Pandemónium electoral en Puerto Rico: 2016
Si las cosas maduran como pintan Puerto Rico se encamina con todas las de la ley de la insustancialidad hacia las elecciones generales más inútiles de las décadas recientes. Y ello en medio de una grave crisis fiscal, un desconcierto sobre nuestro futuro económico, y ninguna solución clara ni en San Juan ni en Washington. Estas elecciones de 2016 serán, a no dudar, un verdadero PANDEMÓNIUM electoral. Reina la confusión y el desconcierto, en parte porque ya los dos partidos del bipartidismo tradicional han demostrado su incapacidad para extraer a Puerto Rico de su crisis general. Sí general: porque no es solo fiscal y económica, sino también social y hasta cultural, habida cuenta del arraigo que van tomando en el país los valores negativos de la intolerancia, la violencia, la trata humana, y la corrupción, la cual ha tocado ya hasta el cuerpo policial y la judicatura, además, por supuesto, de la “busconería” y la pillería generalizada que se vive en muchos sectores del país.
Al mismo tiempo que la clase política del PPD y del PNP se muestra incapaz de lanzar al país hacia una verdadera reconstrucción nacional, desde Washington no vienen sino negativas, dudas y amenazas. Negativas a todo lo que solicitamos. Dudas sobre nuestra capacidad para salir de la crisis. Y amenazas de tomar el poder financiero total del país desde Washington para arreglar los múltiples entuertos creados por el mal gobierno que nos regalaron desde hace tiempo el PPD y el PNP. Ante ese cuadro, ninguno de los dos partidos produce un plan estratégico coherente de desarrollo, ni tampoco una solución viable para darle verdaderos poderes al gobierno del país, para descolonizar, y por lo tanto bajarnos de la nube fantasiosa de la extrema dependencia.
El PNP porque plantea la estadidad, algo que el gobierno federal ha demostrado que no está en sus planes para Puerto Rico y que contradice nuestra designación como “territorio NO incorporado”. Además de no ser viable económicamente mientras haya la crisis fiscal y económica que tenemos. Y encima ese partido plantea el Plan Tennessee, que mientras sigamos como somos, un territorio NO incorporado, es claramente ilegal y anticonstitucional en Estados Unidos. Por otra parte, el PPD no plantea el cambio, sino que nos conformemos con el mismo ELA territorial ya fracasado, porque los llamados “soberanistas” del PPD ni son soberanistas de verdad —al decir de uno de ellos eso es una solamente una “vaquita para ordeñar” en busca de votos en la base del PPD— ni han tenido la valentía de crear un verdadero movimiento contestatario dentro del PPD: en otras palabras, salvo raras excepciones, son cobardes, y tan marrulleros y malamañosos como el que más, dentro de la clase política. Y con cobardía y demagogia no se puede ser ni patriota, ni motor del cambio en ningún país. En lugar de motor del cambio, son ancla, razón por la cual no merecen el voto de nadie que desee un verdadero cambio.
El pandemónium se extiende también a los indignados
No hay, hasta el momento, mayor claridad ni mayor cordura y sensatez entre quienes se oponen a ambos, el PPD y el PNP. La mayoría se escapa por la vía más cómoda: la abstención electoral. Pero los abstenidos nunca han contado para cambiar nada en ningún país, ni en Puerto Rico tampoco.
Bien mirado el problema, las elecciones de 2016 podrían ser un buen momento para iniciar un movimiento masivo de indignados a favor de un CAMBIO en el tipo de sistema electoral que existe en Puerto Rico. Un sistema que es tan injusto y tan limitado que produce bipartidismo o partido único hegemónico y nada más. ¿Por qué? Pues porque la forma de elegir legisladores está prediseñada para excluir de nuestra Asamblea Legislativa a los pequeños partidos y a los candidatos independientes. Un sistema que es tan antidemocrático que en un distrito puede ganar la representación total un partido que sea el más votado con 40%, a pesar de que los demás partidos obtengan, entre todos, un 60%. Es decir, a pesar de que el partido “ganador” sea realmente minoritario. Un sistema que le hace muy difícil a los partidos de minoría, si entraran a la Asamblea Legislativa, promover y afectar la legislación porque el partido mayoritario (sea el PPD o PNP) se cree con el derecho siempre, o casi siempre, a gobernar y legislar mediante caucus partidista.
