Katia Cardenal y Casa Pueblo
Las luchas por el ambiente y por una mejor distribución de los dolores y alegrías de la vida, siempre resulta mejor explicarlas con canciones, con imágenes, con metáforas. Y las canciones son perfectas. Por eso mismo se explica que resultara tan especial, íntimo y hasta real-maravilloso ver entre el público del concierto de Katia Cardenal en Puerto Rico, a un hombre cuya familia está siempre sedienta de intercambiar metáforas de lucha, de victorias y solidaridades relacionadas a la preservación de nuestros bosques, nuestras aguas y nuestra gente. Era que Alexis Massol bajó de la montaña, érase que Casa Pueblo acudió a recargar del néctar de la esperanza, de ese anhelo de vida de quien Katia es flor, es trino y es arado.
La canción orgánica y melodiosa de Katia Cardenal convirtió la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes de Santurce en una especie de bosque. Desde el escenario, se creó la sensación de estar entre copas de árboles, en un hábitat de pájaros brillantes que evocaban la unión de flora y fauna de los corazones de Nicaragua y Puerto Rico. Ella emitía su canto desde su copa, cual pajarito guadabarranco, invitando a meditar y a conspirar a nosotros los colibríes, los pitirres, los guabairos y los julián chivíes. Y entre todos, apenas perceptibles se encontraban los corazones palpitantes y entusiastas de Alexis y Arturo Massol, junto a su familia y amigos de Casa Pueblo.
Katia, en un intento por comunicar su estrategia de lucha ecologista, de liberación de los pueblos de nuestra Patria Grande, de la unión también de todos nuestros hermanos y hermanas del mundo, decidió señalar a Casa Pueblo como ejemplo y metáfora de concreción de la integridad humana, al servicio de la búsqueda de la felicidad.
La nicaragüense, quien cobrara fama mundial junto a su fenecido hermano Salvador por su dúo Guardabarranco, lo dijo cantando. De fondo, con media docena de lienzos pintados por la mano de Salvador, la cantautora perteneciente a la corriente de la nueva canción latinoamericana, dedicó las piezas “Canción de fuego” y “Casa abierta” a la organización de base comunitaria adjunteña, que en la actualidad libra la lucha a favor de la cancelación del proyecto del gasoducto, que amenaza la vida de 200,000 puertorriqueños, y la existencia misma de otra ave nuestra: el guabairo.
El reconocimiento público que Katia le diera a Casa Pueblo ofreció oportunidad a la bandada para recordar en esos instantes de emoción compartida la trayectoria de Alexis Massol, Tinti Deyá y demás fundadores de una lucha que aún no acaba. En cosa de segundos vino a la mente tanto la lucha contra la explotación minera de los ochenta, los esfuerzos realizados para comprar la casona que alberga la sede de esa organización, el impulso dado al Café Madre Isla como método de desarrollo económico comunitario, la construcción del mariposario, los talleres de ciencia y comunidad, la bienvenida anual del Julián Chiví y la adquisición de la primera radio comunitaria en la Isla, Radio Casa Pueblo.
Y es que el oído menos atento podría deducir quizás que la dedicatoria se debe a la más reciente batalla contra el gasoducto. Pero el que sabe, sabe que la lucha es larga y que allí en el terruño del Gigante Dormido, son más las victorias que las derrotas.
Ese encuentro entre el pajarito nicaragüense guardabarranco y nuestro julián chiví, produjo el trino de agradecimiento del segundo, por el largo viaje y visita del primero.
Alexis, como le decimos quienes procuramos estar cerquita de su ala, organizó su pensamiento y su abrazo a Katia, y compartió lo siguiente con los usuarios de las redes sociales, al día siguiente del encuentro.
Mi sentir ante el Concierto de Katia Cardenal en Bellas Artes
San Juan, Puerto Rico – 26 de febrero de 2012
Alexis Massol González – Casa Pueblo“Ocurren asuntos no esperados que endulzan el alma para vigorizar la devoción de cumplir con el deber patrio. Eso me sucedió con el exquisito concierto, lo humano y solidario de la voz de Katia y el excelente grupo de músicos que la acompañó.
Las interpretaciones las escuché sintiendo el irrenunciable afán de que juntos podemos cambiar el mundo, en palabras similares a las de la artista. Mencionar asuntos sobre su vida, sus hijos y Salvador (eterno hermano de todos), convirtió el concierto en uno familiar, paralelo al que ocurre en nuestras vidas. Parecía que no éramos espectadores, sino que juntos hablábamos en la sala del hogar sobre vivencias similares.
Pero, lo que me llegó al alma fue la dedicatoria de Canción de fuego.
«Quiero que mi voz / ayude a apagar el fuego / que está quemando el bosque / nuestra casa original. / Pero si no van / aquellos que lo encendieron /acudiremos nosotros (nosotras) / dejaremos de cantar. Porque de lejos / oigo la voz de los árboles / llorando al no poder correr / los conejos y las flores, los pájaros y colores / convertidos en cenizas.»
Según escuchaba, las imágenes volaban como el ‘Colibrí y Mariposas de alas rotas’ ya que nuestros bosques están en llamas. Sentía felicidad ya que el llamado fue escuchado por un pueblo [Nicaragua] que dejó todo para acudir en lucha y apagar el fuego de la injusticia.
No acostumbro a salirme de la trinchera en momentos difíciles. Sin embargo, la invitación de Benjamín fortaleció la estrategia del alma con el néctar del cáliz lírico e interpretativo de Katia, resultando en una bendición para la esperanza.
El regalo que nos hizo luego con ‘Casa Abierta‘, también dedicada a Casa Pueblo, fue inmenso.
Aquí está mi casa abierta / Hay un plato por ti en nuestra mesa / Sombra de árbol para tu cabeza / Libro abierto tu vida mi puerta /Casa abierta / La amistad no cuestiona tu credo /A la tierra le gusta que amemos / Sin distingos de culto y bandera / Casa abierta…
Sentí que estaba en Casa Pueblo, en mi Puerto Rico, o allá en Metagalpa, abrazado a Carlos Fonseca, en mi gloriosa y amada Nicaragua. El generoso aplauso de quienes también nos ofrecieran tantos abrazos durante la velada, me dijo con voz de gigante: ‘¡Alexis, triunfaremos!’.
Regresamos de madrugada en largo viaje a las montañas altas y frías de Adjuntas, escuchando el eco de la voz de Katia: «Araré, araré, araré el aire y sembraré el viento, plantaré un sentimiento. Araré, araré, araré el aire, yo sembraré un canto, plantaré la esperanza.»
Y así será. Es asunto de compromiso.
Expreso amor y agradecimiento, Alexis Massol González y la Casa con su Pueblo