Rosselló versus Pierluisi: una puesta en escena
Hace 3 años, tomé como punto de partida una cita Omar Rincón (2004), quien sostiene que en la actualidad no basta con ser presidente (o en este caso, gobernador), sino que hay que parecerlo. Ricardo Rosselló ganó las elecciones e intentó parecer un gobernador una y otra vez durante los pasados 2 años y medio. Pese a que fue un intento fallido para muchos, para otros fue un acto convincente. Desde la madrugada del sábado, 13 de julio de 2019, su credibilidad es nula para la mayoría de los puertorriqueños y es incuestionable que estuvo liderando un país sin contar con la seriedad o la capacidad intelectual que este puesto amerita. Ahora bien: ¿era necesario leer las 889 páginas del chat de Telegram para reconocer que a Ricky Rosselló le quedaba grande el título de gobernador? ¿Acaso no fue evidente desde este primer debate? Y Pierluisi, ¿en qué medida demuestra ser una “mejor opción” como tantos plantean? ¿Dónde estuvo su transparencia en aquel entonces y dónde lo está ahora, que conocemos sus vínculos e intereses con la familia Carrión y con la Junta de Control Fiscal? Desde esta lectura del debate del 2016, les invito a mirar — en el presente — más allá del acto performático.
Antes de iniciar el análisis del debate, es imprescindible dar a conocer algunos conceptos académicos que utilizo a lo largo de la reseña. En su texto “Comunicación Política: Técnicas y estrategias para la sociedad de la información”, María José Canel (1998) desglosa el término comunicación política y expone una serie de definiciones que han sido propuestas por diversos teóricos. En el proceso de llevar al lector hacia una definición integradora, incluye una crítica escrita por Michael Shudson en su artículo “Sending a political message: lessons from American 1790’s”. Su crítica va dirigida a la noción, que cataloga como errónea, de que la comunicación política se limita a la transmisión de mensajes que tienen, o intentan tener, un efecto en la distribución o uso de poder en la sociedad. “Shudson aboga por una concepción de la Comunicación Política que no esté reducida al envío de mensajes de los políticos a los miembros del electorado, sino en la que se incluya otros actores e intenciones” (Canel, 1998: 22). En este sentido, para Shudson es pertinente ir más allá de los actores susceptibles a ser elegidos, considerando esquemas representativos mayoritarios; lo implícito y lo explícito.
Más adelante, Canel (1998) presenta seis modelos para el estudio de la comunicación; no obstante, para propósitos de este análisis, me enfocaré en el quinto punto: acción dramatúrgica. En la acción dramatúrgica, los políticos salen a escena mostrando intenciones, pensamientos y sentimientos que al ciudadano le gustaría llegar a conocer. Como todo drama, la comunicación política tiene algo de auténtico y algo de ilusorio (Canel, 1998). Los políticos se presentan en función de unos moldes y unos significantes que deben ser ocupados y representados; a estos moldes les llamaremos arquetipos mediáticos.
El accionar dramatúrgico se basa en los siguientes supuestos: que hay un mundo social, definido por un conjunto de relaciones interpersonales, un mundo objetivo, definido como el conjunto realidades respecto al cual podemos emitir enunciados verificables y también un mundo subjetivo, formado por un conjunto de vivencias, deseos, sentimientos a las que se tiene acceso en la relación con los demás. El político debe manejar interacciones haciendo referencia a estos distintos planos y valores. Al dejar entre vista su vida personal, está demostrando al ciudadano un lado de sí con el que pueda sentirse relacionado, pero esto nunca es al azar. “El poder necesita de la distancia que crea la puesta en escena” (Canel, 1998: 29).
En el #debatereal (hashtag seleccionado para su discusión en las redes sociales), se pudo ver la acción dramatúrgica descrita previamente por los planteamientos de María José Canel. Antes de comenzar el debate, tuvieron la oportunidad de responder a la pregunta “¿por qué quieres ser gobernador?” y ‘Ricky’ Rosselló tuvo el primer turno por sorteo. Su contestación estuvo centrada en hablar de una agenda innovadora que responda a las necesidades del pueblo y que está vinculada a eliminar la situación colonial de Puerto Rico. Esa fue una de muchas ocasiones en las que Rosselló utilizó el término “innovación” para dar sus respuestas. Pedro Pierluisi brindó una contestación reaccionaria, sosteniendo que hay gran diferencia entre querer ser gobernador y poder serlo. Luego de expresar su comentario, directamente dirigido a su contrincante, habló de sí como un líder con “capacidad, madurez y experiencia”. Bastó con ver los primeros minutos para divisar cuál sería el discurso de este acto teatral: Ricardo Rosselló se proyectaría como un candidato joven, que va a traer nuevas soluciones y que está más al tanto de tecnologías recientes y su potencial para con los procesos sociales; Pedro Pierluisi ocuparía la figura del hombre “sabio”, que siente seguridad en sí porque conoce los procedimientos parlamentarios del Congreso y porque ha estado más tiempo en el mundo de la política.
