Pasarela a Fortaleza: apuntes sobre moda, performance y poder en Puerto Rico
“Quien haya estudiado a fondo los problemas actuales de la semiología,
no puede hacer el nudo de la corbata, por la mañana ante el espejo,
sin tener la sensación clara de seguir una opción ideológica,
o por lo menos, de lanzar un mensaje, una carta abierta.”
–Umberto Eco, “El hábito hace al monje”
Más que una anécdota, la polémica desatada por el vestido de Lawrence nos recuerda que el vestir no solo constituye un acto comunicativo –como ya Umberto Eco nos venía diciendo desde la década de los setenta– sino también un acto político. Este acto tan cotidiano no solamente protege el cuerpo sexuado ante los otros y el medio, sino que está íntimamente vinculado al ejercicio de nuestra libertad; pues ayuda a expresar rasgos de nuestra personalidad por medio de las piezas que seleccionamos. A través de la vestimenta, construimos una identidad ante los otros; asumimos o rechazamos roles que la sociedad nos ha designado. Cada día, ante el armario, decidimos cómo queremos proyectarnos ante el otro. El vestido pasa a convertirse en una segunda piel que podemos adecuar a nuestro antojo, ante las exigencias del clima, ante las etiquetas sociales, los códigos de vestimenta y nuestras propias condiciones de clase.
En el mundo de la política el decidir qué prenda portar, así como el cómo, cuándo y dónde adquieren un matiz particular. Se convierte en un performance. De la misma forma que un actor debe estudiar su papel para construir su personaje, el político tiene que estudiar la mejor forma de proyectarse para poder moverse con éxito dentro de los entresijos de la gestión de la cosa pública. Esta es la razón por la que durante el Renacimiento italiano tuvo tanto éxito El cortesano (1528) de Baltasar Castiglione, un tratado de etiqueta que dictaba cómo debía dirigirse, vestir y ejecutar todo aquel que se preciaba dentro de la corte.[2] De hecho, el manual es considerado uno de los textos claves del periodo. Si en los albores de la modernidad algunos ya estaban conscientes del poderoso mensaje detrás de las vestiduras, ¿podemos seguir desdeñando o trivializando su rol en el juego del (y por el) poder?
Por supuesto que no. Muchos jefes de estado y candidatos a puestos electivos dentro del gobierno tienen asesores de imagen. No es difícil recordar el escándalo de los trajes del exgobernador Aníbal Acevedo Vilá a la altura del 2004 y los costosísimos honorarios del peluquero de Lucé Vela en 2012.[3] Todos estos escándalos adquieren notoriedad por tratarse de figuras públicas que deben respetar un código de ética; sin embargo, no hubiesen acontecido si no considerásemos la imagen (en este caso física) como un vehículo que comunica ideas, evoca sentimientos y genera discursos e imaginarios. Es decir, el vestido pasa a ser algo más que un pedazo de tela que protege nuestra piel desnuda, se convierte en un acto comunicativo. Como sugiere el semiólogo italiano:
“Así, pues, el vestido es expresivo. Es expresivo el hecho de que yo me presente por la mañana en la oficina con una corbata ordinaria de rayas, es expresivo el hecho de que de repente la sustituya por una corbata psicodélica, es expresivo el hecho de que vaya a la reunión del consejo de administración sin corbata. El vestido descansa sobre códigos e invenciones, muchos de los cuales son sólidos, intocables, están defendidos por sistemas de sanciones e incentivos capaces de inducir a los usuarios a «hablar de forma gramaticalmente correcta» el lenguaje del vestido, bajo pena de verse condenados por la comunidad. ”[4]
De esta manera, el lenguaje del vestido se construye no solamente en el tejido, sino en cómo luce este dentro del contexto en el que se porta; es decir, la imagen compuesta de un significado y un significante. El filósofo francés Roland Barthes, además de analizar tendidamente el lenguaje verbal que empleamos para referirnos a la moda en El sistema de la moda (1967), asegura que vivimos en una civilización de la imagen.[5] Desde la prehistoria, la imagen ocupa un lugar importante en nuestra vida cotidiana. Basta con pensar en el arte en las cuevas de Altamira, los pictogramas, el arte en las catedrales e iglesias. Somos una cultura visual, transmitimos –comunicamos– ideas mediante la imagen.
