UNIDAD: refundemos lo político
El llamado no ha tenido gran resonancia. Y es que un porciento considerable de la población responsabiliza a su clase política de la deuda y sus efectos. El votante le pide cuentas a quienes por décadas se les presentaron como líderes con agencia; la parte del juego lingüístico colonial que le exageró capacidades y ámbito de maniobra al gobierno propio.
En oposición al llamado de unidad surge el llamado a limpiarle el pico a nuestra clase política. Ambas exhortaciones son miopes. La primera porque presume que el tranque responde a no haber sabido ponernos de acuerdo, cuando ha sido el inmovilismo un asunto de claro consenso pluripartidista. Fomentar actitudes de ruptura es lo que procedería en todo caso.
El segundo llamado, decomisar a nuestra clase política, falla al localizar el epicentro del poder en el muñeco y no en el ventrílocuo que lo mueve y pone palabras en su boca.
Desde el hastío crónico, propongo que utilicemos los llamados de unidad para reformular el ejercicio democrático mismo; sustituir a esta clase política por otros instrumentos representativos, otros lenguajes de debate y participación, otros imaginarios de convivencia y país.
Para ello, el ciudadano tendría que hacer acopio de sus mejores recursos políticos; juntarse no a través de las identidades partidistas sino a través del reconocimiento de lo común.
Oponerse a la junta y al andamiaje de partidos tradicionales no son hechos incompatibles. Juntarlos en un solo llamado es mortal para el status quo. Por eso llueven los reclamos editoriales de resignación y obediencia.
Resistámoslos, y re-fundemos lo político. Desunámonos ahora para unirnos de otra manera.
* Publicado originalmente en El Nuevo Día y reproducido aquí con el permiso del autor.