Los herederos del vacío
Presentación del libro «La Herencia de la Exclusión. Desigualdad y Pobreza. Puerto Rico, Siglo XXI» de Linda Colón
En el cine o en las series de tv, el imaginario de la herencia casi siempre viene acompañado de una escena crucial, tensa y de gran suspenso. Un abogado se dispone a leer y revelar en una lujosa oficina renacentista, los detalles de un testamento. Frente a este, aguardan nerviosos un grupo de personas con sendas ambiciones. Cada uno espera ser el agraciado. El suspenso radica en que alguien recibirá todos los beneficios del millonario botín y al resto no le tocará nada. Develado el secreto testamentario se desatan toda clase de pugnas y componendas sobre quien merece más o quien debe tener el control de la caudalosa herencia.Ese imaginario sucesoral tiene dos puntos ciegos. El primero es que supone que el caudal de una herencia es siempre un patrimonio robusto; lo que los herederos reciben es riqueza. El segundo es que no se cuestiona lo suficiente que sean los lazos de sangre los que justifiquen la riqueza y el privilegio que se hereda; mucho menos se cuestiona cómo se acumuló ese caudal hereditario. Aun así, este imaginario coincide con cierta parte de la realidad: en efecto, hay una riqueza concentrada (cada vez más) -material y de oportunidades- que se hereda por lazos de sangre y por pertenencia a mundos sociales. El problema es que pocas veces queda expuesta la correlación directa entre esa herencia acaudalada y otra herencia distinta, la de carencias; una herencia no tanto de ambiciones, sino de esperanzas; no de riquezas patrimoniales, sino de profundas necesidades; no de beneficios, sino de constantes sacrificios. Como afirma Elizabeth Rush, la vulnerabilidad se hereda, como un collar de diamantes, como una deuda impagable.
Hay, pues, una herencia de la exclusión, directamente relacionada con la primera, una que habría que también poner en la pantalla grande y convertirla en el centro de la discusión. Y eso es precisamente lo que la doctora Linda Colón Reyes hace con el libro La Herencia de la Exclusión, Desigualdad y Pobreza. Puerto Rico, Siglo XXI, establece la conexión entre una herencia de pobrezas, sobrevivencias y carencias y su trazo directo con las condiciones y los herederos de la riqueza. Pero hacer esa conexión, conectar los puntos entre herencias en un mundo que a su vez ha heredado la normalización y naturalización de la pobreza, es toda una hazaña.
En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín; con este el fin de la historia, del mundo bipolar. Nacía un nuevo orden mundial, el preludio de una herencia presente. Cercano a esas fechas, en el barrio La Rasqueta en Mayagüez, Jesús Meléndez le contaba a una entrevistadora la razón por la que no quería ir a vivir a un residencial público: “No quiero el caserío ni el Plan 8. Yo quiero algo pa’ mí, un futuro pa’ mis hijos”. Jesús quería dejarles a sus hijos en herencia la casa que, a su vez, en herencia le dejó su madre. Una casita de tablas en extremo vulnerable, muy cercana a la marejada, la pesadilla de su esposa Cruz Más, quien vio cómo el mar se llevó la casa de la vecina. Aunque era su única herencia, allí no se podrían quedar. El gobierno le ofrecía $3,200 por ella. La entrevistadora, que quiere indagar más sobre sus anhelos le pide a Jesús más detalles. “Viene una carretera de cuatro carriles y el gobierno quiere sacarnos de aquí, le explica Jesús, pero ¿qué yo hago con $3,200?, ¡un baño!”.
La historia de Jesús y de Cruz, es una de cinco historias de pobreza y desigualdad en Puerto Rico, recopiladas al final de la década de 1980, poco antes del fin de la Guerra Fría. La entrevistadora conversó con familias de distintos barrios de Puerto Rico. Sus historias ponían al descubierto la pobreza y las vicisitudes de nuestra población, mucho antes de que el Huracán María las develara. Pero sus protagonistas no necesariamente tenían conciencia de su pobreza, mucho menos se veían a sí mismos en oposición a otros que se beneficiaban de ella. Antes bien, ejemplificaban el argumento del historiador británico E.P. Thomson cuando advierte que el fenómeno de clase social solo ocurre “como resultado de experiencias comunes” y cuando las personas “articulan la identidad de sus intereses en oposición a otros generalmente opuestos a los suyos». Ese no era el caso. Por lo mismo, develar sus historias de vida era crucial. Lo era en ese entonces. Lo es todavía.
