“Beleza”, el Mundial desde Salvador de Bahía
A Mama, que permite que esté aquí
Salvador de Bahía de Todos los Santos fue la primera capital de Brasil y la primera ciudad en la cual se juega una revancha entre los pasados finalistas en una Copa del Mundo, cuando fue sede del encuentro entre España y Holanda el pasado13 de junio. La ciudad, de unos 2.6 millones de habitantes, es famosa por ser la mayor exponente de la influencia africana en la cultura brasileña. Antiguo puerto de entrada de esclavos, Salvador manifiesta estos rasgos afro-brasileños en su comida, su música, la religión (Candomblé), la capoeira, su Carnaval, entre otros. Es una de las doce ciudades sedes del Mundial de Brasil, en la cual se jugarán cuatro partidos de la primera ronda, uno de octavos y uno de cuartos de finales.El ambiente de Mundial se respira desde el aeropuerto, donde no solo la mayoría de los viajeros vienen al evento, pues están identificados con las camisas o bufandas de sus selecciones, sino que hay mucha información de la FIFA, del gobierno local y oficina de turismo. La ciudad, como otras en Brasil, tuvo muchas obras, carreteras, aeropuerto, el estadio y otras reformas en la ciudad. Muchas se completaron, como la Arena Fonte Nova, que aunque en el mismo lugar del antiguo estadio, estuvo completamente renovada, pero otras, como algunas vías en el expreso o gran parte del malecón en la zona de playa, Barra, están aún en construcción. La zona de playa está bastante destruida, evidentemente querían hacer el malecón completamente peatonal y no les dio tiempo a completarlo, con excepción del final donde está el Faro donde se celebra el Fan Fest. En cuanto a la organización, en general muy bien, pero la información siempre es muy confusa, para encontrar las cosas hay que preguntar muchas veces ya que te dan información contradictoria. Pero la gente en Salvador es muy hospitalaria y simpática y hasta ahora no ha habido una persona, trabaje o no en el evento, a la que no le preguntemos algo y aunque te de una información incorrecta, no lo haga con una sonrisa, y usualmente luego te dicen, “Beleza”, que es una expresión genérica para describir algo positivo, como nuestro “chévere”.
La ciudad entera parece una zona mixta de fanáticos. Además de la gran cantidad de camisas amarillas de la “canarinha”, la selección brasileña, lo más que hay son seguidores de las selecciones que juegan aquí, ya sean holandeses que se quedaron del partido contra España, o alemanes y portugueses que acaban de jugar, o suizos y franceses que van llegando para el del viernes 20 de junio. Además, hay muchos latinoamericanos, argentinos, chilenos, colombianos, mexicanos; algunos de pasada antes de ir a otras ciudades a ver a su selección, otros, totalmente “jangueando”, gozando el Mundial aún sin ir a un partido. Hablaré de los distintos tipos de “realengos”, entre quienes me incluyo, en un escrito aparte. En alguna parte había leído que cada vez más los estadounidenses viajan masivamente a los Mundiales de fútbol, pues me ha sorprendido la cantidad que he visto, más aún, cuando Estados Unidos no juega ninguno de sus tres compromisos de la primera ronda aquí. En todas partes hay un televisor con todos los juegos, desde restaurantes y bares, hasta supermercados, y negocios ambulantes en plena calle.
El día del juego la ciudad se transforma, muchas carreteras cerradas, el tránsito cambia y todo gira en torno al encuentro. Muchos fanáticos compartían taxis y otros se iban en una guagua tipo “shuttle” que aunque es pagando, solo se puede coger si tienes boletos para el partido y salen de distintos puntos de la ciudad. La nuestra, que salía de un centro comercial cercano a la zona playera, iba mayormente llena de brasileños, los cuales en su mayoría, aunque vestidos con la camisa de la selección de Brasil, le iban a Alemania, o, más bien, en contra de Portugal. La noche anterior habíamos visto en la televisión como le iban a favor de Bosnia-Herzegovina, o mejor dicho, en contra de Argentina. En el proceso de solicitud de entradas que organizó la FIFA vía internet que era a base de sorteo, los brasileños las solicitaban por separado, por eso en todos los partidos, aun cuando no juega Brasil hay tantos brasileños. Había tráfico y había muchísima gente que iba a pie. Una vez llegamos al estadio Arena Fonte Nova, ya habían miles de personas; en las afueras había buen ambiente y empezamos a ver los grupos de portugueses, ya que hasta ese momento en la ciudad habíamos visto mayormente alemanes. En los alrededores del estadio se cantaba, bailaba y bebía mucha cerveza –el juego era a la 1:00 pm y hacía mucho calor y sol. La entrada al estadio fue fácil, el cateo rápido, en el cual te quitan todo tipo de comida y bebida, además de otros tipos de restricciones que ya estaban escritas en la carta que se adjunta a los boletos, como por ejemplo la prohibición de carteles con mensajes políticos o racistas, objetos que se puedan lanzar y la reiteración que solo se acepta Visa o efectivo.
