Suite para ballena y desesperanza
A las 6:39, 6:40, 6:41 de la mañana de este martes el timbre cansado e innecesario de una voz ofrecía explicaciones ante la noticia de que el deseo, esta vez, se posaba sobre un mamífero marino. Anunciaba esa voz una reunión para establecer qué sucedió y quién tiene la culpa, para adjudicar la responsabilidad de que digan que él dijo que le dijeran a aquellos que él había dicho que la ballena sería de él. Dice esa voz que no fue su voz. Porque alguien tiene la culpa, y no soy yo, sugiere el alcalde. Alguna cabeza –comenta el «periodista»– rodará seguramente. Y así la suite de no-yo-no-fui y sí-como-usted-diga para violín y cello de Santini y Sánchez se hace interminable. La radio, a veces, es para masoquistas.
Si el periodista que entrevistaba hubiera sopesado el tiempo (cinco largos minutos) que le adjudicaba con brío y sin razón a un esqueleto ballenil y a una negación alcaldicia que no sabe si es cierta, quizás hubiera entendido que, come on, cinco mintos de no news is… still no news. Pero es la naturaleza de la bestia, la bestia being el rating y el título que ostenta el periodista de «incisivo». El adjetivo dental le cabe, muchas muchas veces, pues intenta moler y triturar, pero su fórmula ya ha sido masticada otras muchas muchas veces. Molares le quedan, eso dicen. Y la habilidad para explotar fuegos artificiales, fuegos fatuos, en un día de poco movimiento. Será que el tránsito de Venus…
Luego de la entrevista –that whale of an interview– llega el titular en el próximo bloquecillo de noticias: «El alcalde Santini madruga y confirma que no tiene interés en los huesos de la ballena». Pero eso, a estas alturas, es inconfirmable. Podía confirmar que nunca ha tenido un wet dream o que nunca ha pensado que puede ser derrotado por una mujer, pero la negación, su negación, no basta. Casi apologético, el periodista se traga el cuentro.»Ni siquiera he hablado de la ballena», dice Santini. El periodista dice que Santini dijo que nunca y que de esa forma «corrige y aclara» todo lo dicho de él. Así que la ballena Luqui (sí, Luqui) puede seguir en su campoarenoso de Luquillo. Es que es tan lucky la Luqui. Es el Elvis de la ballenas. Es adorada tras su muerte. El periodista ha sugerido que los oyentes sugieran nombres para bautizar a la ballena. «Luqui es», dice Rubén, sobre la pila radiobautismal. Y así de lucky será. De esto a La Perrera o El Circo hay mucho menos que un paso.
«Buena fe o mala fe en el asunto, pues yo averiguaré, y tomaré cartas…». Ahh, saber que Santini tomará cartas en sus asuntos parece ser reconfortante para el periodista en cuestión. Las macharranerías se entienden. Y así la pelea por los huesos de Luqui the Whale se convierte, en acto de prestidigitación periodística, en populismo asquenate, casi tan asfixiante como el calor. Pero de populismo es que saben Sánchez y Santini.
Hay un amplio Museo de Mentes Silvestres poblado por las voces radiales mañaneras que muy bien podrían alojarse un tiempito en el Museo de Vida Silvestre del alcalde de San Juan. Para «informar» como lo hacen todos los días, hoy los expertos en análisis y noticias tempranito se botaron. Hoy la melodía comenzó con forajidos enmascaraos con pañuelos («Como el Zorro», dice decidido un periodista) y luego el tema es la maleta que contenía la propina que dejaron los dos hermanos del asesinato-suicidio en el Water Club. La acción es objeto de burlas. Un pacto de muerte, propina incluida. Su misión es encontrar algún trazo de humor y desvirtuar la noticia. Vaya, hasta eso.
La joya de la corona se supone que fuera el Rey Jorge y esa entrevista que ahora se repite sin cesar, heavy rotation, pa’ que se enteren que fue allí donde el alcalde habló. Si el alcalde Jorge Santini quería o no los huesos sacados de la arena en la que yacen, pues ya nadie sabrá. La oportunidad de negar la tuvo, y con creces. Pero es que es tan in character, tan él ese apresurado pedido que él dice que otros hicieron sin su autorización. Es que los tropezones se le dan tan bien. Y así de fácil se le ha dado el salir de ellos. Se ha construido como el que riega y luego niega. El que manda y no va. El rey del yo no fui. La prensa –la radio más que el resto– ríe gracias y cuenta los cuentitos de the Big Santini. Porque sí. Porque hay que ser tan cool tanto con la ballena como con un pacto suicida. Bajo el manto de su insuficiencia, se creen sagaces y audaces e intrépidos porque le hablan a los protagonistas de la noticia de tú en vez de usted, socializan con el poder, se dan traguitos, aceptan regalitos y se vanaglorian de que los escuchan en La Fortaleza. Desespera la imposibilidad de un cambio instantáneo y significativo en el paisaje aural de las mañanas radiales. Desesperanza inútil. La historia del Capitán Ahab y su ballena enluquillada está ahora mismo en el aire. Luqui es. Luqui será. Lucky you.