Esas historias fueron expuestas en el documental “Profesión Esperanza” que vio la luz en el 1992. Ese mismo año, apenas a un año de la caída de la Unión Soviética, se publicó Reinventar el gobierno. Cómo el espíritu empresarial está transformando el sector público, el libro que el exgobernador Roselló González destacaba como su “biblia” para transformar el Puerto Rico que gobernaría por dos términos. La herencia de sus políticas nos reúne en la noche de hoy.
Y fue también ese mismo año, en que el documental “Profesión Esperanza” fue visto por una estudiante de primer año de la iupi, en el Edificio Domingo Marrero Navarro, hoy venido a menos.[1] Nada sería igual después de escuchar esos testimonios, se decía. Y, sin embargo, la precariedad que le mostraba el documental no correspondería con los vacíos que le seguirían ni con su correspondiente legado. Comenzaba sus estudios universitarios sin tener plena conciencia de estar en medio de un periodo en el que se avecinaba el desmantelamiento institucional del mundo que la había llevado a ese lugar, al que le seguiría una herencia de vacíos institucionales, de derrumbamientos de lo público, incluida la propia Universidad.
La entrevistadora del documental era Linda Colón Reyes. La estudiante era yo, con apenas 18 años. Colón Reyes me habló directamente a través de su trabajo y me develó un mundo. Su voz denunciadora no ha cesado un instante. Desde entonces siempre fue, es y será la voz intelectual que nos pone una y otra vez de frente al tema de la pobreza y la desigualdad en nuestro país. Hoy, 32 años después, tengo la dicha y el inmenso honor de presentar su más reciente libro, La Herencia de la Exclusión. En este, Colón Reyes ya no solo pone de manifiesto la pobreza normalizada como lo hizo con sus libros y documentales anteriores, sino que la vincula magistral y directamente al periodo contemporáneo que le dio la espalda a eso que antes había puesto en evidencia.
Pero ¿cómo devolverle el contenido político a la palabra “pobreza”? Hoy día la pobreza parece relacionarse más con un imperativo moral que con una exigencia de la justicia. Más con la caridad que con la imperiosa necesidad de un cambio estructural. En el mundo contemporáneo, la conversación sobre la pobreza parece estar secuestrada, privatizada y colonizada. Secuestrada por la moral y la caridad que han sustituido su dignidad política. Privatizada y relegada al ámbito individual por los mitos hegemónicos de la economía política. Y colonizada porque el sistema económico capitalista la ha enajenado al punto de que apenas logra salir a la luz como un problema común. Los vencedores de la batalla ideológica del siglo XX, los autores de Reinventar el gobierno, lograron instalar a la pobreza y a la desigualdad en el ámbito de las patologías del individuo. Pero la pobreza es una realidad, no es algo natural y tiene una vigencia absoluta.
La lógica economicista e individualista ha pretendido una borradura de cualquier otra perspectiva que no sea la mercantilista. Oculta como irrelevantes las circunstancias de la desigualdad, la explotación, el desarraigo, la exclusión y la precariedad de la vida subyacentes a ellas. Esta lógica que no solo aplica a los mercados supone que todos accedemos (o podemos acceder) a los bienes materiales, esenciales, necesarios para la vida. Quienes antes suponíamos ser (al menos en teoría) sujetos de derechos, ciudadanos y entes de la sociedad civil, hemos sido transformados burdamente por esta fase del sistema económico capitalista a meros sujetos consumidores, recursos de la productividad, con capacidad de ser administradores y explotadores de sí mismos. Si accedemos o no a educación, salud, vivienda, seguridad, a la transportación, al ocio, entre otros elementos fundamentales para la vida, se debe a un mero asunto de preferencias. El Estado-Nación es una corporación; los ciudadanos somos ‘capital humano’; y la actividad humana es una ‘inversión’. Los conceptos “empresarismo”, auto-inversión y productividad ya no son exclusivos del mundo económico y corporativo; han acaparado los espacios más íntimos. Visto así, no es de extrañar que nombrar la pobreza como un tema común y político relevante parezca desfazado e irrelevante.
¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Cómo visibilizamos la huella material y muy concreta que ha dejado esto? Ahí estriba la aportación fundamental que hace Colón Reyes en esta nueva publicación. La herencia de la exclusión viene precedido de numerosos trabajos y publicaciones de la autora en el tema de la pobreza. Sus publicaciones más importantes sobre este tema Pobreza en Puerto Rico: Radiografía del proyecto americano (2005) y Sobrevivencia, Pobreza y Mantengo. La Política Asistencialista Estadounidense En Puerto Rico: El PAN y el TANF. (2011), así como los documentales Desigualdad y Pobreza (Partes I a la IV) (1988) y Profesión Esperanza (1992) han sido fundamentales para quienes como yo nos formamos en las ciencias sociales y nos interesamos por los fenómenos vinculados a la exclusión, la discriminación social, la desigualdad y la justicia social. Son referencia obligada. Pero la aportación novel de este libro está en el estudio específico de las políticas neoliberales y de privatización, de los vacíos institucionales de un Estado que está, pero solo en apariencia, mientras se profundiza la precariedad, la desposesión y con ello la pobreza y la brecha de la desigualdad.
La pregunta por las condiciones particulares que producen el estado de pobreza material y existencial, y la desigualdad en este siglo, cuyo sustrato es el contexto de desmantelamiento total de las instituciones moribundas del siglo XX, es el tema fundamental de este libro. Linda Colón Reyes se ha empeñado con tesón en devolverle al fenómeno de la pobreza el contenido y el lugar que tiene y debe tener en la política en el siglo XXI, esta vez en el marco de una hegemonía voraz del sistema económico capitalista en todas las esferas de la vida. Pone lúcidamente en tela de juicio los mitos que el Capitalismo global y colonial ha convertido en verdades absolutas. Coloca en el centro de la discusión la pregunta por los niveles de desigualdad y pobreza pasadas las dos primeras décadas del siglo XXI tanto a nivel global como en Puerto Rico. Examina con rigor el estado de cosas con la insistencia de que se trata de un fenómeno social, político y económico y que como tal ha sido diseñado, mantenido y fomentado por ciertos sectores en detrimento de las grandes mayorías. Queda poderosamente patente la herencia de las políticas públicas que se centraron -y todavía se centran- en la privatización, en el individualismo extremo, en la globalización financiera, en las neo-políticas del laissez faire económico y en la intervención gubernamental corrupta.
La autora nos da luz para entender y darle sentido a la actualidad, particularmente a las crisis y desastres enfrentados en este siglo: “Comenzamos el siglo con la expulsión de la marina norteamericana de la isla de Vieques, se acusó a un gobernador de corrupción por la fiscalía federal, para luego salir absuelto, se vendieron gran parte de las propiedades del gobierno, se endeudó el país por $72 mil millones de dólares, se expulsaron más de 30 mil personas de los puestos del gobierno, se cortaron las pensiones, el país se declaró en banca rota y se estableció una Junta de Control Fiscal para gobernar la colonia, nos azotaron 3 huracanes, hubo numerosos temblores de tierra, más de 500 mil personas abandonaron la isla, aumentó la criminalidad y las bandas de narcotraficantes compiten a tiro en las calles, los dos partidos políticos principales han perdido apoyo entre la masa votante, se cerraron 600 escuelas, se redujo la tasa de natalidad por debajo del nivel de reemplazo, somos una población vieja, el sistema de energía eléctrica colapsó y fue entregado a la compañías privadas, el sistema de acueducto se encuentra en pésimo estado, el 25% de las personas están en pobreza extrema y el 40% están en la pobreza y enfrentan grandes necesidades, la desigualdad social aumentó … miles de pequeños negocios se han ido a la quiebra, pero el 1% más rico aumentó su riqueza, hay escases de médicos y trabajadores de la salud, han llegado a Puerto Rico miles de norteamericanos que guiados por el afán de lucro, quieren comprar cuanta vivienda encuentran, la pandemia del COVID19 mató a más de 3,000 personas …el cambio climático afecta las islas cada vez más fuertemente…el gobierno de Estados Unidos asignó billones de dólares … pero … no han sido invertidos adecuadamente”.
¿Cómo darle sentido a toda esta precariedad individual e institucional para proponer y gestar cursos de acción? La herencia que la autora devela y analiza en este libro es esencial para ese propósito. Incluye el análisis de la movilidad social, los ámbitos psicológicos, ideológicos y económicos de las condiciones de desigualdad y pobreza no solo prevalecientes en Puerto Rico, sino incluso en Estados Unidos. Pero para esto es indispensable entender que el Puerto Rico del siglo XXI es producto de narrativas, procesos, diseños y decisiones de los ámbitos económicos, políticos y socio culturales.
