Hostos y la evolución de la sociedad
Eugenio María de Hostos (11 de enero de 1839 – 11 de agosto de 1903), puertorriqueño y Ciudadano de América, como le llamó el escritor Antonio S. Pedreira en una obra con ese título (1932), generalmente es conocido por sus aportaciones en el ámbito de la educación y la política. No obstante, una de sus más profundas reflexiones –aunque poco conocida– se pone de relieve en torno al tema de las etapas históricas de la sociedad, muy en boga en su tiempo. Sobre ello se hicieron propuestas desde la filosofía, arqueología, etnología, y la sociología.Esta es una colaboración entre 80grados y la Academia Puertorriqueña de la Historia en un afán compartido de estimular el debate plural y crítico sobre los procesos que constituyen nuestra historia.
Los autores y las obras de mayor relevancia se ubican desde el último tercio del siglo 18 hasta comienzos del siglo 20. Especialmente son reconocidas las perspectivas que emergen desde el Positivismo y el Materialismo Histórico.
Nos referimos, principalmente, a los siguientes: el filósofo escocés Adam Ferguson (1723-1816), Ensayo sobre el desarrollo de la sociedad civil (1767); el científico social alemán Karl Marx (1818-1883), Formaciones económicas precapitalistas (1857-58); el arqueólogo inglés John Lubbock, Pre-Historic Times (1865); el etnólogo norteamericano Lewis Henry Morgan (1818-1881), Ancient Society (1877); el sociólogo inglés Herbert Spencer (1820-1903), Principles of Sociology, 2 vols. (1874-1880); y el científico social alemán Friedrich Engels (1820-1895), El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). Hostos, con su Tratado de Sociología (1901; publicado póstumamente en 1904) se inserta con idoneidad en esta bibliografía sobre las etapas históricas de la sociedad.
El esquema general de evolución social esbozado primero por Ferguson clasificó la sucesión de las sociedades en tres etapas generales: Salvajismo, Barbarie y Civilización. Por su parte, con su noción del desarrollo de las “artes de subsistencia”, Morgan introdujo grados de desarrollo y progreso: inferior, medio y superior para el escenario del Salvajismo y de la Barbarie. El enfoque evolutivo hacía una distinción significativa entre un período “prehistórico” y la Historia, bajo la premisa de que esta última se distingue a partir de la escritura. A partir de la segunda mitad del siglo 20, el marcador de la escritura ha sido superado. En Historia de la escritura (1996), el sociolingüista francés Louis-Jean Calvet documenta la expresión cultural humana de la palabra y desarrollo del vocabulario y las múltiples manifestaciones de comunicación simbólica. La palabra articulada humana antecedió a la escritura. El alfabeto y la escritura fueron conquistas históricas, no el inicio de la historia.
Desafortunadamente, la dicotomía de prehistoria e historia se repite irreflexivamente hasta hoy. Desde que surgió la especie humana “Homo sapiens” de la que formamos parte, con todo su acontecer desde los tiempos más remotos y condiciones primitivas de existencia en adelante, estamos en el terreno de la historia.
Lubbock, por otro lado, puntualizó el factor tecnológico en su cronograma desde los “tiempos prehistóricos” a la civilización: Período Paleolítico, Período Neolítico, Edad de Bronce, Edad de Hierro. Quien recogió y enriqueció este esquema en el siglo 20 fue el arqueólogo y filólogo australiano V. Gordon Childe, en su obra Qué sucedió en la historia (1942). Marx y Engels tenían como referente los esquemas tradicionales de evolución, pero los matizaron y reinterpretaron en términos de formas de organización y estructuras socioeconómicas de la sociedad: tribal-comunal, tributaria, esclavista, feudal y capitalista, y las transiciones de una forma a la otra hasta dónde conocieron.
Las concepciones de Hostos, de una manera u otra, pertenecen a y reflejan estas corrientes de pensamiento. A su vez, él aportó sus matices particulares combinando una concepción en que se entrelazan la sociología con la historia, pedagogía y filosofía. A pesar de que Hostos empleó la categoría de “prehistoria”, es crucial que planteara que “la Historia, no es más que la manifestación de la vida en sociedad”.
Como es sabido, en el contexto inmediato de la Guerra Hispanoamericana y la invasión y ocupación de Puerto Rico por Estados Unidos, Hostos fundó la Liga de Patriotas (agosto, 1898). Tras ver frustrados sus esfuerzos para que el nuevo gobierno se guiara por los principios del Derecho Internacional y consultara al pueblo en plebiscito democrático sobre su futuro político, Hostos prefirió exiliarse en República Dominicana en 1900. Al año siguiente se incorporó al cuerpo docente de la Escuela Normal de Santo Domingo en 1901.
El Tratado de Sociología fue compuesto y estructurado a base de las notas de los alumnos dominicanos de Eugenio María de Hostos en sus Lecciones de Sociología. La primera edición como libro data de 1904 (Madrid: Imprenta Bailly-Baillere e Hijos).
