Paro feminista: deuda y acción transversal
Lxs feministas pararon este 8 de marzo con un embargo a instituciones bancarias vinculadas a la crisis de la vivienda; con marchas; con una jornada transfeminista; con espacios de diálogo; con una pasarela que centró la mujer trans, queer, también lxs no-binarixs, entre otras acciones. Vale la pena preguntar, ¿qué hace un paro feminista?
Mínimamente, vincula el ciclo de producción, la generación de plusvalía en el tiempo-espacio del trabajo asalariado, con la reproducción social más allá de la fábrica, la oficina, la tienda, el restaurante, etc. Sabemos que el trabajador genera plusvalía con su trabajo asalariado. Pero, ¿quién genera al trabajador? Históricamente, la mujer. Relegar a la mujer al trabajo no asalariado en la esfera de la reproducción de la vida misma, como lo diría Tithi Battacharya, es un aspecto indispensable de la reproducción de la sociedad capitalista.[1] La articulación de lo social en torno a las ganancias requiere la reproducción, física y emocional, del trabajador a diario. Requiere además la producción del trabajador como sujeto obediente, responsable, puntual pero también, en tiempos de capitalismo neoliberal, creativo, emprendedor, autosustentable. El paro feminista contemporáneo, en Puerto Rico como en otros países, esclarece el vínculo entre la producción y la reproducción más aún. Intenta visibilizar no sólo la labor física y emocional que hacen las mujeres. Detiene múltiples espacios con diversas acciones para esclarecer el control sobre el cuerpo de personas gestantes; la articulación del cuerpo de la mujer, cis y trans, como territorio y su vínculo con la territorialidad y la violencia machista; la expulsión del hogar, del trabajo, del archipiélago, de la mismísima vida en común.
El paro feminista, sin embargo, hace mucho más. Verónica Gago habla sobre éste como una “acción transversal”. La interseccionalidad, praxis feminista articulada por el feminismo negro, es indispensable aquí. Ésta rastrea la forma en que múltiples sistemas de opresión se nutren de su relación, generando precariedades y violencias intensificadas para aquellxs situados en sus puntos de convergencia. Es importante señalar que la interseccionalidad se discute de varias maneras en la praxis y el corpus del feminismo negro empezando en el siglo 19. No se debe reducir a una cuestión de categorías de identidad.[2] La interseccionalidad traza lo que llamaría genealogías y sobrevidas (“afterlives”, como diría Saidiya Hartman) de la expropiación y explotación capitalista a través del patriarcado y la violencia sexual en su distintiva expresión sobre la mujer negra.[3] Así también, el cisheteropatriarcado y la violencia racista se articulan en sus distintivas expresiones en la modernidad capitalista a través de las mutaciones del capital. La relación entre raza, género, y clase es dinámica, entonces. El sistema colonial capitalista se nutre de dicho dinamismo. Tomado y resignificado por el feminismo, el paro responde al carácter dinámico del capitalismo racista/colonial cisheteropatriarcal.
Gago se refiere al Paro Internacional de Mujeres, al cual la Coalición 8 de Marzo se unió por tercer año consecutivo. Éste surge luego del paro en Polonia en contra de la criminalización del aborto y en Argentina en contra del femicidio de Lucía Pérez, ambos en octubre del 2016.[4] Cinzia Arruza sugiere que el movimiento feminista debe ser considerado un movimiento de clase ya que está actuando como clase.[5] Rechazando el análisis marxista de clase y refiriéndose al argumento de Marx que una clase se articula en cuanto a su posición en la lucha anti-capitalista, Arruzza señala que el movimiento feminista internacional está respondiendo a las violencias del capitalismo neoliberal financiero y el giro a la derecha que le ha seguido. El paro es acción adecuada para visibilizar el vínculo entre el control de los cuerpos gestantes o el femicidio y el capital. Más aún, es crucial para esclarecer la distancia entre el feminismo que se articula “desde abajo,” como lo pone Gago, y el feminismo neoliberal. El feminismo empresarial sólo genera “una igualdad de oportunidades para la dominación”.[6] No existe tal cosa como el feminismo capitalista, es decir. Existe sólo la cooptación del feminismo por el neoliberalismo. Romper el techo de cristal en el contexto laboral y político dejando intactos esos mismos sistemas que se nutren de la desigualdad es dejar que otras y otrxs se sigan cortando recogiendo el vidrio, como lo pone Battacharya.
