse Laveran, Albert Freeman Africanus King, Ronald Ross, Giovanni Grassi, y Robert Koch (Winegard 2019). El mosquito, una vez vinculado a estas enfermedades, se convirtió en un importante objeto de investigación científica, particularmente por sus implicaciones médicas. Finalmente, el Dr. Walter Reed, nombrado para dirigir la US Army Yellow Fever Commission, demostró, anunciándolo en 1900, que el mosquito Aedes hembra era la causa de la fiebre amarilla (Winegard 2019). Este también había identificado el tiempo del ciclo de contagio entre humanos y mosquitos. Fue basado en estos hallazgos que Tower definió el problema de los mosquitos y esbozó su solución a este en sus informes sobre los mosquitos en San Juan y Mayagüez.
Desde la perspectiva científica de las primeras dos décadas del siglo 20, la solución al problema de los mosquitos, como señaló el propio Tower, era sanitario o higiénico. Refiriéndose a San Juan, Tower (1912: 18) señaló que la solución al problema de los mosquitos era limpiar la ciudad. Esto era una perspectiva muy común desde el siglo 19, cuando la suciedad se identificaba como causa de las enfermedades y un vehículo de transmisión de enfermedades. La enfermedad fue pensada como un indicador de malas condiciones sociales y ambientales, así como de inmoralidad e indecencia. Para los estadounidenses, la limpieza y la sanidad pública se convirtieron desde entonces en un componente central de las reformas sociales. El gobierno estadounidense adoptó la limpieza como una medida importante para la buena salud física y moral, lo que les permitía además instituir formas de control social, informadas por sus diferenciaciones de clase, raza y género. Estados Unidos, como otros centros imperiales, exportaron sus programas de higiene a las colonias. Los hallazgos sobre los mosquitos como vector de enfermedades y sus patrones de reproducción, vinculados a las aguas estancadas, confirmaron la necesidad de la sanidad y la limpieza, ratificando a su vez la necesidad de reformas y medidas sanitarias. Como concluyó Tower (1921: 4): “Malaria and yellow fever are held in abeyance by proper sanitary measures, for example, by good drainage, protection of stored water from mosquitoes, and by oiling all standing water that cannot be drained off. Yellow fever is further held in check by quarantine measures and by protecting infected people from the bite of mosquitoes.” El modelo de Tower, recomendado tanto en San Juan como en Mayagüez, era muy similar al modelo militar del Dr. William Gorgas en Cuba, un programa sistemático y deliberado de saneamiento y aniquilación de mosquitos mediante los escuadrones de saneamiento.
Para el entomólogo estadounidense estacionado en Puerto Rico la solución al problema de los mosquitos era entonces controlar su reproducción biológica y evitar el contacto con estos, esto eliminando cualquier lugar propicio para que estos se reprodujeran, es decir, lugares y recipientes con aguas estancadas:
Standing water should be drained off or the surface treated with oil; open drains should be treated with oil or if possible done away with and subsoil pipes laid to carry off the water. Defective water spouts or faucets should be repaired and the soil under them raised so that the water will run off and not form pools. All ponds and catch basins should be treated with oil and in the case of permanent pons that breed great numbers of mosquitoes, fish should be introduced to destroy the larvae (Tower 1912:10-11).
Tower lo reafirmó en su informe sobre Mayagüez, recomendando limpiar los vertederos y vaciar las latas, botellas viejas, cáscaras de coco y otros recipientes que pudieran contener agua. También recomendó examinar todas las cisternas y barriles de agua, engrasar los charcos de agua estancada y drenar lugares con aguas estacionarias.
“Clean up and this means you.”
En los programas de salud pública estadounidenses los discurso médico-científicos y cívicos están superpuestos (Anderson 2009). Ese es también el caso en las circulares de Tower. En estas, el entomólogo planteaba que el exterminio de los mosquitos y el aseo eran responsabilidad de los ciudadanos, particularmente de los propietarios de las residencias o de los inquilinos. Para Tower (1912) cada inquilino criaba sus propios mosquitos, por lo que era su responsabilidad prevenir la propagación de enfermedades evitando su reproducción. Para él: “Getting rid of the mosquitoes in San Juan is a matter of public sentiment and if the people are interested, and they are the one to be so, the work can be done and good results can be accomplished. The whole matter in two words is “Clean up” and by way of emphasis “Clean up and this means you” (Tower 1912:18). Se trataba entonces de un problema cuya solución era primordialmente cívica y doméstica. En la circular sobre Mayagüez reafirmó la necesidad de la participación ciudadana:
Before a successful mosquito campaign can be conducted public interest must be aroused and cooperation secured. While the work done by inspectors accomplishes a great deal of good, much more can be accomplished when the public is sufficiently interested to cooperate in eradicating the mosquito. When public sympathy is lacking, the inspectors cannot make the progress that is desirable” (Tower 1921: 9).
