Pensamiento histórico-político de Juan Antonio Corretjer Montes
La fundación y el ascenso al poder del Partido Popular Democrático, su distanciamiento del independentismo al costo de su alianza con el poder estadounidense al lado de los demócratas (1938-1947), estimuló la reinterpretación del pasado inmediato del país. Juan Antonio Corretjer Montes (1908-1985) fue una figura emblemática de aquel proceso tanto en el campo de la creación literaria como en el de la ensayística de interpretación histórica y política. Los rasgos dominantes de su propuesta pueden ser resumidos en los siguientes acápites.
Primero, se trataba de una interpretación híbrida que sintetizaba numerosos elementos de las izquierdas que enraizaron en un sector de las vanguardias literarias puertorriqueñas después de 1918. Aquella expresaba la voluntad de llamar la atención sobre las diferencias entre el socialismo rojo que Corretjer terminó por abrazar, y el socialismo amarillo de tradición anarco-sindicalista proclive a aliarse con el movimiento estadoísta y el capital agrario contra los intereses de los obreros que aseguraba representar. La percepción del problema nacional en Corretjer aludía a varios elementos emanados del periodo entreguerras.
Me refiero, por un lado, a las propuestas anticolonialistas clásicas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tuvieron en Woodrow Wilson y Vladimir Ulianov alias Lenin sus más significados ideólogos. Por otro lado, durante y después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se alimentará de la discursividad de las teorías de liberación nacional y los frentes populares asociadas de manera directa o indirecta a las figuras de Franklyn D. Roosevelt y Josip Stalin. A ello podrían añadirse algunos componentes del nacionalismo de entreguerras en cuyo caso, habría de tener el cuidado de tomar distancia del nacionalismo guerrerista y expansionista alemán, italiano o japonés.
Aquel nacionalismo, como se sabe, desembocó en la ideología y la praxis nazi/fascista caracterizada por su marcado contenido antioccidental, anticapitalista pero también antisocialista. Aquel fue un nacionalismo autoritario y antidemocrático que manifestaba un profundo rechazo al mercado libre al cual enfrentaba con sus propuestas corporativistas. La hibridez de la interpretación de Corretjer es comprensible si se toma en cuenta su larga y rica carrera de activismo. Vista en su conjunto, el poeta e historiador estuvo en posición observar el mundo desde la Primera Guerra Mundial hasta el ascenso de Mijail Gorbachev y el inicio de la caída del socialismo real.
Segundo, la hibridez también estaba vinculada con el impacto de una concepción liberal progresista de la historia. Aquella postura, como la providencialista y la racionalista, presumía que los procesos históricos ocurrían de manera estructurada. La posibilidad de conocer esa estructuración alentaba la idea de que era posible establecer el origen y prever la meta de los procesos históricos. Se trataba de una concepción que confiaba en la certidumbre del saber lo cual se traducía en un profundo optimismo en cuanto al futuro. La concepción liberal progresista considera que los procesos históricos podían comprenderse sobre la base de la causalidad científica y que esa comprensión era transparente. La idea de matriz hegeliana de que la libertad se encontraba al final de la ruta del tiempo era consustancial con ello. Por eso, la confianza en la independencia y la unidad futura de las Antillas era tan manifiesta hasta el punto de que Corretjer las consideraba, como Eugenio María de Hostos y tantos otros pensadores y activistas modernos, un destino inevitable (Futuro sin falla 49).
Las relaciones causales aludidas generaban corrientes o tendencias históricas contradictorias perceptibles. Una de las que más trabajó Corretjer fue la relación binaria de la tendencia revolucionaria y la reformista para, sobre esa base, explicar la evolución puertorriqueña en los siglos 19 y 20 (La lucha por la independencia 10), pero la reducción de aquel binarismo a una contradicción maniquea, es decir sin medios tonos, no reflejaba toda la complejidad de los procesos políticos del país. Aquellas corrientes o tendencias se organizaban en etapas o ciclos discernibles que el autor centralizaba alrededor de ciertas figuras heroicas con el fin de que fuesen apropiadas por el pueblo a la vez que se sembraba en los receptores un sentido de emulación. Con el fin de sugerir la continuidad entre siglos, el pensador afirmaba que la idea de la unión de las Antillas en una confederación surgida en medio del ciclo bolivariano y reformulada en el escenario del ciclo revolucionario antillano había desembocado en el internacionalismo castrista.
