Un thriller y un comedia-drama al tope de las forma
Eileen
Los guionistas, Ottessa Moshfegh y su esposo Luke Goebel, nos adentran en la historia de este thriller con un engaño. En el complot está involucrado el director William Oldroyd y el cinematógrafo Ari Wegner. Estos dos disminuyen la luz que baña la mayoría de las escenas principales y nos mantienen en la penumbra (literal y metafóricamente). Es un indicio de lo que ha de venir. Estamos en Massachusetts en la década de 1960. Eileen Dunlop (Thomasin McKenzie) es una joven un tanto extraña que trabaja en un centro penitenciario para adolescentes. Está tan concentrada en lo que tiene entre sus piernas y en tener fantasías sexuales con uno de los guardias que podemos pensar que es prima de la Bella de Poor Things. Es vaga y tiene el problema que, sin remedio, cuida de Jim Dunlop (Shea Whigham) su padre viudo y alcohólico, un exjefe de policía que sufre de paranoia y abusa emocionalmente de ella, lo que siempre la tiene en vilo. Eileen sueña despierta con frecuencia con suicidarse y con matar a su padre. Ese estrés la hace tener un comportamiento extraño que rechazan sus colegas. Una nueva psicóloga, Rebecca
Saint John (Anne Hathaway, sensacional), se une al personal de la prisión. Eileen se siente inmediatamente atraída por la conversación intelectual y la apariencia glamorosa de Rebecca. Rebecca comienza a trabajar con un recluso, Lee Polk (Sam Nivola), que fue encarcelado por matar a puñaladas a su padre. Rebecca invita a la madre de Lee, Rita (Marin Irlanda), a hablar con ella y Lee, pero Rita pronto se marcha angustiada porque Lee se niega a hablar con ella. Esa noche, Rebecca invita a Eileen a un bar local. Después de una noche bebiendo y bailando, Rebecca besa a Eileen antes de irse. Entonces, las cosas se complican. Las sorpresas se anteponen a las relaciones entre las dos mujeres y lo inesperado nos sobrecoge según se desenvuelve. La intensidad de las actuaciones de Hathaway y McKenzie es la atracción de la cinta, pero, como ya dije, la ambientación del filme es perfecta para la historia y su enigmático (pero entendible, si se analiza, que muchos no han hecho) final.
The Holdovers (Peacock)
Si hay quienes conocen el mundillo de las escuelas preparatorias (prep schools) de los EE. UU., que sirven de trampolín a universidades como Yale, Harvard, Cornell, Stanford y otras de gran prestigio, apunten a Alexander Payne, el director de este filme, y a su protagonista Paul Giamatti. Este último, egresado de Yale, universidad en la que su padre fue presidente, es Paul Hunham, un estricto y solitario profesor de literatura clásica en la Barton Academy (“prep” ficticia). Él había sido estudiante becado en la escuela de Nueva Inglaterra, pero nunca se sintió parte de las costumbres de sus ricos y privilegiados compañeros. Es diciembre de 1970. La guerra en Vietnam está candente, y sus alumnos lo detestan porque da malas notas y por su seriedad y su distanciamiento. Hasta el Dr. Hardy Woodrip (Andrew Garman), director de la Academia está furioso, porque le ha dado bajas notas al hijo de un rico y poderoso donante de la institución, lo que ha hecho que la Universidad de Princeton rescinda su oferta de admisión al chico. Por ello, Woodrip hace trampas con otro profesor y obliga a Hunham a supervisar a los estudiantes «restantes» (the holdovers) que quedan en el campus durante las vacaciones. Entre ellos está Angus Tully (Dominic Sessa), cuya madre canceló abruptamente un viaje a Saint Kitts para pasar la luna de miel con el nuevo padrastro de Angus. También queda atrás la administradora de la cafetería, Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), quien está de luto por la pérdida de su hijo, un ex alumno de Barton que murió sirviendo en la Guerra de Vietnam. Para los cinco estudiantes no es sorpresa alguna Hunham imponga el estudio y el ejercicio. Mas, al cabo de seis días, el padre adinerado de uno de ellos llega en helicóptero y acepta llevar a todos los estudiantes al viaje de esquí de la familia. Angus, al no poder pedir permiso a sus padres, se queda solo en Barton con Hunham y Mary, y con Danny (Naheem Garcia) un conserje. El guion, escrito por David Hemingson usa algunas de sus experiencias en la escuela Watkinson en Hartford, Connecticut donde estuvo seis años, y captura muy bien la desigualdad, el privilegio y los códigos silenciosos que se ejecutan en estas escuelas preparatorias. Lo hace sin aspavientos, pero sí con la sutileza que le imparte a todo lo que ha de ir sucediendo entre Hunham y Angus. Según vamos descubriendo los secretos del profesor y los estudiantes, comenzamos a entender la soledad, el retraimiento y la angustia de los personajes. Las sutileza del guion y las actuaciones de los tres principales, hacen de esta cinta una de las más perceptivas de este año.