La segunda gobernadora de Puerto Rico
Por primera vez en la historia podría también decirse que las mujeres mandan en Puerto Rico. Además de la gobernadora, la secretaria de la gobernación y la jueza presidenta del Tribunal Supremo, la vida económica de la Isla es regenteada y regulada por dos mujeres norteamericanas: la directora ejecutiva de la Junta de Supervisión Fiscal, Natalie Jaresko y la jueza federal Laura Taylor-Swain. Estas últimas dos mujeres representan el poder metropolitano ejercido mediante la Ley PROMESA. Dicho de otra manera, cinco mujeres administran el orden colonial en medio de la crisis político-económica más severa de la historia de Puerto Rico.
En las ciencias políticas abunda la literatura que analiza el rol de las mujeres en posiciones de poder político como agentes catalíticos de cambio o mediadoras de crisis políticas en distintas partes del mundo. Por ejemplo, Ángela Merkel en Alemania asciende al poder en 2005 tras la crisis partidista que surge con la reunificación alemana (Thompson y Lennartz, 2006; Wiliarty ,2008). En Chile, Michelle Bachelet, se presenta como una cara distinta a la coalición masculina que ostentaba el poder y obtiene el mando en 2006. Otros ejemplos de mujeres que han asumido la jefatura de gobierno de sus respectivos países después de una estela de corrupción por parte de gobernantes masculinos incluyen a Mireya Moscoso electa presidenta de Panamá en 1999 y Dilma Rousseff de Brazil en 2011. Según la literatura sobre género y política las candidaturas femeninas son particularmente efectivas para combatir la corrupción. Según el científico político Richard E. Matland (2003), las mujeres son vistas como agentes ajenos a la política (“outsiders”) y sus candidaturas son interpretadas como escobas para barrer las estructuras de poder de la corrupción (Matland, 2003: 329).
Esta percepción, real o imaginada, (algunas de las jefas de estado mencionadas han sido acusadas de corrupción también) ha llevado a varios países de América Latina a poner mujeres al frente de algunos cargos políticos importantes, además de la presidencia. Las mujeres en estas coyunturas históricas asumen la gobernación bajo el supuesto de limpiar las estructuras del poder de la corrupción y alejarse de conductas y estilos de liderato poco transparentes.
Puerto Rico no es una excepción a esta percepción. La primera gobernadora electa en 1999, Sila M. Calderón, corrió una campaña bajo la consigna de “Gobierno Limpio para Puerto Rico”. Esta consiga puntualizaba la intención política de marcar la diferencia tras la administración del gobernador Pedro Roselló caracterizada como una de las más corruptas de la historia política del país.
En este momento el denominador común de las mujeres en posiciones de poder en Puerto Rico podría decirse que es la de limpiar la imagen de corrupción que arropa el gobierno mediante posturas políticas conservadoras y estilos de liderazgo maleables. La postura de la segunda gobernadora, Wanda Vázquez Garced, respecto a la crisis de violencia de género, por ejemplo, es conservadora, declarando una alerta y no una emergencia como demandaban los grupos feministas, pero marca un cambio importante con respecto a su predecesor. Asimismo, la gobernadora ha cancelado contratos de dudosa legalidad o ambigüedad ética, pero los recientes señalamientos de nepotismo hacia ella, y hacia la secretaria de la gobernación, marcan una continuidad con las prácticas políticas que llevaron tanto a la crisis política como fiscal.
Durante los primeros cien días de la gobernación de Wanda Vázquez Garced, el liderato del PNP ha cuestionado tanto su posicionamiento político dentro de la estructura partidista, como su identificación ideológica con la estadidad. Su trayectoria como funcionaria de gobierno se mueve desde la posición de fiscal, a procuradora de las mujeres, a secretaria de justicia, pero no funge como líder de partido. Como Procuradora de las Mujeres, trabajó con las administraciones Fortuño (PNP) y García Padilla (PPD). Este desarrollo de la trayectoria laboral de Vázquez Garced ha levantado la suspicacia de diversos legisladores sobre su vínculo ideológico con el PNP y su futuro en la política electoral como posible candidata a la gobernación. Por algunas semanas la gobernadora alimentó la imaginación de los medios de comunicación utilizando lenguaje ambiguo cada vez que afirmaba que no tenía intenciones de postularse para candidata a la gobernación. Su ambigüedad retórica mantuvo viva la posibilidad de entrar al ruedo político en busca de la elección como gobernadora en el imaginario político de los medios. En las pocas entrevistas que le concedió a la prensa invocó a “Dios” dejando abierta la posibilidad de su aspiración a la gobernación en las elecciones del 2020 utilizando la frase, “Dios dirá”.
