Reseña Libro
Verdor que Clama: Una Valiosísima Aportación a la Educación Ambiental
Verdor que clama es un libro inspirado y basado en el curso Medioambiente, lengua y literatura del Departamento de Estudios Hispánicos del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. El curso, impartido entre enero y mayo de 2020, fue enseñado por un conjunto de educadores de varias disciplinas. Estos lo hicieron a pesar de los terremotos de enero de ese año y del cierre del recinto como consecuencia de la pandemia del COVID-19. El curso, originalmente presencial, se convirtió, como consecuencia de esos dos eventos, en uno completamente en línea o a distancia. Verdor que clama, publicado recientemente por Ediciones Flamboyán, recoge parte de los materiales del curso, incluyendo textos escritos a partir de las conferencias de estos educadores, aunque también textos de otros participantes que, aunque no participaron del curso como tal contribuyeron al proyecto.
Uno de los grandes logros de este libro es haber reunido o integrado voces de diversas disciplinas: estudios hispánicos, antropología, sociología, economía, lingüística, literatura, psicología, ingeniería, arquitectura, geografía, filología, geología, microbiología, ciencias políticas, ciencias ambientales, administración de empresas e historia. Esta diversidad es reflejo del curso que inspiró y fundamentó el libro y cuyo propósito era precisamente abordar temas y asuntos medioambientales desde una perspectiva multidisciplinaria pero que registrara el valor de la lengua como medio para la educación ambiental. El libro es además diverso con respecto a los asuntos y problemas ambientales que atiende: el lenguaje medioambiental, el lenguaje y encuadres acerca del cambio climático, la solidaridad y las acciones comunitarias para proteger el medioambiente, asuntos energéticos, el problema del agua y su conservación, desastres vinculados a fenómenos naturales extremos, cambio climático, adaptación climática, desarrollo sostenible, ecoturismo, conocimiento ecológico tradicional, las actividades antropogénicas en los estuarios y las costas, la pesca y la naturaleza en la poesía, entre otros.
Verdor que Clama es una aportación significativa y valiosísima a la educación ambiental. Los fines del libro son esencialmente pedagógicos y sirve como una guía. Las editoras Carmen M. Rivera Villegas, Alexandra Morales Reyes y Rocío Luque Colautti aseguran que: “Medioambiente, lengua y literatura pretende ser una guía a través de diferentes asuntos medioambientales de carácter nacional e internacional y lo hace, principalmente, mediante la transmisión de una determinada lengua de especialidad, que es necesario adquirir y practicar con conocimiento de causa.” En ese sentido, y como también advierten estas, el libro tiene como objetivo principal su acogida y uso por los educadores del país, tanto a nivel escolar como universitario.
Se trata de un libro-guía muy práctico y útil, dividido en varios capítulos sobre diversos asuntos ambientales abordados desde disciplinas particulares, seguidos de actividades de aprendizaje activo y dinámico. Estas actividades fueron diseñadas para que los estudiantes practiquen el pensamiento y análisis crítico y la comunicación creativa en español. Estas fueron también creadas para que los alumnos desarrollen sus destrezas lingüísticas de lectura, redacción y oralidad. Sin embargo, la utilidad pedagógica de estas tareas no se limita a la enseñanza del lenguaje, la literatura y la comunicación medioambiental. Estas podrían ser utilizadas en toda una pluralidad de cursos de diversas disciplinas, tanto a nivel escolar como universitario, para abordar temas medioambientales, así como el lenguaje y la literatura vinculados a estos temas. Además, varias de estas actividades podrían inspirar o impulsar diversas propuestas, planes y lecciones para el aprendizaje basado en proyectos, muy útiles para la educación ambiental. Estas actividades o tareas son seguidas de una sección de ideas para pensar y crear. Estas ideas tienen como objetivo que los estudiantes desarrollen destrezas creativas, tareas que como las anteriores, pueden ser modificadas para diversos propósitos y objetivos de enseñanza y aprendizaje.
El libro incluye además una sección de entrevistas y una de calces fotográficos. Entre los capítulos puede encontrar además citas o frases relevantes de diversas personas como Julia de Burgos, Alexis Massol González, y Eduardo Galeano, entre muchos otros, útiles para iniciar conferencias o proyectos o para romper el hielo en el salón de clases. El libro es además complementado por el blog del curso, en el que puede encontrar otras fuentes y recursos pedagógicos: http://verdorqueclama.com/. Es indudable que el educador que use este libro como guía y herramienta pedagógica ayudará a sus estudiantes a pensar críticamente sobre los problemas medioambientales y producir ideas sobre estos para comunicarlas de forma efectiva en diversos medios. Además, fomentará la imaginación política de sus estudiantes y promoverá que estos, como ciudadanos, realicen acciones verdes, proambientales, tanto individuales como colectivas. El libro incluye, por ejemplo, actividades que envuelven redactar cartas para convocar reuniones comunitarias, escribir artículos para denunciar los problemas ambientales y publicarlos en las redes, y redactar cartas dirigidas a representantes y senadores, entre otras.