Es la acción transversal del paro feminista lo que aquí me interesa. Gago describe el paro como una herramienta que responde al intento de neutralizar y victimizar a las mujeres.[7] La toma del paro por el movimiento feminista permite una “construcción de contrapoderes”. Dicha construcción es desde múltiples posiciones. Identifica e interviene desde el dinamismo del capitalismo racista/colonial cisheteropatriarcal. El paro feminista exhibe el carácter de “proceso,” pero uno en y a través de “múltiples geografías”. Resiste la victimización suspendiendo el trabajo mismo como también las normativas e imaginarios que subordinan. Hace posible un mapa de la heterogeneidad de formas de explotación y expropiación del cuerpo, tiempo, conocimiento, vínculos afectivos, etc. Genera un “horizonte organizacional” para continuar articulando resistencias desde múltiples realidades. Por eso el paro feminista es un proceso y no un evento. Produce la temporalidad de la organización, conversación, asamblea, dice Gago. Lo crucial es que es una forma de subjetivación feminista. Es una forma por la cual se articulan sujetos en resistencia desde sus múltiples realidades por su propia acción más allá del binario víctima o empresario. Lo hace sin perder de la vista que son las condiciones materiales que articulan dichas realidades en las cuales toca intervenir. El paro feminista se convierte así en un “vector de transversalidad”. Más allá del trabajo asalariado y no asalariado, pero anti-capitalista. Por ende, si genuino, anti-racista/colonial.
Le toca a lxs que pararon precisar qué realizaron desde esos espacios diversos, qué iniciaron parando. A todxs, nos regalaron la posibilidad misma del paro feminista.
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[1] Tithi Battacharya, entrevista con The Dig (https://www.blubrry.com/thedig/42359789/feminism-for-the-99-with-tithi-bhattacharya/?fbclid=IwAR2e3bNO50xyecqwHg2kOutRD-PJMxtMEO_U8VS6w3BXj4tRg47hS0q0mo4).
[2] Por ejemplo, algunas lecturas del trabajo de Kimberlé Crenshaw, quien enfatiza lo que llamaría la pragmática de las categorías de identidad en el contexto jurídico, tornan la interseccionalidad en un problema de, podríamos decir, representación.
[3] Desde Sojourner Truth en el siglo 19, The Combahee River Collective, Angela Davis, bell hooks, entre otras y otrxs en el siglo 20, y Saidiya Hartman y Christina Sharpe (las colocaría en esta discusión) en el siglo 21, la interseccionalidad examina la dinámica del capital. Gago cita a Davis.
[4] Verónica Gago, “We Strike: Notes for a Political Theory of the Feminist Strike,” trad. Liz Mason-Deese, South Atlantic Quarterly 117:3 (2018).
[5] Cinzia Arruzza, “From Women’s Strike to a New Class Movement: The Third Feminist Wave” (https://www.viewpointmag.com/2018/12/03/from-womens-strikes-to-a-new-class-movement-the-third-feminist-wave/). Ver también: Tithi Battacharya, “How Not to Skip Class: The Social Reproduction of Labor and the Global Working Class” (https://www.viewpointmag.com/2015/10/31/how-not-to-skip-class-social-reproduction-of-labor-and-the-global-working-class/).
[6] Cinzia Arruza, Tithi Battacharya, y Nancy Fraser, Feminism for the 99%: A Manifesto (Verso, 2019), p. 2.
[7] Ver Gago, “We Strike,” pp. 662-664.