Pasión por Renoir
Hasta el 6 de febrero, puede verse en el Museo del Prado de Madrid una espléndida exposición de uno de los mejores exponentes del impresionismo francés. Bajo el título Pasión por Renoir se muestran 31 obras del artista pertenecientes a la colección del Clark Art Institute de Massachusetts.
La exposición recoge dos décadas de producción: la de los años 1870, decididamente impresionista y otra más clásica, la de los años 1880. Ambas muy bien representadas por géneros que van desde el paisaje, hasta el desnudo pasando por bodegones y retratos. Todo un abanico de temas en los que la pincelada, la luz y los colores son elementos protagónicos. Renoir se interesó de forma muy particular por la figura humana, especialmente por los desnudos femeninos presentes en ambas etapas.
A su regreso en 1870 de la guerra franco prusiana, Renoir se vincula decididamente a los jóvenes pintores que se enfrentan a la Academia y que en 1873 exponen en el Salón de los Rechazados: es el grupo conocido como “los impresionistas”, llamado así por un paisaje de Monet: Impresión al amanecer, que causó la hilaridad de un crítico escandalizado por lo que allí vio y que, de forma despectiva, dio nombre al grupo sin saber que el término que acuñó iba a ser recordado por la historia del arte. (Poca gente se acuerda del nombre del crítico).
Como el resto del grupo, Renoir se interesó por representar la realidad de la vida cotidiana mediante el uso de una pincelada suelta que permite captar la luz y sus efectos en los objetos en los que se refleja. Esa preocupación se aprecia en todas las obras de la exposición del Prado, pero muy especialmente en las muchachas desnudas, sorprendidas en su intimidad, voluptuosas en sus formas y jóvenes, muy jóvenes. Una luz que las baña, las acaricia y las envuelve en un halo de misterio que atrapa poderosamente al espectador. Sensualidad inevitable que nos permite compartir con el artista el optimismo y la alegría de estar vivos.
Las mujeres de Renoir de los años 80 tienen una deuda con las mujeres de Ingres y abren el camino a las mujeres de Picasso. De este modo, Renoir se convierte en un pintor que recoge la tradición y abre las puertas a la vanguardia. Vistas las obras en conjunto y gracias a la inteligente selección del coleccionista y del curador, podemos apreciar cómo tradición y vanguardia no son conceptos antagónicos, sino todo lo contrario. Algo parecido nos ocurre cuando miramos los autorretratos del pintor en los que descubrimos una clara referencia a Rembrandt y con los bodegones, tan barrocos como cezannianos. En estos últimos una reflexión inevitable: el paso del tiempo, la belleza pasajera y una llamada al carpe diem.
Uno de los géneros preferidos por los impresionistas es el paisaje. Aunque no es el género protagónico en Renoir, está muy bien representado en la exposición. Hay varios paisajes claramente impresionistas, pero hay uno de 1881, más clásico, que me llama la atención especialmente, es una vista de Venecia: El Palacio Ducal.
Se trata de una imagen tomada desde la Giudecca, uno de los espacios más bellos de Venecia y uno de los que mejores vistas ofrece de la Plaza de San Marcos. La luz recogida en esta obra es una luz que nos remite a Tintoretto y a Tiziano y está captada mediante una pincelada suelta y libre que es especialmente poderosa en el agua, donde se reflejan las siluetas de los edificios. Los azules son pasmosos.
Aunque es la primera exposición monográfica de Renoir en el Prado, no es la primera vez que Renoir visita el Prado. En 1882, en persona, recorrió las salas del museo y gozó de Velázquez y Goya. Hoy, sigue el diálogo. En un momento en que se apuesta fuerte por el turismo cultural, es innegable el acierto por parte de la dirección del museo de presentar a Renoir, un artista muy atractivo para el gran público. Renoir es un pintor gozoso, de gran sensualidad, con una marcada alegría de vivir que trasmite al espectador un contagioso sentimiento positivo. El éxito está asegurado, las largas filas también.
Pasión por Renoir. La colección del Sterling and Francine Clark Art Institute