Rito y trances provocados por Sylvia Rexach
Extender una mano y atravesar dimensiones no es para mí cosa exclusiva de la física cuántica. Ya no. Tanto estar escarbando y husmeando detrás de un espectro, el de Sylvia Rexach, me enseñó que, del otro lado, también hay una mano que se extiende y busca. También una voz, una chispa y un arrojo inspiradores. Por eso, el mismo día en que se cumplían 50 años de su partida física, más de 25 músicos compartieron tarima para honrarla y recordarla, desde lo clásico hasta lo queer.
El concierto sirvió para inaugurar allí una nueva dimensión entre Sylvia y sus sylvistas de todos los tiempos… y eso sí que rebasó el entendimiento de la cuántica. Fue mágico.
En estas fechas lo que muchos hacemos es esperar la noche, hacerle una encerrona a un par de amigos músicos, invitarlos a unas cervezas y después convencerlos de que te tienen que acompañar al cementerio a cantarle a Mengano o Sutano “porque es hoy, es hoy el día, es ahora o nunca”.
Pero, tras una noche de bohemia con el Trío Bahía, en una conversación de parking, le insistí a Víctor Roldán que había que hacer algo ese día, el día del medio siglo de su adiós. Planificamos, conspiramos e invitamos a otros al ritual.
El trance
El trance que me posee hace 5 meses no sólo me llevó a hacerle el rancho a un par de amigos, sino que me obligó a tirarle el pezcau’ a más de 100 artistas, auspiciadores, técnicos, amigos y familiares. En términos de producción, casi casi me pellizcaba para corroborar que no lo estaba soñando. Y es que todas las puertas se abrían, una tras otra, una tras otra. Yo me decía “Ámbar, no te emociones, es que es Sylvia, es Sylvia”.
Durante sus ensayos, más de uno me llamó para decirme que estaba sintiendo a Sylvia. Me cuentan que la sentían en sus voces, en la melodía, en las cuerdas, en el aire. Mima, como ella misma narrara en una entrevista, sentía su presencia y también se dejaba llevar por una especie de trance creativo, gracias a la feliz visita de nuestra musa.
Pero, no fue hasta que Sharon Riley me llamó dos días antes del concierto que caí en cuenta de lo que los artistas me decían. Sharon nos llamó para desearnos éxito, nos dijo que nos deseaba, como se dice en el teatro, “mucha mierda” y que todo saldría bien pues “el espíritu de mami está con ustedes”.
En ese momento todo hizo click. A Sylvia le estaba gustando. Los sylvistas se estaban manifestando y contagiando a otros. El rito crecía, la cofradía también. Se conjuraba el olvido del tiempo, se renacía, se brotaba, germinaba una experiencia en colectivo.
Todas las generaciones y estilos
Atisbando esa nueva dimensión, les propuse a Tato y a Yarimir Cabán cantar a dúo. Quería que se simbolizara el junte generacional. Ambos cantaron “Alma adentro”. Tato aprovechó para regalarle en tarima a Mima el casette que éste grabó en los sesenta de canciones de Sylvia Rexach con la fenecida cantante Carmen Delia Dipiní. ¡Un casette, a Mima! ¡A Mima que acaba de sacar su disco en vinilo! Aquello fue “toda una pelada” generacional/simbólico/
Giselle Solís y Tato Díaz:
Escuchamos esa noche a solistas como Tato Díaz, dúos como el de él con Giselle Solís, al Trío Bahía, al cuarteto de La Macha Colón y al quinteto de cuerdas con Luis Rodríguez y Laura en Albanta.
La audiencia estaba casi dividida por la mitad entre viejos y jóvenes. Ése resultó ser un buen logro de esta producción, pues el público joven pudo exponerse a versiones clásicas en vivo (en lugar de sólo escucharlas desde el iPod) y los mayores tuvieron la experiencia de escuchar las educadas voces de una Chabela, una Giselle Solís y una Kianí Medina, pero también de hiperventilar con una estridente y rebelde Macha Colón y de escandalizarse con una Cautiva Rexach y una Lupe arrancándose las pelucas, rasgándose medias y tirando zapatos.
