The Man From U.N.C.L.E.
Esta película basada en la homónima serie televisiva que ocupó un lugar popular en la programación de 1964 a 68 llega a la pantalla casi al fin del verano agarrada de los tobillos de la última versión de “Mission Impossible”. Tiene en su elenco a dos de los galanes más guapos del cinema actual: Henry Cavill, como el espía norteamericano Napoleon Solo, y Armie Hammer, como el soviético Illya Kuryakin. En la serie televisiva el excéntrico Robert Vaughn era Solo y el cerebral David McCallum, Kuryakin. El dúo era dinámico porque sus personalidades se complementaban de tal forma que no era difícil aceptarlos como espías, además ninguno de los dos era obviamente norteamericano. Hay que recordar que la Guerra Fría entonces estaba en su apogeo y muchos espectadores volcaban en los programas su ansiedad de las posibilidades (la crises de los misiles en Cuba recién terminaba) de una guerra nuclear contra el Soviet.
En el guión que el director Guy Ritchie ha escrito con Lionel Wigram los dos principales parecen estar más interesados en cuál lado de su rostro le han de presentar a la cámara que en perseguir a los miembros de una organización malvada que anda creando una bomba atómica para demostrar que pueden controlar el mundo. Vemos durante los títulos la situación de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, el famoso pronunciamiento de Churchill sobre la cortina de hierro que descendía sobre gran parte del continente, y la división de Berlín en sectores que eventualmente fueron separados por la muralla construida por los rusos para evitar que la gente de la parte occidental de la ciudad pasaran a las regiones manejadas por los aliados.
Detrás de la muralla hay una joven llamada Gaby Teller (Alicia Vikander) cuyo padre, un físico alemán, puede que esté ayudando a los malvados a construir la bomba. Hay que rescatarla y usarla como carnada para llegar al padre. El apellido “Teller” es una referencia directa a Edward Teller, un físico húngaro a quien se le conocía como “el padre de la bomba de hidrógeno” y quien fue uno de los modelos para el Dr. Strangelove de Kubrick.
Durante el rescate nos familiarizamos con el nuevo Kuryakin, que es un forzudo que puede correr más rápido con un par de llantas vacías y que tiene un desdén inusitado hacia las balas de pistola disparadas con o sin silenciador. Partes de la larga secuencia del rescate proceden en la oscuridad pero el director nos hace conscientes de los atributos físicos con primeros planos de las dos estrellas masculinas. Poco después, forzados a colaborar, parece que entre los dos espías se va desarrollado un “bromance”. Hay un duelo jocoso entre los cheches en un atelier de alta costura que parece ser el equivalente de los intercambios sobre la moda entre Merryl Streep y Anne Hathaway en “The Devil Wears Prada”. Algunos chistes a lo largo de la trama tediosa, floja y predecible valen la pena ser vistos en Netflix, pero no en la tortura de la nueva sala de sonido especial que rodea al espectador, que según me dijeron en el cine no tiene control de volumen y es “así”. En una fiesta fastuosa durante la cual compiten carros de carrera una condesa italiana de aquellas de los sesenta venidas a menos, muestra que tiene de más. Cuando le dicen que está delgada explica que es el resultado de su dieta de caviar y champagne. Otros chistes visuales no habrían hecho reír en los sesenta y se caen como un suflé cuando se abre la puerta del horno antes de tiempo.
De vez en cuando el director Ritchie, cuyas películas iniciales y sus versiones nuevas de Sherlock Holmes (en particular la de 2009) tanto me gustaron, recurre a pantallas segmentadas y paralelas con el único resultado, gracias al dios de la paciencia, que acorta escenas que hemos visto muchas veces antes y que hubieran sido demasiado engorrosas.
La competencia entre los dos espías continúa mientras continúan los intentos de hacernos reír sin funcionar. Lo que más gracioso me pareció del filme fue ver a una actriz que es más alta que Vanessa Redgrave… perdón, dije actriz y la mencioné junto a una. Me refiero a una mujer que sale en la película que mide seis pies tres pulgadas y que con o sin tacos, le pasa a Cavill que mide seis uno. Aunque Hammer es más alto que ella (seis cinco) no comparten escenas.
Al final, sorpresa, gana “el mundo libre”. En la competencia que el guión quiere establecer entre Cavill y Hammer se me ocurrió que son el equivalente masculino de Elizabeth Taylor (Cavill) y Joan Fontaine en “Ivanhoe” (1952). Las dos eran bellezas pero la Taylor was too much, en el mejor sentido. Hammer es guapo, pero el joven Cavill es tan guapo que todos los rusos sabrían que no es un espía sino estrella de la pantalla grande. Ha sido Superman y quiere ser James Bond. No es mal actor, pero si sigue haciendo películas como estas no lo veremos mucho.