La Universidad que excluyó a los riopedrenses
Dedicado a Ángel “Gelo” Guevarez Ayala y William Abad Miranda “el zorro de Río Piedras”
Un acercamiento al proceso de desaparición del barrio Amparo por la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
“Como nota final del curso deben realizar un ensayo historiográfico sobre algún tema relacionado a la historiografía puertorriqueña”. Fueron esas instrucciones –sin tener muy claro lo que era un ensayo de esa índole– las que me motivaron a visitar la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca Lázaro esa noche. Pasé todo el día pensando en el tema para realizar el escrito y, para aquel entonces, prestaba atención a conversaciones de pasillo que algunos compañeros de clases sostenían. Cuando pegaba el oído escuchaba las palabras posmodernidad, posmodernismo; o frases como: “es que eso es bien posmo” o “tú eres un posmoderno”. Como no entendía absolutamente nada de lo que ellos decían, decidí realizar mi ensayo historiográfico sobre el posmodernismo en la historiografía puertorriqueña para tratar de entender. Ingenuo yo; no sabía en qué me metía.Por alguna razón, de esas extraordinarias que se viven en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, la sala de la Colección Puertorriqueña se encontraba cerrada esa noche. Rápido pensé que algunos servicios que ofrece el Recinto tienen un gran parecido a una Colecturía de Hacienda o cualquier oficina del CESCO, tanto por su horario de servicio como también por sus cierres inesperados. En algunas partes del Recinto, después de las 4:00 pm, no puedes hacer nada, y cuando necesitas resolver algún problema en alguna oficina universitaria sus puertas no se encuentran abiertas. Parado en la puerta y sin poder buscar información para mi ensayo, rápido llamó mi atención una exposición fotográfica de la historia del recinto dedicada a Gustavo Agrait y observé en uno de los carteles que al lado de la torre habían unas casas. La foto contenía una descripción que indicaba: “Foto aérea de la torre y a la izquierda el barrio Amparo”. Luego de ese momento, el barrio Amparo acaparó mi atención convirtiéndose en mi tema de investigación en lo que me restaba de bachillerato; preguntándoles a ciertas personas, pude constatar que fue eliminado por la propia Universidad de Puerto Rico.
En el libro El día menos pensado. Historia de los presidiarios en Puerto Rico. 1793-1993 del historiador puertorriqueño Fernando Picó, se invita a los historiadores a dar un espacio en la historiografía puertorriqueña a los marginados. Esto se explica en palabras de Picó que “la sociedad puertorriqueña no está completa si no se consideran también los marginados”[1]. El espacio de la marginalidad ofrece una gama de posibilidades para estudiar y analizar. Como ejemplo de esta gama están los alcohólicos, los sin hogar, los trastornados mentales, los refugiados de huracanes y los desplazados por las construcciones. Esta investigación cae dentro del último grupo esbozado y es gracias a la invitación de Fernando Picó, que decidí acercarme al pasado de un barrio que contaba con una iglesia, con hatos y sembradíos de piña; un lugar de residencia de niños, esposas, trabajadores, viudas, en otras palabras, personas que habitaban el barrio Amparo.
El Barrio Amparo como problema
Aquel que no desee cooperar es catalogado como un enemigo político.
–Augusto P. Álvarez[2]
El 7 de marzo de 1942, la Universidad de Puerto Rico (UPR) desarrolló una reforma universitaria que buscaba en esos momentos reinventar su sistema educativo y de gobernanza para ampliar conjuntamente sus currículos académicos y sus facilidades físicas para el beneficio de quienes participaban del mundo académico que ofrecía para ese entonces la universidad del Estado. La matrícula de estudiantes en el periodo esbozado iba en un aumento escalonado, fundamentada en el Consejo Superior de Enseñanza según el cual había una “urgencia de fortalecer el programa de expansión universitaria tanto en su fase académica como en sus instalaciones físicas”.[3] Por su parte, la expansión física, no era un problema para la UPR que específicamente la enfilaba hacia el barrio Amparo[4],pues en la parte sur y oeste de la universidad había propiedades y edificaciones de cemento muy grandes que entorpecían su expansión estructural. En la parte sur se encuentra el Centro Urbano de Río Piedras y en la parte oeste la Urbanización Santa Rita y la avenida Ponce de León.
