La solidaridad: Ética e histórica
Reseña del libro de la Fundación Miranda, Nos-otros
En espíritu similar –con entusiasmo y optimismo, a la vez que con análisis y diálogo– invito al lector a que se acerque a este libro sobre la Miranda Foundation y su actividad más emblemática de sus últimos quince años (2002 al 2017), el Premio a la Solidaridad.
El libro agrupa dieciséis escritos de personas vinculadas a este proyecto en distintas capacidades: Lourdes Miranda, fundadora y gestora principal del Premio a la Solidaridad, Cristina King Miranda, su hija y estrecha colaboradora, varios colegas de Lourdes en el campo de la filantropía, algunos que servimos como miembros del comité o jurado que seleccionaba los premios, y otros, representantes de algunas de las organizaciones que fueron premiadas (incluso algunos se incorporaron al comité de selección, como explicarán varios de los ensayos que siguen). Todos los escritos manifiestan alegría y optimismo respecto al legado del proyecto. Pero no predomina un tono de mera celebración –aunque sea la celebración meritoria y bien ganada–, sino a su vez plantean numerosas problemáticas que conlleva la acción solidaria misma y su compleja relación con la filantropía.
Nos otros enfrenta el enorme reto de quebrar en el plural las distinciones entre otredades en sociedades contemporáneas, como el Puerto Rico actual, necesariamente heterogéneas. “Honrando lo que nos une”, fue lema del Premio a la Solidaridad, porque las heterogeneidades no son necesariamente, ni por lo general, bloques antagónicos. El texto promueve auscultar y fortalecer lo mucho que como puertorriqueños y como humanos nos une; respetar, valorar y estimular las diferencias cuando son paralelas, complementarias y/o enriquecedoras; y distinguirlas de aquellas irremediablemente antagónicas que deben enfrentarse con entereza y honradez.
El libro entrelaza análisis y reflexiones en torno a este enorme reto, tanto en términos generales, como –sobre todo– a través de las ricas experiencias concretas de los veinticinco años de la Miranda Foundation. En ese sentido es un bello ejemplo del continuo diálogo necesario entre acción y pensamiento.
Nos otros abre con un escrito de Cristina King sobre la trayectoria solidaria de Lourdes Miranda previo al proyecto del Premio a la Solidaridad (Cap. 1), que se complementa con la mirada de Diana Campoamor sobre el carácter de Lourdes como expresión de su filantropía (Cap. 2). Ambas abordan indirectamente una temática que constituirá el centro del escrito de Agustín Costa más adelante (Cap. 9) y que aparecerá también en muchos de los escritos: la dimensión ética del trabajo solidario. No se trata meramente de hacer el bien por los demás, sino de cómo hacerlo, y sobre cuáles presunciones y principios. No es propósito de esta reseña resumir los argumentos de cada escrito, sino invitarlos a participar de este diálogo.
Pero además de su carácter ético, la solidaridad es también histórica. Es decir, como interacción social se manifiesta con mayor intensidad y presencia intricadamente entrelazada con la dinámica de los procesos sociales. “Yo soy yo y mi circunstancia” es la cita de Ortega y Gasset que usa Lourdes Miranda para comenzar su ensayo (Cap.3), y la circunstancia es siempre cambiante, histórica.
A principios del siglo XX el movimiento obrero puertorriqueño centró en la solidaridad su programa, principalmente respecto a las contradicciones de una producción colectiva apropiada individualmente, y frente a una cultura económica de paternalismo y deferencia. También, la integración masiva de mujeres al despalillado del tabaco (segunda industria entonces) nutrió procesos solidarios entre géneros a nivel sindical (no exentos de trabas mentales de viejas costumbres arraigadas), con claras repercusiones a nivel político (el reclamo del voto) y a nivel familiar (como evidencian los escritos de Luisa Capetillo, entre otras). Esos primeros veinticinco años de historia obrera conforman un archivo inmenso de experiencias y proyectos solidarios que fueron calando nuestro sentido de justicia social.
No es éste el lugar de examinar los muy complejos procesos y transformaciones históricas que expliquen por qué y cómo esta experiencia fue disipándose. Sino sólo apuntar cómo, en el período que este libro cubre (de los 1990 hasta hoy), la historia ha provisto nuevos campos en los cuales la solidaridad se manifiesta. No es que hayan concluido dichas problemáticas iniciales, sino que se ha abierto el abanico de los proyectos solidarios. Extremadamente importante ha sido la consciencia ecológica; el no vernos como enfrentados a la naturaleza, sino como parte de ella, y la lucha solidaria en comunidades por su defensa. Relacionado con la defensa del entorno, la aspiración a la relación personal comunal frente a la mera relación social funcional ha sido campo importante a la lucha solidaria frente a los intentos de desahucio, y base para propuestas innovadoras que indirectamente enlazan con las luchas obreras iniciales, pero desde lo comunal, como la propiedad colectiva propulsada por las Comunidades del G-8 en el caño de Martín Peña. Igualmente, ha otorgado un nuevo cariz a las luchas femeninas, como en Taller Salud.
La relación entre generaciones y la problemática juvenil ha sido otro ámbito de proyectos solidarios, muchas veces relacionados a la educación. Así como, las desigualdades urbanas en el acceso a las artes y la importancia humana de las elaboraciones estéticas. Un examen al listado de premiados da cuenta de esta amplitud. Pero más aun, sirve de brújula para visualizar las transformaciones de estos quince años en Puerto Rico. Casi siempre los premiados en tal año responden a la efervescencia de la respuesta social a algún problema crítico del país, y esas sucesivas respuestas servirían como mapa para estudiar nuestra historia contemporánea.