Al comenzar el debate formalmente, se planteó el interrogante de qué harían cuando llegasen a alcanzar la gobernación. Ricky Rosselló comenzó diciendo que “toda situación viene vinculada a la situación del status” (colonial) y mencionó que, a corto plazo, implementaría el Plan Rosselló con el cual, “teniendo transparencia”, utilizaría en su reforma gubernamental para reducir los gastos en la Isla. Asimismo, aseguró que eranecesario dejar de hablar de la quiebra en Washington, D.C. y pasar a enfocarse en una junta colaborativa con credibilidad de ayudar a traer un nuevo Puerto Rico. Aunque la respuesta de Pedro Pierluisi fue mucho más concisa, el contenido fue igual de vacuo que el de Rosselló ya que habló de fomentar una cultura de diálogo y negociación “como siempre he favorecido desde el primer día”, aludiendo a su experiencia previa en otros puestos políticos. También declaró que no habría “ni un impuesto más” sin dar detalles de un plan de manejo económico.
A medida que el debate avanzaba, pude notar que, aunque se mantuvo el contraste entre los arquetipos del hombre joven vs el hombre sabio, esta polaridad entre ellos estaba dividida por una línea muy fina. Si bien sucedió que cuando Rosselló llamaba a la improvisación, Pierluisi respondía con que la capacidad proviene de la experiencia… muchas veces ambos emitieron un mensaje unísono con distintas palabras. Ricky se agarró del “Plan Rosselló” varias veces para resaltar que es el único que tiene un “plan de acción concreto” y Pierluisi hablaba de un sistema presupuestario cuya estrategia está basada en “justificar cada peso” y de “diez principios básicos para resolver” la situación del país. Ambos hablaban en fórmulas, como si se tratase de un examen de matemática elemental en el que basta sumar y saber que 2+2=4.
Ante las preguntas qué tenemos que hacer para que Puerto Rico se desarrolle y cuáles son las estrategias con relación al Departamento de Educación, parecía escuchar un mensaje continuo que estaba siendo repartido para una lectura por turnos entre ambos. Respecto a la primera pregunta, Pedro Pierluisi habló de que “hay que cambiar la cultura”, mejorar la promoción, optar por tener más alianzas público-privadas (APP) y siempre referirnos a Puerto Rico como “Puerto Rico, USA” para que la gente sepa que estamos sujetos a leyes que, según él, nos protegen y mejoran nuestras vidas por vías de la tecnología. Igualmente, mencionó la importancia de tener un mejor mercado de ciencia, tecnología e ingeniería y de atraer turismo médico y educativo para que personas vengan a retirarse a Puerto Rico. En su turno, Ricardo Rosselló habló de su visión de convertir a la Isla en un destino turístico, donde mencionó que va a “externalizar la promoción”, crear igual oportunidad de empleos para mujeres e incentivos para envejecientes para que puedan trabajar y desarrollar un “Puerto Rico Innovation and Technology Service”.
Al momento de exponer lo que aguardan para el Departamento de Educación, ambos hicieron mención de que son padres y de que quieren “lo mismo” para sus hijos, apelando a un sentido de empatía con las madres y los padres en la audiencia y demostrando ese lado humano que es parte del accionar dramaturgo. Las prioridades de ambos para el futuro de las escuelas de Puerto Rico es tan neoliberal como sus planes de desarrollo. Con mención de conceptos como “cultura empresarial”, “stem careers” y “educación de vanguardia”, los dos mantuvieron un mismo abordaje e hicieron fuerte hincapié en la necesidad de incorporar más recursos tecnológicos. Lo irónico es que, al igual que palabras como “libertad” y “justicia”, la palabra “tecnología” pasó a ser un significante vacío a lo largo de la conversación, como diría Ernesto Laclau (1996). Ninguno de los candidatos fue más allá ni hizo mención de herramientas concretas y tangibles que piensan integrar.
Al finalizar el debate, ambos tuvieron la oportunidad de enviar un mensaje de conclusión para los receptores. Manteniéndose en personaje, Pierluisi habló de la crisis de Puerto Rico con una alegoría, diciendo que es una gran tormenta y que es importante escoger un capitán que nos pueda llevar a puerto seguro. “Te estás jugando el futuro de tu familia. Tu voto lo cambiará todo”, concluyó. Por otra parte, Ricky Rosselló, desde su rol de candidato joven, sostuvo que su compromiso es con el pueblo y se describió como un líder capaz de velar por los sectores más vulnerables y construir “el nuevo Puerto Rico”.
El debate como acto performático es cónsono a la propuesta de Canel, quien sugiere que en estas instancias hay una porción que combina lo real y lo ilusorio. Fue auténtico porque no dudo que ellos sientan que cumplen, respectivamente, como los arquetipos mediáticos que estuvieron representando y que, en su limitado mundo privilegiado, se entiendan a sí mismos como capaces de gobernar y arreglarlo todo sin más, como quien tiene una varita mágica. Ilusa por la misma razón. El debate puso en evidencia el declive de lo que es, en teoría, una discusión critica, dejando a la audiencia ante un espectáculo de entretenimiento vago basado en una imagen falsa de los candidatos.