Este sería un buen momento para que los indignados de Puerto Rico pusieran primero lo primero y constituyeran un movimiento masivo nacional para solicitar cambios fundamentales en el sistema electoral. Sobre todo, en la composición y forma de elegir a la Asamblea Legislativa, donde usualmente no cabe nadie que no sea PPD o PNP. Y que además está monopolizada por una clase de privilegiados del país que buscan más su provecho personal —y de su entorno de familiares y amigos— que el bien común del país. Así las cosas, según la Ley de Duverger los partidos pequeños y candidatos independientes tienden a desaparecer del escenario político porque nadie puede sobrevivir de verdad en la vida política de un país si está permanentemente y estructuralmente fuera de la Asamblea Legislativa, Congreso o Parlamento de ese país. Las soluciones conllevan solicitar y obtener un sistema más verdaderamente representativo y democrático que el que impuso la metrópoli estadounidense para su conveniencia propia. Un sistema con representación proporcional, doble vuelta y todos los mecanismos que existen en otros lugares para garantizar una legislatura abierta, en lugar de una tan cerrada a la mayoría del Pueblo. Y todo esto se podría complementar con medidas de democracia participativa de los ciudadanos, como referendos por iniciativa del pueblo, referendos revocatorios, observatorios ciudadanos y la iniciativa legislativa ciudadana, pero llevada mucho más lejos que lo que ha ocurrido hasta el momento en la Cámara de Representantes con la Oficina de Participación Ciudadana y los “proyectos por petición”. Ha sido sin duda un buen primer paso: pero insuficiente habida cuenta que estamos ya en el siglo XXI.
No solo no surge en nuestro país un movimiento de esa naturaleza, que por fuerza de la cantidad de peticionarios obligue a los gobernantes a reformar el sistema, sino que los llamados indignados de Puerto Rico contribuyen también al pandemónium de 2016. ¿Cómo así? Pues muy sencillo: con propuestas alternas que se cancelan las unas a las otras y que, por lo tanto, incapacitan a los votantes indignados para tener un verdadero impacto en las elecciones de 2016.
He escrito ya como mil veces —y lo repito aquí para que sean entonces como Las mil y una noches— que mientras no se modifique el esquema constitucional-legal para elegir legisladores, la única oportunidad para los partidos nuevos o pequeños sería que, en unos mismos comicios, se dividieran, al mismo tiempo el PPD y el PNP. La razón es sencilla y la ve cualquiera con dos dedos de frente: si se divide solo el PPD, o se le inmovilizan por la abstención muchos electores, se beneficia de ello, y gana, el PNP. Y si se divide solamente el PNP, o se le desmovilizan más electores al PNP que al PPD, se beneficia de ello y gana las elecciones el PPD. Eso es así debido a cómo funciona el bipartidismo cerrado de Puerto Rico, producto de esas normas constitucionales y legales y de la cultura política del tradicionalismo a favor solo del PPD o del PNP. Si no se da la división simultánea entre los dos partidos, es imposible que partidos nuevos y pequeños, o candidatos independientes, puedan llegar a algo en nuestro sistema político.
La otra posibilidad de ir minando el bipartidismo existente, todavía sin cambiar el sistema electoral existente, es que surja de momento en Puerto Rico una mayoría de indignados que no solo abandone el voto a esos mismos dos partidos que nos han llevado hasta la crisis, sino que proponga unos candidatos independientes que alcancen el favor de la inmensa mayoría de esos indignados. Sobre todo si son muchos, el concertarse entre ellos para votar “todos a una” por unas mismas candidaturas independientes, sin duda, dejaría una huella importante en la vida política puertorriqueña, algo nuevo y “refrescante”, incluso si ninguno de esos candidatos pudiera entrar a la legislatura de 2017-2020 debido a las limitaciones de nuestro sistema electoral. Para empezar, sería un susto mayúsculo para las clases dominantes del PPD y del PNP, como lo ha sido en España el surgimiento de Podemos y de Ciutadans, y sus demostraciones electorales, que tienen en jaque a los partidos del bipartidismo tradicional español posterior a la transición democrática: al PP y al PSOE.