La formulación de las etapas o ciclos proceratistas y la insistencia en la continuidad evadían las numerosas contradicciones ideológicas que la idea de la unión Antillana había generado desde su formulación (Futuro sin falla 15). Dentro de aquella lógica, una etapa conducía de modo indefectible del mismo modo que una acción producía una reacción específica sin mayores posibilidades de variación (La lucha por la independencia 19). Era una concepción mecanicista de factura clásica. Ante el problema teórico de cómo explicar el paso de una etapa o ciclo a la otra, su respuesta era simple: el tránsito era producto de la contradicción o la dicotomía, como en Kant, Hegel y Marx. La contradicción significa la pérdida de un equilibrio o de una armonía, como la denominaría el pensador racionalista Vico. La contradicción converge en la pérdida de la continuidad que se presumía caracterizaba la historia.
Corretjer utilizaba mucho esa metáfora para explicar la vida antillana como el tránsito de un estado de equilibrio natural a uno de desequilibro artificial. Pero el destino inevitable de un futuro de equilibrio natural en un nivel superior era una garantía moral para la lucha por la independencia. En términos histórico-políticos, aquello explicaba el trayecto de la armónica vida natural precolonial a la inarmónica y antinatural etapa colonial y, a la vez, aseguraba la inevitabilidad de que madurase la utopía unitaria en un futuro no lejano (Futuro sin falla 78). Su diseño se ajustaba al estándar de una oscilación cíclica según el modelo de Vico. A veces, el poeta concebía la vida natural precolonial como una “Edad de Oro” apolínea ligada al mito taíno, postura cónsona con su neoindigenismo literario (La lucha por la independencia 19). Pero siempre la libertad se interpretaba como un estado natural perdido pero recuperable dentro de la lógica de Rousseau o de Marx (La lucha por la independencia 13).
La explicación del proceso histórico-político puertorriqueño y del fracaso del proyecto de liberación se elaboraba sobre la base de otra contradicción: la que se generaba entre el pueblo y el liderato de ese proyecto (La lucha por la independencia 7, 39, 49). Corretjer pensaba que, la incapacidad para articular la liberación había sido responsabilidad de los líderes de aquel movimiento. De ese modo, desmentía el criterio de Ramón E. Betances Alacán tras la derrota de Lares y el de Pedro Albizu Campos tras el fracaso de Jayuya. El pueblo o la nación no habían estado ausentes de aquellos procesos. Alegar que el pueblo siempre había estado allí y que no era culpable de su situación, era una postura populista interesante que trataba la voluntad de libertad como una intuición poética.
Pero el argumento también dejaba claro que el pueblo sólo, sin la vanguardia y el liderato iluminado, no era capaz de la revolución, asunto en el cual coincidía con el juicio sobre el papel de la vanguardia-partido de Lenin en muchos aspectos. La diferencia radicaba en la explicación del motor del cambio histórico. En Corretjer no era la lucha de clases como en Lenin, sino la nación esencial como en Herder: la suya era una interpretación liberal y nacionalista clásica. Aquella concepción de la historia liberal de corte nacionalista percibía el paso del tiempo como un proceso orgánico y natural en el sentido en que lo definía la ciencia decimonónica. La idea de la ciencia en Corretjer coincidía con la del krausopositivismo de Eugenio María de Hostos Bonilla, figura a la que citó en diversas ocasiones (Futuro sin falla 5, 40). Pero debo aclarar que la noción ciencia positiva y ciencia moderna no equivalen: la misma distancia que mediaba entre Comte y Marx, mediaba entre ellas.