En la primera parte del libro se da cuenta del entramado global neoliberal que produce las condiciones de pobreza y desigualdad para en la segunda parte pasar a cómo se ve este desde el lente de un archipiélago colonia. De lo global a lo local examina cómo el armazón político económico colonial ilustra y ejemplifica la crisis global. Uno de los temas más importantes que presenta es cómo ese andamiaje colonial facilita una gran cantidad de mitos sobre la dependencia, la desigualdad y la pobreza. En la segunda parte, Colón Reyes nos ilustra las continuidades y discontinuidades de la alternancia partidista en el poder colonial. Pero no pone toda la mirada en lo gubernamental, complejiza el tema para también recordarnos que esa alternancia ha estado ahí al servicio de otros sectores privados donde se ha acumulado la riqueza que a su vez depende de las condiciones de pobreza de la mayoría. ¿Quiénes son los ricos?, se pregunta la autora y brinda datos y respuestas reveladoras en un país timorato en reconocer las diferencias entre las clases sociales y el privilegio. Aquí no hay contemplaciones.
Además, la autora vincula la complejidad de los asuntos estructurales a las denuncias propias de los diferentes sectores sociales de las sufren de manera diferenciada. Así, enlaza estos asuntos con los planteamientos de las políticas identitarias e interseccionales de clase, género y raza. Temas como la falta de vivienda, la debacle del sistema de salud, la precariedad de la física y emocional de la población, el desmantelamiento de la educación pública, los niveles de desempleo, la criminalidad, la vulnerabilidad de los adultos mayores, la crisis medioambiental, entre otros, se atienden con datos globales y locales y a su vez desde perspectivas interseccionales.
El libro que tienen en sus manos puede entenderse como un tratado puertorriqueño sobre la herencia que la economía política capitalista ha generado en Puerto Rico. Colón Reyes nos invita y facilita una mirada necesaria, además, en tiempos de redes sociales en las que, paradójicamente, las denuncias son efímeras y la memoria corta se traga la importancia de enlazar los eventos para darles sentido en el mediano y largo plazo.
Destaco que no se trata meramente de ofrecer datos pues estos, contrario a lo que se dice en el ámbito popular, no hablan por sí solos. Las cifras y datos que la autora logra -a pesar de las dificultades de encontrarlos – son insuficientes sin un análisis riguroso que les dé sentido. De la mano de la información empírica es necesario hacer las preguntas correctas. Para eso la profundidad y preparación teórica de la autora es fundamental.
He dicho que insistir en el fenómeno de la pobreza en el sentido político es toda una hazaña. Pero si alguien está preparada para esa hazaña es la autora de este libro. Observar, explicar, denunciar y atender la pobreza y la desigualdad ha sido el foco central de la vida académica y profesional de la autora de este libro. La doctora Linda Colón Reyes ha empeñado su vida a visibilizar y analizar las políticas públicas y los asuntos económicos, políticos, sociológicos y culturales que mantienen en sitio los ciclos del fenómeno de la pobreza en la sociedad puertorriqueña. Queda claro que estamos ante la más importante investigadora de este tema en Puerto Rico. Pocas veces podemos contar con un trabajo de esta envergadura que reúne la mirada de una académica estudiosa de un fenómeno social a la vez que servidora pública en el mismo ámbito; una socióloga que domina a profundidad la teoría y la praxis y que ha escuchado, mirado a los rostros que encarnan la pobreza, a la vez que ha entendido y experimentado las complejidades propias del mundo burocrático.
Este libro que he llamado un tratado de la pobreza y la desigualdad en Puerto Rico es material obligado para quienes se acercan a estudiar los fenómenos sociales, para activistas, hacedores de política pública, organizaciones no gubernamentales y todo aquel y aquella que aspira a entender las dinámicas sociales, políticas y económicas que requieren denunciarse y cambiarse. En La herencia de la exclusión la doctora Linda Colón Reyes además de poner sobre la mesa el tema de la pobreza en el Puerto Rico del siglo XXI, nos regala la posibilidad de mirar de frente, con valentía y coraje el Puerto Rico contemporáneo, de darle sentido a la crisis, de mirar el presente y entender, un asunto siempre clave e indispensable, para actuar.
[1] En la clase de Ciencias Sociales básico, sección de la profesora Lilliana Cotto Morales.