Verdor que clama confirma la importancia pedagógica del lenguaje y la literatura para enseñar complejos temas socio-ecológicos y medioambientales. Como asevera Carmen M. Rivera Villegas: “Tratar asuntos medioambientales en un curso de español donde se conjugan el estudio de la lengua y la literatura es un tesoro en un baúl sin fondo.” Es valioso porque como esta añade: “La literatura, quizás la máxima expresión artística de la palabra escrita ha servido desde tiempo inmemorial para la representación de uno de los elementos centrales del medioambiente: la naturaleza.” En efecto, la literatura contribuye activamente a la construcción social de la naturaleza o del medioambiente, así como a la construcción social de paisajes, territorios, lugares y espacios. Es por esto una valiosa herramienta pedagógica, particularmente en lo que a la educación ambiental se refiere.
Reconocer la importancia de la lengua, y en particular de la literatura, como medio para la educación ambiental es un fin con el que me identifico. Se trata de una relación que había explorado en el pasado y que me entusiasma encontrar en Verdor que clama. En el 2004, como participante en el Globalization and the Environmental Justice Movement Symposium en Arizona participé de una mesa redonda llamada “Environmental Justice as Critical Pedagogy,” junto con John Hausdoerffer, Janis Johnson, Jia-Yi Cheng Levine y Paul Vaughn. El objetivo de la mesa redonda era precisamente explorar las formas en que la literatura ofrecía posibilidades para enseñar acerca de los diversos problemas de justicia ambiental en la universidad, así como para enseñar las teorías complejas que los académicos utilizan para examinar las injusticias y desigualdades ambientales. Comencé afirmando el carácter político de la pedagogía de la justicia ambiental, sus usos para lo que Paulo Freire llamó concientización, y los esfuerzos de varios educadores para animar la imaginación política de sus estudiantes con respecto a la desigualdad ambiental. Yo, como hoy lo hacen las editoras y muchos de los contribuyentes de Verdor que clama, sostenía que la educación era un medio de transformación social y ambiental. Durante esa discusión abogué a favor de la integración de la literatura, en su sentido más amplio, a nuestros cursos y lecciones acerca de la justicia ambiental, destacando las formas en que esta produce y asignan valor con respecto a la naturaleza.
Las diversas construcciones y representaciones de la naturaleza implican varias formas de valorizarla. La literatura tematiza y hasta alegoriza estas valorizaciones, convirtiéndolas en economías textuales. En ocasiones la literatura las ratifica y en otras las cuestiona. La literatura es entonces un buen medio para exponer a los estudiantes a las diversas valoraciones de la naturaleza, desde las valuaciones capitalistas de los recursos naturales hasta las valorizaciones alternativas del movimiento por la justicia ambiental, el ecologismo profundo o el ecosocialismo. El análisis de estas economías textuales es también una ventana a las formas creativas en que los escritores, ambientalistas y los activistas y estudiosos de la justicia ambiental, entre otros, elaboran, imaginan, alegorizan y promulgan diversas valoraciones de la naturaleza. Por ejemplo, el relato “Memoria de la Jarea” de Manuel Valdés Pizzini, incluido en Verdor que Clama, y escrito desde la perspectiva de la jarea, nos acerca a como los pobres han valorado estos peces, pues la jarea, hoy poco valorada y hasta olvidada por muchos, tuvo mucho valor para los pobres, pues fue: “Comida de pobres, pescado de las clases trabajadoras, el bacalao de los más pobres de los pobres, que ni para eso tenían.” Por su arte, el poema “Desorden del colapso colonial” de Mara Pastor, discutido por Carmen M. Rivera Villegas en su escrito para el libro, destaca, al dirigir la atención al exterminio de las abejas como consecuencia de procesos y políticas económicas, los diversos valores de uso de la miel y las abejas, así como el valor ecológico de estos insectos alados.
Para las editoras de Verdor que clama enseñar puede y debe ser una herramienta de transformación social. Enseñar, además de transmitir conocimientos o modos de pensar, forma sujetos políticos, ciudadanos que forjaran el futuro de este planeta y de la humanidad. Enseñar lenguaje y literatura medioambiental contribuye a esa formación. Por ejemplo, la literatura de la justicia ambiental dirige la atención de nuestros estudiantes al estudio de la desigualdad y de las estructuras y relaciones de poder en la sociedad contemporánea, así como al estudio de las luchas políticas con respecto a la justicia ambiental y la protección del medioambiente. La literatura es también un medio para nutrir la imaginación política de los estudiantes, inspirándolos a tomar diversas acciones para proteger el medioambiente o defender la justicia ambiental. Además, el lenguaje es, por supuesto, vital para cualquier acción colectiva a favor del medioambiente y la justicia ambiental, “central en el éxito o fracaso de las iniciativas medioambientales”, como señaló Alexandra Reyes Morales en su capítulo para Verdor que Clama.
