Los cultivos transgénicos y la desigualdad ambiental

Desde los inicios del modo de producción capitalista la actividad humana, con la acumulación de capital como meta primordial, ha alterado extensa e intensamente la naturaleza, produciendo lo que Jason W. Moore llama una “ecología mundo”. En esa ecología mundo la naturaleza se ha convertido en lo que Cindi Katz y Neil Smith llamaron una “estrategia de acumulación”. La producción de alimentos transgénicos es una actividad esencial para dicha estrategia. Estos son al presente una de las manifestaciones más notables y dramáticas de lo que Neil Smith llamó la “producción capitalista de la naturaleza”. Para Noel Castree y Bruce Braun:
At the turn of the twentieth-century nature everywhere is “enterprised up” or “operationalized”. Where the juggernaut of capitalist development has not yet made this complete, technological innovations—increasingly in the form of “technoscience”—stand poise to finish the task. The controversial Human Genome Project may be the most recognizable, and anxiety-producing, example—promising to reconfigure our own bodily natures—but more prosaic interventions already exist, like those surrounding the genetic manipulation of food within the modern agro-food complexes.
Efectivamente, los alimentos transgénicos son fruto de la producción capitalista de la naturaleza, de ese proceso complejo y dinámico por el cual la naturaleza es transformada, producida, circulada, intercambiada, distribuida, consumida, y hasta desperdiciada, material e ideológicamente, como un bien económico en los recintos del capital. Esos bienes tecno-orgánicos manifiestan cómo la naturaleza es perennemente capitalizada, mercantilizada o comercializada, convertida en bienes capitales y de consumo. Los alimentos transgénicos se han convertido en una herramienta significativa en los esfuerzos capitalistas para acrecentar su control sobre la producción y consumo de alimentos. En Hungry for Profit, publicado en el 2000, Gerard Middendorf, Mike Skladny, Elizabeth Ransom y Lawrence Busch aseguraban que implícito en la selección de esas biotecnologías estaba una mutación diseñada de la naturaleza que prometía asimismo transformar profundamente diversos ecosistemas, así como los sistemas agroalimentarios, incluyendo su organización social. Dieciocho años después esa transformación de la naturaleza, los sistemas agrarios y los ecosistemas ya es notable, amplia y aguda. Para muchos de nosotros, las consecuencias adversas de la producción y reproducción de alimentos transgénicos, tanto sociales como ambientales, son muy preocupantes.
Para Nelson Álvarez Febles, autor de Sembramos a Tres Partes, los cultivos de alimentos transgénicos y las técnicas para sembrarlos están vinculados a una pluralidad de problemas ambientales, entre estos la contaminación y la reducción de la diversidad genética o la biodiversidad. También están vinculados a una reducción en las estrategias para la ofensiva en contra de diversas plagas y enfermedades. Asimismo, estos cultivos han menoscabado la independencia de los pequeños agricultores. Además, han limitado la capacidad de micro-adaptación agroecosistémica. En lo agronómico Álvarez alude al aumento en el uso de plaguicidas y más resistencia de los insectos y las malezas a estos. Mencionó además la pérdida de biodiversidad agrícola y silvestre. Además de que los plaguicidas afectan la salud y bienestar de diversos organismos, incluyendo a los humanos. El cultivo de alimentos transgénicos también extiende e intensifica lo que Allan Schnaiberg y Kenneth A. Gould llamaron la desorganización ecológica, resultado, por un lado, de la sustracción y desfalco capitalista de diversos recursos naturales, como el agotamiento de las reservas de agua y la erosión de los suelos vinculadas al cultivo de transgénicos. También resulta en adiciones al ambiente, en forma de contaminantes peligrosos como el glifosato.