Otra ventaja del evento fue la participación de Georgina Borri como maestra de ceremonia. Esa labor sólo podía hacerla efectivamente una mujer conocedora de la obra de Sylvia, entusiasta de los emprendimientos de artistas jóvenes y comediante a lo “Sylvia”, con un humor elegante y sagaz.
Sobre la receptividad en general, sorprende la coincidencia que tienen Luis Rodríguez, Tato Díaz, el profesor de Comunicación y Gestión Cultural de la UPR de Río Piedras, Dorian Lugo y otros asistentes. Todos coinciden en que “la gente no quería irse” y en que “to’ el mundo estaba bien emocionado”. Dorian lo narra así:
“Una vez concluida la actividad, era como si nadie quisiera marcharse, pretextando el requedo, ideando hacia dónde seguirlo, con trabajo al otro día. El evento fue resonante, de esos que se quedan en la piel –todavía hoy— por largo tiempo. El disfrute fue tan intenso, que no hay casi energías ni para narrarlo. Unas palabras parecen resumirlo todo: ‘¿Y a ti que te pasa?’. ‘Fui anoche al Tributo a Sylvia’. Ya”.
Sharon Riley dijo presente
El ritual se consumó completo. Tras el intermedio, Jaime Albizu Lamboy, nieto de Sylvia Rexach, anunció la reproducción de un mensaje sonoro enviado por Sharon Riley desde el estado de Florida, que comenzó con el sonido de un piano que interpretaba “Alma adentro”.
Enseguida entró la voz de Riley: “Querida mami: Hace 50 años, un 20 de octubre de 1961, mientras bajaba tu féretro, Los Hispanos comenzaron a cantar ‘Alma adentro’. En ese momento comenzó a llover y las gotas de lluvia se confundieron con las lágrimas de los que te llorábamos”. Todos miramos a Tato Díaz en complicidad. Él, emocionado, sonrió.
El silencio y atmósfera del Tributo transformaron el momento en uno de solemnidad y comunión.
Mensaje de Sharon Riley:
Apuntes para una repetición
Casi me preguntaban si estaba compitiendo para un récord Guiness por la cantidad de músicos. Sin embargo, el show corrió sin contratiempos y hasta hubo espacio para volver a traer al trío y de que Giselle Solís nos diera su versión abossanovada de “Olas y arena”.
Es cierto que los seguidores de Tato Díaz, viejos y jóvenes, se quedaron con ganas de escucharlo más, siendo él una de las figuras principales en popularizar el repertorio más famoso de Sylvia Rexach. También la gente pedía a viva voz el regreso del Trío Bahía. Si tomamos esto en cuenta, para una posible repetición del show, quizás tenga que reducir la cantidad de músicos.
Po rotro lado, aunque la cantidad de músicos luzca apabullante, opino que ese día, el día del rito, era importante que cada uno de los que participaron estuvieran allí, todos representaban tribus musicales distintas por las que ya la savia de Sylvia se ha infiltrado.
Sobre el lugar del montaje, el Colegio de Abogados en Miramar, debo admitir que nos tomó muchas horas y manos amigas lograr transformar lo que yo llamo un “Club de Leones glorificado”, en una sala de concierto y teatro de boudeville (para Cautiva y La Lupe). Por esa razón (y porque el cupo es solo de 300 personas), el posible remontaje debe realizarse en otra parte.
Finalmente, lo que permanecería intacto sería el concepto del Tributo: desde lo clásico, hasta lo experimental e irreverente. Esta fórmula, este balance, es el que más me emociona. Y el que mejor efectividad tiene con la gente joven, sylvistas en potencia, heraldos de ¡larga vida para Sylvia!