Vida de músico
A principios de agosto viajé a Los Angeles para participar en la reunión anual de la International Clarinet Association, como uno de los compositores invitados. Se llevó a cabo en el nuevo campus de California State University, Northridge.
El viernes 5, la maestra Kathleen Jones -primer clarinete de la Sinfónica de Puerto Rico y profesora de ese instrumento en el Conservatorio por los pasados 30 años-, presentó un concierto de composiciones caribeñas para clarinete y cuerdas. El programa consistió del «Divertimento (1998)» en cuatro movimientos del compositor francés-dominicano François Bahuaud, y los movimientos «Aire detenido», «Desnudez cristalizada» y «Tambor de arena» de mi Quinteto para clarinete y cuerdas (2008), en homenaje al poeta Luis Palés Matos. El cuarteto de cuerdas en esta ocasión fue The Formalist String Quartet, de los profesores de la escuela de música Cal Arts: Mark Menzies, Andrew Tholl, Andrew McIntosh en violines y viola y la violonchelista Ashley Walters. Este cuarteto, que se especializa en la música contemporánea, tiene la particularidad de que los tres violinistas se alternan las sillas del primer y segundo violín, además que los primeros dos alternan también en la viola. Con ellos y Kathy Jones tuve la oportunidad de compartir mis ideas musicales en dos ensayos, para luego disfrutar de este concierto para un público especializado, en una hermosa mañana del verano californiano.
De vuelta a la Isla, el paso del huracán Irene trastocó algunos de los conciertos del Festival Interamericano de la Artes, que ahora dirige el chileno Maximiano Valdés, a la vez del Festival Casals y la Sinfónica. En mi primera gestión de crónica cultural para 80grados, pude asistir a cuatro de las presentaciones en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, lugar idóneo para este ofrecimiento cultural.
En el concierto de la Orquesta del jueves 25 de agosto solo pudieron presentar «Cantares», estupenda obra de juventud del compositor puertorriqueño Carlos Carrillo, que ya se había tocado hace un tiempo, y el «Concierto para guitarra y orquesta» de Celso Garrido Lecca, donde este laureado compositor peruano emplea en sus estructuras recursos y gestos musicales característicos de la música popular peruana y del resto de latinoamérica. Brillante el espíritu de la danza de la costa «Tondero» en el tercer movimiento «Allegro danzante», en cuya cadencia la guitarra canta y también evoca la riqueza rítmica de influencia africana, imitando el cajón.
La segunda parte, fue un hermoso recital de guitarra clásica del guitarrista chileno Luis Orlandini, donde lució su madurez artística y musicalidad exquisita en «Leyenda (Asturias)» de Albéniz, «Cuatro canciones de arte» de Grieg, «Tres preludios» del prolífico catálogo del brasileño Heitor Villa-Lobos y, de su galardonada Serie de edición de Partituras para Guitarra de Compositores Chilenos, «Tonada por despedida» de Juan Antonio Sánchez. Respondió al aplauso del público con una elegante versión del «Scherzino mexicano» de Manuel Ponce.
Al día siguiente, estudiantes y profesores del Conservatorio tuvimos la oportunidad de conocer mas de su amplia experiencia internacional en grabaciones y conciertos, así como sus ideas sobre el «performance» en la guitarra, en una memorable clase magistral.
El sábado 27 de agosto asistí ilusionado a la presentación del único monólogo teatral de Gabriel García Márquez, «Diatriba de amor contra un hombre sentado», por la experimentada actriz cubana Daisy Granados. Esta complicada producción no estaba lista para presentarse al público.
Al otro día nos salvó el espíritu el concierto de música folklórica venezolana del Cuarteto acústico del violinista, educador y director de orquesta, Eddy Marcano. Este conjunto cuenta con la dirección musical, arreglos y guitarra del veterano multi-intrumentista Gustavo Carucí, el virtuoso Héctor Molina en el cuatro venezolano y una sólida base armónica que emana del contrabajo de José (Layo) Puentes.
El programa de esa tarde consistió en un recorrido por la geografía de Venezuela, mediante la interpretación de arreglos de temas, variaciones e improvisaciones sobre géneros autóctonos. Deleitaron al público con pasajes como «Guayana» y «Saludos a Barinas» y la danza zuliana «Añoranza» de Pablo Camacaro; el merengue venezolano «Los tiestos de Moca» y el joropo de origen campesino llanero «El tamarindo» de Alberto Valderrama, así como los temas originales del maestro Carucí, «Amanecer», «Mi papagayo» y «El vagabundo».
Tres músicos invitados se integraron a la propuesta. El juvenil violinista venezolano Igor García, con un sonido y una afinación espectaculares, y los puertorriqueños Karlo Flores y el acordeonista, compositor y arreglista Francisco (Paquitín) Figueroa, quien también aportó un tango de factura exquisita, que puso de manifiesto los paralelismos de las culturas musicales latinoamericanas.
Todavía saqué un tiempo para asomarme al teatro universitario el jueves primero de septiembre, a la primera parte del concierto de la Sinfónica con el destacado músico argentino Daniel Binelli en el bandoneón.
Los tres movimientos del «Concierto para bandoneón, Aconcagua» de Astor Piazzolla fueron momentos brillantes de colaboración de las cuerdas y el arpa de la orquesta con el artista visitante. Para el tango «Metrópolis» del propio Binelli, cabe destacar una brillante interacción del flautista Josué Casillas, el bandoneón y la orquesta, todos bajo la precisa batuta del maestro Roselín Pabón.
Hay música latinoamericana para buen rato.