Tower inclusive celebró la formación en San Juan de la Borinquen Anti-mosquitoe League, dedicada precisamente a la erradicación de los mosquitos.
Otros actores sociales aparte de los ciudadanos debían participar, incluyendo a las empresas y el gobierno. Tower encomió las acciones de la Central Aguirre, donde estaban utilizando aceite para mosquitos para tratar los barriles de agua, cisternas, pozos de aguas negras y cualquier agua estancada en las inmediaciones de la central. Para el científico de la estación experimental el rol de las autoridades gubernamentales era inspeccionar las casas y vigilar que se cumplieran las ordenanzas de sanidad e higiene para el control del problema de los mosquitos. Tower presuponía el poder de las autoridades para inspeccionar, desinfectar e higienizar las residencias de los puertorriqueños, y hasta de imponerles multas si no cumplían con las ordenanzas gubernamentales. El entomólogo recomendó varias ordenanzas, particularmente en San Juan, así como el uso de inspectores tanto en San Juan como en Mayagüez. Este también propuso, como mencioné antes, la imposición de multas a aquellos que no cumpliesen con las ordenanzas.
Poco después del sondeo realizado por Tower en San Juan, en 1911, el gobierno insular adoptó la responsabilidad de la higiene y salubridad en Puerto Rico, como informó el propio entomólogo al final de su informe sobre los mosquitos en San Juan. La administración colonial instituyó una Junta Sanitaria. Pero a pesar de referirse a las centrales y el gobierno era evidente que para Tower eran los propietarios e inquilinos los responsables de concretar las medidas y acciones necesarias para erradicar a los mosquitos, listando lo que debían hacer:
This being the case each tenant and property owner can greatly reduce the number of mosquitoes in his vicinity by carefully inspecting his premises one day each week, collecting and destroying all tin cans, cocoanut husks or any other receptacles that might collect water. All water barrels, cisterns and permanent containers of storage water should be made mosquito proof. Cisterns should be covered with matched lumber set in cement and a pump installed; all vents should be screened with fine wire; water barrels should be screened with wire netting and the water drawn off by a spigot. Earthern jars, cans and ditches used under legs of tables filled with water to prevent ants from crawling upon the table, should be emptied and filled with fresh water every few days, or the surface of the water treated with oil. Dishes of water into which dishes of food are set should be emptied and refilled every few days. Receptacles used for catching water under ice chests should be emptied frequently. Water troughs for cattle, fire buckets and wash tubs should be looked after and the water removed every few days. (Tower 1912: 10)
Esto implicaba, por supuesto, la modificación y control de los hábitos y prácticas cotidianas de los puertorriqueños. Pero esa modificación no era precisamente para beneficio de los puertorriqueños. Las enfermedades que tanto preocupaban a Tower no afectaban seriamente a los puertorriqueños. Los esfuerzos para controlar las epidemias atadas a los mosquitos, y como han demostrado los estudios de las políticas coloniales de salud, sirvieron más bien los intereses de los colonizadores y no de los colonizados. Sin embargo, inquilinos en San Juan acogieron y adoptaron como su responsabilidad las medidas y prácticas en contra del mosquito y diversas enfermedades, formando la mencionada Borinquen Anti-mosquito League.
La Borinquen Anti-mosquito League
La Borinquen Anti-mosquito League, cuyo lema era “no standing water” hizo suyo el problema de los mosquitos. Tower encomió este grupo cuyas prácticas eran cónsonas con sus recomendaciones para erradicar el mosquito. Este hasta incluyó en la circular sobre San Juan uno de los posters producidos por la organización, los que colocaban en diversos lugares donde pudiesen ser vistos por los sanjuaneros.
La perspectiva de esta organización, plasmada en el poster, era muy similar a la de Tower. Esta compartía con el entomólogo su visión negativa de los mosquitos, subrayando su rol como vectores o portadores de enfermedades. Sin embargo, la Borinquen Anti-mosquito League subrayó un aspecto apenas mencionado por Tower, el económico, indicando que la presencia de mosquitos reducía el valor de las propiedades, prevenía la inversión de capital y ahuyentaba potenciales compradores y visitantes.
La organización, como Tower, defendía que fuese responsabilidad de los propietarios e inquilinos, de los ciudadanos, eliminar o tratar las aguas estancadas y deshacerse de cualquier recipiente, cosa o lugar donde los mosquitos pudiesen reproducirse: “To a great extent we breed our own mosquitoes and if we free our own houses and dooryards of breeding places, we will always obtain partial relief and we will many times secure entire relief” (En Tower 1912: 22). Según la organización cívica: “Relief from mosquitoes depends entirely upon the co-operation and the concerted action of all the members of this community” (Tower 1912:22). La Borinquen Anti-mosquito League, como Tower, proponía un sistema metódico y premeditado de saneamiento de las residencias y de aniquilación de mosquitos que requería de la acción concertada de los inquilinos y propietarios sanjuaneros.
