Wonder Woman: Esperando a Gadot
Los que crearon el personaje de la Mujer Maravilla en 1941 para los cómics DC no pudieron haber previsto que se convertiría en un símbolo feminista reconocido ni más ni menos que por Gloria Steinem, quien la puso en la primera portada del magacín Ms. en 1972. En ese período de tiempo su imagen era predominantemente parte del mundo de los dibujos. Al mismo tiempo que la reconoció, Steinem tronó porque la única mujer superhéroe en la Sociedad de Justicia de América era la secretaria. Esto a pesar de ser una princesa, hija de Hipólita, reina de las amazonas y, posiblemente, hija ¡de Zeus! Además, Diana (su nombre de pila) tenía poderes y bendiciones de los dioses del Olimpo. Su fuerza física procede de Gea, su sabiduría de Pallas Atenea, su capacidad con el arco y la flecha y la espada de Artemis, su habilidad para extraer la verdad con el lasso de la verdad (que brilla como el oro) de la diosa Hestia, su velocidad y capacidad de ir por el aire de Hermes, y su belleza física y gran corazón de Afrodita.
Esta última característica era destacada por los que la dibujaban en sus varias representaciones en cómics. Entonces apareció Lynda Carter y los que habíamos leído los cómics y sabíamos de las capacidades y la belleza de la Mujer Maravilla, alias Diana Prince, podíamos verla junto a nuestros hijos mostrando su belleza deslumbrante y haciendo el bien en TV. (Siempre pensé que las tramas de los episodios eran secundarias a su belleza.) Carter tiene sangre mexicana y española a través de su madre y el contraste de su cabello marrón tirando a negro con sus ojos azules es parte del porqué es una de las mujeres más bellas del mundo. Sin embargo, estaba a plena vista que era americana. Pero, como todo, el programa televisivo terminó y la Mujer Maravilla regresó a sus orígenes: volvió a los cómics. Mas su viaje de vuelta a su origen ocurrió en un momento en que los avances tecnológicos digitales comenzaron a permitir que cualquier cosa se pudiera representar en un filme tradicional sin tener que recurrir a dibujos animados (aunque es lo que son). Pero ¿quién iba a llenar el traje que dejó Lynda Carter? Todos se rascaron la cabeza y, mientras pensaban y esperaban, llegó Gal Gadot.
Media pulgada (5’10”) más alta que Carter, Gadot es una modelo y actriz israelí que tiene el colorido que uno espera de una amazona que se ha criado en Temiscira, la isla de las amazonas. Es más trigueña, tiene ojos pardos y cabello negro, como debe de ser alguien del mundo mediterráneo y es aparente que no es americana; además, la cámara adora sus pómulos y su boca, que es uno de sus rastros más bellos. Aún cuando está luchando mano a mano con sus contrincantes o está gritando de pena o dolor, su Mujer Maravilla es una maravilla. Voluptuosa, como su antecesora en el papel, Gadot tiene una capacidad móvil que presumo proviene de su entrenamiento como soldado en el ejército israelí. Es buena actriz y rápidamente uno la acepta como digna sucesora de Carter.
Diana, princesa de Temiscira, ha sido advertida por su madre Hipólita (la formidable actriz danesa Connie Nielsen) sobre la maldad y el incontrolable deseo de guerra y muerte de los hombres. Le ha advertido que su medio hermano (de padre), Ares, dios de la guerra e hijo traicionero de Zeus, pervive solo para impulsar la matanza y la miseria sobre las gentes y hay que detenerlo. Para eso le muestra la espada “matadora de dioses” que ha de ser el arma que acompañará a Diana al mundo “de los hombres”. Diana entrena como guerrera bajo la dirección de su tía Antíope (Robin Wright) y muestra que tiene poderes más allá de los que se adquieren del ejercicio y el manejo de la espada y el escudo.
El filme usa un extenso flashback que lleva un mensaje para los espectadores. El señor Bruce Wayne (sí, Batman) le envía una foto a Diana Prince que trabaja en el Louvre para que recuerde el grupo que la ayudó a encontrar a Ares. Digo que es un mensaje porque es un indicio de que han de venir otras aventuras que compartirán la Mujer Maravilla y el hombre murciélago. Ya los vimos en Batman v Superman: Dawn of Justice el año pasado. Fue el debut de Gadot en el papel y, al verla, intuimos que habría secuela.
Con un trasfondo histórico (la Gran Guerra de 1914-18) Wonder Woman tiene una trama que va más allá de lo que usualmente acompaña a este tipo de película. Las referencias mitológicas son bastante fidedignas y, los que encuentren algo que está en conflicto con Bulfinch, tienen el problema de que sí puede haber “verdades alternas”, si de mitología se trata. El guión de Allan Heinberg es gracioso e imaginativo y nos explica ciertas transformaciones del personaje que tomarían largas lecturas de los muchos cómics en los que Diana aparece. Las escenas entre ella y Steve Trevor (Chris Pine) son particularmente jocosas y el diálogo es picante pero más digno que lo que se escucha en la segunda década del siglo XXI.
Hay un personaje que merece mención especial: la loca asesina doctora Isabella Maru (la doctora veneno, la llaman los mismos alemanes). Está representado por Elena Anaya a quien debemos recordar de “La piel que habito” (2011) de Almodóvar. Anaya ha conservado parte de la máscara que le puso Antonio Banderas para hacer su papel en esta cinta, pero su encanto trasciende el maquillaje grotesco que la ha llevado a ser una asesina siniestra.
La película es divertidísima y, sí, hay escenas de luchas, peleas y batallas que desafían cualquier viso de realidad; después de todo es un cómic. ¿Okei? Y, como van las cosas, ¿quién puede negar con absolutos o apostar que una serie de cómics nunca podrá ganarse un premio Nobel?