En el campo económico, la bioeconomía capitalista promueve la consolidación y concentración de capital. Hoy, un pequeño número de compañías multinacionales controlan la industria de la biotecnología agrícola y el negocio de la agricultura. Corporaciones como Monsanto, Syngenta, Aventis y Dupont controlan casi todo el mercado global de organismos transgénicos. Las decisiones tomadas por estas pocas compañías afectan la vida de muchas personas alrededor del globo, individuos que, ante la ausencia de mecanismos institucionales para su participación, tienen muy pocas posibilidades de participar activamente en la toma de decisiones con respecto a la biotecnología y los sistemas agrarios. Los derechos de propiedad intelectual sobre organismos transgénicos y la biotecnología han contribuido a esa concentración de capital. Estos derechos benefician principalmente a las grandes corporaciones, pues garantizan que estas últimas puedan adquirir más y más ganancias del excedente en la agricultura. Agravan además la biopiratería y la bio-prospección en los países pobres, muchos de los cuales son los más ricos en diversidad genética o biodiversidad. Las patentes basadas en el material genético obtenido de estos países rara vez los benefician y cuando lo hacen, esos beneficios son pocos en relación con las ganancias alcanzadas por las corporaciones envueltas.
La producción de organismos transgénicos es además costosa para los Estados, particularmente en los países sobreexplotados del Sur. A medida que estos intervienen en el desarrollo biotecnológico aumenta su gasto público, un incremento que agrava el problema de la deuda pública y externa, lo que a su vez afecta las posibilidades de crecimiento económico y reproduce el desarrollo impar de la agricultura alrededor del planeta. Por ejemplo, en Puerto Rico, señala Álvarez, las empresas biotecnológicas, varias de ellas involucradas en la producción de alimentos transgénicos, reciben jugosos subsidios gubernamentales, aparte de diversos alivios tributarios.
La Ley de Promoción y Desarrollo de Empresas de Biotecnología Agrícola del 2009 intensifica esa tendencia facilitando la obtención de permisos y el acceso a la infraestructura. El Estado Libre Asociado incentiva la biotecnología agrícola e invierte importantes recursos en su desarrollo, aun cuando nunca ha sido la panacea económica que muchos alabaron. Además, la contribución del sector biotecnológico a la producción agrícola del país está lejos de ser significativa. Las consecuencias para el ambiente y la salud humana de los cultivos transgénicos y los experimentos biotecnológicos en la Isla prometen incrementar el gasto gubernamental en la salud pública y la calidad ambiental.
Aparte de las consecuencias para la salud y la calidad de vida, el cultivo de alimentos transgénicos tiene consecuencias sociales importantes para aquellos individuos, grupos y comunidades vinculados a la agricultura. Álvarez mencionó entre estas el endeudamiento y desplazamiento de los agricultores pequeños, la usurpación de tierras ancestrales de los pueblos originarios, y la ruina de los sistemas agrícolas sustentables. El cultivo de transgénicos beneficia muy poco a los pequeños agricultores. En términos de la cadena valor, los productores y pequeños agricultores de los países sobreexplotados, a medida que adoptan biotecnologías y producen alimentos transgénicos, se beneficiarán menos del fruto de su trabajo. Al final se reduce considerablemente la proporción del valor del producto final que les toca. Además, el incremento en elementos adicionales —nuevos químicos, semillas transgénicas y fertilizantes— implica para los pequeños agricultores más costos y una mayor dependencia tecnológica. Esto contribuye, a su vez, a la desigualdad y empobrecimiento de los pequeños agricultores, pues estrecha su nivel de competitividad. La biotecnología agrícola también promueve el desempleo entre los agricultores, agravando el desplazamiento de estos y otros trabajadores. También afecta la tenencia de tierras. Por ejemplo, en Puerto Rico se han violado, denuncia Álvarez, la limitación constitucional en cuanto a la tenencia de tierras, que no debe exceder las 500 cuerdas. Monsanto posee ya más de 1,500 cuerdas. La producción de alimentos transgénicos reproduce e intensifica entonces numerosas desigualdades e injusticias ambientales, sociales y económicas alrededor del globo.
Los cultivos transgénicos están entonces vinculados a la formación de desigualdades e injusticias ambientales, limitando el acceso de algunos grupos, como los pequeños agricultores, a diversos recursos naturales y agrícolas, y ocasionando la distribución desigual de las consecuencias adversas de su cultivo, incluyendo sus efectos a la salud y el ambiente. Es por ello importante resistir y desmantelar, mediante la acción colectiva, los mecanismos por los cuales el capital estimula el cultivo de alimentos transgénicos, apoyado por el Estado, y que producen y reproducen esas desigualdades e injusticias.