Padre del surfing puertorriqueño
Practicaba el bodysurfing desde los años cincuenta, allá en lo que ahora conocemos como la Ventana al Mar en Condado. Pero un día la curiosidad lo llevó a descubrir este nuevo deporte que sería su vocación durante cuarenta años. Y es que José Rodríguez es un pionero del surfing en la Isla, a quien le debemos, entre otras cosas, que se celebrara por primera vez en Puerto Rico un Campeonato Mundial de Surfing de la Asociación internacional de surfing (ISA).
José es uno de los padres del surfing puertorriqueño. Son muchas las anécdotas y las personas que llegaron a su vida gracias a este deporte. Recuerda como al inicio él y sus amigos practicaban en el punto conocido como La 8, cerca del Escambrón, y se formaba un “tapón de carros” que se detenían a curiosear y a preguntarse qué era aquello que hacían esos muchachos en el mar. Cuando manejaban sus convertibles cargando las longboards en el asiento trasero, causaban conmoción. “ ¿Qué es eso, alas de avión?”, decía la gente. Eso era nuevo, eso no se conocía. Pero poco a poco se sumaron más jóvenes, muchachos y muchachas, entusiastas quienes veían a los pioneros practicando y pedían que se les enseñara.
En aquel entonces no se sabía en qué puntos se podían correr mejores olas. Esta primera generación de surfers, tuvo que ir (re)descubriendo las playas de Puerto Rico en busca de los mejores “spots”. José estuvo ahí cuando se descubrieron varios de los lugares y participó en el proceso de darles el nombre, que perduraron. Recuerda jocosamente que el punto Inches se llama así porque Tommy Hardy se “peló” el pecho la primera vez que surfiaron ahí, y del dolor gritaba en ingles “ x inches”, solo se le entendía la palabra inches. Estos gritos aludían a la poca profundidad de la playa, y así se conoce este punto hasta el día de hoy. Doña María y Machuca’s garden son otros de los puntos más reconocidos entre los surfistas y se descubrieron en los “surfarys” (así denominó la búsqueda de playas buenas) de los que José formó parte. Hoy día Puerto Rico cuenta con alrededor de 75 surfings spots por lo que no sorprende que se le conozca como el Hawaii del Caribe.
En su larga trayectoria José tuvo a su cargo discípulos que formaron parte de su equipo. Pero, tenía una relación muy especial con la leyenda del surfing de los años ’60, Jorge Machuca, a quien describió como una gran persona. José comenta, sorprendido, que Machuca parecía tener “chicle en los pies” y que con su habilidad y gracia sobre la tabla se ganó el reconocimiento dentro de la cultura surfer de esos años. José no solo descubrió su talento sino que además fue su auspiciador principal durante varios años.
Rodríguez, además, era dueño «The Surf Shop» donde distribuía la marca Hobie en la isla, tablas consideradas las mejores para ese entonces. En calidad de empresario también fue el primero que trajo a la isla los “skateboards”, los “boogieboards” y los “baggies”. Su tienda permaneció sin competencia durante cinco años y llegó a vender alrededor de 3,000 tablas mientras estuvo abierta. También confeccionan a mano tablas y chancletas de cuero personalizadas.
Como propuesta a donde se debe encaminar el futuro de este deporte, a José le emociona la idea de que las escuelas tuvieran un equipo de surfers, así como los tienen de voleibol o baloncesto. Esto porque en estos tiempos existe la ventaja de que el deporte se ha escolarizado y más personas pueden aprender.
José dejó de practicar hace varios años, por supuesto aunque el corazón se lo pida el cuerpo ya no resiste, aunque confiesa que una que otra vez ha retado a la biología y se ha aventurado al mar. Este prócer del surfing boricua afirma que mientras haya olas que perseguir, el surfer se mantendrá apasionado, no es un ser muy cambiante, solo espera a que el viento sople en la dirección idónea provocando que se suscite la marea tan esperada y saciar su deseo por la adrenalina y la emoción.
José y el Mundial del 68
En el 1967 Eduardo Arenas, entonces presidente de la ISA y Rudy Huber, presidente de la Eastern Surfing Association , visitaron la Isla. En una charla entre amigos, surgió la idea de que se celebrase en Puerto Rico una competencia internacional. Para ese entonces, José Rodríguez era presidente de la recién formada Federación Puertorriqueña de Surfing. Tomó un año materializar el evento, pero ya para el 7 de noviembre era un hecho: 16 países habían llegado para demostrar sus habilidades en las olas.
En ese entonces era difícil predecir las condiciones marítimas y en efecto, el mar no favoreció el campeonato en sus primeros días. Los organizadores tuvieron que improvisar y realizar otras competencias para entretener a los miles de espectadores que se dieron cita. También, los surfistas entretenían a los fanáticos practicando en olas chicas y realizando pequeñas acrobacias. Sin embargo, tras bastidores, había una tensión que inevitablemente caía en los hombros de José, organizador principal, quien se negó a cambiar de lugar el evento pese a que el mar se mantenía “flat”. Él insistía firmemente en que gracias a una tormenta de nieve que había suscitado en el norte, llegarían las olas a Puerto Rico. Esta era la única forma en que más o menos seguían el comportamiento del mar los surfers de antes. Los días pasaron, pero las olas no llegaban. Así que se resolvió realizar la final en el penúltimo día con olas o sin ellas.
Los ojos de José aún se inundan cuando recuerda aquella mañana de noviembre del 1968 cuando despertó con una especie de temblor en su pecho causado por un estruendo que escuchaba a lo lejos. Apenas amanecía cuando salió corriendo hacia el punto Domes. Finalmente habían llegado las olas. En medio de un corre y corre se movilizaron a los participantes y dio inicio la final del campeonato. Teniendo como escenario un mar que les regaló olas esplendidas de hasta 10 pies. Este final le devolvió el ánimo y la buena vibra a todos, en especial a los participantes, extranjeros y locales, que habían esperado por tanto tiempo que las condiciones mejoraran a su favor. Muchos de los extranjeros se quedaron varios días más para disfrutar las condiciones, mientras que otros regresaron en años siguientes.
Y así se dio el evento de surfing que puso a Puerto Rico en el mapa de aquellos que pasan su vida persiguiendo olas. Dentro de poco la Isla estará disfrutando la visita de un nuevo torneo internacional que traerá consigo nuevas historias y nuevos talentos, incluso Fred Hemmings quien resultó el campeón del mundial del 68, podría venir de visita como invitado especial. Sin embargo no podemos olvidar las raíces de este deporte que sobrevive en nuestra cultura desde hace medio siglo. Su presencia en nuestra sociedad es como el mar que tanto les apasiona. Hay momentos de la historia en que permanece «flat», y de repente vuelve a presentarse ante todos como una «big kahuna» que nos arropa y nos revuelca por la orilla, para dejarnos saber que ahí está. El mar en Puerto Rico siempre está ahí. Rodeándonos.