Revisemos sus postulados centrales. Para Hostos, la vida de los seres humanos en sociedad es en primer lugar, un hecho natural. Para el autor la sociedad se regía por unas leyes naturales constitutivas y orgánicas. La ley constitutiva parte de la premisa de la “sociabilidad natural” de los seres humanos. Aunque la sociedad está compuesta de individuos, no concibe a éstos fuera de su pertenencia a un colectivo social y en aislamiento de la sociedad. En el Tratado, identifica como primera ley orgánica, “la del trabajo”. La elabora a partir de su actividad más elemental: “Trabajo es el esfuerzo, individual y colectivo”, escribió Hostos, “para obtener un producto de qué subsistir, ya directamente, ya por cambio. La correlación entre el trabajo y la subsistencia es en tal modo manifiesta, que si se deja de trabajar se deja de subsistir.” (Tratado de Sociología, Vol. VIII, Tomo I: ICP / Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1989, p. 75).
En el Capítulo III del Tratado se expone la concepción hostosiana de los estados sociales. La nomenclatura empleada por él para delinear el orden sucesorio de las sociedades es como sigue: Salvajismo, Barbarie, Semibarbarie, Semicivilización y Civilización. Resumimos de manera lo que Hostos plantea que distinguía cada etapa.
El Salvajismo constituye “la infancia de las sociedades”, el “primer estado de sociabilidad’ que se desplegó en los hábitats circunspectos originarios donde surgió la especie humana. Su nivel de tecnología corresponde al Paleolítico. Es lo que la antropología académica identifica con las bandas primarias de hombres y mujeres sobreviviendo de la caza y la recolección silvestre.
En el contexto de la Barbarie, Hostos visualiza las tribus y migraciones de segmentos de ellas (algo así como el movimiento de arahuacos de Venezuela a las Antillas y su sobreimposición a los habitantes arcaicos originarios, añado yo). Ese “segundo estado social” implica el establecimiento y arraigo en territorios específicos y una forma de gobierno superior. Es entonces cuando surgen “los primeros fundamentos de la educación”, se elaboran creencias cosmológicas y se practican cultos religiosos naturalistas. En ese nivel se establece la vida aldeana sedentaria que corresponde a la tecnología del Neolítico, es decir, el tallado de instrumental de piedra pulida.
En el horizonte de la Semibarbarie, se generan las condiciones de “un trabajo más y mejor regulado” y de un “orden administrativo” superior, “amparado en la ley y en la costumbre” (el derecho consuetudinario tribal). En ese nivel se expresan nuevas “creencias en lo trascendental”. Hasta ese punto, Hostos visualiza un equilibrio entre “las disposiciones naturales del individuo” (que él asumía con contenido de egoísmo natural) y la sociedad.
Muy interesante es su concepción del “estado de Semicivilización” como terreno de transición de la sociedad tribal a la civilización. Hostos asocia a esta fase la manifestación de “antagonismos sociales”, contradicciones entre el individuo y la especie social, y una reformulación de la división del trabajo en favor de unos y en detrimento de otros. En ese escenario reconoce la existencia de “jefes naturales”, sin preguntarse de dónde surge la jefatura. Evidentemente, tenía noción de la realidad de la sociedad de clases del capitalismo de sus días cuando extrapola las asimetrías en los siguientes términos: “Naturalmente, esta transformación del trabajo va acompañada de crueles desequilibrios entre la producción y el consumo general, entre el obrero y el capitalista, entre el valor de la tierra y la fuerza productiva de ella, entre las aspiraciones individuales y las dificultades para realizarlas, entre el objetivo de la vida individual y la implacable trayectoria que le señala el desarrollo social”. En esas circunstancias de antagonismo se emplea la fuerza en el “mantenimiento brutal del orden público”; ese es un rasgo del Estado respectivo. Todavía las creencias se expresan con “ideas-fantasmas”. En el caso de los taínos, si se me permite la observación desde acá, remite a la constelación de los cemíes, o deidades del politeísmo en la sociedad cacical.
Finalmente, todo el proceso culmina en la Civilización, contemplado como un mundo idealizado de un “industrialismo desarrollado en todas sus formas”, capacitado con una intelectualidad culta guiada cada vez más por la razón, y en el que se plantean los principios rectores de la moral, según Hostos entendía el ámbito; sobre ello, remitimos a su obra Moral Social. En el Tratado también dedicó capítulos a los temas de la familia y del Estado. Por supuesto, queda para especialistas y en otro espacio escudriñar la mayor complejidad del pensamiento de Hostos en cuanto a este interesante tema.
Aquí apenas hemos querido puntualizar que Eugenio María de Hostos también ocupa un lugar prominente en la historiografía de una de las cuestiones fundamentales de la disciplina: el análisis e interpretación de las etapas de desarrollo, sucesión y caracterización de las formas de sociedad humana.
Estamos seguros de que el maestro Hostos hubiera quedado fascinado con el conocimiento posterior de las sociedades primitivas y tribales; y, especialmente, con los cacicazgos (como los de los taínos de sus Antillas) en que la estratificación de caciques (jefes), behiques (chamanes sacerdotes), nitaínos (principales y guerreros) y naborías (comunarios y trabajadores) identifica, precisamente, un surgimiento originario de clases y estado incipiente, y de transición de la sociedad tribal a la de clases plenas y estados de la “civilización”; (véase de nuestra autoría, Sociedad y Economía de los Taínos, 2da ed. 2003).
Asimismo, notaría que la escisión de la sociedad en clases está relacionada con lo que él visualizó como primera “ley orgánica”: el trabajo y las relaciones establecidas en torno a ello. Quiénes trabajan, quiénes trabajan para otros y bajo cuáles condiciones. Esa es una cuestión fundamental para analizar y resolver en cuanto a el dilema de la evolución y el progreso social.