Más dramático aún, Gilles Lipovestky asegura que somos homo aesthetichus.[6] En todo caso –si nos remitimos a la etimología– el término aesthetichus o “estético” proviene del griego aisthetiké, que significa «sensación». Es decir, todo lo que pasa por nuestros sentidos (particularmente por la vista y el oído) genera en nosotros respuestas fisiológicas y psicológicas: nos emocionamos, creamos conexiones, generamos conocimiento. De ahí la categórica aseveración de Lipovetsky.
Lo que acontece en el performance político no deja de convertirse en imagen. Por esta razón, en el próximo epígrafe estaremos indagando sobre el performance político a través de la moda de las mujeres que aspiran a la gobernación del país: Wanda Vázquez, Alexandra Lúgaro y Carmen Yulín Cruz.
Moda y poder en Puerto Rico
En tiempo reciente se ha escrito sobre los trajes de Acevedo Vilá, sobre los famosos Speedo de Pedro Rosselló e, incluso, sobre la pulsera de cuentas de Alejandro García Padilla. Sin embargo, cuando se trata de figuras femeninas en el mundo de la política nos encontramos ante un terreno un tanto complejo y retante, pues el que opte por escribir del particular debe hacer frente a ciertos tópicos y sesgos heterodesignativos que trivializan a la mujer como mero maniquí. Igualmente, se enfrenta ante la tarea de no caricaturizar o idealizar personajes como ha sucedido, precisamente, con la figura de Felisa Rincón de Gautier.
Las elecciones de 2020 se presentan en unas circunstancias complejas. No solo nos encontramos inmersos en una crisis mundial consecuencia del SARS-CoV-2, sino que nos encontramos ante un “desplome” de nuestras instituciones como producto de la corrupción gubernamental y cada día luchamos ante los fenómenos naturales como las tormentas y movimientos telúricos. Curiosamente, es la primera vez que contamos con tantas mujeres aspirando al cargo del primer ejecutivo. Sin embargo, aunque parezca muy lejano en el tiempo, otras tres mujeres han aspirado al puesto de gobernador: Victoria “Melo” Muñoz en 1992, Sila María Calderón en 2000[7] y María de Lourdes Santiago en 2016.
Los estilos de Muñoz y Calderón se caracterizaron por el uso de chaquetas y pantalones monocromáticos, acompañados de accesorios como collares de perlas o broches. Eran estilos muy propios de la época y a tono con la vestimenta de otras mujeres en el mundo de la política de entonces. Para ilustrarlo, pensemos en Margaret Thatcher en los ochenta y en Hillary Clinton a comienzos del presente siglo. En la actualidad, podríamos decir que la homogeneidad de estilos no existe y cada una de las candidatas perfila, a través de lo que porta, su propia plataforma.
Sobre el guardarropa de Wanda Vázquez se ha escrito mucho en las redes sociales. De hecho, el Dr. Eliseo Colón Zayas escribió un artículo sobre las distintas mascarillas que ha empleado la gobernadora en sus apariciones públicas y cómo la mandataria ha establecido una especie de “tiranía del estilo” en Fortaleza.[8] Ahora, situémonos un poco antes. Cuando la gobernadora hizo su polémica juramentación al cargo –el 7 de agosto de 2019– portaba un vestido de encaje azul marino. ¿La selección del color fue accidental? Cualquiera que ha sido entrenado a notar estos detalles diría que no podemos dejarnos llevar de la ingenuidad. Lo cierto es, y como el mismo Colón Zayas plantea, la gobernadora ha utilizado su indumentaria para comunicar muchas cosas. Entre ellas, su poder.