En síntesis, la idea de la unidad del pasado (Futuro sin falla 11, 47), animaba la idea de la unidad del futuro (Futuro sin falla 29) a la vez que le facultaba para afirmar que Albizu Campos completaba a Hostos Bonilla como profeta o libertador (Albizu Campos 7, 9). Un fundamento de su optimismo era la presumida continuidad entre pasado y futuro. Dicha concepción de la unidad y la continuidad se resumía en la metáfora de la “familia” contenida en los conceptos patria o clase (Futuro sin falla 11, 29, 31, 38-39, 55). En todo caso, el argumento corretjeriano evadía una vez más las numerosas contradicciones que se daban en el seno de la familia, con la finalidad expresa de adelantar un proyecto de unidad que, en general, era inalcanzable. El nacionalismo de Corretjer compartía esa táctica discursiva con el populismo de Luis Muñoz Marín.
El escenario de la historia semejaba el de un gran drama trágico (La lucha por la independencia 5, 41) en el cual Puerto Rico era el personaje que forcejeaba mientras trazaba la épica del camino de su liberación (La lucha por la independencia 7, 12, 17). El proceso estaba poblado de agonistas (el pueblo), protagonistas (el procerato) y antagonistas (imperialistas e intermediarios o traidores). El procerato o liderato iluminado cumplía la tarea del genus propio de la historiografía heroica romántica articulada Carlyle o del volkgeist de Herder (Futuro sin falla 9; y La lucha por la independencia 12). La inevitabilidad de la revolución y de la libertad, es decir, su confianza en el carácter teleológico de la historia, le animaba a continuar adelante con la fe puesta en el triunfo definitivo de la causa. El mesianismo, tan común en el optimismo occidental clerical y secular, era un componente de la mirada del poeta/historiador/activista.
Tercero, Corretjer tenía una idea concreta del orden que debían presentar las cosas en la vacilación entre el proyecto independentista y el socialista (La lucha por la independencia 51-53). La independencia, metáfora de la revolución burguesa, antecedía al socialismo de modo irremediable. La posición recuerda las posturas de Trotsky ante Stalin tras la muerte de Lenin, y el debate ideológico de 1924 en la Unión Soviética. La misma lógica se aplicaba al dístico nacionalismo e internacionalismo: el primero antecedía y preparaba el terreno para el segundo argumento que trae a mi memoria algunas reflexiones de Bakunin. Pero, como se sabe, la lógica de Trotsky fue tildada de alta traición por Stalin a pesar de que, desde mi punto de vista, solo se trataba de una concepción liberal nacionalista clásica filtrada a través de la ortodoxia marxista-leninista, como ya había indicado.
Un elemento polémico
Corretjer desarrolló una visión racialista de la historia cuyas conclusiones convergían en numerosos aspectos con las de Antonio S. Pedreira y Albizu Campos. El pensador se identificaba con las posturas de la llamada generación del 1930. Esta afirmación no es solo válida para la intelectualidad de aquel momento, por cierto. Argumentos similares habían sido esgrimidos por Salvador Brau Asencio en la última parte del siglo 19. La historia para Corretjer era también un drama que involucraba razas, es decir, complejos sistemas de relaciones socioculturales en conflicto, cuyos protagonistas se identificaban como la hispana o blanca y la afrocaribeña o negra. Para aquellos pensadores lo taíno no superaba la condición de un componente vacío de historicidad que subsistía envuelto en el manto del mito como correspondía al hecho de que pertenecían a un pasado remoto. La continuidad, la unidad y la familia dependían en lo esencial de la consistencia de la raza hispana o blanca, afirmación que reproducía la mirada occidental más convencional.