El liderato político masculino del PNP salió a interceptar la posibilidad de su candidatura alegando que Vázquez Garced no tiene partido y no cuenta con la estructura del PNP para correr una campaña a la gobernación. Vázquez Garced, por su parte, finalmente respondió que no aspiraba a la gobernación. ¿Por qué dejó, entonces, correr la imaginación colectiva por algunas semanas sobre su posible candidatura? Se ha especulado que tal vez fue “seducida” por el poder que hoy comanda, o que puede haber estado rodeada de voces que respaldan su gestión y nutren la idea de un apoyo electoral a su candidatura. También se especuló que deseaba negociar un puesto en la judicatura al finalizar el término de su administración o tal vez, era una amenaza para mantener a raya al liderato de la única rama de gobierno encabezada por hombres, la legislatura. Se comenta, además, que Wanda Vázquez siendo tan cercana al exgobernador Rosselló, esté «conspirando» contra la coalición que aspira al poder manteniendo viva la posibilidad de su candidatura y así obstaculizar los procesos internos del PNP que buscan la unificación de su base. Otra explicación posible es que mantuvo la ambivalencia sobre su candidatura para evitar que su gestión de gobierno fuera dominada por el síndrome del «pato cojo» (“lame duck”). Esto es, que se obstaculicen sus decisiones e implantación de política pública por la transitoriedad de su posición.
Este cúmulo de interrogantes reflejan el estilo de liderazgo que caracterizo como “maleable”. El liderazgo de Wanda Vázquez Garced se acomoda con relativa flexibilidad a los vaivenes, pugnas internas y frágiles consensos del liderato preponderantemente masculino en el PNP respecto al futuro electoral de ese partido. La segunda gobernadora asumió “obedientemente” la determinación del Tribunal Supremo y aceptó el cargo a la gobernación a pesar de afirmar reiteradamente que no tenía interés en la posición y que renunciaría una vez lo asumiera para darle paso al liderato electo del PNP. Tranquiliza al liderato legislativo argumentando que sólo cubrirá el año y medio que le resta al cuatrienio dominado por el PNP. Maneja a la Junta de Control Fiscal sin animosidad y concurre con algunas de las decisiones de esta sin ocasionar grandes conflictos. Las controversias y demandas de grupos sociales específicos las atiende con cordialidad proveyendo espacio de conversación directa con ella para escuchar con paciencia y serenidad reclamos que no encuentran en la gobernante resoluciones a los asuntos de interés planteados. En sus primeros cien días de gobierno no ha tomado decisiones difíciles sobre asuntos importantes, como la restructuración de la AEE, las diferencias surgidas por las directrices del Comisionado de la Policía, el código civil y la reforma electoral. No ha hecho cambios importantes en el gabinete heredado de la administración fallida del gobernante saliente. Tampoco se ha sometido al escrutinio de la prensa mediante conferencias de prensa ni entrevistas profundas sobre política pública. Su comportamiento político parece acomodarse con relativa facilidad a los designios legislativos. La maleabilidad y elasticidad de su estilo de liderato hasta ahora ha logrado su permanencia en el poder dando la impresión de un gobierno de paz y calma con rostro de mujer. La restauración del orden y el regreso al “status quo” parecen ser su norte.
El anuncio de Pedro Pierluisi como candidato a gobernador, parece poner fin a la controversia sobre el futuro político de la segunda gobernadora. El PNP, dada su profunda división y descrédito prefiere no celebrar primarias para el puesto principal de la papeleta electoral. Las huestes partidistas cierran filas y una vez más la disciplina de partido subordina y relega el ascenso de las mujeres, por la vía electoral, al poder político.
Referencias:
Matland, Richard E. 2003. “Women Representation in Post-Communist Europe.” Pp. 321 – 342 en Women’s Access to Political Power in Post-Communist Europe, editado por Richard Matland y Kathleen A. Montgomery. Oxford, UK, Oxford University Press.
Thompson, Mark y Ludmilla Lennartz. 2006. “The Making of Chancellor Merkel.” German Politics 15(1):99-110.
Wiliarty, Sarah Elise. 2008. “Chancellor Angela Merkel: A Sign of Hope or the Exception that Proves the Rule?” Politics and Gender 4(3):485-496.