El barrio Amparo poseía unos terrenos que atraían tanto a la universidad del Estado como al gobierno de Puerto Rico ya que este era una antítesis a los planes modernizadores gestados por el Estado para la década de 1940. En una noticia del periódico El Mundo, en que se explica la compra de los terrenos del barrio Amparo por parte de la UPR a la Sociedad Española de Auxilio Mutuo y Beneficencia, se puede apreciar la óptica del alcalde Augusto P. Álvarez hacía los residentes de estos terrenos. En palabras del Alcalde Álvarez, “el barrio Amparo en su totalidad está poblado de casas de madera. Muchas personas pobres viven en dicho sector, donde establecieron sus hogares en los terrenos de Auxilio Mutuo”. Aunque sí existían casas de madera esta óptica no venía del vacío, sino que implicaba una mirada al servicio de unos proyectos “modernizadores” particulares que, con todo y sus contradicciones, trae consigo un imaginario que recae en cierto discurso apoyado del concepto del progreso.[5] Cabe recordar el conocido proyecto Manos a la Obra de 1947, un plan donde la isla dejó de ser un distrito mayormente agrícola para convertirse en una plataforma de manufactura orientada a la exportación con una agricultura en decadencia. La adopción de un nuevo estilo de vida gracias a este proyecto, significó el paso rápido del asentamiento rural y semirural al desparramamiento urbano.[6] En esta ola modernizadora el Alcalde Augusto P. Álvarez designó como enemigos políticos a aquellos residentes del barrio Amparo que se oponían a esta movilidad impuesta.
La Universidad de Puerto Rico adquiere el barrio Amparo
Por medio de una certificación, el 8 de septiembre de 1949, el Consejo Superior de Enseñanza, a través de su subsecretaria Dora S. López Prado, autorizó al rector de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, a efectuar en nombre de esta la adquisición de aproximadamente 88,046 cuerdas de terreno adyacentes al campus universitario. Dentro de esas cuerdas de terreno estaba sito el barrio Amparo. Estas le pertenecían a la Sociedad Española de Auxilio Mutuo y Beneficencia y fueron vendidas a razón de $6,000.00 dólares por cuerda.[7] Al endosarse la compra de los terrenos, la Universidad de Puerto Rico –por medio de la Certificación 22– le dio la potestad al Rector, el licenciado Jaime Benítez, para hacer las gestiones necesarias para eliminar el barrio Amparo de los nuevos terrenos adquiridos.
La UPR procedió a preparar los planos de los terrenos a adquirir en conjunto con la localización de las edificaciones. Una vez identificados los terrenos, la Universidad comenzó a trabajar en conjunto con el Departamento de Hacienda los informes de planillas de tasación con el fin de tener los registros tributales de los residentes del barrio Amparo. Posteriormente, la Universidad obtuvo por medio del Registro de la Propiedad un informe que especificaba que ninguno de los hogares aparecía inscrito en el Registro.[8]
Ya con todo justificado, la Universidad de Puerto Rico comenzó el proceso de desaparición del barrio por medio de una primera etapa por compraventas y otras dos por expropiación forzosa entre los años fiscales de 1957 al 1960.[9] Para las tres etapas, la Asamblea Legislativa asignó anualmente la suma de 50,000 dólares.[10] Dentro de las tres etapas, la tercera, del periodo de 1959-1960, tuvo muchas problemáticas en el sentido de que no se completó con la continuidad que se esperaba. Por ejemplo, la certificación del negociado de recaudaciones para la secretaria de justicia se atrasó en varias ocasiones[11]; esto debido a que dentro de los trámites que utilizó la UPR para justificar la desaparición del barrio Amparo, se necesitaba el estado contributivo de cada uno de los residentes del barrio a expropiarse. Muchas veces estas listas eran monumentales y al demorarse estos trámites, el proceso de desaparición en su totalidad se atrasaba.
