La historia de dos Alexandr[i]as
It is a far, far better thing that I do,
than I have ever done;
it is a far, far better rest that I go to
than I have ever known.
– Charles Dickens, A Tale of Two Cities
Defiende tu derecho a pensar,
porque incluso pensar de manera errónea
es mejor que no pensar.
– Hipatía de Alejandría

Alexandria Ocasio Cortez y Alexandra Lúgaro
A finales de la segunda década del siglo XXI, dos mujeres puertorriqueñas, que comparten un nombre imposible de disasociar de los principios del conocimiento occidental, se aprestan a sacudir, si no a transformar, dos naciones vinculadas por una relación colonial de 120 años.
Alexandra Lúgaro nació el 10 de junio de 1981, en un hogar de educadores en San Juan. Se graduó de la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico a los 15 años, obtuvo un Bachillerato en Administración, con concentraciones en finanzas, mercadeo y economía en la UPR y una maestría en leyes en la Universidad Complutense de Madrid donde comenzó su doctorado. En las elecciones del 2016, se desempeñaba como abogada cuando decidió postularse como candidata a la gobernación de Puerto Rico. Recibió 11.3% de los votos, superando al Partido Independentista Puertorriqueño, el Partido del Pueblo Trabajador y el también candidato independiente Manuel Cidre.
Alexandria Ocasio Cortez nació en el Bronx en la ciudad de Nueva York el 13 de octubre de 1989. Su padre nacido en NY y su madre nacida en Puerto Rico, forman parte de la diáspora puertorriqueña. Su padre murió en el 2008 y, luego de guiar autobuses y limpiar casas, su madre se mudó a Florida por razones económicas. Alexandria se graduó en el 2007 de Yorktown High School donde obtuvo varios premios académicos y de Boston University, en el 2011 con un Bachillerato en Artes y Ciencias con concentraciones en relaciones internacionales y economía. Desde la escuela superior participó en múltiples organizaciones académicas y comunitarias, incluyendo un internado en la oficina senatorial de Ted Kennedy. Terminados sus estudios, regresó a Nueva York donde comenzó a trabajar como mesera en una taquería mexicana. En el 2018, Alexandria ganó las primarias contra Jim Crowley, anticipado sucesor de Nancy Pelosi, con 57% de los votos y en la elección general en noviembre le ganó al candidato republicano con 78% de los votos, convirtiéndose en la mujer más joven electa al Congreso de los EE.UU.
Alexandra Lúgaro, autoproclamada independentista y atea, ha prevalecido como una voz importante en la política puertorriqueña. Desde su programa en Radio Isla, comenta la situación económica, social y política del país y, junto al representante popular Manuel Natal, se han convertido en los portavoces de un amplio sector del electorado, desafectado de los partidos tradicionales, sobre todo del sector liberal del Partido Popular Democrático, y de los partidos y movimientos que apoyan la independencia para Puerto Rico. A poco menos de dos años de las elecciones del 2020, se rumora insistentemente la posible creación de parte de ambos de un partido que contribuya a romper el binomio electoral del PPD y el PNP.
La figura sobresaliente de este movimiento es, sin lugar a dudas, Alexandra Lúgaro. Los cuestionamientos sobre su liderato, capacidad administrativa, conocimiento sobre política y economía, e inclusive su relación como abogada de cantantes de reggaetón, no se han hecho esperar. Sin embargo, al igual que con la candidatura de Sila Calderón, la mayoría de las críticas no pueden ocultar un tufillo machista y generacional. Sus planteamientos, además de exacerbar el centenariamente inculcado temor a la independencia, representan la transformación de un sistema económico que privilegia la clase adinerada a costa de las contribuciones y endeudamiento de una cada vez más empobrecida clase trabajadora. A Lúgaro no le tiembla el pulso al denunciar la indiferencia o complicidad de un gobierno bipartita que ya es evidente que legisla y administra a favor de sus patrocinadores políticos, sus anteriores o futuros patronos, y toda una red de suplidores y allegados cuyos contratos, cada vez más leoninos, aseguran ingresos “informales” y empleados que mueven las facturas a favor de los allegados al partido de turno.