La lógica de adjudicar un papel especial a la hispanidad caucásica en la historia puertorriqueña era patente en Pedreira y Corretjer porque ambos eran blancos y poseían algún abolengo. Debería sorprender en el caso de Albizu Campos, mulato ponceño de origen pobre. Sin embargo, dadas las circunstancias que condujeron a la consolidación de la hispanofilia desde el 1900, tampoco escandalizarían a nadie hoy. Para Corretjer la relación de la raza afrocaribeña o negra con la nacionalidad y el proyecto de liberación siempre había sido contenciosa y ambigua. En este caso recurría a la autoridad de Hostos Bonilla, quien argumentaba que lo negro era “accesorio” en la cultura nacional (Futuro sin falla 39); y a la de Betances, quien opinaba que lo negro no era un argumento aglutinador poderoso para una unidad antillana firme (Futuro sin falla 32). Ambos pensaban como intelectuales blancos, tendencia que se reiteraba en la interpretación liberal nacionalista de Corretjer.
Para Corretjer, la esclavitud negra había sido una condición que estancó y retrasó la evolución material de Puerto Rico y que además encarnaba un elemento de “diferenciación nacional” que contribuía a la “integración nacional” en la medida en que estimulaba la “rebeldía de raza”. El valor de aquella se legitimaba porque representaba el tronco o la fuente de la “rebeldía nacional” (La lucha por la independencia 19-20). Su trascendencia radicaba en la capacidad que tuvo para estimular la lucha de independencia por medio del abolicionismo jurídico, un espacio que fue dominado por intelectuales blancos y que, como se sabe, no siempre condujo a sus defensores a la defensa de la independencia. Pero los negros, una vez liberados por los blancos, habían seguido siendo propensos a la esclavitud. Corretjer alegaba que en el siglo 20 “recibieron otra infección de esclavitud” de parte de los blancos al servir de base para la fundación de un “partido anexionista pro-yanqui” (La lucha por la independencia 23), el Partido Republicano Puertorriqueño.
La idea de que el negro era maleable y propenso a la manipulación del blanco se reiteraba cuando especulaba que, de haber triunfado en el país la tendencia revolucionaria, “habrían sido una verdadera vanguardia de la lucha revolucionaria” (La lucha por la independencia 24). La negra era una raza sin voluntad y sumisa, pero la sumisión no debía ser considerado como el estado natural de aquella sino una actitud aprendida de los reformistas que les temían (La lucha por la independencia 40). En términos generales, su postura no difería de la de cualquier otro análisis racialista típico de la intelectualidad blanca del 1930 al 1950, sector que estaba muy consciente de su hegemonía y convencida de su superioridad social. Aquel acabó siendo de muy mal gusto de las décadas antiautoritaria del 1960 y el 1970, cuando la intelectualidad comenzó a reconocer la voz propia de las periferias raciales y culturales aludidas.
Conclusiones parciales
Juan Antonio Corretjer Montes representó una forma de interpretar la problemática del país que maduró en el marco en los momentos de choque entre la modernidad en crisis y sus fantasmas del pasado. La aspiración de dejar atrás espectros como el de la colonia en nombre de la nación estado soberana, o la deshumanización capitalista en nombre de un humanismo cimentado en los particularismos criollos, explicaba su asociación a las vanguardias literarias, al atalayismo y el neocriollismo. También sirve para comprender su asociación al nacionalismo político y los ribetes socialistas de su propuesta.
Su cuestionable interpretación de la cuestión de la raza es comprensible, pero para un país que en el 1970 comenzó a redefinir su identidad en el marco de una caribeñidad de fuertes tonos afronegros, resultaba altisonante. En los textos revisados, su vinculación al socialismo era accesoria. Estamos ante un pensador nacionalista y revolucionario, es cierto, no obstante, las raíces liberales y románticas impregnaron de manera indeleble su sistema de interpretación. Espero que estos comentarios sirvan para estimular un debate serio sobre su obra.
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Bibliografía
Corretjer Montes, Juan Antonio. (19491, 1977) La lucha por la independencia de Puerto Rico (Guaynabo: Edición de autor)
—–. (19611, 1963) Futuro sin falla. Mito realidad antillana. Guaynabo: Edición de autor,
—–. (19691, 1970) Albizu Campos Montevideo: El Siglo Ilustrado.
—–. (1978). El líder de la desesperación. Guaynabo: Edición de autor.