Pero el hecho de demorarse el estado contributivo de los residentes del barrio Amparo, no fue la única circunstancia que permitió la lentitud del esta tercera etapa. La Corporación de Renovación Urbana y Vivienda (CRUV), institución que tenía la responsabilidad de buscar hogares a los residentes del barrio Amparo, no tenían urbanizaciones vacantes para acomodar a las familias expulsadas. Por otro lado, en las dos etapas antecedentes de los períodos 1957-1958 y 1958-1959, la CRUV auxilió a la UPR en la relocalización de las familias perjudicadas en este proceso.[12] Debido a que la CRUV no tenía muchos espacios vacantes para ayudar a las familias perjudicadas, en el mes de marzo de 1960 se limitó la asignación de viviendas a nivel metropolitano únicamente a las familias del barrio Amparo.[13]
Los residentes del barrio Amparo perdieron sus hogares y junto con la pérdida, sufrieron la incertidumbre de no saber a dónde ir ya que la agencia que se encargó de ayudar a estas personas no tenía espacios para estos. Dentro de la desaparición de este barrio se dieron unos casos en particular ya que dentro del barrio Amparo varias personas eran propietarias de pequeños negocios y como consecuencia de la desaparición del barrio perdieron el único medio de generar ingresos para su diario vivir. Un caso relacionado a la pérdida de un negocio es el caso del señor Francisco Fontanet quien pidió a la CRUV un solar comercial favorable en el área metropolitana.[14] Lamentablemente, la CRUV no contaba con solares comerciales para ayudar a los pequeños comerciantes del barrio Amparo. Estas personas perdieron sus negocios y sus hogares. El proceso de desaparición del barrio Amparo fue muy diverso en el sentido de que no se puede clasificar bajo un solo mecanismo: hubo ofertas de compra, expropiaciones y reubicación en vivienda pública. La diversidad de mecanismos por la Universidad se explica, ya que los abogados que trabajaron para dicha institución tenían que asegurar la limpieza de los títulos de propiedad y fondos públicos para el beneficio de la universidad. Por medio del mecanismo de compraventa este objetivo no se podía lograr fácilmente y la Universidad de Puerto Rico vio más factible el hecho de recurrir al mecanismo de expropiación forzosa[15], mecanismo que agilizaba el proceso. En contraste, el proceso de compraventa el curso de negociación era uno muy lento y prolongado y permitía que algunos residentes alargaran su estadía en el barrio hasta por un año más de lo negociado. Lamentablemente, en la documentación consultada, no pude precisar si se dio una cuarta etapa. Sin embargo, en el transcurso de la búsqueda encontré casos individuales con fechas de los años 1962 y 1963.
Ahora bien, expuesto y constatado el proceso de desaparición del barrio Amparo, cabe preguntarse, ¿qué hicieron los residentes del barrio Amparo para resistir el desplazamiento al que fueron expuestos por parte de la Universidad de Puerto Rico? Varios de los residentes expresaron su descontento mediante un comportamiento calificado como “negativo y rebelde”. Según la documentación consultada, a Álvaro Castro, residente del barrio Amparo, se le visitó más de 20 veces y se le llevó supervisoras del bienestar público para recibir ayuda. Posteriormente, se le consiguió una casa en el barrio San José y se le concedió la suma de $450.00 dólares. El señor Castro se negó a dar datos de su familia a la Autoridad de Hogares y se consideró que en este caso: “se perdieron todos los galones de paciencia y diplomacia”.[16]
Otro de los métodos de movilización, búsqueda de alternativas o resistencia por los residentes del barrio Amparo, surge de la carta con fecha del 3 de julio de 1961, dirigida al entonces Gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, de parte de los residentes del barrio Amparo. La carta expresa: “La presente carta es para informarle la agobiante situación por la que se está pasando en el barrio Amparo en cuanto a la expropiación que está llevando la UPR en este sitio. Los firmantes que nos hemos unido para hacer llegar hasta usted este grito, esperamos en su generosidad nos oiga para ver que se puede hacer en este caso.” Esta carta fue firmada por varios residentes del barrio Amparo que estaban opuestos al proceso.[17]
