La nada
Somos un pueblo de adictos. Nuestra droga es la nada. Laboramos duro para obtenerla y no podemos contemplar las horas de un día sin injerirla. Estamos dispuestos a hacer lo necesario por la consecución de las dosis. Silenciamos, marginamos, ridiculizamos, incluso hemos exilado, encarcelado y matado a los que amenazan la llegada de los cargamentos de nada.
Dedicamos nuestras vidas al consumo de esta sustancia etérea. No hay nada como la satisfacción que experimentamos con el primer golpe que produce la absorción de la nada. Nos volvemos seguros y orgullosos, perdemos las inhibiciones y las dudas y somos capaces de menospreciar a cualquiera que sea capaz de algo. Una y otra vez hemos aplastado a aquellos que intentaron separarnos de la adicción a la nada. En este país no tenemos por qué soportar a ninguno que intente librarnos de ella.
La historia de la nada está llena de grandes líderes. Sus nombres son los que hemos puesto a las calles y avenidas, a los coliseos, al aeropuerto. Honramos a nuestros mayores adictos por haber logrado una unión permanente con la nada. Hoy sus hijos y nietos son los nuevos traficantes de nuestra droga y confiamos ciegamente en ellos, ennotados con la nada, pa’ que tu lo sepas.
No entendemos, por tanto, si estamos bien, si siempre hemos estado a gusto con la nada, por qué recientemente tanta mención de algo. Eso corresponde a esas republiquetas que nunca han tenido la dicha de conocer a la nada. Aquí la nada es lo que hay y nadie tiene que venir con historias. Cierto es que está costando más cada día y que hay que importarla con Leyes de Cabotaje e IVU y, como se sabe, hasta para producir nada hay que estar en algo y en este renglón dependemos totalmente de la importación y los subsidios.
No hay duda que este es nuestro flanco débil y que últimamente la nada escacea y andan cortándola con sustancias que contienen algo y debilitan el viaje. Es triste decir que la nada ya no es lo que era.
En las últimas semanas nuestros traficantes fueron a Washington, donde no siempre se aceptó que en medio de sus intervenciones pausaran para meterse un pase de nada. Durante más de un siglo, desde allá nos proveyeron de la nada más pura. Washington fue el mejor punto y no entendemos por qué se está calentando.
Es difícil aceptarlo, da terror contemplarlo, pero últimamente andamos con el mono trepao. Nunca es el momento, pero aun menos es este, para romper vicio. La nada nos ha servido bien, fue la gran gestora de una revolución pacífica única en el mundo.
Hemos aceptado todo lo que nos han pedido y exigido para poder atesorar la nada. Este era el pacto de nuestros mayores y en esto consistieron sus promesas. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?
Por favor, yo soy bueno y no quiero hacerte daño, pero mira como estoy sudando, como me tiembla y duele el cuerpo. Te lo pido desde todos los semáforos del país, dame algo para seguir metiéndome nada.