Los deberes universitarios
Lo verdaderamente importante, y que nos concierne a todos, es delinear con rigor, conocimiento y perspectiva para el presente y el futuro, qué, cómo y cuándo, de acuerdo a nuestras singularidades de recintos, disciplinas y de una demografía cambiante como es lo propio de cada siglo y cómo ajustarlo a nuestra situación fiscal combinando modos ya conocidos con otros que exige el momento. Qué esperamos de los estudios sub y graduados, de la investigación y de las prácticas profesionales más allá de medidores de avalúo que pocas veces trascienden de la estadística o de informes para cumplir x o y que terminan en archivos que el tiempo olvidará, para dar un ejemplo entre muchos. Y conste qué que no me opongo a ellos, lo que cuestiono es su impacto real.
¿Cómo fortalecer lo que hacemos y queremos hacer bien y atajar el hábito o la moda, el desgano o la frustración, pero sobre todo la entrada a los brazos caídos? ¿Cómo fiscalizar, efectiva y respetuosamente, nuestras tareas tales como las sustituciones por investigación o las sabáticas que aún no han rendido aquello que prometieron y por lo que compitieron con otros, o los errores administrativos que nos han costado millones, o los interminables debates a nombre de una democracia representativa y no participativa o los derechos estudiantiles y sindicales donde a veces la retórica necia y el atrincheramiento engulle la polémica y la deliberación resolutiva?
¿Cómo salir de la trampa de asignar antagonismos o enemistades previos en la comunidad universitaria sin advertir su pluralidad y las fluctuaciones que imponen las propias circunstancias, aún en las propias unidades? ¿Cómo asegurar la educación que debe ser nuestro contrato a pesar de las ansiedades que el momento de incertidumbre impone? ¿Con salarios de tabula rasa e igual distribución de las tareas no importa la productividad ni compromiso, con plazas como compensación a haber sobrevivido el régimen injusto y arbitrario de contratos, con once recintos en los que apenas podemos ya respirar y que apenas dialogan entre sí, con cupos que traicionan toda lógica pedagógica?
Sin actividades extracurriculares que fomenten y fermenten la vida universitaria, y conste que todos los días, a pesar de los pesares , algo se inventan los universitarios, docentes, no docentes, administrativos y estudiantes, juntando voluntades, esfuerzos y los escasos recursos para darle color al neoliberalismo aplanador.
¿Cómo garantizar una formación en aquellos saberes que no están de moda ni son atractivos al mercado laboral con aquellos que emergen tanto de los contactos actuales como la emigración y/o de nuevas prácticas críticas como la interdisciplinariedad y la decolonización, para dar otro ejemplo de lo que conozco? Es porque sigue siendo el espacio para estas preguntas y la búsqueda de respuestas, y por mucho más, sigo amando y agradecida de nuestra Universidad.
Por ello, en estos meses de oscuridad, y antes de que anochezca, es pertinente que pensemos más allá de los intereses propios o sectoriales, que asordinemos o hagamos intervalo en viejas y perniciosas rencillas que nos dividen (sin descartarlas, tampoco se trata de consensos débiles que obvien las necesarias diferencias) y pensemos, articulemos y demandemos de Administración Central un plan estratégico sistémico, y de los Rectores el propio, así como proponer y comprometerse con estrategias específicas para cada unidad que puedan implantarse a largo , corto y mediano plazo. Sin quejas, lamentos y acusaciones sabiendo que se nos acaba el tiempo del actuar ahora. La Universidad ha estado y estará. Si terminamos con cuatro u once recintos, si se reduce o se eliminen duplicidades en el personal administrativo, si se abren y se cumplen convocatorias de plaza por mérito y necesidad de la unidad, si se implanta con la Certificación 38 antes de que sea documento muerto, si se apoya la investigación y a los estudiantes graduados o se entra a la era tecnológica, es también nuestro deber.
Entrar en el pólemos, plantear nuestras demandas, actuar con respecto a ellas. Pero que sea en virtud de lo universitario, de la primacía de lo académico. Mientras, ¡qué lujo haber tenido como colegas a José Luis González y a Rosario Ferré, haber escuchado a Humberto Eco, Jacques Derrida, Edward Said, Ernesto Cardenal, Eddie Palmieri, Arcadio Díaz Quiñones, Aníbal Quijano, Cornell West y otros que ustedes añadirán!!! ¡Qué lujo tantos colegas y estudiantes deslumbrantes!!!