Pero los ejemplos anteriores, no fueron las únicas medidas que adoptaron los residentes del barrio Amparo para oponerse a los planes de expansión de la Universidad de Puerto Rico. En 1963 según el periódico El Mundo, 400 familias se opusieron a los planes de la universidad del Estado, organizándose y creando el “Comité Cívico Pro Ayuda del barrio Amparo”. Este comité de residentes estaba presidido por Miguel Santiago Bermúdez y él con sus vecinos logró convocar a una reunión al rector de la Universidad de Puerto Rico, el licenciado Jaime Benítez, la alcaldesa de la capital, Doña Felisa Rincón de Gautier, el representante Justo P. Náter, el senador Rubén Gaztambide Arrillaga, el vicepresidente de la Cámara de Representantes, Benjamín Ortiz, y el director ejecutivo de la CRUV, Carlos Alvarado. Esta reunión se llevó a cabo con el propósito de tener un diálogo concreto para estar al tanto del futuro del barrio Amparo. La fecha de la reunión fue pautada para el 21 de julio de 1963 en la escuela delbarrio.[18]
La reunión convocada por el “Comité Cívico Pro Ayuda del barrio Amparo” se llevó a cabo como se tenía esperado.[19] Lamentablemente, el periódico El Mundo no recogió la perspectiva del barrio Amparo, sino que le dio más énfasis al bando de la Universidad de Puerto Rico y sus acompañantes. Aún así, sabemos que a la reunión llegaron las personas convocadas y el rector, el Licenciado Jaime Benítez, se dirigió a los residentes. Benítez mencionó que “la política de expansión seguida seguirá para la continuación del proceso de expansión de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras”.[20] Luego de mencionar que la política de expansión seguirá, el rector Benítez señaló que la Universidad había seguido un proceso “a paso de tortuga” considerando los efectos de una acción rápida. También dejó claro que la UPR no contaba con los fondos necesarios para una expropiación total del área necesaria, pero que la misma se efectuará paulatinamente de acuerdo a las necesidades de la Universidad. El señor Carlos Alvarado, director ejecutivo de la CRUV, enumeró en la reunión los problemas básicos de los inquilinos y dueños de propiedades del barrio Amparo. Señaló que los casos serían atendidos individualmente. Justo P. Nater y Doña Felisa Rincón de Gautier, abogaron por la cooperación de todos los residentes. El acto terminó con un almuerzo en la residencia del señor Rafael de Jesús.
En procesos de desplazamientos, uno de los asuntos más importantes es intentar seguirles la pista a las personas desplazadas. Afortunadamente, por medio de algunos documentos consultados podemos tener una idea de hacia dónde se mudaron algunos residentes del barrio Amparo. Entre estos lugares se pueden mencionar: el caserío Nemesio Canales, una barriada en Sabana Llana, Caparra Terrace, Campo Rico, entre otros.[21] A pesar de lo que decìa el Alcalde Augusto Álvarez sobre los residentes pobres del barrio Amparo, en el Censo poblacional de 1940 se puede constatar lo contrario. Según el Censo, el barrio Amparo contaba con carpinteros, profesores universitarios, enfermeras, abogados, y lavanderas, y los orígenes de procedencia de estas personas se remontan desde Gurabo, Juncos, Ponce y Barceloneta. No solo la procedencia de los habitantes del barrio Amparo se limitaba a las fronteras geográficas de Puerto Rico, sino que estas también varían de lugares del extranjero como Cuba, España, y Estados Unidos.
Luego de que los residentes del barrio Amparo fueran expulsados, la UPR tuvo la intención de cercar los terrenos adquiridos para que personas ajenas a la Universidad no se metieran en ellos a construir barrios clandestinos. A la vez que se perfilaba la desaparición del barrio Amparo, la Universidad construyó varias edificaciones que estaban situadas cerca del barrio. En el periodo de 1950-1951, la Facultad de Ciencias Sociales se mudó del edificio Felipe Janer al nuevo edificio Beatriz Lasalle. En 1953 se inauguró la biblioteca José M. Lázaro y en 1956 se construye el Museo de Historia, Antropología y Arte.[22] En otras palabras, estos edificios están en lo que fue el barrio Amparo…
Como parte de los planes de desarrollo infraestructural de la Universidad y ya cuando el barrio Amparo estaba casi deshabitado, en el año 1964 se construyó el edificio Ramón Emeterio Betances y en el año 1968 el edificio Carmen Rivera Alvarado.[23]Lamentablemente, no puedo precisar hasta qué fecha permaneció la última persona en el barrio Amparo, ya que no pude encontrar la documentación necesaria. Podemos deducir por medio de una carta de Doña Felisa Rincón de Gautier al Rector Abraham Díaz González, que para el año 1968 aún en el barrio Amparo vivían pocas personas.[24] Estos residentes podrían ser de los últimos ya que si comparamos las diferentes fechas que constituyen el proceso de desaparición del barrio Amparo junto a la construcción de los dos edificios mencionados, observamos como estos para el año 1968 cumplían sus funciones como se tenían planificadas. Al parecer para estos años existía dentro del barrio Amparo una cantidad minúscula de residentes. Estos podrían ser los últimos habitantes.