Pero tal vez la principal denuncia de Lúgaro gira en torno a la imposición de la Junta de Control Fiscal por el Congreso de los EE.UU. cuyas funciones, recientemente calificadas como inconstitucionales, tienen el propósito de asegurar el repago de las obligaciones en que incurrió el gobierno estatal mediante la emisión de bonos sin capacidad de repago por el erario público. Si bien la JCF ha asumido un rol cuasi-dictatorial para con el gobierno estatal, no menos cómplice de la deuda billonaria ha sido dicho gobierno toda vez que se ha negado a realizar una auditoría que fije responsabilidades tanto en el sector público, como en el sector financiero que se aprovecharon de las agendas políticas de los partidos en el poder para saquear los futuros ingresos del estado mediante múltiples emisiones de bonos que se sabía no tenía fuentes de pago.
En el caso de Alexandria, sus planteamientos responden a su visión como miembro de la organización Democratic Socialists of America. Ocasio Cortez plantea que respalda el tipo de socialismo que practican el Reino Unido, Noruega, Finlandia y Suecia, a diferencia de Cuba o Venezuela. Las principales políticas públicas que endosa incluyen un Medicare-para-todos con un solo pagador, escuelas, colegios universitarios y escuelas vocacionales libres de costo, un empleo asegurado por el gobierno federal, abolir la privatización del sistema carcelario y así como la Agencia Federal de Inmigración y Aduanas (ICE en inglés) a cargo de arrestar a los inmigrantes no registrados por el Servicio de Inmigración, establecer políticas de control de venta de armas e implantar una política energética que alcance un 100% de generación por fuentes renovables de energía para el 2030. Además, favorece el modelo de Teoría Monetaria Moderna (Modern Monetary Theory) mediante la cual el gobierno se convierte de facto en un inversor de la actividad económica proporcionando las contribuciones a las necesidades de inversión estatal y utilizando estas para aumentar la actividad económica mediante proyectos impulsados por el gobierno, como por ejemplo el mejoramiento de la infraestructura civil, la manufactura de trenes de alta velocidad como existen en Europa, Japón y China, y viabilizando obras regionales de servicios a la ciudadanía. Complementariamente a este acercamiento, Ocasio Cortez ha propuesto que se graven los ingresos por encima de los $10 millones anuales a individuos y empresas mediante una tasa ascendente que llegaría a un 70% de dichos ingresos. Curiosamente, esas tasas prevalecieron durante las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado en los EE.UU. y fueron poco a poco reducidas por los presidentes republicanos Reagan, Bush y ahora Trump. Esta medida ha causado tanto revuelo entre los sectores conservadores de los EE.UU., que hasta la han acusado de querer destruir la industria de aviación y la industria de la carne, y de intentar convertir la nación “en otra Venezuela”.
Para quienes están coqueteando con la idea de apoyar un partido de nueva creación por Alexandra Lúgaro y Manuel Natal, el acercamiento de Alexandria Ocasio Cortez a su campaña resulta cuanto menos provocador, cuando más, tal vez un modelo a emular. Alexandria decidió que no iba a retar a Crowley con los métodos tradicionales de invertir en publicidad y compra de espacio mediático. La joven “se tiró a la calle”. Fue puerta por puerta y les habló a sus constituyentes de sus necesidades de salud, empleo, trabajo bien remunerado y seguro, y un techo para quienes no lo pueden sufragar. No les habló del Partido Demócrata. No les habló de socialismo. No les habló de derrocar el gobierno o el sistema.
Alexandria Ocasio Cortez les habló a sus constituyentes sobre la injusticia de que en el país más rico del mundo haya espacio para tantos billonarios (hay 526) mientras alrededor de 40 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud, la educación de sus hijos es deficiente, la contaminación que daña el planeta también envenena sus comunidades. Pero sobre todo, ha hecho hincapié en que las grandes empresas financian las campañas de los políticos y luego les redactan los proyectos de leyes que se habrán de convertir en leyes en contra de los intereses de la clase trabajadora, los asalariados, los que sostienen la infraestructura nacional con su trabajo y sus contribuciones, y que se ve obligada a pagar los platos rotos cada vez que los especuladores apoyados por los políticos descalabran las finanzas, las hipotecas, las fuentes de empleo.
Hipatía de Alejandría, filósofa, astrónoma y matemática griega, de principios del siglo V de la era cristiana, dijo: “El que influye en el pensamiento de su tiempo, influye en todos los momentos que le siguen. Deja su opinión para la eternidad”. Nuestras dos Alexandr[i]as son dos mujeres valerosas que ya influyen en el pensamiento de nuestro tiempo. Apostemos a que lo que dure para la eternidad no sea solo su opinión, sino los resultados de sus acciones.