El suntuoso vestido verde esmeralda –confeccionado por Harry Robles– portado por la gobernadora en la gala “Herencia Hecho en Puerto Rico” en noviembre de 2019 y las fotos que circularon del evento muestran cómo la moda puede ser utilizada para afirmar la pertenencia a una clase hegemónica,[9] así cómo esta se convierte en “uno de los principales volantes del “progreso” (es decir, del cambio que menosprecia y degrada, o en otras palabras devalúa, todo lo que deja atrás para reemplazarlo por algo nuevo).”[10]
El estilo de Vázquez se ha caracterizado por cortes tradicionales, el uso de colores pasteles, intercambios de espejuelos de distintos marcos, así como el uso de lentillas. El vestido rosado que esta portó el día del Mensaje sobre la situación de Estado –el 18 de junio de 2020– sirve para ejemplificar lo dicho. Si bien se ha hablado de cierto paralelismo en la indumentaria (sobre todo cuando se trata de las mascarillas) de la gobernadora y la presidenta de Eslovaquia, Zuzana Čaputová,[11] la selección fue un tanto contraproducente. En las redes sociales no faltaron las personas –muchos de ellos parte del electorado millennial– que asociaron a la gobernadora con el maquiavélico personaje de la saga de Harry Potter, Dolores Umbridge. No hay duda de que las reacciones en las redes son valiosas para estudiar este fenómeno.
Por su parte, las otras dos candidatas se han caracterizado por retar el estilo tradicional de “mujer en la política”. Desde que Alexandra Lúgaro presentó su plataforma en las redes sociales en 2016, se distinguió por portar ropa de cortes rectilíneos, pulcros y de colores monocromáticos como el blanco o el negro. La sobriedad de sus selecciones, contrastan con su juventud, aunque también le dotan de cierto aire minimalista y moderno. En una ocasión, en la transición hacia el que era su programa radial en Radio Isla 1320, la periodista Millie Méndez le interpeló por su predilección por el color negro en la vestimenta. Esta contestó que se debía a que era un color «práctico», que podía combinarlo con otras piezas, pues al día tenía que cambiar varias veces de vestuario.
Lo que nadie esperaba es que en el debate a la gobernación –celebrado el 1º de septiembre de 2016– Lúgaro optó por vestir un conjunto de chaqueta rojo que dio mucho de qué hablar al esta encontrarse en luto por su padre recientemente fallecido. Estos no son los únicos ejemplos donde le hemos visto variar el guardarropa. En las manifestaciones del verano del 2019, Lúgaro no dejó de aparecer con sus vaqueros, tennis y camisetas blancas o negras. De igual forma, con este estilo también ha aparecido en las plazas públicas presentando el programa del Movimiento Victoria Ciudadana. Cabe preguntarnos, ¿qué mensajes transmiten al electorado estos conjuntos y aquellas fotos que se filtraron de esta en traje de baño? ¿Cercanía? ¿Admiración? ¿Recelo de la candidata que cumple con el arquetipo de femme fatale solo por su apariencia?
La próxima candidata se ha presentado públicamente con estilos más variados. Carmen Yulín Cruz tomó posesión de la Alcaldía de San Juan el 14 de enero de 2013. Ese día, iba sencilla –aunque muy formal– ataviada con un traje de sastre blanco. Esta imagen contrastaba con la Yulín que iba por las barriadas con pantalones vaqueros, camiseta y pañuelo/bandana. Precisamente, esta “segunda versión” de la alcaldesa es la imagen que se ha labrado en el imaginario colectivo y que muy bien ha sabido capturar la actriz que le parodia en Raymond y sus amigos. Este atavío no es solo práctico o cómodo, sino que proyecta una imagen de accesibilidad que otro tipo de vestimenta impediría.
Lo cierto es que este no ha sido su uniforme durante sus años de mandato en San Juan. Le hemos visto llevar vestidos más tradicionales de chaqueta, faldas y demás. Sin embargo, es difícil borrar de nuestra memoria a la alcaldesa portando su peculiar bandana –que le dota de cierto aire de soldadera del Caribe– pero también de camisetas y gorras con mensajes impresos. Las camisetas de Yulín se hicieron presentes en la prensa nacional e internacional. La expresión “Nasty Woman” impresa en su camiseta en respuesta al presidente Donald Trump y la siniestra cifra “4,645” bordada en su gorra, para visibilizar las muertes tras el paso del huracán María, se granjearon la simpatía de muchos indignados y crearon cierto mercado. Con esto, podemos decir que –de las tres candidatas– Yulín Cruz parece ser la más consciente del empleo del vestido como instrumento político, como medio comunicador. La pregunta es, ¿ha sido suficiente?