La historicidad de la solidaridad subyace los planteamientos de este libro en torno a la filantropía. Entre posibles corrientes de esta práctica, la trayectoria de la Miranda Foundation (Cap.7 Barrientos) y su Premio a la Solidaridad (Cap.6 Colón) se enmarca en aquella claramente dirigida a la justicia social, que en el mundo desigual conlleva –como señala Lucillla Fuller (Cap. 8)–, necesariamente transformaciones socio históricas. Lourdes Miranda muy bien describe en su escrito la diferencia entre lo que entiende por filantropía y la caridad. La diferencia entre “remediar” y transformar. La caridad podría contribuir a perpetuar el estado de desigualdad, mientras la filantropía solidaria busca contribuir a trascenderlo. Ya lo planteaba el movimiento obrero a principios del siglo XX cuando sorpresivamente proponía la abolición de los asilos de beneficencia y casas de misericordia o caridad, sustituyendo este sistema de compasión por uno basado en la ayuda mutua y la protección directa solidaria. Ambos podrían mejorar la situación de los necesitados, pero el primero fortalecía la permanencia de la cultura del paternalismo y el segundo de la autogestión.
Es interesante, cómo Ramón E. Daubón (Cap.4) desde el campo de la Filantropía y Amárilis Pagán Jiménez (Cap.5) desde las organizaciones solidarias (directora ejecutiva del proyecto MATRIA y miembro muy valioso del comité de selección por varios años) llegan a argumentos tan claramente complementarios. Daubón argumenta que la filantropía transformadora tiene que ser solidaria y Pagán, cómo la solidaridad depende de una voluntad de transformación, y alcanza su mayor sentido en la medida que trasciende. Los escritos siguientes dan fe de estos procesos entrelazados –solidaridad y cambio social– y cómo el Premio a la Solidaridad fue convirtiéndose en “un pilar del tercer sector” como explica Ana Yris Guzmán de Nuestra Escuela (Cap.12). El escrito de Janice Petrovich (Cap.10) resume con excelente precisión el legado del premio, sobre todo por sus prácticas democráticas y solidarias que fortalecían con el ejemplo de sus propios procederes, los principios que impulsó.
Los ensayos del 13 al 16 (Feldman y Rosario de Taller Salud; Massol de Casa Pueblo; López y Torres del Instituto de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos; y Ramírez del Museo de Arte Contemporáneo) abordan experiencias solidarias concretas muy variadas de organizaciones que el Premio a la Solidaridad reconoció, y la reflexión de sus gestores en torno a estas experiencias, lo que significan para el Puerto Rico actual y los posibles futuros de transformación que abren. Además, cumplen con uno de los propósitos de establecer el premio que fue otorgar mayor visibilidad a los esfuerzos solidarios. Así, el ejemplo aleccionador de unos podría servir de estímulo para el desarrollo de otros. También se esperaba que las organizaciones y movimientos se conocieran mejor para que, entre ellos, pudieran establecer vínculos y alianzas que favorecieran y multiplicaran sus proyectos transformadores. Para ello, la manera como se organizaban los actos de premiación fue muy importante: fomentando, en lugar de la competencia por el reconocimiento, el diálogo, la solidaridad misma y el afecto entre todos los participantes.
El que las organizaciones pudieran participar luego como miembros del comité seleccionador, condujo a que se conocieran aún más diversas organizaciones; y fue hermoso experimentar el surgimiento de alianzas entre ellas fuera del marco del Premio a la Solidaridad. No obstante, es preciso reconocer que el desarrollo de una red entre organizaciones y movimientos solidarios fue un proyecto muy loable vinculado al premio al cual Miranda Foundation le dedicó muchos esfuerzos y con logros –hasta hoy– parciales. Constituye un reto tratar de comprender por que la Red Solidaridad no pudo alcanzar sus expectativas.
Los escritos finales sirven de embocadura para la continuidad que el mismo libro espera del lector. Las ricas experiencias concretas y reflexiones que abordan constituyen solo una parte de todo el ámbito de organizaciones y movimientos premiados. Se hacía necesario hacer una selección para esta publicación. Y se espera que esta selección los estimule a buscar más información sobre ellos y sobre los otros.
El Premio a la Solidaridad, reconocimiento de unos haceres inseparables de sus procederes, fue un proyecto inédito genial de una pequeña fundación familiar en la filantropía de justicia social. Con una dotación modesta, pero precisamente por la novedad de reconocer acciones y procedimientos solidarios, se ganó el afecto y el respeto del conjunto de organizaciones sin fines de lucro. Ser premiado en el Premio a la Solidaridad se convirtió en un galardón, mucho más que a la eficiencia, al carácter sobre el cuál se asentaban sus logros. Con el pasar del tiempo, el listado de premiados se mantiene, en su enorme mayoría, como ejemplo de las organizaciones que más contribuyen (o contribuyeron) a un Puerto Rico y a un mundo más esperanzador.
Nos otros es testimonio y apertura. Testimonio de un innovador proyecto para fomentar la justicia social desde la filantropía. Y, apertura por su legado para las transformaciones que conlleva la solidaridad en la historia presente o futura.