Hacia una Historia de Nuestras Relaciones con Otros Organismos
Las circulares de la Porto Rico Agriculture Experiment Station nos ofrecen detalles importantes sobre un periodo particular de la historia de la salud en Puerto Rico y de los esfuerzos para entender y manejar las enfermedades zoonóticas vinculadas a los mosquitos. Estos esfuerzos, informados por avances médico-científicos y atados al proyecto colonial estadounidense, requirieron la reorganización de las relaciones humanas con estos insectos, bichos que debían ser exterminados sistemáticamente. Las circulares de la estación experimental nos han permitido estudiar esa transformación en las relaciones humanas con los mosquitos en Puerto Rico, un cambio mediado por las relaciones coloniales entre Puerto Rico y Estados Unidos. Pero, estas circulares también apuntan hacia la importancia de lo que algunos historiadores llaman la historia animal.
Para Susan Nance (2005) la llamada historia animal, en crecimiento, es una de las especialidades más dinámicas y debatidas en la historia reciente de esa disciplina. Se refiere a un tipo de investigación histórica metodológica, interdisciplinaria y políticamente provocadora que intenta aproximarse al pasado tomando en cuenta otras especies u organismos, aparte de los humanos. Dan Vandersommers (2016), en su corto ensayo para Perspectives on History de la American Historical Society, habla inclusive de un “giro animal” en la historia. Pero como señala Nance numerosos historiadores ya han investigado la historia animal a lo largo de la historia de la disciplina. Esta reconoce, sin embargo, que desde que un conjunto pequeño de estudios integró a los animales al análisis histórico a finales del siglo 20 y principios del 21, la historia animal creció y ya muchos historiadores la practican. Además, y como explica Vandersommers la crisis ambiental de nuestros días, que incluye la extinción de muchas especies, ha estimulado perspectivas menos antropocentristas de la historia, contribuyendo así al crecimiento de la historia animal. Es por esto por lo que para Nance obviar a los animales en las narraciones y relatos históricos es una elección antropocentrista que soslaya nuestra interdependencia con otras especies en el planeta.
En el contexto del Capitaloceno es urgente una historia que reconozca la importancia de esa interdependencia, aunque en ocasiones se trate de una relación adversa para nosotros, como lo es nuestra relación con los mosquitos. Como afirmó Vandersommers debemos integrar otros organismos a los relatos históricos, evitar el antropocentrismo. Sin embargo, lo que llaman historia animal no escapa totalmente su humanidad; la historia animal es más bien una historia de las relaciones humanas con otros organismos, no la historia de los animales intrínsicamente. Además, la llamada historia animal es parte de la historia ambiental o ecológica cuyo objetivo inicial, afirma Grégory Quenet (2018), era precisamente integrar otras especies al relato histórico, producir una historia no antropocentrista.
Referencias
Anderson, W. (2009). Pacific Crossings: Imperial Logics in United States’ Public Health Programs. In A. W. McCoy, & F. A. Scarano (Eds.), Colonial Crucible: Empire in the Making of the Modern American States (pp. 277-287). Madison: The University of Wisconsin Press.
Espinosa, M. (2009). A Fever for Empire: U.S. Disease Erradication in Cuba as Colonial Public Health. In A. W. McCoy, & F. A. Scarano (Eds.), Colonial Crucible: Empire in the Making of the Modern American State (pp. 288-296). Madison: University of Wisconsin Press.
McNeill, J. (2010). Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbean, 1620-1914. New York: Cambridge University Press.
Mosquito Reviews. (2023). Statistics for Mosquito-Borne Diseases & Deaths. Mosquito Reviews. Retrieved June 13, 2023, from https://mosquitoreviews.com/learn/disease-death-statistics#:~:text=Mosquitoes%20cause%20at%20least%202.7%20million%20deaths%20every,annually.%2090%25%20of%20mosquito-borne%20illnesses%20occur%20in%20Africa
Nance, S. (2015, November). Animal History: The Final Frontier? . The American Historian, 29-34.
Quenet, G. (2018). Environmental History. In M. Tam, & P. Burke (Eds.), Debating New Approaches to History (pp. 75-100). London: Bloomsbury Academic.
Tower, W. (1912). A Study of Mosquitoes in San Juan, Porto Rico. Porto Rico Agricultural Experiment Station. Mayaguez: Mayaguez Printing Company.
Tower, W. (1921). Mosquito Survey of Mayaguez. Porto Rico Agricultural Experiment Station. Washington: Government Printing Office.
Vandersommers, D. (2016, November 3). The «Animal Turn» in History. Perspectives on History. Retrieved June 12, 2023, from https://www.historians.org/research-and-publications/perspectives-on-history/november-2016/the-animal-turn-in-history
Winegard, T. C. (2019). The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator. New York: Dutton.