Así, antes de las primarias que configurarán las papeletas a la gobernación de este noviembre, tenemos tres candidatas con estilos muy distintos, pero ¿qué comunican esos estilos? La percepción, los juicios de gusto y las experiencias de cada cual son individuales; no obstante, no podemos dejar de establecer una correlación con sus plataformas. Una de las candidatas ha querido proyectarse como “guardiana del poder”, seleccionando estilos tradicionales; otra ha querido proyectarse como parte del “pueblo”; otra como el camino a la “modernidad”. Queda en nosotros decidir, sin olvidar las palabras de Eco: “el lenguaje del vestido, como el lenguaje verbal, no sirve sólo para transmitir determinados significados mediante determinados significantes. Sirve también para identificar, según los significados transmitidos y las formas significantes que se hayan elegido para transmitirlos, posiciones ideológicas.”[12] Seamos sabios.
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[1] Sin Nombre. “Jennifer Lawrence, «muy ofendida» por la polémica con su vestido”, ABC, Madrid, 22 de febrero de 2018. Obtenido de la versión en línea del periódico ABC: https://www.abc.es/estilo/gente/abci-jennifer-lawrence-ofendida-polemica-vestido-201802221230_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
[2] CASTIGLIONE, Baltasar. El Cortesano. Madrid: Alianza Editorial, 2008. Impreso.
[3] Sobre estos acontecimientos puede revisarse la prensa de entonces. Aquí algunos ejemplos: https://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/notas/cada-vez-mas-tela-en-trajes-de- anibal/ y
https://www.noticel.com/ahora/20120606/el-peluquero-de-luce-defiende-su-trabajo/.
[4] ECO, Umberto. “El hábito hace al monje”, Psicología del vestir. Barcelona: Editorial Lumen, 1976, p. 18. Impreso.
[5] BARTHES, Roland. “Civilización de la imagen”, La Torre Eiffel: Textos sobre la imagen. Barcelona: Paidós, 2001, pp. 47-49. Impreso.
[6] LIPOVETSKY, G y SERROY, J. La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico. Barcelona: Editorial Anagrama, 2015. Impreso.
[7] El artículo “Feminism in High Heels? Sila María Calderón: The First Woman Governor of Puerto Rico” de Luz Acevedo Gaud nos deja interesantes datos para reflexionar: http://sociales.uprrp.edu/cipo/wp-content/uploads/sites/3/2016/02/FEMINISN-HIGH-HEELS-SILA-M-CALDERON.pdf
[8] COLÓN ZAYAS, Eliseo. “Cleopatra y María Antonieta o Gobierno y Poder: Tiranía del estilo en la Fortaleza”, Metro, Puerto Rico, 11 de junio de 2020. Obtenido de la versión en línea del periódico Metro: https://www.metro.pr/pr/blogs/2020/06/11/cleopatra-maria-antonieta-gobierno-poder-tirania-del-estilo-la-fortaleza.html
[9] Esta es una de las tesis del sociólogo alemán Georg Simmel (1858-1918) en “Filosofía de la moda”. El texto traducido al inglés ha sido compilado en Simmel on Culture (2000) bajo la edición de David Frisby y Mike Featherstone.
[10] BAUMAN, Zygmunt. “Sobre la moda, la identidad líquida y la utopía de hoy: algunas tendencias culturales del siglo XXI”, La cultura en el mundo de la modernidad líquida, México: Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 26. Impreso.
[11] El presente artículo del rotativo español La Vanguardia publicado en marzo nos sirve para ilustrarlo: https://www.lavanguardia.com/de-moda/20200323/4850566710/presidenta-eslovaquia-mascarilla-color-a-juego-coronavirus.html
[12] ECO, op. cit., p. 20