Si no, sólo se cosechan cenizas
Acá en la Isla hay mucha gente alegre por los edificios y policías en fuego en los últimos motines ocurridos en Grecia.
Y después del fuego, ¿qué? Fuego no necesariamente es revolución.
La difícil pregunta es ¿cuál es el plan económico de la oposición? Después de los fósforos, ¿quién toma el lápiz para hacer la matemática que beneficie a los ciudadanos con un plan realizable?
El fuego es fácil y a veces necesario, pero el fuego no es capaz de construir futuro por sí solo.
Si quemar esos edificios lograran lo que creo todos y todas queremos: un ajuste de cuentas con el capital financiero, una democratización verdadera, más participación en la economía y una sociedad sustentable, ¿qué hacemos que no nos vamos todos y todas a Hato Rey a quemar bancos?
Lamentablemente, sin un plan, sin reflexión y sin un modelo que esté listo para sustituir lo derribado, el capital se cuela y nos atrapa de nuevo. Así pasó en Europa del Este, en la Unión Soviética y pasará en Cuba si no hay algo preparado para evitar que el capital ocupe el vacío.
Crear vacío no es tan difícil. Ocuparlo es el desafío.
La catarsis del fuego es quizás necesaria pero no deja de ser sólo catarsis.
En Puerto Rico, los y las acólitos del fuego destructor se preguntan con ira e indignación por qué la gente no se tira a la calle a quemar algo. Me atrevo a comenzar a formular una contestación: porque la gente todavía no esta lo suficientemente encajonada, atrapada o desesperada.
Hay fisuras donde se sobrevive, se brega. No nos vemos acorralados y sin salida. La vía electoral todavía es, para muchos y muchas, oportunidad para el voto castigo. Nueve billones de dólares de narcotráfico y doce billones de dólares en fondos federales amortiguan la crisis.
¿Por qué entonces salir a la calle a quemar bancos? Se brega en casa de los suegros, en el chiripeo o se coge la tarjeta de la familia. Los griegos parece que no tienen eso.
Hace falta un proyecto coherente y posible que permita soñar ese otro mundo posible. No basta decirlo. Hay que crear el blueprint que permitirá hacerlo posible. Con ese blueprint, hay que aprender a soñar y a querer ir hacia el cambio porque va a ser mejor que lo que hay.
Pero parece ser que no queremos hacer ese trabajo de hormiga. Se quiere la aparente y contundente militancia del fuego efímero de dos o tres noches.
Se prefiere el «Tengo valor y el coraje de hacerlo. Soy valiente. Me arriesgué. Y luego de sentirme machística y revolucionariamente satisfecho, volver a casa a ver por TV cómo el capital restablece el orden. Las cenizas que aporté no se sostuvieron al otro día.»
Lenin le llamaba izquierdismo infantil a esa actitud. Repito, lo mas trabajoso de la revolución (whatever that means) o cualquier cambio político es organizarse para ocupar el vacío.
La lucha no es la lucha del desorden versus el orden. La lucha es la lucha de NUESTRO orden versus SU orden. El nuestro debe ser superior, más democrático, más ecológico y más justo. Nuestro orden no debe ser destrucción. Por el contrario, nuestro orden es la construcción de lo mejor.
A veces para construir, hay que destruir. Sí. Pero se hace teniendo claro con qué lo voy a sustituir.