Hoy es indisputablemente urgente transformar la forma en que estructuramos nuestras relaciones con la naturaleza. Los modos actuales de organizar esas relaciones, arraigados al capitalismo, han provocado grandes daños ambientales y ecológicos. Además, estos modos promueven el agotamiento progresivo de los recursos naturales, de paso suscitando o reproduciendo terribles injusticias y desigualdades ambientales, como la pobreza y las injusticias energéticas a la que se refiere Marcel J. Sitiriche Castro en su capítulo para el libro. No tenemos que recurrir a las figuraciones apocalípticas de la crisis ambiental, típicas de algunas corrientes del movimiento ambientalista, y que en el libro Alexandra Reyes Morales llama “encuadre catastrófico,” para advertir que hoy estamos ante una terrible y profunda crisis ambiental de proporciones globales. Solo imaginar los efectos sociales y ambientales de esa crisis debería inquietarnos y preocuparnos considerablemente. Por ejemplo, ya ni siquiera podemos prevenir el cambio climático. Hoy solo podemos mitigar sus consecuencias y adaptarnos a las variaciones climáticas. Pero, y si esperamos demasiado, se nos hará también muy difícil mitigar sus efectos o adaptarnos a estos. Como plantea Arturo Massol Deyá, colaborador del libro: “Los efectos del cambio climático, inducidos principalmente por las actividades industriales de países desarrollados, llegaron para quedarse. Hace tiempo que suenan las campanas, pero todavía hay países, funcionarios, ejecutivos de empresas y gentes que se empecinan en mirar para el otro lado.”
De hecho, Puerto Rico, como señala Ivonne Díaz Rodríguez en su capítulo para Verdor que clama, ya ha sufrido el impacto directo de variaciones climáticas extremas, y hasta ocupó la posición número uno de los países más afectados por eventos climáticos extremos, medida por el Índice de Riesgo Climático Global 2020. En el 2021 siguió ocupando la misma posición. La crisis ambiental, la que se intensifica considerablemente, debería, como insisten las editoras de Verdor que Clama, “disparar todas las alarmas posibles para que despertemos ya.” Así es, y como también afirman estas, inspiradas en un poema de Julia de Burgos, “es nuestra la hora.” Es nuestro momento de actuar en solidaridad unos con otros, mientras diseñamos, como señaló Glorynel Ojeda Matos, otra colaboradora del libro, “un nuevo modelo social y económico.” Es hora de transformar la sociedad y sus relaciones con el medioambiente, particularmente las económicas. Y como apunta y demuestra Verdor que clama el salón de clases es uno de esos espacios desde el cual aportar significativamente a los cambios anhelados, muchos de estos urgentes.
Las editoras de Verdor que clama anhelan, esperanzadas, que el salón de clases, presencial o virtual, se convierta en un espacio para cavilar y estudiar los temas incluidos en este y que inspire la imaginación política de los estudiantes, llevándolos a tomar acción, incluyendo acciones lingüísticas y comunicativas, para la transformación de nuestras relaciones con la naturaleza, hoy en un mal momento. El verdor así lo reclama, nos pide ayuda, nos exige justicia, nos reclama praxis. El verdor alude a la naturaleza o el medioambiente, pero también a la juventud, y a las nuevas generaciones, las que muy probablemente tendrán que enfrentar, en un futuro no muy lejano, las peores consecuencias de la crisis ambiental. Hoy son precisamente las nuevas generaciones las que claman la acción de maestros y profesores. Y sí, también debemos enseñar con verdor, es decir, con mucho ánimo y fortaleza. Así que aceptemos la invitación de Carmen M. Rivera Villegas e insertemos los problemas ecológicos en las clases de español, así como en muchísimos otros cursos de cualquier disciplina. También incorporemos en estos las dimensiones lingüísticas y literarias de los problemas medioambientales, aunque no sean cursos de lenguaje y literatura.
Es indudable que la humanidad ha provocado grandes devastaciones ambientales, esto porque ha sido, como afirman las editoras de Verdor que clama, “arrastrada por la fiereza de un sistema económico despiadado.” La crítica ambientalista o ecológica a este sistema, el capitalista, y de las políticas que lo sostienen, no puede depender de un modo de análisis predominantemente científico y analítico que nos deje con lo que Neil Smith llamó una naturaleza antiséptica, sin atractivo político, carente de significado emocional y sin alcance estético, poético, literario o simbólico. Para este geógrafo, la izquierda también ha contribuido a esa naturaleza antiséptica. Para él, es necesario que, sin ser persuadidos por el ambientalismo romántico, restituyamos nuestras experiencias emotivas y afectivas en o con la naturaleza, única forma de superar la naturaleza aséptica. Es por esto por lo que, para Smith, restablecer o rehabilitar esas experiencias y emociones requiere que entablemos la batalla por el “reencantamiento de la naturaleza” desde la desolada, postergada y muchas veces omitida encrucijada entre la poética y la economía política, o entre esta última y la literatura. De muchas formas, Verdor que clama, opera precisamente desde allí, desde esa confluencia. Así pues, sigamos su paso y enseñemos, aprendamos y reencantemos nuestras relaciones con el medioambiente del mismo modo, desde esa intersección.