Como parte de los procesos de desarrollo urbano de mediados del siglo XX en Puerto Rico, la Universidad terminó su ampliación física y académica para el bienestar de aquel individuo que pertenecía al mundo académico puertorriqueño. Al terminar su ampliación física, el lugar que era la antítesis de estos procesos modernizadores conocido como el barrio Amparo, desapareció. El barrio Amparo se suma a otros desaparecidos barrios del área metropolitana, como por ejemplo, el caso del barrio Las Corozas, que gracias a los procesos de desarrollo urbano gestados por el gobierno de Puerto Rico, fue eliminado. La desaparición de barrios del área metropolitana se explica, ya que los residentes de estos lugares eran considerados como un estorbo a cierto progreso. Aquellos residentes que se oponían a la desaparición de su comunidad eran vistos como enemigos políticos y sus residencias como objetivos a eliminarse.
Como suele ocurrir en las ciudades, las universidades se sitúan mediante el desplazamiento de comunidades. La Universidad, como ha sugerido Jorge Lizardi Pollock, ha creado una isla dentro de la isla.[25] Estos procesos son paulatinos, pero la suma de eventos da pie a una política de aislamiento en el tiempo. El barrio Amparo quizás sea solo un ejemplo de varias de esas políticas universitarias de aislacionismo. Por lo tanto, la comunidad universitaria debe apostar a una convivencia polifónica con la comunidad de Río Piedras asumiendo las diferencias y apostando a lo plural. Conviene que la Universidad de Puerto Rico reflexione sobre cómo se instaló y ejerció su expansión física con el propósito de que asuma un proceso reflexivo con las comunidades aledañas.
Como responsable del encierro universitario, la Universidad debe fortalecer programas como el Centro de Acción Urbana, Comunitaria, y Empresarial de Río Piedras (CAUCE) adscrito a la Oficina del Rector. Aclaro que cuando menciono fortalecer no hablo de que CAUCE no esté provocando nada en Río Piedras si no todo lo contrario. El personal de CAUCE es uno muy comprometido y con escasos recursos ha asumido un rol significativo en el proceso de crear una cohesión comunitaria-universitaria. Desde la creación de proyectos de desarrollo económico comunitario como lo es el huerto, vivero, y bosque urbano de Capetillo, el programa de alfabetización de adultos, y la colocación de techos nuevos a los hogares de algunos residentes de los barrios Venezuela y Buen Consejo que perdieron el mismo por el paso del huracán María, son un ejemplo genuino de esa responsabilidad que se debe emular. Esto con la intención de provocar esa convivencia entre los universitarios y la comunidad riopedrense la cual invito a todos a participar de la misma.
Coda
Aún en estos días, así como apareció esa noche frente a las puertas de sala de Colección Puertorriqueña, el barrio Amparo me sigue apareciendo y ahora acosando. En mis estudios graduados en Historia decidí distanciarme del barrio Amparo; completé mi grado con una tesis que lleva como título: Creación, Control y Disputas: Los debates sobre la significación del concepto historiografía puertorriqueña, 1983-2010. Hace unos meses disfrutaba de unas medallas bien frías con mis amigos Mikael E. Rosa y Francisco Santiago en el bar El Refugio, del barrio Blondet de Río Piedras. Entre relajos, risas, y la parafernalia del Partido Popular Democrático muy distintiva de esa barra emblemática de los universitarios, observé una foto en la camisa amarilla de un señor que lleva impresa la torre de la universidad junto con unas casas. La camisa decía: Establo Bo. Amparo. Sin duda alguna decidí acercarme al señor y le pregunté, ¿de qué es su camisa y por qué el barrio Amparo?
Me contestó que pertenece a un club de ex residentes del barrio Amparo que se reúne varias veces a la semana con el propósito de jugar caballos y darse unas frías en la calle William Jones del barrio Capetillo Arriba. Creo que la reacción que reflejó mi cara fue una que no escondió el asombro que me abrumaba. Rápido, como un gancho al costado de esos que te aflojan las rodillas, el señor me ripostó: ¿Se puede saber de dónde carajos tú conoces el barrio Amparo? Sin poder articular ni una sola palabra, le mencioné que hay un refrán popular que dice: “Dios obra por senderos misteriosos” y que hace unos años realicé una investigación sobre el barrio Amparo. Quedamos en encontrarnos en el refugio para conversar, aún estoy esperando que el barrio Amparo me asedie de nuevo…
[1] Fernando Picó, El dia menos pensado. Historia de los presidarios en Puerto Rico (1793-1993). Rio Piedras, Ediciones Hurácan, 1994. p 15.
[2] Periódico El Mundo. 28 de marzo de 1949.