Dentro del estadio el ambiente era festivo e incluso fraternal entre fanáticos de ambas selecciones; con excepción de dos áreas que estaban llenas de alemanes y portugueses respectivamente, en todas las áreas las fanaticadas estaban mezcladas entre sí y con muchos brasileños y gente de otros lugares, como nosotros o nuestras vecinas australianas o los estadounidenses de la fila de atrás. Poco a poco se fue llenando y cuando salieron los jugadores, los 51,081 se pararon de sus asientos para el momento de los himnos, luego del cual el más abucheado fue Cristiano Ronaldo, y también vimos a través de la pantalla gigante a la canciller alemana Angela Merkel.
El relato del partido en términos estrictamente futbolístico está fuera de mi interés en estas notas, pero el resumen es sencillo: Alemania dominó de principio a fin, y aunque Portugal jugó buena parte del encuentro con 10 jugadores debido a la expulsión del nacionalizado brasileño Pepe y algunos jugadores se lesionaron, fue inferior y el resultado de 4 a 0 es un reflejo de lo que sucedió. Los portugueses intentaron en varias ocasiones alentar y despertar a su Selección con cánticos, muchos dedicados a Ronaldo, pero fue en vano. Poco a poco los gritos alemanes fueron acallando a los cánticos en portugués, de Portugal, pues los brasileños, también en portugués coreaban en contra de su antiguo colonizador, uniéndose al de los teutones, lo que al final, dentro y fuera del estadio, era una gran fiesta.
Luego de concluido el juego todos buscaban transporte para regresar, luego de refrescarse con una cerveza o agua de las muchas que vendían en las afueras. El regreso en la guagua fue muy animado, los chilenos gritando: “Chi-chi-chi, Le-le, le, ¡Viva Chile!”, los colombianos, “Sí, sí, Colombia…” junto con gritos de Shakira y muchos brasileños cantando y dando en la parte de arriba de la guagua: “Eu, sou brasileiro, com muito orgulho, con muito amor”. Siempre algunos alemanes celebrando aún, a quienes todavía en altas horas de la noche vimos con camisas de la selección paseando felices por la ciudad.
Rumbo a la Hexa
Si pensamos que el día de juego en Salvador la ciudad se paraliza, otro tipo de parálisis es cuando juega Brasil. Aunque el tránsito sigue igual, los bancos y muchos comercios, por ejemplo, cierran a mitad de día y no algo improvisado, sino con carteles que lo anuncian de antemano. Si hasta ese día habíamos visto muchísimas banderitas con los colores de la selección, amarillo, verde y azul, ese día es casi homogéneo, la bandera en todos los lugares, taxis, casas, negocios y la gente vestida de arriba a abajo, en las uñas, en los zapatos, maquillaje, pelo, etc.
Uno de los requisitos de la FIFA a partir de Alemania 2006 son los FIFA Fan Fest, que son fiestas organizadas pero en espacios abiertos y gratuitos para que las miles de personas que no pueden asistir a los estadios tengan su experiencia mundialista. En el caso de Salvador se hace solo los días que juega Brasil o cuando hay partidos en la ciudad. Las filas eran largas desde temprano y el ambiente muy playero, ya que es en el Faro cerca del mar. Aunque diría que más de la mitad eran extranjeros, por la cantidad que cantaron el himno de Brasil, todo el mundo excepto un grupo de mexicanos le iba a Brasil. Los mexicanos, que estaban con los sombreros de mariachi y muchos con máscaras de luchadores, estuvieron cantando y gritando bastante, como cuando le cantaron “Cielito Lindo” a Neymar cuando lloró mientras entonaba el himno nacional y le gritaban “Ay, ay, ay, ay, canta y no llores…”. A medida que Brasil no anotaba y veían a través de la pantalla gigante cómo su portero, Memo Ochoa paraba todo lo que la artillería brasileña tiraba, más fuerte cantaban. Al final, con el empate a 0, fueron los únicos que celebraron. Y, aunque solo puedo imaginar cómo hubiera sido el festejo si Brasil hubiera anotado, o mejor aún, ganado, ya que había conciertos y fuegos artificiales, tampoco había un ambiente de funeraria. Tarde en la noche, entre muchos comentarios y análisis que se escuchaban en la calle, oí a dos señoras cuando una le dijo a la otra: “Mexicanos desgraciados…”. Igual, el día después amanecí con los ruidos de cornetas y la calle pintada de amarillo y verde. El Mundial sigue a todo vapor y lleno de Beleza.
Minuto 45. Medio Tiempo (sigue la semana que viene)
* Todas las fotos por Elga Castro Ramos.