No obstante, no asoma por ningún lado el movimiento amplio de indignados. Por el contrario, surgen diversas propuestas que tienen el efecto contrario al que debiéramos y necesitamos tener: en lugar de sumar y multiplicar para tener un movimiento amplio y contundente que lleve a cabo una misma estrategia electoral en 2016, lo que viene ocurriendo es la discusión de propuestas contradictorias y competitivas, que de realizarse todas según se plantean, tendrían el efecto de fraccionar todavía más la oposición al PPD y al PNP. No voy a referirme a nombres pero sí voy a citar los procesos que conozco. Los nombres y las personas son lo de menos ya que un movimiento de verdadero cambio —y realmente novedoso y refrescante— debiera ser un movimiento despersonalizado, lo contrario de lo que son los partidos, y lo contrario también al vicio del protagonismo personalista que corroe desde hace tiempo a las minorías políticas del país, las cuales se fraccionan en más y más “tribus” y “grupúsculos” con un jeque único. ¡Ni que estuviéremos en Oriente Medio!
Propuestas que fraccionan más a los indignados
Veamos, sin nombres, las propuestas:
Una busca lograr que los indignados voten masivamente por ciertos candidatos específicos del PPD, principalmente “soberanistas”, con la ilusión de que después de su debacle electoral de 2016, ese sector quede como dominante en el PPD. De esa manera, aunque gane el PNP, podría haber una legislatura que haga buena fiscalización y oposición patriótica y soberanista a ese gobierno y que se prepare para un triunfo de un PPD soberanista en 2020. Otra propuesta, de otro grupo o movimiento, propone ir a las elecciones de 2016 con sus propios candidatos independientes y con apoyo económico y publicitario suficiente como para que algunos de ellos pudieran salir electos. Obviamente, entre ese otro grupo, los llamados “soberanistas” del PPD han echado a perder tanto la credibilidad como la confianza. Una tercera propuesta propone que los indignados y diversos grupos que no son partidos oficiales, aprovechen la franquicia electoral única del Partido del Pueblo Trabajador (PPT) para ir “todos a una” con los candidatos que el PPT postule al Senado y a la Cámara, de modo que se comience la presencia de indignados en la legislatura con esos dos legisladores que elegiría el PPT. Eso nos ayudaría, además, a salir de la rémora del PIP, un partido inconsecuente, que no se abre a aliarse con nadie y que se ha convertido, según el sentir de muchos, en un grupo de amigos que usufructúa el fondo electoral en beneficio exclusivo de los suyos.
Si estas propuestas progresan en los diversos grupos, en lugar de tener un movimiento amplio y único de indignados, tendríamos al menos tres conductas electorales diferentes entre aquellos que ya han decidido no votar ni PPD ni PNP. Obviamente, con ese tipo de fraccionamiento, no se atrae para nada a ejercer el voto al grupo más grande de los indignados, que es el que viene absteniéndose de votar en las elecciones generales desde hace un tiempo, o que ya decidió abstenerse en 2016 debido a la inutilidad de esos comicios respecto del futuro y bien común de Puerto Rico. Para atraer a los abstenidos a votar, es necesario un movimiento grande que demuestre que tendrá impacto: no un reguero de grupitos, cada uno con una estrategia electoral diferente, y con su propia gente, que a lo más que se parece es al insustancial resultado electoral de partidos pequeños como el MUS, el PPT y el PPR en las generales de 2012. No un movimiento de indignados que se sume a enredar más el pandemónium existente en el escenario político de Puerto Rico.