[3] Archivo Central Universidad de Puerto Rico, Memorándum de la oficina de planificación (sin fecha). Proyecto remodelaciones y expropiaciones, caja 92-2. La abreviación del archivo será A.C.U.P.R.
[4] El barrio Amparo se encontraba ubicado en los terrenos que hoy día se encuentran las Facultades de Ciencias Sociales y Administración de Empresas. La Biblioteca José M. Lázaro y el Museo de Historia, Antropología, y Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
[5] Sobre una crítica al concepto del progreso puede remitirse a la tesis IX del ensayo “Sobre el concepto de la historia” de Walter Benjamin. Walter Benjamin, La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica y otros textos. Buenos Aires, Ediciones Godot, 2012. P. 68.
[6] Cesar Ayala y Rafael Bernabe, Puerto Rico en el siglo americano: su historia desde 1898. San Juan, Ediciones Callejón, 2011. p 219.
[7] A.C.U.P.R. Certificación # 37. Organización y su funciones, caja P-4.
[8] A.C.U.P.R. Carta del rector interino Sebastián González García al Licenciado Hiram R. Cancio con fecha del 9 de febrero de 1959.Proyectos. Caja 92-2.
[9] A.C.U.P.R. Carta de Leonardo Ratcliff administrador de las residencias de las facultades a la Sra. Myrna Irizarry planificadora de la oficina de la Corporación de Renovación Urbana y Vivienda con fecha del 25 de noviembre de 1964. Proyectos. Caja 92-2.
[10] A.C.U.P.R. Carta de William Preston Decano de Administración para Santiago Polanco Abreu presidente de la Comisión de Hacienda con fecha del 26 de febrero de 1960. Proyectos. Caja 92-2.
[11] A.C.U.P.R. Carta de Leonardo Ratcliff administrador de residencias de las facultades al Sr. Salvador E. Salas colector de rentas internas con fecha del 7 de diciembre de 1959. Proyectos. Caja 92-2.
[12] A.C.U.P.R. Carta de Leonardo Ratcliff administrador de residencias de las facultades a la Licenciada Leila González Correa ayudante del director de la Corporación de Renovación Urbana y Vivienda con fecha del 1 de marzo de 1961. Proyectos. Caja 92-2.
[13] A.C.U.P.R. Carta de Ismael Ríos Sánchez jefe de división sobre control de arrabales a Leonardo Ratcliff administrador de residencias de las facultades con fecha del 29 de marzo de 1960. Proyectos. Caja 92-2.
[14] A.C.U.P.R. Carta de Leonardo Ratcliff administrador de residencias de las facultades a Francisco Fontanet con fecha del 7 de septiembre de 1960. Proyectos. Caja 92-2.
[15] A.C.U.P.R. Carta de Leonardo Ratcliff administrador de las residencias de las facultades a la Sra. Myrna Irizarry planificadora de la oficina de la Corporación de Renovación Urbana y Vivienda con fecha del 25 de noviembre de 1964. Proyectos. Caja 92-2.
[16] A.C.U.P.R. Memorándum con fecha del 23 de mayo de 1960. Proyectos. Caja 92-2.
[17] A.C.U.P.R. Carta de los residentes del barrio Amparo al Gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín con fecha del 3 de julio de 1961. Proyectos. Caja 92-2.
[18]Periódico EL mundo. 19 de julio de 1963.
[19] Periódico EL mundo. 26 de julio de 1963.
[20]Periódico EL mundo. 26 de julio de 1963.
[21] A.C.U.P.R. Memorándum de William H. Preston Decano de Administración a Leonardo Ratcliff sin fecha. Proyectos. Caja 92-2.
[22] María Luisa Moreno, La arquitectura de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río de Piedras. Puerto Rico, editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000. p 136.
[23]Antonio Gaztambide y Magdalena Morales Vázquez, La facultad de Ciencias Sociales, Testimonios de medio siglo 1943 al 1993. Puerto Rico, ediciones puertorriqueñas, 2003. p 30.
[24] A.C.U.P.R. Carta de Felisa Rincón de Gautier al rector Abraham Díaz González con fecha del 23 de octubre de 1968. Proyectos. Caja 92-2.
[25] Jorge Lizardi Pollock, “La Universidad ante su espejo: Reflexiones sobre los encierros del Recinto y Río Piedras” en Aula Magna. Proyectos y Polémicas sobre la Universidad. Escuela de Arquitectura, Universidad de Puerto Rico, 2015. p 168.