De «Investiga, comparte, crea!»
Figarella García, Frances. (2011). De ¡escucha, copia, repite! A investiga, comparte, crea! El enfoque constructivista y las interacciones en la sala de clase. San Juan, PR: Isla Negra.1
Primeramente, quiero subrayar el privilegio que es estar en esta tarde aquí con ustedes por tres razones principales. Es una gran satisfacción que la Dra. Frances Figarella García me permita compartir un momento significativo para ella desde el punto de vista, tanto personal, como profesional. Segundo, tengo en gran estima que la Dra. Figarella García considere y confíe en mi persona para comentar sobre su trabajo. Tercero, y no menos importante, es el privilegio de compartir esta mesa con las doctoras Lizzette M. Velázquez Rivera y Ángeles Molina Iturrondo, quienes, en cada una en sus áreas, se destacan por su extraordinaria labor y compromiso.
Me gustaría comenzar mis comentarios estableciendo un vínculo entre Frances, la persona, y el texto. Este libro, como herramienta mediatizadora, por utilizar ese poderoso constructo de Vygotski, refleja mucho de su pensamiento y personalidad. El énfasis que ofrece el contenido del texto en cómo desarrollar las experiencias educativas en la sala de clases, que el docente posea una formación adecuada y que las estudiantes se expongan a experiencias genuinas como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, son preocupaciones siempre presentes en la visión educativa de la doctora Figarella García. Asimismo, el texto se caracteriza por un estilo conversacional, provocador y retante, pero, al mismo tiempo, ameno. Los que hemos tenido la oportunidad de dialogar extensamente con Frances sabemos que ese estilo nos evoca esa parte de su personalidad.
A manera de síntesis, compartiré con ustedes lo que, desde mi óptica, son algunas de las aportaciones de este trabajo en la discusión del enfoque constructivista y, de paso, al campo educativo. El texto sintetiza, de manera efectiva, los principios fundamentales de la corriente pedagógica de mayor impacto y más popular de las últimas dos décadas: el constructivismo. Enfatiza, por ejemplo, una de las aportaciones mayores de esta visión, la cual la autora resume muy bien al señalar que el constructivismo “coloca el conocimiento como un constructo”, como bien se infiere de la lectura del libro, que está sujeto y es objeto de los vaivenes históricos y los contextos culturales. Del mismo modo, el trabajo reclama una re-estructuración del currículo desde una perspectiva concreta, al invitar a enfocar, de manera diferente, la forma como se manejan los contenidos en las diversas áreas, como se diseñan las actividades educativas, como se oriente el proceso evaluativo y, un aspecto crucial, como se debe concebir la relación educador-educando.
En la mejor tradición freiriana y socrática, se subraya, a lo largo del libro, la relevancia del diálogo y la pregunta como instrumentos por excelencia para provocar la construcción del conocimiento y el desarrollo de los procesos cognitivos. De la misma manera, resulta interesante y novedoso que la autora apoye su discurso explicativo del enfoque constructivista en la idea de las interacciones. Como apunta el título del texto, las interacciones son el eje central en la discusión del tema. Para Figarella, la interacción –social, con objetos y cognitiva, como ella las clasifica– es el elemento distintivo de la perspectiva constructivista. Esto me parece excelente porque, tras la palabra interacción –la cual podemos vincular con dinamismo, acción y cambio– subyace la idea de la educadora de concebir el constructivismo como un enfoque proactivo y detonante de prácticas pedagógicas alternativas. Pero, la autora aclara que la interacción debe estar atada al proceso de planificación: a los objetivos y las metas. Es decir, es una interacción con dirección. Solo la interacción pedagógicamente intencionada puede promover ambientes en el aula que conduzcan, en el decir de Vygotski, al “desarrollo de procesos psicológicos superiores” y a la “modificación de estructuras conceptuales existentes,” como plantea Piaget.
Y, hablando de Piaget y Vygotski, esta obra acentúa, acertadamente, cómo algunos de los principios constructivistas se desprenden de las ideas fundamentales de estos dos teóricos. Lo que me agrada de esto es que coloca de la mano a dos personajes de los cuales, en muchas ocasiones, se subraya un carácter antinómico, más que sus puntos de complementariedad y encuentro. La manera en que se exponen sus ideas nos invita a profundizar en sus trabajos; sin embargo, la discusión no se pierde en el vacío al que el discurso teórico puede conducirnos en ocasiones. ¿Cómo se cuida la autora de ese aspecto? La contestación a esa pregunta define este trabajo. La pedagoga, logra hacer del texto una herramienta práctica-reflexiva-dialógica. Es esa triada la que caracteriza este libro. Las preguntas al final de cada sección evidencian el esfuerzo de la educadora por hacer del texto un vehículo reflexivo sobre nuestras prácticas educativas, así como de aquellas que se emplearon cuando nos educamos.
No tengo la menor duda que tendremos pronto nuevas ediciones de este trabajo. Así que, a modo de sugerencia, señalaré, respetuosamente, algunos aspectos que me gustaría ver en una nueva edición. Aunque la Dra. Figarella claramente lo señala en la sección de Palabras Finales, estimo que es pertinente incluir a Paolo Freire como parte de la discusión. Considero que tres argumentos validan la necesidad de dicha inclusión. Primero, su énfasis en el diálogo como herramienta y vehículo esencial en la tarea educativa. Este pensador destaca el carácter social y la íntima relación del binomio educador-educando en el carácter vivencial que le atribuye a la educación. La construcción del conocimiento, como reclama el constructivismo, es producto de ese diálogo, al cual tanto énfasis ofrece en su pedagogía. Segundo, aunque no fue el primero y tampoco el único, Freire, es uno de los filósofos que, con mayor fuerza, afirma el carácter político de la educación. Así, nos mostró la dimensión emancipadora de la educación, pero en su análisis dialéctico de la realidad también nos demostró su carác- ter enajenante al servicio de las fuerzas sociopolíticas dominantes. Es importante enfatizar que la visión constructivista, al propiciar una enseñanza participativa y dialógica, inyecta e invita a un análisis crítico de la sociedad en que vivimos. Tercero, y no menos importante, Freire es uno de los gigantes latinoamericanos de la educación. El trabajo de Frances, como bien destaca la Dra. Molina Iturrondo en el Prólogo, es un valioso recurso en español de un tema relevante. Por ello, estimo que es pertinente que el libro incluya en su marco referencial a uno de los grandes educadores que ha dado la América Hispana.
Finalmente, en la bibliografía puede incluirse una lista de lugares (académicos) en la Internet que aborden el tema del constructivismo, discutan proyectos relacionados al enfoque o contengan artículos de esta temática. En la era de la informática, considero que es conveniente que esta obra incluya ese recurso.
¡Felicitaciones a Frances, enhorabuena!
- Palabras pronunciadas en la actividad de presentación del libro de la doctora Frances Figarella García, el 29 de septiembre de 2011, en la Facultad de Educación, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. [↩]